Fuengirola, 05:50. A 122 kilómetros de la salida.
Doy vueltas en la cama durante un buen rato hasta que suena la alarma; Me incorporo, enciendo la luz y descubro el ordenado caos que me rodea: La ropa que llevaré, con el dorsal ya enfundado y enganchado (así como el pasaporte) sobre la silla, la camelbak colgada del armario, la mochila militar apoyada contra la pared del fondo y la bolsa con ropa para cambiarme colgada del pomo de la puerta.
Como me ha pasado en otras ocasiones en las que voy a disputar una prueba importante, he tenido sueños recurrentes en los que no consigo llegar a tiempo en la salida y no he descansado tanto como debería.
Me tranquilizo al comprobar de nuevo la hora en el reloj: 5:53, tengo casi una hora hasta que Gonzalo me recoja, tiempo de sobra para todo.
Me visto en un momento y cojo el móvil... 32% de batería, o el cargador no estaba bien enchufado o el cable no estaba bien conectado al móvil...
Da igual, lo bueno del Xperia es que carga rápido (casi tan rápido como se descarga...) así que lo conecto en el salón, tras dos viajes lo más sigilosos que puedo a mi cuarto, y desayuno, dos tostadas con mantequilla de cacahuete y mermelada de arándanos, y litro y medio de leche con cacao en polvo; Necesitaré esos carbohidratos y más.
Ya desayunado compruebo todo, la mochila, la camelbak, la bolsa, los documentos... Nada puede fallar hoy.
A las 6:36 estoy listo de sobra y le digo a Gonzalo que en cuanto pueda se pase, que ya estoy listo.
No puedo estar quieto y tras varios minutos paseando en círculos por el salón decido ir sacando todo a la puerta de casa, con el fin de ahorrar tiempo una vez llegue Gonzalo.
Fuera es aun noche cerrada, hace fresco, pero no frío y el día promete ser caluroso.
Saco todo salvo el móvil, que dejo cargando con la esperanza de que cargue completamente y espero... espero... espero...
Cada vez que un coche se asoma por la esquina de la ermita el corazón da un vuelco, pero ninguno para frente a mi casa.
Son ya las 6:45, Gonzalo debe estar al caer... ¿por donde vendrá?
A lo lejos se acerca un coche grande, ¿será el suyo? conforme se acerca más me lo parece, me giro para coger las bolsas y frena y pita, me vuelvo, extrañado (es muy temprano) y al bajar la ventanilla me encuentro a... ¡Miguel Ángel Ferrón!
Fue mi tutor en las prácticas generales de la Diplomatura de Educación Física en el colegio Acapulco, del prácticum específico de la misma carrera y coincidimos de nuevo en las practicas del Grado de Lengua Extranjera que estoy cursando actualmente.
Tras ponernos al día brevemente retomó su camino, rumbo al Parque de las Ciencias de Granada, y yo volví a esperar de nuevo, mientras, a lo lejos, comenzaba a despuntar el alba.
Finalmente Gonzalo llegó a las 6:56, pero teníamos tiempo de sobra, así que eliminé todo atisbo de ansiedad y contacté con Mayte y con Emma, que también me acompañarían en la odisea.
Yendo a recoger a Mayte nos metimos en el Recinto Ferial de Fuengirola, donde nos encontramos de lleno con la preparación del mercado al aire libre, el "baratillo" de los sábados, en el que nos quedamos atrapados y del que tuvimos que salir dando marcha atrás en una calle llena de puestecillos, tenderetes y objetos varios esparcidos por el suelo, con el considerable rodeo que ello supuso.
Me quedé mucho más tranquilo al recoger a Mayte, Emma estaba teniendo problemas para llegar al punto de recogida (la estación de la BP de teatinos), ya que el autobús no había pasado aún, pero como ya llevábamos retraso nosotros la tranquilicé diciendo que no se preocupase, que no había problema alguno.
Llegamos prácticamente a las 7:35 allí, donde Emma, que finalmente no tuvo más remedio que coger un taxi se unió a nosotros.
A las 9:00 comenzaba el sellado de pasaportes pero hasta las 11:00 no se daría la salida para marchadores, teníamos tiempo de sobra... o eso me repetía mentalmente, con un nudo en el estómago, que intentaba eliminar charlando con mis amigos e intercambiando impresiones sobre la prueba que tenía ante mi.
Por momentos parecía que no llegaríamos, no sabíamos el camino a ciencia cierta y apoyándonos en un mapa de dudosa actualización intentamos orientarnos.
No sé cómo, pero lo conseguimos, y con muy buen tiempo, llegando casi rozando las 9:00 a Ronda.
El tema del aparcamiento parecía difícil, pero aparcamos a las afueras, y tras sacar el papel de combate y efectuar una parada técnica (se me habían cogido al estómago los nervios) nos dirigimos al estadio de fútbol.
No tuvo pérdida, no tuve más que unirme a la marea de corredores y ciclistas, así como familiares, amigos y curiosos que los rodeaban, hasta llegar en pocos minutos al estadio, con el corazón acelerado por la emoción.
Me despedí de Gonzalo, Emma y Mayte y me uní a los deportistas, sintiendo un poco de pena por no saber hasta dentro de cuantas horas no podría verlos de nuevo.
Había quedado con ellos en que sobre las 8 estarían por Benaoján, aunque no creía que pasase por ahí hasta las 9 por lo menos, y quizá, si podían, nos veríamos en Setenil de las Bodegas sobre las 5 de la tarde (aunque les pedí que estuviesen por ahí sobre las 4, por si acaso, a fin de descargarme de lastre según avanzase el día).
Me encontré con un par de corredores que me reconocieron y me entretuve charlando con ellos mientras avanzábamos hacia la zona de sellado de pasaportes, y tras despedirme de ellos y desearles suerte, ya con mi primer sello estampado, penetré en el estado de fútbol.
Ya había cruzado el punto de no retorno; oficialmente era un aspirante a Cientounero.
El que lo lograse o no lo dirían mi paso por esos 101 kilómetros que me separaban de la meta, pero aún tenía por delante cerca de una hora y media hasta que se diese la salida...
Leer Zafarrancho de Combate
Doy vueltas en la cama durante un buen rato hasta que suena la alarma; Me incorporo, enciendo la luz y descubro el ordenado caos que me rodea: La ropa que llevaré, con el dorsal ya enfundado y enganchado (así como el pasaporte) sobre la silla, la camelbak colgada del armario, la mochila militar apoyada contra la pared del fondo y la bolsa con ropa para cambiarme colgada del pomo de la puerta.
Como me ha pasado en otras ocasiones en las que voy a disputar una prueba importante, he tenido sueños recurrentes en los que no consigo llegar a tiempo en la salida y no he descansado tanto como debería.
Me tranquilizo al comprobar de nuevo la hora en el reloj: 5:53, tengo casi una hora hasta que Gonzalo me recoja, tiempo de sobra para todo.
Me visto en un momento y cojo el móvil... 32% de batería, o el cargador no estaba bien enchufado o el cable no estaba bien conectado al móvil...
Da igual, lo bueno del Xperia es que carga rápido (casi tan rápido como se descarga...) así que lo conecto en el salón, tras dos viajes lo más sigilosos que puedo a mi cuarto, y desayuno, dos tostadas con mantequilla de cacahuete y mermelada de arándanos, y litro y medio de leche con cacao en polvo; Necesitaré esos carbohidratos y más.
Ya desayunado compruebo todo, la mochila, la camelbak, la bolsa, los documentos... Nada puede fallar hoy.
A las 6:36 estoy listo de sobra y le digo a Gonzalo que en cuanto pueda se pase, que ya estoy listo.
No puedo estar quieto y tras varios minutos paseando en círculos por el salón decido ir sacando todo a la puerta de casa, con el fin de ahorrar tiempo una vez llegue Gonzalo.
Fuera es aun noche cerrada, hace fresco, pero no frío y el día promete ser caluroso.
Saco todo salvo el móvil, que dejo cargando con la esperanza de que cargue completamente y espero... espero... espero...
Cada vez que un coche se asoma por la esquina de la ermita el corazón da un vuelco, pero ninguno para frente a mi casa.
Son ya las 6:45, Gonzalo debe estar al caer... ¿por donde vendrá?
A lo lejos se acerca un coche grande, ¿será el suyo? conforme se acerca más me lo parece, me giro para coger las bolsas y frena y pita, me vuelvo, extrañado (es muy temprano) y al bajar la ventanilla me encuentro a... ¡Miguel Ángel Ferrón!
Fue mi tutor en las prácticas generales de la Diplomatura de Educación Física en el colegio Acapulco, del prácticum específico de la misma carrera y coincidimos de nuevo en las practicas del Grado de Lengua Extranjera que estoy cursando actualmente.
Tras ponernos al día brevemente retomó su camino, rumbo al Parque de las Ciencias de Granada, y yo volví a esperar de nuevo, mientras, a lo lejos, comenzaba a despuntar el alba.
Finalmente Gonzalo llegó a las 6:56, pero teníamos tiempo de sobra, así que eliminé todo atisbo de ansiedad y contacté con Mayte y con Emma, que también me acompañarían en la odisea.
Yendo a recoger a Mayte nos metimos en el Recinto Ferial de Fuengirola, donde nos encontramos de lleno con la preparación del mercado al aire libre, el "baratillo" de los sábados, en el que nos quedamos atrapados y del que tuvimos que salir dando marcha atrás en una calle llena de puestecillos, tenderetes y objetos varios esparcidos por el suelo, con el considerable rodeo que ello supuso.
Me quedé mucho más tranquilo al recoger a Mayte, Emma estaba teniendo problemas para llegar al punto de recogida (la estación de la BP de teatinos), ya que el autobús no había pasado aún, pero como ya llevábamos retraso nosotros la tranquilicé diciendo que no se preocupase, que no había problema alguno.
Llegamos prácticamente a las 7:35 allí, donde Emma, que finalmente no tuvo más remedio que coger un taxi se unió a nosotros.
A las 9:00 comenzaba el sellado de pasaportes pero hasta las 11:00 no se daría la salida para marchadores, teníamos tiempo de sobra... o eso me repetía mentalmente, con un nudo en el estómago, que intentaba eliminar charlando con mis amigos e intercambiando impresiones sobre la prueba que tenía ante mi.
Por momentos parecía que no llegaríamos, no sabíamos el camino a ciencia cierta y apoyándonos en un mapa de dudosa actualización intentamos orientarnos.
No sé cómo, pero lo conseguimos, y con muy buen tiempo, llegando casi rozando las 9:00 a Ronda.
El tema del aparcamiento parecía difícil, pero aparcamos a las afueras, y tras sacar el papel de combate y efectuar una parada técnica (se me habían cogido al estómago los nervios) nos dirigimos al estadio de fútbol.
No tuvo pérdida, no tuve más que unirme a la marea de corredores y ciclistas, así como familiares, amigos y curiosos que los rodeaban, hasta llegar en pocos minutos al estadio, con el corazón acelerado por la emoción.
Me despedí de Gonzalo, Emma y Mayte y me uní a los deportistas, sintiendo un poco de pena por no saber hasta dentro de cuantas horas no podría verlos de nuevo.
Había quedado con ellos en que sobre las 8 estarían por Benaoján, aunque no creía que pasase por ahí hasta las 9 por lo menos, y quizá, si podían, nos veríamos en Setenil de las Bodegas sobre las 5 de la tarde (aunque les pedí que estuviesen por ahí sobre las 4, por si acaso, a fin de descargarme de lastre según avanzase el día).
Me encontré con un par de corredores que me reconocieron y me entretuve charlando con ellos mientras avanzábamos hacia la zona de sellado de pasaportes, y tras despedirme de ellos y desearles suerte, ya con mi primer sello estampado, penetré en el estado de fútbol.
Ya había cruzado el punto de no retorno; oficialmente era un aspirante a Cientounero.
El que lo lograse o no lo dirían mi paso por esos 101 kilómetros que me separaban de la meta, pero aún tenía por delante cerca de una hora y media hasta que se diese la salida...
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