Por segunda vez en dos semanas me disponía a recorrer una distancia superior a los 42.195 metros del maratón, que superé por primera vez en Ronda, corriendo el Homenaje de la Legión.
A diferencia de en esa carrera, esta vez no estaba al 100%, había pasado la semana con una mezcla entre resfriado cogido al pecho y gripe y llegaba con pocos kilómetros en los últimos días y el cuerpo bastante machacado.
En 2011, en la media maratón de Marbella corrí con gripe, y me prometí a mí mismo que sería la última vez que lo haría (casi llego a 1:50:00, fue mi peor registro y la carrera en la que más sufrí en años, aunque por suerte no recaí y me recuperé adecuadamente).
Esta ocasión llegaba sin fiebre pero con una gran congestión, y una tos bastante puñetera que me tuvo media noche en vilo.
A las 6, de hecho, un buen rato antes de que sonase la alarma, me di por vencido y decidí comenzar a vestirme y desayunar, ya que daba por imposible rascar más horas de sueño.
Nunca he tenido problemas para correr largas distancias con falta de sueño, como en la maratón de Sevilla por ejemplo, en la que me costó mucho conciliar el sueño, por lo que pese a al cansancio estaba tranquilo; Ya me despejaría tras desayunar y llegar a Antequera.
Además de dormir poco había tenido dos sueños inquietantes durante la noche, uno en el que mi hermana, que en principio, me acompañaría en el trayecto hasta Antequera, me decía en el último momento que no podría asistir, y otro, que fue bastante recurrente esa noche, en el que me perdía camino a la carrera y no conseguía llegar a tiempo para la salida.
El primero de los dos se cumplió mientras desayunaba una tostada y un litro de leche con cacao en polvo: Mi hermana finalmente no vendría, pero no me importó, ya que imaginaba que echaría muchas horas que podría aprovechar en casa y además era el cumpleaños de mi madre, y aunque esperaba llegar a tiempo para el almuerzo, de retrasarme yo no faltaría un hijo en la celebración, sino dos, y me parecía ya demasiado.
En cuanto al segundo sueño, tengo buena orientación en campo abierto y llevaba cerca de una hora de margen para llegar con tiempo, aparcar, recoger el dorsal y demás, así que, aunque el sueño me tenía algo intranquilo, eso me daba confianza.
Tuve que parar a echar gasolina en Málaga, ya que el coche estaba casi en reserva y no quería perder tiempo a la vuelta, pero aun así llegué con el tiempo sobrado a Antequera.
Hacía 3 días había visitado las estructuras megalíticas de Menga, Viera y El Romeral, así que tenía fresco el camino, el eterno rodeo que di con Gonzalo en Noviembre para llegar a la media maratón de Antequera no podía repetirse.
En efecto, llegué con tiempo sobrado, y tras aparcar en detrás de la gasolinera del Eroski, lugar de aparcamiento tradicional cuando compito en Antequera, me dirigí al Centro de Tecnificación de Atletismo 6º Centenario, cargado con la camelbak y la mochila, y ya preparado prácticamente para correr.
Parecía que se fuese a correr la media maratón de forma adelantada, el ambiente era fenomenal, el arco de salida se encontraba en los aparcamientos del CTA y la retirada de dorsales y el guardarropa se encontraban donde siempre.
Tras retirar el dorsal me encontré con Cris, con quien me detuve un rato para charlar sobre la carrera y sobre el atletismo en general, y de camino al guardarropa me encontré con un par de seguidores que me preguntaron si se solucionó el problema con el dorsal del HOLE y me deseaban suerte para la carrera.
Dejé las cosas en el guardarropa, pasé por el baño, y ya totalmente preparado, traté de llamar a mi madre para felicitarla por su cumpleaños, pero no cogía el teléfono; Quizás era demasiado temprano todavía.
Salí al exterior del estadio, cruzándome con Silvia Hidalgo y en la salida de la pista de atletismo, confirmé que la camelbak estaba en condiciones y subí a la parte superior a disfrutar de las vistas mientras el sol calentaba mi piel.
Una misteriosa bruma envolvía la Peña de los Enamorados, pero ya comenzaba a apretar el calor; Sería un factor a tener muy en cuenta durante toda la carrera, ya que la humedad y el calor son factores sinónimos de deshidratación si no se toman en cuenta como es debido.
Hoy sólo me dieron dos imperdibles al retirar el dorsal, había traído dos de casa para engancharme el dorsal con 6, como en la media de Málaga de la semana pasada, con el objetivo de evitar el percance del HOLE, pero como me encontraba con "tan solo" 4 imperdibles, me entretuve en colocármelos de la mejor manera posible.
Mientras ajustaba el dorsal de una forma que me dejaba satisfecho me encontré con Francisco Campos, atleta con el que coincido muy a menudo en carreras de montaña y al que veo bastante por mi localidad, en la que trabaja como taxista, y me entretuve un rato charlando con él.
Intenté una segunda llamada, también infructuosa, y tras dejar un mensaje, pasé por el baño por última vez.
Al salir al parking del CTA coincidí con Súper Paco, que había llegado desde Málaga para calentar antes de la carrera.
Si ya se ganó todo mi respeto y admiración en el trail de Sierra Blanca, con semejante heroicidad lo revalidaba ya para los restos.
Pensé sacarme una foto con él, pero tenía ya a varias personas alrededor esperando su turno, y teniendo en cuenta que acababa de llegar tras varias horas de camino no quería agobiarlo, así que dejé pasar la ocasión.
Con la de carreras que realiza seguro que coincidimos pronto de nuevo, y a la tercera, va la vencida.
Preparé el GPS, aunque no me di cuenta de que no había seleccionado la opción de auto pausa en esta ocasión, me puse la música, y comencé a mentalizarme de lo que tenía delante.
Juan Imbroda, campeón de la pasada edición, tardó un tiempo de algo menos de 3:40:00 en completar la carrera, así que yo esperaba no tardar mucho más de una hora más.
Saldríamos a las 10 de la mañana, en unos 20 minutos, así que, poniéndome en lo peor, esperaba llegar a meta a las 15:00.
Seguramente llegaría para el postre, aunque me tenía bastante agobiado el hecho de "tener que llegar" a una hora concreta a meta, una de las cosas que más me gustan de correr es que puedo olvidarme de todo durante varias horas y disfrutar de las vistas, las sensaciones y el mero hecho de correr.
Por primera vez me sentía "presionado" para correr más rápido, y no me gustaba nada la sensación, estaba saliendo de un resfriado y no podía confiar al máximo en mis capacidades y además mi familia me estaría esperando en casa el día de su cumpleaños...
No acababa de mentalizarme, pero me encontré tras el arco de salida con los cochinos Javi y Antonio, a los que conocí en la Minimaratón de la Peña del Bastón y el charlar con ellos me ayudó a evadirme de mis pensamientos un rato.
Entre otras cosas comentamos que tienen casi lista la camiseta de Los Cochinos Runners, o la posible fascitis plantar de Emma, que espero que sea más leve de lo que parece (¡ánimo Emma!), y se pasaron rápidamente los minutos que nos separaban de la salida.
El rey de los Bandoleros y campeón del año pasado, Juan Imbernon, se colocó cerca de mi en la salida, ya quedaba muy poco para el inicio de la prueba, y comencé a pensar en lo que me esperaba delante, con la presión del tiempo todavía latente.
Tras tomarse el Speaker con nosotros una "selfie" grupal, el alcalde de Antequera se dispuso a dar la salida, pero la pistola no estaba muy por la labor, y tras intentarlo en un par de ocasiones sin éxito (y con el temor, al menos por mi parte, de que se activase mientras apuntaba, inconscientemente, a los atletas que estábamos en la línea de salida), decidió dar la salida de forma tradicional.
Tras gritar el Speaker "¡preparados, listos, ya!", comenzó la carrera.
Empecé a un buen ritmo, quería quitarme al pelotón de encima en los primeros metros comenzando con una buena bajada, y después estabilizar el ritmo y dejar que me pasasen tranquilamente todos los corredores que tuviesen más prisa que yo.
Escuché a alguien que me animaba, y al girarme vi a Juan Carlos Rey, el corredor del Playas al que conocí en el HOLE hacía dos semanas, que me saludó y dio ánimos antes de bajar el ritmo, aunque yo tardaría poco en hacer lo mismo, y tras llegar al final de la calle que asciende al CTA y girar a la derecha, afrontando una suave pendiente, quité el pie del acelerador.
Noté una ligera molestia en el pecho, pero supuse que sería causada por la mucosidad acumulada por el resfriado y no le eché más cuentas.
Silvia pasó a mi lado como una exhalación, y traté de darle ánimos, pero descubrí que tenía la voz quebrada y no creo que me oyese.
De la Carretera Sevilla pasamos a la Calle Infante Don Fernando, recorriendo el centro de Antequera y subiendo a la alcazaba romana de Antequera antes de descender y salir de la ciudad.
La ciudad se encontraba aun a la sombra, pero en el exterior el astro rey comenzaba a extender sus dominios, cayendo a plomo sobre la tierra.
En la primera subida campo a través ya noté que algo raro me pasaba, el dolor en el pecho se acentuaba, y a pesar de que mis piernas podían más me ahogaba y tenía que hacer tramos andando cuando llevábamos apenas 3-4 kilómetros recorridos.
Me pasaron varios conocidos, entre ellos, Francisco Campos, que me dio ánimos, y me puse a la derecha del sendero para evitar obstaculizar a los corredores que venían detrás, con más fuerzas.
Aún así avanzaba por debajo de 7 minutos el kilómetro con un desnivel considerable, pero el efecto psicológico me dejó más tocado que mis propias molestias físicas.
En apenas 18 minutos tenía ya los labios secos, y un sabor metálico en la garganta que me quitaba cada escasos dos minutos con un sorbo rápido de la camelbak, que me aliviaba bastante y me quitaba momentáneamente la sensación.
Mirándolo por el lado positivo, así no me iba a costar estar hidratado, siempre llega un punto en el que a uno no le entra el líquido o "se olvida de beber", el peso de la camelbak no tardaría en ser uno más cómodo, y estaba expulsando mucha mucosidad y muchas flemas.
Hoy, aparte de la camelbak a tope y el cinturón cargado de orejones llevaba un arsenal de clínex, que no tardó en ir descendiendo y volviendo a ser guardado, ya usado, a la espera de llegar a un punto de avituallamiento en el que poder soltarlo.
La subida me costaba muchísimo, pero me animó que en las bajadas pudiese correr sin problema alguno, así que volví a mi lado positivo; Podía subir a trote suave o con pasos largos y en las bajadas dejarme de ir, así dosificaría mejor las fuerzas y mi cuerpo procesaría el ácido láctico con mayor facilidad.
Ya había marcado un par de corredores "objetivo", que me ayudarían a saber como me encontraba con respecto a la carrera en caso de mantener el que, por el momento, era un ritmo idóneo, un corredor del Grupo Alpino Benalmádena, pero con una equipación diferente a las que conocía hasta ahora, y uno con una camiseta naranja, a los que pasaba en las bajadas y me pasaban en las subidas.
Llegando al primer punto de avituallamiento me pasó un corredor del Club Media Trail Mijas, y me sorprendió que Marcos y Ana no estuviesen en la carrera (no los había visto en el estadio ni en sus inmediaciones ni en la salida, y tras la bajada de ritmo que las subidas empezando en cabeza, deberíamos de habernos cruzado ya).
Mientras me acercaba al puesto de avituallamiento recordé que este año participarían en la Transvulcania, así que probablemente su ausencia fuese debida a ello.
Me bebí un vaso de agua del tirón, notándome muy aliviado con el mismo (el mejunje de la camelbak comenzaba a estar tibio), me eché un segundo vaso en la cabeza, que tenía ardiendo (mala combinación sol y un buff negro) y me bebí un segundo antes de retomar la marcha.
Las voluntarias fueron muy amables y me desearon mucha suerte antes de continuar el camino, más animado, ya que comenzaba a encontrarme mejor tras unos primeros kilómetros "raros" y pude pronunciar un "gracias" inteligible antes de dejar el puesto.
Había tardado 35 minutos casi clavados en llegar al kilómetro 6, según mis cábalas me daría tiempo a llegar a casa para el postre, especialmente después de un comienzo tan lento y esas malas sensaciones, así que seguí con mucha fuerza.
El paso del kilómetro 6 al 7 lo hice clavando 5:00 minutos por kilómetro, "recuperando" posiciones, y cogiendo ánimo tanto del hecho de adelantar a corredores como por los ánimos que los propios corredores me infundían.
Uno, que llegó desde atrás con más fuerza que yo, tuvo el detalle de bajar el ritmo durante unos metros para preguntarme por mi experiencia con las Fivefingers en la media maratón de Málaga del pasado domingo antes de continuar, y algún otro me saludó e intercambió comentarios conmigo por conocerme de vista o por el blog, no sabría decirlo.
Conforme se acrecentaba la pendiente más menguaban mis fuerzas, el tramo en el que la llevábamos a favor se me hizo muy ameno y liviano, pero ahora que volvía a estar en contra bajé el ritmo a 6:30 y después a 6:40, teniendo incluso que acabar alguna subida a pasos largos.
El paisaje era precioso, lleno de verde por doquier, el torcal aguardándonos de frente, a nuestra espalda, ligeramente en diagonal, la peña de los enamorados, y a nuestros pies las fértiles tierras antequeranas.
El trazado, de momento, no había sido técnico, habíamos avanzado por carriles anchos y pistas forestales, y salvo alguna ligera pendiente, nada escarpada, y un "salto" para salvar un arroyo, nada especialmente difícil, pero no sabía si alegrarme o no por ello; Quizás todo el desnivel nos aguardase de golpe más adelante...
Prefería no pensar en ello, y por suerte llegué al segundo avituallamiento, donde pude volver a refrescarme y quitarme las dudas de un buche.
Tras levantar la vista vi que nos esperaban varios kilómetros de ascenso, que no sabía exactamente donde acabaría, ya que los corredores se perdían en la distancia mezclándose con las rocas, pero oportunamente sonó en mi lista de reproducción aleatoria Carmina Burana, y acometí con ánimos el tramo que me esperaba.
Por cierto, por este tramo pasamos un control de carrera, pero no recuerdo exactamente si antes o después del segundo avituallamiento, sé que fue después de dejar una zona con cabras a la izquierda y subir un ligero terraplén, pero como no recuerdo la ubicación con exactitud la dejo sin definir.
Fui avanzando sin prisa pero sin pausa, "rompiéndose" la carrera en mi posición, ya que cada vez tenía más lejos a los atletas que iban por delante de mí, pero los que venían detrás no acababan de recortarme a mí metros.
A modo de curiosidad, vi una cara que me resultó muy familiar en uno de los coches que estaban en la primera fotografía de las dos que están sobre esa frase, y estoy casi seguro de que era el Speaker.
Hacía calor; mucho calor; no había apenas sombra, mi buff, aunque empapado, así como mi cabeza, estaba caliente, y el contenido de mi camelbak descendía vertiginosamente pese a beber en los dos avituallamientos que habíamos pasado.
Entre el calor y el resfriado esta prueba iba a ser dura, empezaba a darme cuenta cuando llevaba apenas 15 kilómetros, en el comienzo del tramo de Las Escaleruelas, al que había tardado en llegar cerca de 1:40:00.
Ya no me salían las cuentas tampoco para llegar a casa a tiempo, lo que empezaba a agobiarme, pero me quedaba poco remedio, tan sólo podía tratar de avanzar más rápidamente, y el tramo de Las Escaleruelas me puso sobre 14 minutos por kilómetro ya en el comienzo, en el que avanzaba a duras penas, ahogado pese a tener las piernas relativamente frescas.
Un voluntario de protección civil ofreció agua a un corredor que iba delante de mí, con bastante peor aspecto, pero que la rechazó, y yo le pedí un poco, a lo que accedió encantado.
Di varios buches largos, me aclaré la garganta y hasta recuperé la voz, dándole unas gracias claras y comprensibles.
Poco más adelante otros chicos de protección civil dudaban si avisar a organización de algo que un corredor había hecho y que uno de ellos pensaba que podría acarrear descalificación, y otro decía que estaban para ayudar y no controlar, y en esas debatían...
Pese al brutal desnivel de Las Escaleruelas (cerca de 200 metros en un kilómetro) y la dureza del mismo, fue un tramo que marco un hito, positivo para mí, ya que al dar la sombra en ese momento descansé del agobiante sol, había recuperado la voz, y aunque me dolía el pecho en el ascenso era de forma bastante más tenue que anteriormente.
También acababa de beber bastante, y había pegado la hebra con un corredor de San Pedro de Alcántara que pensaba que era de Marbella, ya que llevaba los calcetines de una de las ediciones de la media de Marbella.
Él estaba haciendo la carrera con bastones, y entre mis calcetines y sus bastones comenzamos a hablar.
Si mal no recuerdo (si lees esto y me equivoco corrígeme sin miedo) se llamaba José maría, y aunque suele hacer ciclismo hoy se había atrevido con la carrera.
Fuimos avanzando a buen paso mientras hablábamos, y de repente comencé a escuchar una cantinela "ese Errante ande o no andeee..." y al girarme me encontré con Cristóbal Rafael, corredor al que conocí tras llegar a meta en el Trail de los montes de Málaga, aunque habíamos coincidido otras veces con anterioridad, como en la vuelta de Pizarra a Álora, en la media de Álora.
Me dijo nada más verme que me veía "regulero" (qué malagueños somos) y que como iba, y le comenté lo del resfriado/gripecilla que había estado pasando y me tenía aún mermado.
Me dijo que me lo tomase con calma y no le diese muchas vueltas, y subimos hablando los 3, olvidándonos (yo al menos) del desnivel, de los que habíamos recorrido hasta ese momento y de lo que nos quedaba por recorrer aún.
Cuando la pendiente se estabilizó una chica que llegaba desde atrás dijo "que ya se puede correr, ¿eh?" y bromeando volvimos a la carrera, despudiéndome de Cristóbal Rafael y de José María hasta pronto, ya que daba por sentado que más adelante me alcanzarían.
Cuando la muchacha se puso a mi lado, no sé por qué, supe que era finlandesa (podría ser de cualquier país nórdico en realidad, era alta, delgada y rubia, los ojos no sé de qué color, ya que llevaba gafas de sol), y se lo pregunté sin rodeos.
Me dijo que, en efecto, era finlandesa, y le comenté que conocí a varios finlandeses el año pasado durante la Erasmus y le conté un poco mi vida mientras avanzábamos, aunque poco a poco se fue quedando atrás y se acabó la conversación.
Disfrutando de unas vistas increíbles (paraje completamente verde, con las espectaculares estructuras kársticas al fondo y miles de piedrecitas salpicando el manto verde, que daban aspecto lunar a la superficie) llegué al tercer avituallamiento, que fue mi favorito sin lugar a dudas.
Me tiré por lo menos dos minutos comienzo naranjas, plátanos, bebiendo agua... ¡y comiendo golosinas!.
Había hasta una botella de isotónica, lo que me pareció raro, ya que había solo una, pero vi que tenía un nombre escrito y comprendí que estaba reservada para algún corredor.
Las naranjas eran puro azúcar, y tenían un cubo de litro lleno de ositos y golosinas blandas, que me vinieron genial para recuperar azúcares, aunque quizá demasiados, cuando dejé el puesto de avituallamiento tuve miedo de cambiar la hipoglucemia por hiperglucemia, así que para compensar bebí bastante mejunje de mi camelbak (agua, limón y sales) para diluir un poco tanto azúcar.
El siguiente tramo, según comentaron atletas que me habían alcanzado en el avituallamiento, era la "bajada" a La Joya.
De los corredores de ese grupo, el que más hablaba era uno que se notaba que era bastante experimentado y que decía que había corrido ya el año pasado, haciendo 5 horas, y que este año las clavaría de nuevo, que no pensaba tirar de más.
Yo iba escasos metros por delante suya, a muy buen ritmo tras recuperar en el avituallamiento (por debajo de 5:00), y ese comentario hizo que me derrumbase un poco por dentro.
Si tardaba 5:00:00 no iba a llegar para el cumpleaños feliz ni por una apuesta...
Adelanté a la chica finlandesa, a la que di ánimos, y a una pareja de corredores con los nombres serigrafiados a la espalda (Chamizo y Lola) poco después, y en uno de los tramos de subida que se intercalaban con los de bajada camino a La Joya el grupo de las 5 horas me adelantó a mi.
En ese momento me dio un bajoncillo, no sé si por el agobio psicológico, el resfriado, el calor o principio de hipoglucemia producto del abuso de azúcares y poner un ritmo drásticamente más alto del que llevaba anteriormente...
En el avituallamiento líquido del kilómetro 19 bebí abundante agua, y me entraron ganas de meter la cabeza en la pila de agua que había al lado del puestecillo, pero al final con echarme medio vasito por la nuca me conformé.
Nada más pasar el puesto paré a orinar, muy muy oscuro, especialmente para todo lo que estaba bebiendo (en poco más de 2 horas me quedaba poco más de un tercio de líquido en la camelbak y había bebido abundantemente en cada avituallamiento), así que bebí de la camelbak a sorbos abundantes durante los dos siguientes kilómetros, incluso a pesar del "empacho" que me produjo.
En el kilómetro 22, enfrente el hotel (precioso por cierto) Fuente del Sol una chica, presumiblemente empleada del hotel, tenía montado un avituallamiento improvisado con varios botellines de agua, pero tenía el estómago rebotado y no era capaz ni de pensar en beber, así que aunque me puse en ese lado de la carretera y dudé bastante, al final no cogí ninguno.
En la parada para orinar me había adelantado la pareja de corredores Chamizo-Loli, pero ya comenzaba a darles alcance, a la par que la chica finlandesa me lo daba a mí.
Comenzamos a charlar y me comentó que llevaba molestias en la rodilla, que últimamente estaba haciendo más bicicleta y menos atletismo, y que llevaba varios años metida en el mundillo.
De hecho, llevaba varios años (6) a salto entre Finlandia y Antequera, lo que explicaba su genial nivel de español, y estuvimos charlando un buen rato hasta que acabó por alejarse poco a poco.
Me pegué a la pareja de corredores, con la que me lo pasaba genial escuchando los comentarios que se iban haciendo y como iban narrando (especialmente Chami) lo que llevaban de carrera y lo que venía a continuación.
Los acabé pasando poco a poco una vez que me comencé a encontrar mejor, entrando en La Joya y alcanzando a la chica finlandesa de nuevo, a la que iban saludando casi todos los corredores que en ese momento salían del pueblo.
Por un momento pensé que se trataría de la cabeza de la carrera, y el corazón me dio un vuelco en el pecho, pero vi un grupo que subía andando y descarté la idea; el giro estaría cerca.
En efecto, al final del pueblo se encontraba un nuevo avituallamiento, en el kilómetro 23, en el que nuevamente bebí abundante agua y devoré cerca de 3 naranjas, gajo a gajo, dando las gracias a todos los voluntarios por su labor.
La chica finlandesa no se recreó tanto, y se molestó un poco (es normal) porque tenía una botella de isotónica reservada y se la acababa de llevar otro corredor (supuse que la del puesto anterior sería suya también), pero siguió adelante sin más.
Cuando acabé hice lo propio, pensando en alcanzarla, pero estaba bastante lejos, así que, de entrada, puse un ritmo tranquilo, de pasos largos, mientras apuraba dos últimos gajos de naranja.
A la mediación de La Joya pasó Juan Carlos Rey, al que animé, pero creo que no me vio, y poco después, Cristóbal Rafael, que iba muy animado.
Justo a la salida de La Joya alcancé a la chica finlandesa, con la que volví a charlar, y me presenté, ya que llevaba un buen rato hablando y no sabía ni su nombre ni ella el mío.
Se llamaba Janinna (no sé si estará bien escrito, pero la pronunciación se me asemeja a esa grafía) y comenzamos a hablar de todo un poco, pero especialmente sobre atletismo y ultrafondo.
Me comentó que ella estuvo hace un par de años centrada en los ultras, e hizo los 101 de ronda, el ultramaratón de París, la subida al Veleta, e incluso el Ultra Trail de Mont Blanc, primera carrera de su vida en la que se tuvo que retirar, debido a una hipotermia.
Me dejó anonadado tanto por semejantes hazañas como por su humildad, aunque más anonadado aún me dejó la visión que tenía delante de mí... una subida de la que no se veía el final y por la que ascendían corredores campo a través, sin seguir sendero ni nada.
Nos alcanzaron primero Chami y después Lola y Chami ofreció 50 euros, que decía llevar consigo y enseñarlos si hacía falta, al primero que llegase a la cima corriendo sin parar.
Otro corredor con un sentido del humor similar al nuestro (me incluyo porque el humor fácil es mi fuerte) dijo "que bien, así ya tiene para comprar la caja", y ascendimos entre risas y bromas, animando a Lola ocasionalmente para que Chami descansase un poco la voz.
Íbamos mano a mano, y se lo dije bromeando en uno de los repechos en los que lo alcancé (aunque él cada pocos metros se paraba para esperar a Lola) y me dijo que así es como se hacía, que eso era trabajo en equipo.
Janinna se quedó un poco atrás, Chami comenzó a sacarme ventaja y Lola me alcanzó también, mientras el sol nos daba de pleno por detrás, dejando el mejunje de mi camelbak intragable (encima es negro, para más Inri).
Llevábamos 24 kilómetros y llevaba ya casi 3 horas de carrera, no quería ni pensar en qué hora era ni cuanto podría tardar en recorrer la casi media carrera que me quedaba por delante, pero por suerte la excelente compañía con la que topé me amenizó muchísimo el trayecto.
Chami me comentó que estábamos ascendiendo al Cerro del Águila, y que tras esa subida habría desnivel pero no tanto, que ese era el punto clave, al que llegamos varios minutos después.
Janinna me dejó atrás, y ya en la cumbre Chami y Lola.
Otra corredora, que calculaba que sería la 6ª o 7ª (sabía que por delante, posiblemente en cabeza, iría Silvia, con Janinna y Lola iban 3 y creía haber visto pasar al menos otras 2 corredoras al principio, antes de salir de Antequera) me pasó en el sexto avituallamiento, pero la alcancé poco después, y le di ánimos diciéndole la posición y que iba muy bien.
La presencia del viento que agradecí en la subida al Cerro del Águila (aunque casi se lleva el dorsal, que de hecho tuve que reajustar), soplando en diagonal me "atacaba" de cara ahora, frenándome y dificultándome el paso.
Las vistas eran increíbles, paisaje lunar completamente, amalgama de verdes y grises que se extendían hasta donde llega la vista, con formaciones rocosas misteriosas salpicando el panorama de forma aleatoria.
Comenzamos a descender un poco, por un sendero no demasiado ancho y con un arroyo en el centro, que iba serpenteando y que tenía que esquivar saltando a izquierda o derecha según el momento.
en un repechillo vi a un corredor muy tenso, y al acercarme le pregunté "¿estás bien amigo?" me respondió "soy un poste de la luz" y le dije "ah, perdón, me he equivocado" y seguí adelante, sin más.
Comenzaba a notar la presencia del "muro", que probablemente se había cebado con ese muchacho (o quizás el calor o un tirón), y ya daba por imposible poder llegar a tiempo a la celebración del cumpleaños de mi madre, por lo que me sentía fatal, así que una vez que acabó esa zona del arroyo y se comenzaba a llanear hacia abajo por un amplio carril traté de llamarla, sin éxito.
Me eché una foto para mandársela y no preocuparla (siempre que corro piensa que me va a pasar algo, es muy aprensiva) y le comencé a mandar un largo mensaje por whatsapp, diciéndole que lo sentía mucho, que me encontraba bien pero no sabía si iba a poder llegar a tiempo, que no me esperasen, que esperaba que le gustase el regalo que le había comprado...
Me pasaron primero Cristóbal Rafael, que primero bromeó por verme casi parado con el móvil y después se preocupó al ver que al pasarme no me pegaba a su altura (le expliqué la situación y me dijo "bueno, ahora me alcanzas entonces") y después Juan Carlos Rey, con el que se repitió la situación.
En cuanto me respondió que no me preocupase y que bebiese, que hacía mucho calor, reemprendí la marcha, más tranquilo pero aún sintiéndome fatal por no estar en la que es una celebración de una vez al año y me estaba perdiendo por segundo año consecutivo.
Llegué a un nuevo punto de avituallamiento, donde bebí abundantemente, pasado el kilómetro 25, y seguí avanzando, por momentos más rápido o más despacio, según me iba encontrando (era curioso, en un kilómetro me encontraba muy bien y parecía que el muro había quedado atrás y al siguiente me encontraba envuelto en un dolor agónico que me atenazaba pecho, espalda y piernas).
El viento al menos refrescaba, y el efecto que producía en la hierba que rodeaba la pista era muy relajante: Ondas que se asemejaban a olas en un día de marejadilla.
Entre esa visión y la del torcal, a mi derecha, fui reponiéndome, al menos, psicológicamente, y volví a alcanzar a la que pensaba que era la 6ª clasificada femenina poco antes, aunque ahora sería la 7ª, ya que me había adelantado recientemente una corredora del Playas de Málaga, a muy buen paso.
Adelanté del mismo modo a Juan Carlos Rey, al que di ánimos y esperaba encontrarme pronto, ya que me encontraba raro todavía.
También me adelantó el corredor del Grupo Alpino Benalmádena que me había fijado como guía al inicio de la prueba, una vez que nos metimos en campo abierto, y avanzaba en solitario, enfrentándome al Torcal, a mi cuerpo y a mi mente.
Llegando a un tenderete de protección civil un corredor que iba por delante de mí comenzó a cojear notablemente, y al llegar al puesto, a unos 200 metros por delante, les dije que creía que le había pasado algo, pues comenzó a cojear de sopetón, así que comenzaron a buscar réflex mientras se acercaba.
Continué avanzando, esperando no correr la misma suerte, ya que la subida al Cerro del Águila me había dejado los músculos destrozados y aun no me había repuesto.
Volví de nuevo al que fue mi avituallamiento favorito, y caí de nuevo en el error de abusar de las gominolas, además de las habituales naranjas y beber varios vasos de agua y echarme uno por encima.
Las voluntarias me animaron, así como a los corredores que venían por detrás, como la 7ª clasificada femenina, que me alcanzó en el puesto, y charlaron un poco con nosotros, preguntándonos que qué nos parecía la carrera, de donde veníamos... y diciéndonos que más adelante, en el Cortijo Machueca, había unas chicas muy monas con unos bollos deliciosos, que nos diéramos prisa antes de que se acabasen.
Salí muy motivado del puesto, recorriendo a la inversa el camino por el que había subido hacía lo que parecía una eternidad, y pasé a buen ritmo (para ese momento y para lo que estaba siendo la tónica de la carrera para mí, 6:30) a un par de corredores, camino a Las Escaleruelas, donde alcancé a un corredor con camiseta roja con el que compartí la escarpada bajada.
Tuve que hacerla en cuadrupedia invertida en tramos y por supuesto sin ni pensar en correr, fue muy desafiante y exigente a la par que divertida, aunque un par de tropezones hicieron que la diversión se tornase dolor, aunque solo momentáneamente.
Un organizador que controlaba el paso desde abajo comenzó a gritar "los de la derecha, por ahí no es, ¡tenéis que bajar a la izquierda!" y me paré en seco (no era difícil dada la velocidad que llevaba) e intercambié una mirada dubitativa con el muchacho que llevaba a mi lado, pero disipó todas mis dudas señalando lo evidente: A nosotros no podía ser ya que no había otro camino, y en efecto, era a unos corredores que en el desvío para bajar a la izquierda habrían seguido de frente.
Adelantamos a otro corredor en la bajada, y al llegar a la altura del organizador le pregunté cuanto hacía que habría pasado el primero, y me dijo que no llegaba a la hora y media.
Le di las gracias, bajé entre dos árboles, subí por una reja que parecía bajada expresamente para permitir nuestro paso y fui descendiendo por la rocosa superficie, en este tramo más salpicada de verde.
Me adelantaron varios corredores, entre ellos, Juan Carlos Rey, que me dijo que se encontraba muchísimo mejor que en el HOLE de hacía dos semanas, y el muchacho del Grupo Alpino Benalmádena poco después.
Cuando el terreno era más practicable volvía a la carrera, pero entre el desnivel y las piedras, esparcidas por doquier, mi ritmo por la bajada de las Sierra de Chimeneas fue realmente lento, hasta para la versión congestionada de mí mismo.
En el tramo de la bajada al Cortijo Machuca me adelantaron varios corredores y me vine un poco abajo, pero recuperé con bastante agua y uno de los pasteles que las voluntarias del avituallamiento anterior me había recomendado, delicioso, por cierto, y retomé la marcha.
Un corredor con una mochila de Quechua me dijo "vamos Errante, que cuanto antes acabes antes escribes la crónica" y un par de corredores más me reconocieron y me dieron ánimos.
Uno de hecho se puso a mi ritmo durante varios metros pero no recuerdo su nombre ni equipación, sólo su presencia y que le dije "llevo a un amigo delante con equipación azul, ¿lo ves a lo lejos? a ver si lo pillamos antes de llegar al siguiente punto de avituallamiento".
Pensaba que era Juan Carlos Rey, pero cuando definitivamente lo alcancé, un kilómetro más tarde, resultó ser el muchacho con la curiosa equipación del Grupo Alpino Benalmádena.
Recuperé de nuevo, bastante tocado por el esfuerzo de alcanzar al que pensaba que era Juan Carlos para tener compañía y conversación en ese tramo final (me puse casi a 5:00 en ese último kilómetro), y entre agua y un gel de naranja (el limón empezaba a odiarlo, así como al mejunje tibio de mi camelbak, al que además y no sabía como, le había entrado aire y tenía que aspirar muy fuerte para poder absorberlo) recuperé bastante.
No había ni rastro de Juan Carlos, y mucho menos de Cristóbal Rafael (por cierto, le di mi facebook en Las Escaleruelas pero no me ha agregado aún, si lees esto agrégame), así que continué "en solitario", con corredores por delante, no demasiado lejos, y otros por detrás, acercándose cada vez más.
El kilómetro que sucedió al avituallamiento lo hice muy bien, estaba empezando a encontrarme mejor y rodé a cerca de 5:20, pero no sé que me pasó que me topé de bruces con el muro de nuevo, sin olérmelo si quiera, y durante el kilómetro 37 intercalé marcha con carrera, a un ritmo de casi 8 minutos por kilómetro, y en el 38 casi a 9.
Me encontraba fatal, me dolía la cabeza, se me nublaba espontáneamente la vista y de pronto se me aclaraba y llevaba las piernas acalambradas; Y yo que pensaba que lo peor ya había pasado...
Me adelantó una pareja de corredores con la misma equipación, dos chicos de unos 30 años, y me dieron ánimos, pero no pude pegarme a ellos.
Aun así volví a la carrera definitivamente, aunque a un ritmo muy lento aún.
Poco después me adelantó el corredor de los bastones, de San Pedro, José María si la memoria no me falla, que me dio ánimos también, y poco a poco comencé a coger ritmo.
No veía Antequera por ningún lado lo que psicológicamente me estaba matando, pero sabía que tenía que quedar poco para llegar, ya que estábamos llegando al kilómetro 39.
Alcancé a la 7ª clasificada femenina, según mis cálculos, y no sé de donde saqué las fuerzas para animarla, justo cuando Antequera comenzaba a vislumbrarse en la distancia.
"Al menos ya se ve, ¿eh?", le dije, sacándole una sonrisa y animándome yo mismo, y la dejé poco a poco atrás mientras alcanzaba al muchacho de San Pedro.
Charlando, pero poco, cogimos a la pareja de muchachos con la misma equipación, y contemplé en la distancia como los corredores que iban por delante descendían por una escarpada ladera y se perdían por las calles de la ciudad.
Llegando a la ladera dejé atrás también al corredor de San Pedro, y me imaginé llegando a meta.
Por un momento me pregunté si lloraría llegando a meta, ya que hasta ahora solo me había emocionado llegando a meta en maratones sobre asfalto, escapándoseme alguna lagrimilla en la llegada de la maratón de Málaga y todo un torrente en la de Sevilla, y no sé por qué el hecho de imaginarme llegando a meta me hizo sonreír primero y olvidarme del dolor después.
Kilómetro 40, rodaba a 5:36, pasando a varios corredores, entre ellos, al del Grupo Alpino Benalmádena con el que tantas veces me había cruzado a lo largo de la carrera.
De la ciudad pasamos a senderos, y pasamos incluso por un estrecho paso al lado de un arroyo; El CTA no podía estar lejos.
Mi GPS me avisa del paso por el kilómetro 41; 3 corredores avanzan en fila india y les pido paso.
Les animo al pasar al grito de "esto está hecho" y avanzo con convicción.
Ya se ve el CTA a lo lejos... pasamos por una carretera y campo a través de nuevo.
Comienzan a oírse palmas y algunos vítores, y aparezco de mitad de la nada a la izquierda (desde mi posición, mirando en la distancia a la rotonda de la entrada del parking de la CTA) del CTA...
No queda nada... El público me anima al pasar, adelanto a algún corredor más, no escucho pasos por detrás que me indiquen que yo vaya a ser pasado (no me juego nada, pero prefiero llegar adelantando a meta que siendo adelantado), entro por la entrada del parking y de ahí al interior del estadio...
Está fresquito, la pista hace las delicias de mis magullados pies, y pongo buen ritmo...
A mitad de la pista comienza a animarme Cristóbal Rafael, a quien choco la mano justo antes de poner la última marcha.
Llegando a la última curva, a 200 metros de acabar la carrera paso al último corredor al que adelantaría en este Desafío Sur del Torcal, y entro a meta, brazos en alto, pasando ampliamente las 5 horas que horas atrás veía tan asequibles, pero entero...
Más que emoción me invadió un sentimiento extremo de culpa, mi familia, especialmente, mi madre, esperándome en casa, y yo a decenas de kilómetros corriendo, como cada fin de semana, en lugar de estar con ellos...
Lo primero que hice fue llamarla para disculparme una vez más, pero no cogía el teléfono, así que hice cola para recoger el diploma de la prueba, que me imprimieron en el acto.
Estaba sediento, así que cogí un vaso de algún preparado que estaban promocionando y, pese a que el sabor no me agradó del todo, me lo tragué enterito.
Camino a recoger la bolsa del corredor me encontré a Janinna, con quién charlé brevemente y deseé mucha suerte en sus competiciones de ciclismo, triatlón y Iron Man, y luego me encontré con Cristóbal Rafael, con quién charlé brevemente también.
Pedí una talla S de camiseta para llevarsela a Mayte, mi pareja, ya que además el cumpleaños de mi madre, esa misma tarde había quedado con ella y otros amigos, y no llegaba ya a tiempo para quedar con ellos ni saliendo directamente para allá sin pasar por casa, cosa que ni se me ocurriría hacer.
Llegaría tarde doblemente, pero con una disculpa y un detallito.
Me despedí de los corredores que me crucé por el camino y con quienes había compartido aventuras en esta larga y calurosa mañana, y tras pasar por el vestuario y ponerme fresquito, me dirigí al aparcamiento de la gasolinera del Eroski, para poner rumbo a casa.
Sufrí mucho más de lo que pensaba, mucho más que en el HOLE, pese a tener esta carrera un menor kilometraje, en parte por haber estado enfermo y en parte por el factor psicológico, pero gracias a la compañía y los ánimos de mis amigos y los demás corredores pude afrontar sin problemas el desafío.
La carrera fue muy bonita, estuvo genialmente organizada y los voluntarios fueron muy agradables, pero necesito volverla a correr estando al 100% para aprovecharla como es debido, así que tengo una cita pendiente el año que viene.
Ahora mismo, mientras acabo estas líneas, estoy físicamente recuperado del esfuerzo (del resfriado tengo aún mucosidad y algo de tos) y emocionalmente estoy muy motivado con respecto al triple desafío que afrontaré esta semana, en el Algarve Challengue 2014, ya os contaré a la vuelta de las vacaciones.
Pasad una feliz Semana Santa y no olvidéis que aparte de correr hay muchas otras cosas, no sea que os pase como a mí en esta carrera y deis más importancia a una carrera que a la familia o los amigos, yo, desde luego, he aprendido la lección.
¡Un saludo!
A las 6, de hecho, un buen rato antes de que sonase la alarma, me di por vencido y decidí comenzar a vestirme y desayunar, ya que daba por imposible rascar más horas de sueño.
Nunca he tenido problemas para correr largas distancias con falta de sueño, como en la maratón de Sevilla por ejemplo, en la que me costó mucho conciliar el sueño, por lo que pese a al cansancio estaba tranquilo; Ya me despejaría tras desayunar y llegar a Antequera.
Además de dormir poco había tenido dos sueños inquietantes durante la noche, uno en el que mi hermana, que en principio, me acompañaría en el trayecto hasta Antequera, me decía en el último momento que no podría asistir, y otro, que fue bastante recurrente esa noche, en el que me perdía camino a la carrera y no conseguía llegar a tiempo para la salida.
El primero de los dos se cumplió mientras desayunaba una tostada y un litro de leche con cacao en polvo: Mi hermana finalmente no vendría, pero no me importó, ya que imaginaba que echaría muchas horas que podría aprovechar en casa y además era el cumpleaños de mi madre, y aunque esperaba llegar a tiempo para el almuerzo, de retrasarme yo no faltaría un hijo en la celebración, sino dos, y me parecía ya demasiado.
En cuanto al segundo sueño, tengo buena orientación en campo abierto y llevaba cerca de una hora de margen para llegar con tiempo, aparcar, recoger el dorsal y demás, así que, aunque el sueño me tenía algo intranquilo, eso me daba confianza.
Tuve que parar a echar gasolina en Málaga, ya que el coche estaba casi en reserva y no quería perder tiempo a la vuelta, pero aun así llegué con el tiempo sobrado a Antequera.
Hacía 3 días había visitado las estructuras megalíticas de Menga, Viera y El Romeral, así que tenía fresco el camino, el eterno rodeo que di con Gonzalo en Noviembre para llegar a la media maratón de Antequera no podía repetirse.
En efecto, llegué con tiempo sobrado, y tras aparcar en detrás de la gasolinera del Eroski, lugar de aparcamiento tradicional cuando compito en Antequera, me dirigí al Centro de Tecnificación de Atletismo 6º Centenario, cargado con la camelbak y la mochila, y ya preparado prácticamente para correr.
Parecía que se fuese a correr la media maratón de forma adelantada, el ambiente era fenomenal, el arco de salida se encontraba en los aparcamientos del CTA y la retirada de dorsales y el guardarropa se encontraban donde siempre.
Tras retirar el dorsal me encontré con Cris, con quien me detuve un rato para charlar sobre la carrera y sobre el atletismo en general, y de camino al guardarropa me encontré con un par de seguidores que me preguntaron si se solucionó el problema con el dorsal del HOLE y me deseaban suerte para la carrera.
Dejé las cosas en el guardarropa, pasé por el baño, y ya totalmente preparado, traté de llamar a mi madre para felicitarla por su cumpleaños, pero no cogía el teléfono; Quizás era demasiado temprano todavía.
Salí al exterior del estadio, cruzándome con Silvia Hidalgo y en la salida de la pista de atletismo, confirmé que la camelbak estaba en condiciones y subí a la parte superior a disfrutar de las vistas mientras el sol calentaba mi piel.
Una misteriosa bruma envolvía la Peña de los Enamorados, pero ya comenzaba a apretar el calor; Sería un factor a tener muy en cuenta durante toda la carrera, ya que la humedad y el calor son factores sinónimos de deshidratación si no se toman en cuenta como es debido.
Hoy sólo me dieron dos imperdibles al retirar el dorsal, había traído dos de casa para engancharme el dorsal con 6, como en la media de Málaga de la semana pasada, con el objetivo de evitar el percance del HOLE, pero como me encontraba con "tan solo" 4 imperdibles, me entretuve en colocármelos de la mejor manera posible.
Mientras ajustaba el dorsal de una forma que me dejaba satisfecho me encontré con Francisco Campos, atleta con el que coincido muy a menudo en carreras de montaña y al que veo bastante por mi localidad, en la que trabaja como taxista, y me entretuve un rato charlando con él.
Intenté una segunda llamada, también infructuosa, y tras dejar un mensaje, pasé por el baño por última vez.
Al salir al parking del CTA coincidí con Súper Paco, que había llegado desde Málaga para calentar antes de la carrera.
Si ya se ganó todo mi respeto y admiración en el trail de Sierra Blanca, con semejante heroicidad lo revalidaba ya para los restos.
Pensé sacarme una foto con él, pero tenía ya a varias personas alrededor esperando su turno, y teniendo en cuenta que acababa de llegar tras varias horas de camino no quería agobiarlo, así que dejé pasar la ocasión.
Con la de carreras que realiza seguro que coincidimos pronto de nuevo, y a la tercera, va la vencida.
Preparé el GPS, aunque no me di cuenta de que no había seleccionado la opción de auto pausa en esta ocasión, me puse la música, y comencé a mentalizarme de lo que tenía delante.
Juan Imbroda, campeón de la pasada edición, tardó un tiempo de algo menos de 3:40:00 en completar la carrera, así que yo esperaba no tardar mucho más de una hora más.
Saldríamos a las 10 de la mañana, en unos 20 minutos, así que, poniéndome en lo peor, esperaba llegar a meta a las 15:00.
Seguramente llegaría para el postre, aunque me tenía bastante agobiado el hecho de "tener que llegar" a una hora concreta a meta, una de las cosas que más me gustan de correr es que puedo olvidarme de todo durante varias horas y disfrutar de las vistas, las sensaciones y el mero hecho de correr.
Por primera vez me sentía "presionado" para correr más rápido, y no me gustaba nada la sensación, estaba saliendo de un resfriado y no podía confiar al máximo en mis capacidades y además mi familia me estaría esperando en casa el día de su cumpleaños...
No acababa de mentalizarme, pero me encontré tras el arco de salida con los cochinos Javi y Antonio, a los que conocí en la Minimaratón de la Peña del Bastón y el charlar con ellos me ayudó a evadirme de mis pensamientos un rato.
Entre otras cosas comentamos que tienen casi lista la camiseta de Los Cochinos Runners, o la posible fascitis plantar de Emma, que espero que sea más leve de lo que parece (¡ánimo Emma!), y se pasaron rápidamente los minutos que nos separaban de la salida.
El rey de los Bandoleros y campeón del año pasado, Juan Imbernon, se colocó cerca de mi en la salida, ya quedaba muy poco para el inicio de la prueba, y comencé a pensar en lo que me esperaba delante, con la presión del tiempo todavía latente.
Tras tomarse el Speaker con nosotros una "selfie" grupal, el alcalde de Antequera se dispuso a dar la salida, pero la pistola no estaba muy por la labor, y tras intentarlo en un par de ocasiones sin éxito (y con el temor, al menos por mi parte, de que se activase mientras apuntaba, inconscientemente, a los atletas que estábamos en la línea de salida), decidió dar la salida de forma tradicional.
Tras gritar el Speaker "¡preparados, listos, ya!", comenzó la carrera.
Empecé a un buen ritmo, quería quitarme al pelotón de encima en los primeros metros comenzando con una buena bajada, y después estabilizar el ritmo y dejar que me pasasen tranquilamente todos los corredores que tuviesen más prisa que yo.
Escuché a alguien que me animaba, y al girarme vi a Juan Carlos Rey, el corredor del Playas al que conocí en el HOLE hacía dos semanas, que me saludó y dio ánimos antes de bajar el ritmo, aunque yo tardaría poco en hacer lo mismo, y tras llegar al final de la calle que asciende al CTA y girar a la derecha, afrontando una suave pendiente, quité el pie del acelerador.
Noté una ligera molestia en el pecho, pero supuse que sería causada por la mucosidad acumulada por el resfriado y no le eché más cuentas.
Silvia pasó a mi lado como una exhalación, y traté de darle ánimos, pero descubrí que tenía la voz quebrada y no creo que me oyese.
De la Carretera Sevilla pasamos a la Calle Infante Don Fernando, recorriendo el centro de Antequera y subiendo a la alcazaba romana de Antequera antes de descender y salir de la ciudad.
La ciudad se encontraba aun a la sombra, pero en el exterior el astro rey comenzaba a extender sus dominios, cayendo a plomo sobre la tierra.
En la primera subida campo a través ya noté que algo raro me pasaba, el dolor en el pecho se acentuaba, y a pesar de que mis piernas podían más me ahogaba y tenía que hacer tramos andando cuando llevábamos apenas 3-4 kilómetros recorridos.
Me pasaron varios conocidos, entre ellos, Francisco Campos, que me dio ánimos, y me puse a la derecha del sendero para evitar obstaculizar a los corredores que venían detrás, con más fuerzas.
Aún así avanzaba por debajo de 7 minutos el kilómetro con un desnivel considerable, pero el efecto psicológico me dejó más tocado que mis propias molestias físicas.
En apenas 18 minutos tenía ya los labios secos, y un sabor metálico en la garganta que me quitaba cada escasos dos minutos con un sorbo rápido de la camelbak, que me aliviaba bastante y me quitaba momentáneamente la sensación.
Mirándolo por el lado positivo, así no me iba a costar estar hidratado, siempre llega un punto en el que a uno no le entra el líquido o "se olvida de beber", el peso de la camelbak no tardaría en ser uno más cómodo, y estaba expulsando mucha mucosidad y muchas flemas.
Hoy, aparte de la camelbak a tope y el cinturón cargado de orejones llevaba un arsenal de clínex, que no tardó en ir descendiendo y volviendo a ser guardado, ya usado, a la espera de llegar a un punto de avituallamiento en el que poder soltarlo.
La subida me costaba muchísimo, pero me animó que en las bajadas pudiese correr sin problema alguno, así que volví a mi lado positivo; Podía subir a trote suave o con pasos largos y en las bajadas dejarme de ir, así dosificaría mejor las fuerzas y mi cuerpo procesaría el ácido láctico con mayor facilidad.
Ya había marcado un par de corredores "objetivo", que me ayudarían a saber como me encontraba con respecto a la carrera en caso de mantener el que, por el momento, era un ritmo idóneo, un corredor del Grupo Alpino Benalmádena, pero con una equipación diferente a las que conocía hasta ahora, y uno con una camiseta naranja, a los que pasaba en las bajadas y me pasaban en las subidas.
Llegando al primer punto de avituallamiento me pasó un corredor del Club Media Trail Mijas, y me sorprendió que Marcos y Ana no estuviesen en la carrera (no los había visto en el estadio ni en sus inmediaciones ni en la salida, y tras la bajada de ritmo que las subidas empezando en cabeza, deberíamos de habernos cruzado ya).
Mientras me acercaba al puesto de avituallamiento recordé que este año participarían en la Transvulcania, así que probablemente su ausencia fuese debida a ello.
Me bebí un vaso de agua del tirón, notándome muy aliviado con el mismo (el mejunje de la camelbak comenzaba a estar tibio), me eché un segundo vaso en la cabeza, que tenía ardiendo (mala combinación sol y un buff negro) y me bebí un segundo antes de retomar la marcha.
Las voluntarias fueron muy amables y me desearon mucha suerte antes de continuar el camino, más animado, ya que comenzaba a encontrarme mejor tras unos primeros kilómetros "raros" y pude pronunciar un "gracias" inteligible antes de dejar el puesto.
Había tardado 35 minutos casi clavados en llegar al kilómetro 6, según mis cábalas me daría tiempo a llegar a casa para el postre, especialmente después de un comienzo tan lento y esas malas sensaciones, así que seguí con mucha fuerza.
El paso del kilómetro 6 al 7 lo hice clavando 5:00 minutos por kilómetro, "recuperando" posiciones, y cogiendo ánimo tanto del hecho de adelantar a corredores como por los ánimos que los propios corredores me infundían.
Uno, que llegó desde atrás con más fuerza que yo, tuvo el detalle de bajar el ritmo durante unos metros para preguntarme por mi experiencia con las Fivefingers en la media maratón de Málaga del pasado domingo antes de continuar, y algún otro me saludó e intercambió comentarios conmigo por conocerme de vista o por el blog, no sabría decirlo.
Conforme se acrecentaba la pendiente más menguaban mis fuerzas, el tramo en el que la llevábamos a favor se me hizo muy ameno y liviano, pero ahora que volvía a estar en contra bajé el ritmo a 6:30 y después a 6:40, teniendo incluso que acabar alguna subida a pasos largos.
El paisaje era precioso, lleno de verde por doquier, el torcal aguardándonos de frente, a nuestra espalda, ligeramente en diagonal, la peña de los enamorados, y a nuestros pies las fértiles tierras antequeranas.
El trazado, de momento, no había sido técnico, habíamos avanzado por carriles anchos y pistas forestales, y salvo alguna ligera pendiente, nada escarpada, y un "salto" para salvar un arroyo, nada especialmente difícil, pero no sabía si alegrarme o no por ello; Quizás todo el desnivel nos aguardase de golpe más adelante...
Prefería no pensar en ello, y por suerte llegué al segundo avituallamiento, donde pude volver a refrescarme y quitarme las dudas de un buche.
Tras levantar la vista vi que nos esperaban varios kilómetros de ascenso, que no sabía exactamente donde acabaría, ya que los corredores se perdían en la distancia mezclándose con las rocas, pero oportunamente sonó en mi lista de reproducción aleatoria Carmina Burana, y acometí con ánimos el tramo que me esperaba.
Por cierto, por este tramo pasamos un control de carrera, pero no recuerdo exactamente si antes o después del segundo avituallamiento, sé que fue después de dejar una zona con cabras a la izquierda y subir un ligero terraplén, pero como no recuerdo la ubicación con exactitud la dejo sin definir.
Fui avanzando sin prisa pero sin pausa, "rompiéndose" la carrera en mi posición, ya que cada vez tenía más lejos a los atletas que iban por delante de mí, pero los que venían detrás no acababan de recortarme a mí metros.
A modo de curiosidad, vi una cara que me resultó muy familiar en uno de los coches que estaban en la primera fotografía de las dos que están sobre esa frase, y estoy casi seguro de que era el Speaker.
Hacía calor; mucho calor; no había apenas sombra, mi buff, aunque empapado, así como mi cabeza, estaba caliente, y el contenido de mi camelbak descendía vertiginosamente pese a beber en los dos avituallamientos que habíamos pasado.
Entre el calor y el resfriado esta prueba iba a ser dura, empezaba a darme cuenta cuando llevaba apenas 15 kilómetros, en el comienzo del tramo de Las Escaleruelas, al que había tardado en llegar cerca de 1:40:00.
Ya no me salían las cuentas tampoco para llegar a casa a tiempo, lo que empezaba a agobiarme, pero me quedaba poco remedio, tan sólo podía tratar de avanzar más rápidamente, y el tramo de Las Escaleruelas me puso sobre 14 minutos por kilómetro ya en el comienzo, en el que avanzaba a duras penas, ahogado pese a tener las piernas relativamente frescas.
Un voluntario de protección civil ofreció agua a un corredor que iba delante de mí, con bastante peor aspecto, pero que la rechazó, y yo le pedí un poco, a lo que accedió encantado.
Di varios buches largos, me aclaré la garganta y hasta recuperé la voz, dándole unas gracias claras y comprensibles.
Poco más adelante otros chicos de protección civil dudaban si avisar a organización de algo que un corredor había hecho y que uno de ellos pensaba que podría acarrear descalificación, y otro decía que estaban para ayudar y no controlar, y en esas debatían...
Pese al brutal desnivel de Las Escaleruelas (cerca de 200 metros en un kilómetro) y la dureza del mismo, fue un tramo que marco un hito, positivo para mí, ya que al dar la sombra en ese momento descansé del agobiante sol, había recuperado la voz, y aunque me dolía el pecho en el ascenso era de forma bastante más tenue que anteriormente.
También acababa de beber bastante, y había pegado la hebra con un corredor de San Pedro de Alcántara que pensaba que era de Marbella, ya que llevaba los calcetines de una de las ediciones de la media de Marbella.
Él estaba haciendo la carrera con bastones, y entre mis calcetines y sus bastones comenzamos a hablar.
Si mal no recuerdo (si lees esto y me equivoco corrígeme sin miedo) se llamaba José maría, y aunque suele hacer ciclismo hoy se había atrevido con la carrera.
Fuimos avanzando a buen paso mientras hablábamos, y de repente comencé a escuchar una cantinela "ese Errante ande o no andeee..." y al girarme me encontré con Cristóbal Rafael, corredor al que conocí tras llegar a meta en el Trail de los montes de Málaga, aunque habíamos coincidido otras veces con anterioridad, como en la vuelta de Pizarra a Álora, en la media de Álora.
Me dijo nada más verme que me veía "regulero" (qué malagueños somos) y que como iba, y le comenté lo del resfriado/gripecilla que había estado pasando y me tenía aún mermado.
Me dijo que me lo tomase con calma y no le diese muchas vueltas, y subimos hablando los 3, olvidándonos (yo al menos) del desnivel, de los que habíamos recorrido hasta ese momento y de lo que nos quedaba por recorrer aún.
Cuando la pendiente se estabilizó una chica que llegaba desde atrás dijo "que ya se puede correr, ¿eh?" y bromeando volvimos a la carrera, despudiéndome de Cristóbal Rafael y de José María hasta pronto, ya que daba por sentado que más adelante me alcanzarían.
Cuando la muchacha se puso a mi lado, no sé por qué, supe que era finlandesa (podría ser de cualquier país nórdico en realidad, era alta, delgada y rubia, los ojos no sé de qué color, ya que llevaba gafas de sol), y se lo pregunté sin rodeos.
Me dijo que, en efecto, era finlandesa, y le comenté que conocí a varios finlandeses el año pasado durante la Erasmus y le conté un poco mi vida mientras avanzábamos, aunque poco a poco se fue quedando atrás y se acabó la conversación.
Disfrutando de unas vistas increíbles (paraje completamente verde, con las espectaculares estructuras kársticas al fondo y miles de piedrecitas salpicando el manto verde, que daban aspecto lunar a la superficie) llegué al tercer avituallamiento, que fue mi favorito sin lugar a dudas.
Me tiré por lo menos dos minutos comienzo naranjas, plátanos, bebiendo agua... ¡y comiendo golosinas!.
Había hasta una botella de isotónica, lo que me pareció raro, ya que había solo una, pero vi que tenía un nombre escrito y comprendí que estaba reservada para algún corredor.
Las naranjas eran puro azúcar, y tenían un cubo de litro lleno de ositos y golosinas blandas, que me vinieron genial para recuperar azúcares, aunque quizá demasiados, cuando dejé el puesto de avituallamiento tuve miedo de cambiar la hipoglucemia por hiperglucemia, así que para compensar bebí bastante mejunje de mi camelbak (agua, limón y sales) para diluir un poco tanto azúcar.
El siguiente tramo, según comentaron atletas que me habían alcanzado en el avituallamiento, era la "bajada" a La Joya.
De los corredores de ese grupo, el que más hablaba era uno que se notaba que era bastante experimentado y que decía que había corrido ya el año pasado, haciendo 5 horas, y que este año las clavaría de nuevo, que no pensaba tirar de más.
Yo iba escasos metros por delante suya, a muy buen ritmo tras recuperar en el avituallamiento (por debajo de 5:00), y ese comentario hizo que me derrumbase un poco por dentro.
Si tardaba 5:00:00 no iba a llegar para el cumpleaños feliz ni por una apuesta...
Adelanté a la chica finlandesa, a la que di ánimos, y a una pareja de corredores con los nombres serigrafiados a la espalda (Chamizo y Lola) poco después, y en uno de los tramos de subida que se intercalaban con los de bajada camino a La Joya el grupo de las 5 horas me adelantó a mi.
En ese momento me dio un bajoncillo, no sé si por el agobio psicológico, el resfriado, el calor o principio de hipoglucemia producto del abuso de azúcares y poner un ritmo drásticamente más alto del que llevaba anteriormente...
En el avituallamiento líquido del kilómetro 19 bebí abundante agua, y me entraron ganas de meter la cabeza en la pila de agua que había al lado del puestecillo, pero al final con echarme medio vasito por la nuca me conformé.
Nada más pasar el puesto paré a orinar, muy muy oscuro, especialmente para todo lo que estaba bebiendo (en poco más de 2 horas me quedaba poco más de un tercio de líquido en la camelbak y había bebido abundantemente en cada avituallamiento), así que bebí de la camelbak a sorbos abundantes durante los dos siguientes kilómetros, incluso a pesar del "empacho" que me produjo.
En el kilómetro 22, enfrente el hotel (precioso por cierto) Fuente del Sol una chica, presumiblemente empleada del hotel, tenía montado un avituallamiento improvisado con varios botellines de agua, pero tenía el estómago rebotado y no era capaz ni de pensar en beber, así que aunque me puse en ese lado de la carretera y dudé bastante, al final no cogí ninguno.
En la parada para orinar me había adelantado la pareja de corredores Chamizo-Loli, pero ya comenzaba a darles alcance, a la par que la chica finlandesa me lo daba a mí.
Comenzamos a charlar y me comentó que llevaba molestias en la rodilla, que últimamente estaba haciendo más bicicleta y menos atletismo, y que llevaba varios años metida en el mundillo.
De hecho, llevaba varios años (6) a salto entre Finlandia y Antequera, lo que explicaba su genial nivel de español, y estuvimos charlando un buen rato hasta que acabó por alejarse poco a poco.
Me pegué a la pareja de corredores, con la que me lo pasaba genial escuchando los comentarios que se iban haciendo y como iban narrando (especialmente Chami) lo que llevaban de carrera y lo que venía a continuación.
Los acabé pasando poco a poco una vez que me comencé a encontrar mejor, entrando en La Joya y alcanzando a la chica finlandesa de nuevo, a la que iban saludando casi todos los corredores que en ese momento salían del pueblo.
Por un momento pensé que se trataría de la cabeza de la carrera, y el corazón me dio un vuelco en el pecho, pero vi un grupo que subía andando y descarté la idea; el giro estaría cerca.
En efecto, al final del pueblo se encontraba un nuevo avituallamiento, en el kilómetro 23, en el que nuevamente bebí abundante agua y devoré cerca de 3 naranjas, gajo a gajo, dando las gracias a todos los voluntarios por su labor.
La chica finlandesa no se recreó tanto, y se molestó un poco (es normal) porque tenía una botella de isotónica reservada y se la acababa de llevar otro corredor (supuse que la del puesto anterior sería suya también), pero siguió adelante sin más.
Cuando acabé hice lo propio, pensando en alcanzarla, pero estaba bastante lejos, así que, de entrada, puse un ritmo tranquilo, de pasos largos, mientras apuraba dos últimos gajos de naranja.
A la mediación de La Joya pasó Juan Carlos Rey, al que animé, pero creo que no me vio, y poco después, Cristóbal Rafael, que iba muy animado.
Justo a la salida de La Joya alcancé a la chica finlandesa, con la que volví a charlar, y me presenté, ya que llevaba un buen rato hablando y no sabía ni su nombre ni ella el mío.
Se llamaba Janinna (no sé si estará bien escrito, pero la pronunciación se me asemeja a esa grafía) y comenzamos a hablar de todo un poco, pero especialmente sobre atletismo y ultrafondo.
Me comentó que ella estuvo hace un par de años centrada en los ultras, e hizo los 101 de ronda, el ultramaratón de París, la subida al Veleta, e incluso el Ultra Trail de Mont Blanc, primera carrera de su vida en la que se tuvo que retirar, debido a una hipotermia.
Me dejó anonadado tanto por semejantes hazañas como por su humildad, aunque más anonadado aún me dejó la visión que tenía delante de mí... una subida de la que no se veía el final y por la que ascendían corredores campo a través, sin seguir sendero ni nada.
Nos alcanzaron primero Chami y después Lola y Chami ofreció 50 euros, que decía llevar consigo y enseñarlos si hacía falta, al primero que llegase a la cima corriendo sin parar.
Otro corredor con un sentido del humor similar al nuestro (me incluyo porque el humor fácil es mi fuerte) dijo "que bien, así ya tiene para comprar la caja", y ascendimos entre risas y bromas, animando a Lola ocasionalmente para que Chami descansase un poco la voz.
Íbamos mano a mano, y se lo dije bromeando en uno de los repechos en los que lo alcancé (aunque él cada pocos metros se paraba para esperar a Lola) y me dijo que así es como se hacía, que eso era trabajo en equipo.
Janinna se quedó un poco atrás, Chami comenzó a sacarme ventaja y Lola me alcanzó también, mientras el sol nos daba de pleno por detrás, dejando el mejunje de mi camelbak intragable (encima es negro, para más Inri).
Llevábamos 24 kilómetros y llevaba ya casi 3 horas de carrera, no quería ni pensar en qué hora era ni cuanto podría tardar en recorrer la casi media carrera que me quedaba por delante, pero por suerte la excelente compañía con la que topé me amenizó muchísimo el trayecto.
Chami me comentó que estábamos ascendiendo al Cerro del Águila, y que tras esa subida habría desnivel pero no tanto, que ese era el punto clave, al que llegamos varios minutos después.
Janinna me dejó atrás, y ya en la cumbre Chami y Lola.
Otra corredora, que calculaba que sería la 6ª o 7ª (sabía que por delante, posiblemente en cabeza, iría Silvia, con Janinna y Lola iban 3 y creía haber visto pasar al menos otras 2 corredoras al principio, antes de salir de Antequera) me pasó en el sexto avituallamiento, pero la alcancé poco después, y le di ánimos diciéndole la posición y que iba muy bien.
La presencia del viento que agradecí en la subida al Cerro del Águila (aunque casi se lleva el dorsal, que de hecho tuve que reajustar), soplando en diagonal me "atacaba" de cara ahora, frenándome y dificultándome el paso.
Las vistas eran increíbles, paisaje lunar completamente, amalgama de verdes y grises que se extendían hasta donde llega la vista, con formaciones rocosas misteriosas salpicando el panorama de forma aleatoria.
Comenzamos a descender un poco, por un sendero no demasiado ancho y con un arroyo en el centro, que iba serpenteando y que tenía que esquivar saltando a izquierda o derecha según el momento.
en un repechillo vi a un corredor muy tenso, y al acercarme le pregunté "¿estás bien amigo?" me respondió "soy un poste de la luz" y le dije "ah, perdón, me he equivocado" y seguí adelante, sin más.
Comenzaba a notar la presencia del "muro", que probablemente se había cebado con ese muchacho (o quizás el calor o un tirón), y ya daba por imposible poder llegar a tiempo a la celebración del cumpleaños de mi madre, por lo que me sentía fatal, así que una vez que acabó esa zona del arroyo y se comenzaba a llanear hacia abajo por un amplio carril traté de llamarla, sin éxito.
Me eché una foto para mandársela y no preocuparla (siempre que corro piensa que me va a pasar algo, es muy aprensiva) y le comencé a mandar un largo mensaje por whatsapp, diciéndole que lo sentía mucho, que me encontraba bien pero no sabía si iba a poder llegar a tiempo, que no me esperasen, que esperaba que le gustase el regalo que le había comprado...
Me pasaron primero Cristóbal Rafael, que primero bromeó por verme casi parado con el móvil y después se preocupó al ver que al pasarme no me pegaba a su altura (le expliqué la situación y me dijo "bueno, ahora me alcanzas entonces") y después Juan Carlos Rey, con el que se repitió la situación.
En cuanto me respondió que no me preocupase y que bebiese, que hacía mucho calor, reemprendí la marcha, más tranquilo pero aún sintiéndome fatal por no estar en la que es una celebración de una vez al año y me estaba perdiendo por segundo año consecutivo.
Llegué a un nuevo punto de avituallamiento, donde bebí abundantemente, pasado el kilómetro 25, y seguí avanzando, por momentos más rápido o más despacio, según me iba encontrando (era curioso, en un kilómetro me encontraba muy bien y parecía que el muro había quedado atrás y al siguiente me encontraba envuelto en un dolor agónico que me atenazaba pecho, espalda y piernas).
El viento al menos refrescaba, y el efecto que producía en la hierba que rodeaba la pista era muy relajante: Ondas que se asemejaban a olas en un día de marejadilla.
Entre esa visión y la del torcal, a mi derecha, fui reponiéndome, al menos, psicológicamente, y volví a alcanzar a la que pensaba que era la 6ª clasificada femenina poco antes, aunque ahora sería la 7ª, ya que me había adelantado recientemente una corredora del Playas de Málaga, a muy buen paso.
Adelanté del mismo modo a Juan Carlos Rey, al que di ánimos y esperaba encontrarme pronto, ya que me encontraba raro todavía.
También me adelantó el corredor del Grupo Alpino Benalmádena que me había fijado como guía al inicio de la prueba, una vez que nos metimos en campo abierto, y avanzaba en solitario, enfrentándome al Torcal, a mi cuerpo y a mi mente.
Llegando a un tenderete de protección civil un corredor que iba por delante de mí comenzó a cojear notablemente, y al llegar al puesto, a unos 200 metros por delante, les dije que creía que le había pasado algo, pues comenzó a cojear de sopetón, así que comenzaron a buscar réflex mientras se acercaba.
Continué avanzando, esperando no correr la misma suerte, ya que la subida al Cerro del Águila me había dejado los músculos destrozados y aun no me había repuesto.
Volví de nuevo al que fue mi avituallamiento favorito, y caí de nuevo en el error de abusar de las gominolas, además de las habituales naranjas y beber varios vasos de agua y echarme uno por encima.
Las voluntarias me animaron, así como a los corredores que venían por detrás, como la 7ª clasificada femenina, que me alcanzó en el puesto, y charlaron un poco con nosotros, preguntándonos que qué nos parecía la carrera, de donde veníamos... y diciéndonos que más adelante, en el Cortijo Machueca, había unas chicas muy monas con unos bollos deliciosos, que nos diéramos prisa antes de que se acabasen.
Salí muy motivado del puesto, recorriendo a la inversa el camino por el que había subido hacía lo que parecía una eternidad, y pasé a buen ritmo (para ese momento y para lo que estaba siendo la tónica de la carrera para mí, 6:30) a un par de corredores, camino a Las Escaleruelas, donde alcancé a un corredor con camiseta roja con el que compartí la escarpada bajada.
Tuve que hacerla en cuadrupedia invertida en tramos y por supuesto sin ni pensar en correr, fue muy desafiante y exigente a la par que divertida, aunque un par de tropezones hicieron que la diversión se tornase dolor, aunque solo momentáneamente.
Un organizador que controlaba el paso desde abajo comenzó a gritar "los de la derecha, por ahí no es, ¡tenéis que bajar a la izquierda!" y me paré en seco (no era difícil dada la velocidad que llevaba) e intercambié una mirada dubitativa con el muchacho que llevaba a mi lado, pero disipó todas mis dudas señalando lo evidente: A nosotros no podía ser ya que no había otro camino, y en efecto, era a unos corredores que en el desvío para bajar a la izquierda habrían seguido de frente.
Adelantamos a otro corredor en la bajada, y al llegar a la altura del organizador le pregunté cuanto hacía que habría pasado el primero, y me dijo que no llegaba a la hora y media.
Le di las gracias, bajé entre dos árboles, subí por una reja que parecía bajada expresamente para permitir nuestro paso y fui descendiendo por la rocosa superficie, en este tramo más salpicada de verde.
Me adelantaron varios corredores, entre ellos, Juan Carlos Rey, que me dijo que se encontraba muchísimo mejor que en el HOLE de hacía dos semanas, y el muchacho del Grupo Alpino Benalmádena poco después.
Cuando el terreno era más practicable volvía a la carrera, pero entre el desnivel y las piedras, esparcidas por doquier, mi ritmo por la bajada de las Sierra de Chimeneas fue realmente lento, hasta para la versión congestionada de mí mismo.
En el tramo de la bajada al Cortijo Machuca me adelantaron varios corredores y me vine un poco abajo, pero recuperé con bastante agua y uno de los pasteles que las voluntarias del avituallamiento anterior me había recomendado, delicioso, por cierto, y retomé la marcha.
Un corredor con una mochila de Quechua me dijo "vamos Errante, que cuanto antes acabes antes escribes la crónica" y un par de corredores más me reconocieron y me dieron ánimos.
Uno de hecho se puso a mi ritmo durante varios metros pero no recuerdo su nombre ni equipación, sólo su presencia y que le dije "llevo a un amigo delante con equipación azul, ¿lo ves a lo lejos? a ver si lo pillamos antes de llegar al siguiente punto de avituallamiento".
Pensaba que era Juan Carlos Rey, pero cuando definitivamente lo alcancé, un kilómetro más tarde, resultó ser el muchacho con la curiosa equipación del Grupo Alpino Benalmádena.
Recuperé de nuevo, bastante tocado por el esfuerzo de alcanzar al que pensaba que era Juan Carlos para tener compañía y conversación en ese tramo final (me puse casi a 5:00 en ese último kilómetro), y entre agua y un gel de naranja (el limón empezaba a odiarlo, así como al mejunje tibio de mi camelbak, al que además y no sabía como, le había entrado aire y tenía que aspirar muy fuerte para poder absorberlo) recuperé bastante.
No había ni rastro de Juan Carlos, y mucho menos de Cristóbal Rafael (por cierto, le di mi facebook en Las Escaleruelas pero no me ha agregado aún, si lees esto agrégame), así que continué "en solitario", con corredores por delante, no demasiado lejos, y otros por detrás, acercándose cada vez más.
El kilómetro que sucedió al avituallamiento lo hice muy bien, estaba empezando a encontrarme mejor y rodé a cerca de 5:20, pero no sé que me pasó que me topé de bruces con el muro de nuevo, sin olérmelo si quiera, y durante el kilómetro 37 intercalé marcha con carrera, a un ritmo de casi 8 minutos por kilómetro, y en el 38 casi a 9.
Me encontraba fatal, me dolía la cabeza, se me nublaba espontáneamente la vista y de pronto se me aclaraba y llevaba las piernas acalambradas; Y yo que pensaba que lo peor ya había pasado...
Me adelantó una pareja de corredores con la misma equipación, dos chicos de unos 30 años, y me dieron ánimos, pero no pude pegarme a ellos.
Aun así volví a la carrera definitivamente, aunque a un ritmo muy lento aún.
Poco después me adelantó el corredor de los bastones, de San Pedro, José María si la memoria no me falla, que me dio ánimos también, y poco a poco comencé a coger ritmo.
No veía Antequera por ningún lado lo que psicológicamente me estaba matando, pero sabía que tenía que quedar poco para llegar, ya que estábamos llegando al kilómetro 39.
Alcancé a la 7ª clasificada femenina, según mis cálculos, y no sé de donde saqué las fuerzas para animarla, justo cuando Antequera comenzaba a vislumbrarse en la distancia.
"Al menos ya se ve, ¿eh?", le dije, sacándole una sonrisa y animándome yo mismo, y la dejé poco a poco atrás mientras alcanzaba al muchacho de San Pedro.
Charlando, pero poco, cogimos a la pareja de muchachos con la misma equipación, y contemplé en la distancia como los corredores que iban por delante descendían por una escarpada ladera y se perdían por las calles de la ciudad.
Llegando a la ladera dejé atrás también al corredor de San Pedro, y me imaginé llegando a meta.
Por un momento me pregunté si lloraría llegando a meta, ya que hasta ahora solo me había emocionado llegando a meta en maratones sobre asfalto, escapándoseme alguna lagrimilla en la llegada de la maratón de Málaga y todo un torrente en la de Sevilla, y no sé por qué el hecho de imaginarme llegando a meta me hizo sonreír primero y olvidarme del dolor después.
Kilómetro 40, rodaba a 5:36, pasando a varios corredores, entre ellos, al del Grupo Alpino Benalmádena con el que tantas veces me había cruzado a lo largo de la carrera.
De la ciudad pasamos a senderos, y pasamos incluso por un estrecho paso al lado de un arroyo; El CTA no podía estar lejos.
Mi GPS me avisa del paso por el kilómetro 41; 3 corredores avanzan en fila india y les pido paso.
Les animo al pasar al grito de "esto está hecho" y avanzo con convicción.
Ya se ve el CTA a lo lejos... pasamos por una carretera y campo a través de nuevo.
Comienzan a oírse palmas y algunos vítores, y aparezco de mitad de la nada a la izquierda (desde mi posición, mirando en la distancia a la rotonda de la entrada del parking de la CTA) del CTA...
No queda nada... El público me anima al pasar, adelanto a algún corredor más, no escucho pasos por detrás que me indiquen que yo vaya a ser pasado (no me juego nada, pero prefiero llegar adelantando a meta que siendo adelantado), entro por la entrada del parking y de ahí al interior del estadio...
Está fresquito, la pista hace las delicias de mis magullados pies, y pongo buen ritmo...
A mitad de la pista comienza a animarme Cristóbal Rafael, a quien choco la mano justo antes de poner la última marcha.
Llegando a la última curva, a 200 metros de acabar la carrera paso al último corredor al que adelantaría en este Desafío Sur del Torcal, y entro a meta, brazos en alto, pasando ampliamente las 5 horas que horas atrás veía tan asequibles, pero entero...
Más que emoción me invadió un sentimiento extremo de culpa, mi familia, especialmente, mi madre, esperándome en casa, y yo a decenas de kilómetros corriendo, como cada fin de semana, en lugar de estar con ellos...
Lo primero que hice fue llamarla para disculparme una vez más, pero no cogía el teléfono, así que hice cola para recoger el diploma de la prueba, que me imprimieron en el acto.
Estaba sediento, así que cogí un vaso de algún preparado que estaban promocionando y, pese a que el sabor no me agradó del todo, me lo tragué enterito.
Camino a recoger la bolsa del corredor me encontré a Janinna, con quién charlé brevemente y deseé mucha suerte en sus competiciones de ciclismo, triatlón y Iron Man, y luego me encontré con Cristóbal Rafael, con quién charlé brevemente también.
Pedí una talla S de camiseta para llevarsela a Mayte, mi pareja, ya que además el cumpleaños de mi madre, esa misma tarde había quedado con ella y otros amigos, y no llegaba ya a tiempo para quedar con ellos ni saliendo directamente para allá sin pasar por casa, cosa que ni se me ocurriría hacer.
Llegaría tarde doblemente, pero con una disculpa y un detallito.
Me despedí de los corredores que me crucé por el camino y con quienes había compartido aventuras en esta larga y calurosa mañana, y tras pasar por el vestuario y ponerme fresquito, me dirigí al aparcamiento de la gasolinera del Eroski, para poner rumbo a casa.
Sufrí mucho más de lo que pensaba, mucho más que en el HOLE, pese a tener esta carrera un menor kilometraje, en parte por haber estado enfermo y en parte por el factor psicológico, pero gracias a la compañía y los ánimos de mis amigos y los demás corredores pude afrontar sin problemas el desafío.
La carrera fue muy bonita, estuvo genialmente organizada y los voluntarios fueron muy agradables, pero necesito volverla a correr estando al 100% para aprovecharla como es debido, así que tengo una cita pendiente el año que viene.
Ahora mismo, mientras acabo estas líneas, estoy físicamente recuperado del esfuerzo (del resfriado tengo aún mucosidad y algo de tos) y emocionalmente estoy muy motivado con respecto al triple desafío que afrontaré esta semana, en el Algarve Challengue 2014, ya os contaré a la vuelta de las vacaciones.
Pasad una feliz Semana Santa y no olvidéis que aparte de correr hay muchas otras cosas, no sea que os pase como a mí en esta carrera y deis más importancia a una carrera que a la familia o los amigos, yo, desde luego, he aprendido la lección.
¡Un saludo!
¡¡¡Que envidia¡¡¡, has podido correr tanto HOLE como en Antequera.
ResponderEliminar¿Iras a los 101?
¡Hola Fran! Sí, intentaré bajar de 12 horas, aunque con no rebasar por mucho las 13 me daría por más que satisfecho, y como límite (no creo que aguantase el correr más rápido) 10:30, pero creo que no habrá problema en NO llegar a ese límite jajaja
Eliminar¿Tú los correrás también?
¡Un saludo!
Bravo de nuevo!!!...me alegro de haberte saludado de nuevo y compartir escenario de vivencias...espero que te salga todo al 100% en lo proximo que hagas....saludos campeon!!!
ResponderEliminarHola Antonio, buenos días ;)
Eliminar¿Fuiste el que me saludaste dentro del estadio, a unos 20 minutos de la salida?
Entre tantos amigos y conocidos al final siempre hay alguien a quien se me olvida mencionar...
¿Cómo viviste tú la experiencia?
Un saludo compañero ;)
Acabo de leer tu crónica, al terminarla me han salido de nuevo las agujetas ja, ja!!!!
ResponderEliminarNos vemos en los 101!!! en ese tipo de pruebas es muy aventurados hacer pronósticos je, je...
Ya leeré tu crónica!!!
Saludos!!!!!
¡Buenas noches Juan Carlos!
EliminarEso es que me ha salido realista, gracias por el comentario ;) Desde luego, ya en una maratón puede cambiar todo en cuestión de 10 kilómetros, si sumamos dos y media... es difícil, por no decir imposible salvar todos los imprevistos...
¿Nos veremos por allí?
¡Un saludo!
Ya me gustaria, pero he vuelto a mi "tierra". ( Sussex - Reino Unido ). Aquí no tengo montañas, pero , sí mucha agua y barro.... ( ¡¡¡menudas castañas me metí ayer bajando una zona embarrada ).
ResponderEliminarSigue disfrutando del sol y de las montañas......, quizas coincidamos en alguna este verano.
Suerte y disfruta los 101,
Agur
¡Qué bien! Yo durante mi estancia en Nijmegen tampoco tuve nada de elevación, pero las vistas compensaban con creces, era otra experiencia corriendo, aunque siempre pasada por agua...
ResponderEliminarMuchas gracias crack, ¡espero que nos veamos pronto!