Los primeros pasos por mi calle
fueron lentos y pesados, mientras desentumecía las piernas del esfuerzo
realizado en Torremolinos, y como veía que tardaba bastante en avanzar, decidí
poner un ritmo lento pero cómodo, que tiempo ya tendría de correr camino de las
antenas.
Sobre las 8:15 de la mañana llegué al
punto de reunión, dónde capturé el momento con la cámara de mi móvil mientras
esperaba a que Sergio llegase, y contemplaba el lugar en el que, si todo iba bien, estaría esa misma mañana, mirando hacia abajo.
Cómo pasaron un par de minutos de la
hora a la que habíamos quedado y podían haber pasado mil cosas (que el tren se
retrasase, que él se hubiese quedado dormido, que estuviese cansado y hubiese
decidido no venir…), decidí ponerme en marcha de nuevo, ya caliente y con
mejores sensaciones en el cuerpo, aunque con las piernas definitivamente
cansadas.
Habíamos quedado alrededor de las 9:00 en la fuente de Mijas Pueblo, pero no recordaba cuánto tardé en subir la última vez, así que pensé que lo mejor era no arriesgarme.
La subida a Mijas Pueblo ya la había
hecho una vez con anterioridad, con mi padre, Miguel Ángel Matilla, Fernando y
creo recordar que Julio, hacía al menos tres años, pero la verdad es que daba
respeto subir sólo pegado al arcén con los coches pasando tan cerca.
Intentando no pensar en ello me
concentré en las vistas, en el dolor, que intentaba controlar bajando el ritmo
cada vez que sentía alguna molestia, y en la respiración, muy tranquila al
rodar a un ritmo inusualmente lento para mi cuerpo, pero que pronto se disparó
al empezar la primera cuesta.
Tras varios minutos de ascenso lento
pero constante alcancé el punto de encuentro con los miembros del club, y
estuvimos un rato charlando, rellenando las provisiones de agua en la fuente de
Mijas y esperando a los demás.
Finalmente llegó Sergio, entre otros
atletas más. Muchos eran veteranos a los que conozco desde hace años, otros caras
nuevas, pero todos muy simpáticos y agradables (los atletas solemos ser
personas muy asequibles).
Cuando estuvimos todos, nos echamos
la foto de familia, y las risas y las bromas bajaron un poco conforme nos
poníamos en marcha, aunque sin llegar a desaparecer… aún.
Durante el primer tramo, del punto de encuentro
hasta que empezaba la subida en sí, decidí colocarme aproximadamente en el
centro del pelotón, ya que aunque la emoción de subir al repetidor corriendo
desde casa (en Enero de este mismo año subí caminando desde el inicio de la
subida y ya fue un buen tute) empezaba a dar vitalidad a mis piernas, sabía que
si salía en cabeza, probablemente duraría poco, aunque, inconscientemente, me
fui acercando al inicio del pelotón.
En esta parte aún había
conversaciones animadas y bromas, aunque cuanto más acercábamos a la subida más
silencioso se volvía el grupo, hasta el punto de que al alcanzar el primer
tramo de subida el silencio era total y sólo se oía el sonido de nuestros pasos
resonando acompasadamente contra el asfalto.
En esta parte me coloqué en cabeza,
sintiéndome increíblemente fresco para haber hecho un tiempo tan bueno en
Torremolinos (siempre que diga tiempo bueno es a mi parecer, dentro de mis
tiempos habituales, no soy un atleta profesional, ni muchísimo menos), y otro
de los atletas, Jose Antonio, se nos unió a José a Manolo y a mí en la cabeza
del pelotón, mientras liderábamos la subida.
El cambio de temperatura fue notable,
y aunque el día no era especialmente caluroso, al principio se agradeció, pero
tras unos minutos se volvió un poco fresco, para mi gusto.
Con la charla finiquitada José se
despidió dejando que siguiésemos subiendo, y Manolo, José Antonio y yo seguimos
hacia adelante.
Nos encontramos con un atleta que iba a seguir el mismo camino que nosotros, ultra-atleta, sospecho, ya que iba cargado con una mochila de hidratación y parecía que ya llevase horas recorriendo los montes.
Se nos unió, pero apenas llevábamos unos 500 metros no pude aguantarles el ritmo y me comencé a descolgar ligeramente, aunque sin llegar a perderlos nunca de vista. En menos de un kilómetro, nuestro invitado sucumbió también, y lo pasé sin demasiado esfuerzo, ya que bajó mucho el ritmo.
Se nos unió, pero apenas llevábamos unos 500 metros no pude aguantarles el ritmo y me comencé a descolgar ligeramente, aunque sin llegar a perderlos nunca de vista. En menos de un kilómetro, nuestro invitado sucumbió también, y lo pasé sin demasiado esfuerzo, ya que bajó mucho el ritmo.
Siempre me gusta dejar un punto de
fuerza para el sprint final, y si conseguía mantenerlos dentro de mi alcance
visual, tenía la certeza de que sería capaz de pegarme a ellos en el tramo
final de la subida.
Llegó un momento en el que los perdí
de vista totalmente al coger una curva, y decidí apretar el paso, ya que si me
descolgaba del todo lo iba a pasar bastante mal, anímicamente hablando, para
subir en solitario, ya que el resto del pelotón venía relativamente lejos.
Tras cosa de un kilómetro empecé a
verlos, a un ritmo bastante más bajo al que llevaban con anterioridad (o a lo
mejor me lo parecía desde lejos, ya que yo había apretado el mío).
Al pegarme Manolo me dijo que llevaba
las pulsaciones muy elevadas, por lo que se iba a descolgar un poquito, y me
pegué a José Antonio, aunque sin llegar a alcanzarlo del todo, ya que subió un
poco el ritmo cuando se despegó Manolo.
Llegué a alcanzar a José Antonio, y
tras mantenernos varios metros en paralelo, tomé la iniciativa y subí un pelín
el ritmo, dejándolo a un par de pasos de distancia, pero lejos de dejar que me
fuese aprovechó el ritmo que le marcaba para subir detrás de mí.
Las antenas eran ya visibles, y en
uno de los últimos giros, José Antonio tomó el relevo y se colocó escasos metros
por delante de mí. Yo estaba ya deseando ver la última subida, ya que estaba
agotado y sabía que aún quedaba un trecho desde la primera antena hasta las del
final del todo, y no sabía si iba a tener fuerzas para llegar al sprint
llegados a este punto.
Encaramos la última subida en
paralelo, y vimos el “coche-escoba” que otros compañeros trajeron para subir
agua y bebida isotónica, y que nos estaba esperando.
Encontré que no tenía fuerzas para sprintar, pero aun sí alargué la zancada sacando fuerzas de dónde no había, y
me puse en paralelo con José Antonio.
Al llegar al lado del coche Rocío,
una compañera que debido a un accidente que tuvo cuando entrenaba en bici no
pudo correr, ya que estaba escayolada del brazo, nos dijo que parásemos, que
ése era el punto de meta de este año, y colocándonos una botella de agua a cada
uno en la mano nos dio la enhorabuena.
Detrás de nosotros llegaron Manolo,
en muy buena forma este año, Sergio, que como yo, había subido corriendo desde
Los Boliches, José, Carlos, Domi…
Tras recuperar con agua (reservé dos
de mis botellitas para la bajada que me esperaba a continuación, esto no había
acabado aún) e isotónica, José nos avisó de que él iba a empezar a bajar, ya
que se estaba quedando frío, y él y Sergio comenzaron a bajar.
Tras un par de minutos nos unimos
Manolo, José Antonio y yo, que empezamos a bajar a paso tranquilo (ya habíamos corrido
suficiente a la subida), encontrándonos con los compañeros que estaban a punto de
completar la subida y con algunos ciclistas.
La bajada fue, sin embargo, bastante
duras, ya que teníamos que hacer un esfuerzo considerable para frenarnos y no
dejarnos llevar, y con las piernas tan fatigadas era algo difícil.
Pronto nos cruzamos con José y con
Sergio, y seguimos camino a Mijas Pueblo.
Yo no tenía el cuerpo para mucho
meneo ya, y a pesar de que no estábamos corriendo a una velocidad elevada
decidí quedarme un poco atrás, ya que aún estaba lejos de haber terminado el
entrenamiento.
Al llegar a Mijas pueblo rellené las
botellitas de mi cinturón, me refresqué la cara y brazos y vacié un par de
veces una de las botellitas, y me despedí tanto de los compañeros que habían
llegado antes que yo como de los que habían ido llegando mientras me
refrescaba.
Comencé a bajar tan concentrado en mi
propio cuerpo que se me olvidó de “respetar” la bajada, y un par de veces me
pasaron coches demasiado cerca, hasta el punto de que cuando me fue posible, me
metí en el interior del arcén, pese a que una caída desde ahí podría hacerme la
pascua.
Llegando a la rotonda en la que había
quedado con Sergio esa mañana, Carlos, un compañero del club, se ofreció a
llevarme en coche, pero le respondí, con voz gutural, que no se preocupase, que
ya bajaba trotando hasta a casa.
No me lo creía cuando estaba de
vuelta en el barrio, y el tramo que separa el recinto ferial de mi calle se me
hizo eterno.
Me costaba mantener una trayectoria
recta, pero aun así amagué un pequeño sprint desde la placita de los chinos
hasta la puerta de mi casa, aumentando un poco el ritmo.
Paré el crono en 2:35:28, y según
Google Maps, la distancia recorrida a pie desde la puerta de mi casa hasta la
primera de las antenas y volver es de 27,4 kilómetros, lo que deja un parcial
de 5:40 minutos por kilómetro de media.
Si mi inicio particular de temporada
en Mijas fue bueno, este inicio en familia fue aún mejor, hay quién podrá decir
que no me llevé nada a casa (salvo, quizá, agujetas), pero los recuerdos de
esta subida van a estar presentes mucho tiempo para mí, y creo que tener buenos
recuerdos junto a tus amigos es mucho más valioso que cualquier copa o medalla.
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