Inmediaciones del Pilar de Coca, 11:55. Kilómetro 10,5.
Tras recuperar pausadamente en el avituallamiento, ya que el calor comienza a hacer mella en mi cuerpo pese a que mi motivación sigue intacta, decidí pegarme al equipo del IV Tercio, a fin de mantener un ritmo uniforme y tener algo de compañía.
Como adelanté en la entrada anterior, alguien me saluda, y al girarme, me encuentro de frente con David y su buff de Buff.
Primero estuvimos hablando de lo más típico entre corredores, carreras que hemos disputado, resultando que habíamos coincidido previamente en carreras de trail (David corre primariamente por montaña), como en la de Calamorro, donde los elementos nos pusieron a prueba y nos prepararon para desafíos tan duros como el que estábamos afrontando, junto con entrenamientos de elevado kilometraje, por supuesto.
Durante esa conversación intercambiamos puntos de vista muy interesantes sobre el cambio de dirección del deporte (concretamente el running) en los últimos años.
Inicialmente, como todo, se desarrollaba en el ámbito rural, como es normal al haber pocas ciudades, y con el tiempo se fue llevando a un ámbito más urbanita, siendo las carreras urbanas y carreras populares la máxima expresión del fenómeno runner durante años y tomando lugar las más importantes (y la mayoría de ellas) en ciudades.
En estos últimos años, sin embargo, la tendencia es a volver de nuevo al monte, las carreras de trail están en auge y muchas agotan dorsales en cuestión de minutos (véase los 101), teniendo que hasta limitar las plazas para poder desarrollar los eventos con sostenibilidad (mientras comentamos esto del respeto al medio comenzamos a ver algunos envases de geles en el suelo, llegando al tercer avituallamiento).
Consulto el reloj y mi tablita de ritmos y David me muestra la suya, algo más pequeña pero con el rutómetro impreso detrás (buen detalle), y comentamos ritmos de carrera.
Él piensa ir a por 12 horas y yo a por 11, ambos vamos cómodos con el ritmo pese a sacar varios minutos de ventaja a los ritmos que teníamos planeados (vamos rodando en torno a 5:20 minutos por kilómetro), así que decidimos mantener la velocidad.
Voy bebiendo a pequeños sorbos cada pocos minutos, además de para mantener la hidratación, porque la conversación me seca la garganta, pero como sigo con sed bebo y recupero en el avituallamiento, mojándome de nuevo el buff, ya seco.
Llegamos a la entrada de Navetas en poco más de 1 hora y 17 minutos, 18 minutos más rápido de lo previsto.
Nos separamos un momento en el avituallamiento, pero David, que acaba antes, me espera, y al retomar la marcha le comento el dato y se sorprende, por lo que bajamos el ritmo de mutuo acuerdo.
Además, comenzamos a encontrarnos más tramos en pendiente en contra, que subimos a un ritmo menor cuando tienen poca pendiente y andando rápido cuando esta es muy elevada.
En uno de esos tramos vemos una cuesta que se está asfaltando, en la que una señal marca un desnivel del 40%, y bromeo diciéndole a David que eso es para que nos preparemos psicológicamente ante lo que nos espera.
Pese a que nunca nos habíamos visto en persona, siento una gran compenetración con David y la conversación fluye fácilmente, y mientras recuperamos terreno al equipo del Grupo Alpino de Benalmádena, la conversación cambia de cariz y pasamos de la "vuelta atrás" en el running a comentar la "vuelta atrás" de la forma de vida en general, con los alimentos ecológicos (de toda la vida, vamos) en boga, la moda de recortar suela a las zapatillas cada vez más, llevar ropa hecha con productos naturales...
El avituallamiento de Ascari se hace de rogar, y cuando llegamos invertimos de nuevo varios minutos en él, recuperando con sólidos y líquidos hasta que nos damos por saciados y retomamos camino y conversación.
Mientras le hablo a David de mi transición al minimalismo pasamos el punto de media maratón, en poco más de 1:50:00.
Ahora toca bajar lo que hemos subido, por lo que llevamos un ritmo bastante más irregular, debido al desnivel, pero como estamos disfrutando simplemente adaptamos el paso al perfil del terreno que nos vamos encontrando.
Adelantamos a muchos más corredores de los que nos adelantan a nosotros, aunque no sé si es una buena señal o no, e incluso cogemos al primer ciclista que se ha quedado rezagado, y descansa bajo la sombra de un árbol.
Las vistas son increíbles, no parece que estemos en Andalucía, a raíz de lo que comenzamos a tocar temas más personales, como nuestras respectivas estancias como Erasmus en el extranjero (descubriríamos bastantes cosas en común sin saberlo durante la carrera, una prueba de estas dimensiones hermana mucho).
Si el avituallamiento de Ascari se hizo lago, el de Navetas Nueva llega en un abrir y cerrar de ojos, en el que llegamos en poco mas de 2:03:00, con 24 minutos sobre el margen, que se había reducido previamente.
Se lo comento a David y acordamos bajar de nuevo ligeramente el ritmo, aunque sorprendentemente nos encontramos muy bien y cómodos a esa velocidad.
El tramo hasta el siguiente avituallamiento transcurre sin incidentes, en una zona nos extrañó oír ruidos de motor a gran velocidad, pero dedujimos que serían producto de la existencia de un circuito de velocidad cercano al trazado de la carrera, por lo que no le dimos más importancia.
Ahora ya si que llevamos un ritmo más suave, y vamos mano a mano con el IV Tercio, que nos recorta distancia cuando paramos en los avituallamientos y se la recuperamos a continuación; Los del Grupo Alpino Benalmádena están en nuestro rango visual también, a lo lejos.
Cuando comenzamos a ver corredores al otro lado del circuito y sin previo aviso, David se da de bruces con el suelo, aunque se levanta casi instantáneamente, sin más secuelas que un par de rasguños en brazo y pierna.
Me asusta la caída, pero dice encontrarse bien al instante, así que continuamos sin más; varios corredores se preocupan por su estado de salud y le ofrecen lo que puedan para ayudarle, pero reitera que se encuentra fenomenal, que tan solo se relajó un instante y por no levantar del todo las rodillas tuvo la caída.
A pesar de que nuestras fuerzas comienzan a mermarse, nuestro ánimo sigue a todo gas, sobre todo el suyo, que pese a la caída, bromea sobre ella, diciendo que así le da un toque más épico a la carrera.
Me comenta que su familia está acompañándole a lo largo de la carrera, que a ver que le dicen cuando lo vean.
Me bebo uno de los bidones con bebida a base de frutos secos y doy un trago largo a la camelbak, notándola casi a la mitad de su capacidad, lo que le comento a David y al momento me ofrece agua.
Es una gran oferta teniendo en cuenta la temperatura, pero estamos llegando al siguiente avituallamiento y no tengo demasiada sed en ese momento, aunque aun así, le agradezco enormemente la oferta.
Continuamos la marcha, andando en las cuestas arriba y poniéndonos marcas espaciales para continuar el camino ("el siguiente árbol... "la siguiente baliza...")... ya comenzamos a acusar ligeramente el cansancio.
Llegando al tramo del avituallamiento bajo el puente del pasado HOLE nos encontramos con una enfervorecida multitud que nos da alas y nos levanta el ánimo a base de vítores.
Un chico, que pensaba que era espontáneo, aparece de la nada y le pregunta a David si le echa réflex, y mientras éste asiente, le rocía la pierna; resultó ser su hermano, otorgándole a la situación mucha más lógica.
Pasamos bajo el puente donde se encontraba el avituallamiento, escuchando el rugir del público como si estuviésemos en un anfiteatro, con una acústica impresionante, por lo que salimos con los pelos de gallina.
Los ciclistas bajan a toda velocidad por el otro lado de la carretera, y David me comenta que un amigo suyo la está realizando, que a ver si lo localiza, aunque, como pensábamos, iba a ser difícil.
Recorremos un buen tramo charlando sobre nuestras vidas en general, estudios, trabajos, proyectos... y en lo que parece un suspiro nos plantamos en la bajada el mismo puente de nuevo, rumbo a Parchite.
Realizo una parada para orinar, ya que tras superar ampliamente las 2 horas de carrera aun no he parado a orinar, y aunque tengo la sensación de que puedo ir al baño, el cuerpo no me lo pide, pero quiero comprobar mi nivel de hidratación.
Me meto a la derecha entre la sombra y la vegetación, y compruebo con desmayo (aunque me lo esperaba) que es muy oscura.
Comienzo a dar tragos más largos de la camelbak y acepto el agua que David me ofrece de su cantimplora.
Ya no vamos a ritmos tan estables, vamos alternando quien tira y acordamos cambiar carrera por trote o marcha entre los dos; somos un equipo de dos.
Llegando a la A-367, mientras le comento a David que por esta hora más o menos me estaba dando la pájara en el HOLE, y nos encontramos de nuevo con su familia.
Vamos bastante sedientos, y David se para un momento para rellenar la cantimplora y coger algunos dátiles que le ofrece su hermano.
Le digo que le espero, que bajaré el ritmo un poco, aunque al momento me alcanza de nuevo.
Va bastante más fresco que yo y lo noto, aunque puedo seguir su ritmo sin problema.
Cuando le comento que si quiere puede tirar más me dice que no me preocupe, que el ritmo es bueno y a estas alturas no se va a poner a discutir por bajar un poco la velocidad o andar en las cuestas.
No sé de quien fue la idea de ponerse con la mangera, pero el chorreón de agua camino al avituallamiento nos devolvió la vida por momentos.
Llegamos a la Estación de Parchite en poco más de 2:43:00, recuperamos bebiendo con fruición y retomamos el rumbo, ahora en dirección Arriate, marcándonos varios kilómetros por debajo de 5:00 minutos por kilómetro aprovechando la "resurrección" temporal y las pendientes a favor.
Muchos ciclistas bajaban a gran velocidad, y nos quejamos pidiendo que avisasen de la presencia, ya que a alguno lo oíamos de lejos, pero otros pasaban muy pegados sin previo aviso, sobresaltándonos de repente.
Mientras pasamos bordeando Arriate intercambiamos impresiones sobre el HOLE, y cuando estamos alcanzando de nuevo al equipo del Grupo Alpino Benalmádena nos topamos con la primera sucesión de cuestas de gran calibre.
Antes de verlas ya nos parece extraño que todos a nuestro alrededor comiencen a andar, así que hacemos lo propio, y de repente, veo las enormes cuestas que nos aguardan.
En esa bajada fue donde me dí de bruces con "el muro" en el HOLE, recuerdo que no fui capaz de bajar la pendiente corriendo, y el subirla a paso ligero a la inversa me llenó de motivación.
Incluso nos arrancamos a correr al ver a lo lejos a un fotógrafo, marcándonos un sprint que ni Usain Bolt, más que nada por postureo, ya que recuperamos la sana costumbre de subir las cuestas andando en cuanto salimos del rango de su objetivo; Al menos la foto valió la pena.
Llegamos al séptimo avituallamiento, La Casa del Marqués, superando por poco las 3 horas.
Ya comenzamos a estabilizar el ritmo, compensando con la subida previa y la que vemos que nos espera una vez que recuperemos en el puesto de avituallamiento (que naranjas más ricas, de las mejores del terreno) pero aun le sacamos casi 3 minutos de ventaja al planning.
Pensamos que es demasiado, pero como nos espera un buen tramo de cuestas que subimos andando sin pena ninguna, comenzamos a "perder" el margen con más facilidad aún de la que tuvimos en adquirirlo.
Cuando miro el reloj llevamos poco más de 3:30:00, y le comento a David que en ese tiempo podría haber realizado prácticamente cualquier maratón sobre asfalto (al menos teniendo en cuenta que en el de Madrid, que tiene fama de ser el más duro de España y de los más duros de Europa, acabé en 3:25:53 hace un par de semanas, calzando Fivefingers).
Seguimos avanzando, ya con menos conversación, debido a que las cuestas nos dejan sin aliento, y dejamos atrás a uno de los miembros del Grupo Alpino Benalmádena, que se fue rezagando poco a poco hasta quedarse atrás.
De repente, vemos una extraña señal en la carretera "Control a 200 metros".
Se repiten en sucesión mientras caigo en que será para sellar el pasaporte, por lo que lo busco (y por suerte encuentro con facilidad) y nos ponen el sello correspondiente, en la casilla de "Punto de Control 2".
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