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La Legión 101km24h, Sábado y Domingo 10-11 de Mayo - El Marchador Errante


Cercanías de Setenil de las Bodegas, 17:21. Kilómetro 57,4.

Hace calor. Mucho calor.

Me saco los auriculares de los oídos, inertes; El móvil se ha apagado, continúo solo y en silencio.

Comenté a mis amigos que estuviesen sobre las 20:00 en Benaoján, y, si podían, que estuviesen a las 16:00 en Setenil, a fin de aligerar peso.

En Setenil, punto secundario, no los vi, puede que llegasen antes y partiesen a Benaoján pensando que había pasado con anterioridad, o que decidiesen ir directamente a Setenil desde Ronda.

Psicológicamente me hubiese venido fenomenal verlos, pero creo que con mi estado es mejor así, se hubiesen quedado muy preocupados... 

Arrastro con dificultad los pies sobre la pendiente, mientras algunos ciclistas me pasan avanzando lentamente.

El terreno se allana y veo a lo lejos una bicicleta, a simple vista, abandonada; "al llegar ahí comenzaré a trotar".

Llego a la bici, cuyo propietario está tumbado a un margen del camino bajo la sombra de un árbol, respirando con dificultad, y comienzo a trotar... 5 metros... 10 metros...

No llegaría ni a 200 metros y los calambres me obligan a volver a andar.

Pasa una pareja de corredores trotando y me parecen velocistas jamaicanos. "¿cómo lo hacen, no están cansados?"

Busco en mi cinturón el gel de naranja que recogí en el avituallamiento de Alcalá del Valle... Sin éxito.

A mi mente le cuesta procesar, pero acabo por recordar que se me cayó en uno de los tramos que hice trotando con David, previos a la bajada hacia Setenil... Parece que hace una decena de horas de ese momento. "¿Hacía tanta calor como ahora?"

Abro la cremallera de mi cinturón y cojo el gel que estaba guardando en caso de pájara extrema... es el momento de utilizarlo.

Está pastoso y me cuesta tragarlo, tengo que utilizar el agua de los dos bidoncitos para poder ingerirlo por completo.
Ya no me queda nada de agua, hace poco que repuse en el avituallamiento de Setenil, pero pese a ello y haberme bebido los dos bidoncitos por completo, sigo teniendo sed.

Echo mano a mi hoja de ruta... llevaré, al menos, 58 kilómetros, estaré a unos 5 kilómetros del siguiente avituallamiento, a lo sumo... Si avanzo a un ritmo de 15 minutos el kilómetro, en el peor de los casos, en una hora y cuarto estaré allí; Si consigo llegar sin deshidratarme, no tendré problema en acabar la carrera, este es el primer obstáculo real de la prueba, y seguro que no será el último.

Tras emplear una eternidad en procesar esos cálculos y sin darme cuenta, he avanzado bastantes metros, pero no veo a ningún corredor por delante y todos los que llegan desde atrás llevan un ritmo endiabladamente elevado, no puedo igualarlo ni por asomo.

Me animan y me dicen que siga con ellos, que voy muy bien, pero sus voces suenan distantes y apagadas y me cuesta levantar la vista del suelo.

A lo lejos, en la puerta de un cortijo, un corredor está bebiendo agua que le da una familia en la puerta del mismo.

Me acerco con la intención de pedirles agua también, y me la traen, pero no porque me entendiesen, ya que tras dar varios sorbos profundos y rellenar mis dos bidoncitos les doy las gracias, y la mujer que me ofreció el agua me dijo "¡muy bien campeón! antes no eras capaz ni de decir agua de forma inteligible, no debes esperar tanto para parar a beber".

Le di las gracias de nuevo y retomé mi camino.

Un equipo comenzó a acercarse desde atrás, poco a poco, caminando, y traté de pegarme a ellos.

Iban comentando el calor excesivo de la prueba, que había hecho que uno de sus componentes se retirase.

Ellos iban muy tocados también, avanzaban andando, uno de ellos con dos bastones, y diciendo que como a uno de los otros le diese por retirarse, que él se quedaba con ellos.

Mantuve un paso rápido con ellos durante un buen rato, pero acabaron por escapárseme, sin hacer cambio de ritmo ni comenzar a marchar: El que lo redujo fui yo, pese a lo despacio que avanzaba.

La carrera, definitivamente, había acabado para mí, la única posibilidad de acabarla pasaba por recorrer cerca de 45 kilómetros marchando... ¡Pues marchando se haría, la retirada no es una opción!

Me sentía perdido, frustrado, extenuado... El intentar la heroicidad de las 11 horas había acabado conmigo a medio camino del final, ahora sólo era un héroe camino, que purgaría su osadía con una larga catarsis a través de estos caminos infinitos.

"¿Llegaría algún día al avituallamiento?" Era la pregunta que más se repetía en mi interior mientras avanzaba hacia el Cortijo Charco Lucero.

Por el camino, un par de arroyitos cruzaban el camino de lado a lado, y al llegar a uno de ellos me incliné para echarme agua sobre la cara, los brazos y las piernas.

Me costó muchísimo agacharme, y más aún levantarme después, pero me refresqué muchísimo y al volver a andar la ligera brisa enfriaba mi acalorado cuerpo.

Incluso llegué a sentir frío, por un lado, era una buena noticia, ya que mi cuerpo no tendría que destinar tanta energía a la termorregulación, por otro, si la sensación se mantenía, no sería buena señal, ya que podría indicar nada bueno (hacía mucho, demasiado calor, y no había sombra por ninguna parte).

Comencé a trotar ligeramente, arrastrando los pies con dificultad, pero llevando un ritmito constante.

A la más mínima elevación del terreno tenía que volver a caminar, pero me comenzaba a encontrar ligeramente mejor, pese a estar muy acalambrado.

Me comí varias pasas y orejones y me bebí los dos bidoncitos, esperando llegar pronto al avituallamiento.

No acabaría en 11 horas, quizás ni si quiera en 22, pero por muy lento que fuese mi avance, nada me podría detener... o eso pensaba, mientras una mini cuesta de una elevación insignificante amenazaba con hacer que me detuviese.

Un grupo de varios corredores, de los que uno de ellos me reconoció, me adelantó trotando despacito, dándome ánimos y felicitándome por las crónicas y por el blog.

Me vine arriba, comencé a andar más rápido y otra pareja de atletas que llegaba desde atrás se puso a mi ritmo, reconociéndome también.

La zona era muy bonita, rodeada de vegetación, con bastante sombra y varios arroyos, que teníamos que cruzar mediante puentecitos de madera.

No sé si sería el entorno, la sombra o los ánimos que me fueron dando, pero la cosa es que me revitalicé una vez más, y me pegué a esa pareja de corredores andando rápido, mientras intercambiábamos impresiones sobre la carrera.

Uno de ellos me dijo que escribiese sobre nuestro encuentro, recuerdo que repetí mentalmente su dorsal durante varios metros para recordarlo, pero al final acabó olvidándoseme.

Lo que si recuerdo es que estábamos cerca del kilómetro 62, camino del avituallamiento.

Sintiéndome algo mejor y un poco asustado por los vaivenes, tanto de mi cuerpo como de mi mente (tan pronto estaba sumido en la más profunda agonía como me animaba e incluso me atrevía a trotar durante unos pocos metros) continué avanzando, hasta llegar al avituallamiento de Cortijo Charco Lucero, donde me encontré con varios de los corredores que me habían adelantado en el último tramo.

Al llegar saludé a los caballeros legionarios, animado por haber sido capaz de recorrer esos kilómetros (a saber en cuanto tiempo) en "solitario" (relativamente, cada vez que podía intentaba pegarme a grupitos de corredores) y me dispuse a darme un atracón de naranjas y plátanos; estaba hambriento además de sediento.

Uno de los corredores les preguntó a los legionarios si me conocían, a lo que no supieron que responder, y les dijeron que era famoso, que aprovechasen para echarse una foto conmigo.

Yo, atónito, continué comiendo, pero como ninguno me pidió una fotografía (hubiese sido muy raro, me resulta extraño aún que me reconozcan a tantos kilómetros de las zonas que suelo frecuentar), pasé de la zona de avituallamiento sólido a la de líquido.

Había un par de corredores hablando, pero no era capaz de entender lo que decían, me parecía holandés.

Le pregunté a uno "kun je spreken Nederlands?" ("¿hablas holandés?"; Tras repetir la pregunta un par de veces, sin que me entendiese, se la dije en español y me dijo "ahhh, no, pero este de aquí enfrente estuvo en Holanda" y me presentó a otro corredor, pero no recuerdo ni sus rasgos físicos ni su nombre.

Recuerdo que me metí un buen rato bajo el grifo de agua y bebí copiosamente, tras lo que rellené mis bidoncitos.

Eché un ojo a la hoja de ruta y vi que me quedarían por recorrer varios kilómetros hasta llegar al siguiente punto de avituallamiento, así que me quité la camelbak de la espalda, notando un alivio muy intenso, y la rellené de agua hasta la mitad.

Me daba igual perder los minutos que fuese en el proceso de abrirla, sacar todas las cosas cuidadosamente, quitar la tapa, rellenarla y repetir el proceso a la inversa, necesitaría ese agua para poder llegar a mi destino.

Al abrir la mochila me di cuenta de por qué me dolía más el hombro derecho que le izquierdo: La cincha derecha que unía la camelbak a la mochila se había roto, probablemente por el peso de la misma.

Me eché de nuevo la mochila a la espalda, notando una punzada de dolor al volver, con más peso que antes, la camelbak a su sitio, y retomé el camino sin ser capaz de despedirme de los compañeros que me rodeaban, notando la mente algo nublada y el estómago bastante pesado.

No fui capaz de salir trotando, hice el amago y al segundo paso tuve que volver a andar. "sea así pues", pensé, resignado.

Me comenzó a doler la cabeza y recordé una insolación bastante severa que tuve entrenando hace un par de veranos, tras una tirada de Julio en la que salí a las 12:00 a correr y pretendía realizar 16 kilómetros a 4:30 minutos, pero al final regresé trotando como pude y estuve dos días en cama con dolor de cabeza (fue la primera insolación de la que tengo constancia).

Había mojado el buff, junto con mi cabeza y prácticamente todo mi cuerpo pocos metros atrás, así que tendría que lidiar con ello.

Avanzaba paso a paso, paso a paso, paso a paso... 

En un momento dado mi estómago se rebeló también, en una zona de cultivos bajos a ambos lados del camino y con sólo un pequeño arbusto hasta donde alcanzaba la vista.

Pensé que si llegaba al final del camino, un cambio de rasante en el que giraba a la izquierda, quizás encontrase un lugar más idóneo para ir al baño, pero cuando conseguí llegar a la altura del arbusto, no pude más, y tuve que sacar el papel de batalla ahí mismo.

La presión en mi cabeza disminuyó bastante, no así en mi estómago, y me desabroché una de las cinchas que apretaba mi estómago (al haber rellenado la camelbak la presión era mayor).

Me costó mucho incorporarme, y más aún volver a la marcha, con mi cuerpo completamente machacado.

El avituallamiento de Chinchilla estaba a "tan solo" 2,6 kilómetros, pero el desnivel para llegar hasta ahí fue terrible, no recuerdo muy bien como llegué.

Recuerdo que llegó un punto en el que cualquier superficie era la más cómoda del mundo, y me sentaba durante cerca de un minuto sobre tocones de árbol, rocas, en los huecos de acequias... Recuperando el aliento mientras los músculos de mis piernas temblaban notoriamente sin que pudiese hacer nada por controlarlos.

Cada vez estaba más acalambrado y me costaba más avanzar, bebía constantemente pero no tenía ganas de orinar, así que cada vez bebía más profusamente, y agoté las reservas de la camelbak y las de los bidones sin darme apenas cuenta.

Un corredor que pasó siguiendo a una pareja me dijo "muchacho, no vas a ganar nada, salte un momento del camino, siéntate a la sombra, descansa y cuando te sientas mejor, vuelve a la carrera. Lo estás pasando mal".

No fui capaz ni de responderle, vi un árbol a la derecha de la calzada y me dejé caer pesadamente bajo su sombra (la camelbak amortiguó el golpe).

Mientras se alejaba, le decía a sus compañeros "el pobre es un cadáver, espero que vengan a recogerlo pronto".

No me molestó el comentario en absoluto, pero me hizo reflexionar, y mucho; ¿tan mal me encontraba?.

Le hice caso y descansé un buen rato, siendo asistido por multitud de corredores que se acercaban a preguntarme como estaba y a ofrecerme su ayuda.

Acepté de sumo grado el agua que varios de ellos me tendieron, pero no fui capaz de aceptar los geles o las barritas, seguramente las necesitaran ellos más adelante, sería un abuso por mi parte.

Me emocioné un poco en ese punto, es increíble lo que te une a gente que no conoces de nada una carrera de este tipo, quizás sea un poco exagerado decir que esos corredores que se pararon conmigo "me salvasen la vida", pero para mí así fue.

Cuando recobré ligeramente las fuerzas volví al camino, andando, tratando de contar todos los pasos que realizaba seguidos antes de pararme durante, máximo 10 segundos, a recuperar.

Así, contando pasos cada vez que avanzaba y descontando segundos cada vez que me paraba (y con la inestimable ayuda de varios corredores que me ofrecieron agua) llegué al avituallamiento de Chinchilla.

Ya no me dolía tanto la cabeza, el sol estaba comenzando a ponerse y ya había algunos tramos a la sombra.

Cogí varios gajos de naranja y plátano en el avituallamiento, varios vasos de isotónica y agua y volví a rellenar la camelbak, esta vez más a fondo, en el camión habilitado a tal efecto.

Rellené mis dos bidoncitos de agua y me hice prometer a mí mismo que no me levantaría del banco metálico donde estaba sentado hasta que los apurase completamente (así me obligaba a beber y descansar a la vez).

Sonaba una radio de fondo, y aunque al principio no identificaba la melodía, luego me di cuenta de que era una canción de la oreja de Van Gogh.

Comencé a recordar mis viajes a Ámsterdam el invierno pasado y mi estancia en Nijmegen, y cuando me di cuenta había apurado ambos bidoncitos.

Los rellené de nuevo y me dispuse a continuar con mi peregrinación hacia Ronda.

Sentía incluso ganas de ir al baño, así que, varios metros tras dejar atrás el avituallamiento, me puse manos a la obra.

La orina fue bastante más clarita en esta ocasión, con lo que me di por satisfecho, aunque no dejé de beber.

Me pasaban corredores cada vez más a menudo, algunos andando rápido, a los que me pegaba hasta que me paraba a descansar, nunca durante más de 10 segundos (para prohibirme a mí mismo aplancarme).

Con una mujer del "Lobas Do Monte" anduve durante al menos un kilómetro, fue el tramo más largo que recorrí sin pararme ni una sola vez, pero a partir de ese momento las paradas fueron más y más frecuentes.

Muchos corredores me animaban, alguno me reconoció y con más énfasis, pero no lograba ponerme al ritmo de ninguno.

Ya pensaba con más claridad y era consciente de la situación, pero trataba de recordar el trayecto hasta el avituallamiento de Chinchilla y no era capaz de reconstruirlo mentalmente.

Me puse en situación, tenía algo menos de una maratón que recorrer, entraría en el tiempo límite de la carrera sobradamente, pero al ritmo que iba era imposible que llegase al cementerio de Montejaque antes de que anocheciese... Llevaba el frontal conmigo, pero tan solo una malla y una camiseta de manga corta, la hipotermia estaría al acecho visto el ritmo al que me movía...

Comencé a andar más rápidamente en un vano intento de recortarle segundos al reloj, mientras recordaba las palabras de Janinna, ultra atleta y Iron Man que conocí en el Desafío Sur Torcal, en el que me contó que se retiró por primera y última vez en el UTMB debido a una hipotermia.

Iba mano a mano con un equipo que iba "tirando" casi literalmente de uno de sus miembros, animándole con palabras preciosas (del estilo "si te paras, nos paramos todos, esto es un equipo, o llegamos todos a meta o no llega ninguno") cuando le dio un calambre y cayó al suelo.

Sus compañeros le ayudaron a estirar mientras apretaba los dientes con una mueca de dolor insufrible en la cara, y pensé para mis adentros que no tenía razón ninguna para quejarme por el calvario que estaba pasando, ya que había personas que hasta con un equipo pendiente de ellas estaban peor que yo. Yo era afortunado a fon de cuentas.

Arrastré lo que quedaba de mi ser hasta el punto más elevado de este tramo, donde, cuando la pendiente comenzaba a ser favorable, me pasaron varios "Balas Perdías" a los que animé a su paso.

Si la subida había sido una tortura, la bajada fue un suplicio... Me temblaban las piernas, a cada paso que daba parecía que mis músculos fueran a ceder y me hiciesen caer, por lo que bajé dando pasos realmente cortos, lentos y pesados.

La planta de los pies me dolía terriblemente, dolor que quedaba enmascarado entre la sensación de malestar general.

Pero ya tenía el cuartel a la vista (o eso me decían los corredores que pasaban a mi lado, corriendo cuesta abajo como si nada), no podía rendirme ahora.

Una corredora jovencita me preguntó al pasar a mi lado si me dolía la rodilla, y le respondí que de entre todas las cosas que me dolían, la rodilla era una de las pocas que no me molestaba excesivamente.

Fue una pregunta curiosa que me sorprendió, y la atmósfera positiva que emanaba de ella me animó un poco, y me permitió realizar cerca de una centena de pasos sin pararme (me parecieron una cantidad enorme, aunque si me giraba podía ver el punto donde nos habíamos encontrado).

Poco después de perder de vista a la corredora me adelantó un miembro de los "Balas Perdías", al que dije que sus compañeros no andaban demasiado lejos.

Me preguntó si a más o a menos de media hora, le dije que no sabía exactamente, pero diría que a media hora.

Poco después escuché "¡Erranteeeee!" y noté una mano en la espalda; era Alex, el legionario que me advirtió en la primera cuesta nada más salir de Ronda, hacía lo que parecía eones, que las cuestas se subían andando.

Me preguntó que como estaba y me animó para que continuase con él, pero le dije que no podía, que ib amuy tocado.

Me dijo que el día estaba siendo duro, que muchos equipos se habían roto, pero que esperaba que me recuperase y lo alcanzase más adelante.

Yo lo dudaba, y, de hecho, tuve que detenerme poco despúes de habalr con él.

Entre parada y parada fui avanzando, con el sol ya casi fuera de nuestra vista y la luna haciéndose más y más brillante en el cielo, aunque aún quedaba luz del día.

No demasiada sin embargo, así que me senté en un poyete para cambiarme las gafas de sol graduadas por las de vista normal, y sacarme varias piedras de ambos zapatos.

Comencé a oír vítores a lo lejos, que me dieron alas para bajar un tramo andando rápido (si pensabais que diría trotando es que no he sabido transmitir la agonía de esos kilómetros), aunque tras pasar por la zona donde el público se concentraba y avanzar poco más acabé parándome de nuevo.

Me pasaron varios equipos juntos, yendo en uno de ellos un atleta pletórico, que iba comentando como en la edición del año pasado era noche cerrada en este tramo.

Me imaginé a mí mismo en la edición del 2015 diciendo lo mismo de este tramo (pues el año pasado por este tramo estaba ya bien entrada la tarde...), cuando una voz llena de energía me sacó de mi ensimismamiento.

Era un hombre que parecía uniformado de militar, muy muy moreno de piel, que me animaba, con acento cubano, a pegarme al grupo con el que iba.

Me intentaba arengar con comentarios del tipo "venga hermano, que no se diga que el negro te pasó, este es un grupo muy apañado, vamos todos cansados, ya ves, pero no se para nadie".

Incluso se descolgó un poco del grupo para intentar que arrancase a trotar, pero no lo consiguió, y al llegar ambos a un muchacho que estaba tendido en el suelo estirando, me deseó suerte y se paró un rato con él.

Poco después pasaron ambos trotando muy despacio, se pegaron un buen rato a mí y ante mi negativa a trotar (no porque no quisiera, sino porque mis músculos no respondían a la orden) les dije que siguieran, que tras el avituallamiento les cogía.

En la zona con el público me dijeron que estaría a unos 500 metros, pero llevaba caminando una eternidad (y parando poco, "no me dejaban") y no había ni rastro con él.

Cuando llegué casi me lo salto, haciendo honor a su nombre, la Fuente de la Higuera era poco más que un caño al lado de un camino, pero que me vino bien para beber agua fresca y reponer las reservas de los bidoncitos (en la camelbak me quedaba bastante aún, entre que el calor había remitido, el sol se había ocultado y mi ritmo era bastante menor, no tuve necesidad de beber tanto).

Los caballeros legionarios que estaban en el mismo se preocuparon por mi estado de salud, pero les aseguré que estaba bien (con una firmeza que me sorprendió a mí mismo) y con incertidumbre en la mirada, me dejaron continuar sin problema.

A los pocos metros escuché un estruendo, que se iba acercando; Por un momento temí que hubiesen mandado un vehículo para evacuarme (ahora mismo lo pienso  me parece absurdo, pero en ese momento iba muy mal y lo sabía), así que me levanté (sí, ya estaba sentado, en el pollete de un cortijo) y me puse a andar rápido, como quien no quiere la cosa.

Ya había sido adelantado y había tenido que esquivar algunos vehículos de La Legión, grandes, pesados y estruendosos, pero era el primero que se acercaba desde atrás desde no sabía cuantos kilómetros.

Andaba todo lo rápido que me permitía mi maltrecho cuerpo, y el estruendo seguía ahí, acercándose lentamente... muy lentamente...

Me cansé antes de verlo aparecer y bajé el ritmo todo lo que pude sin llegar a detenerme y levantando las piernas lo suficiente para no tropezar; El estruendo se acrecentaba por momentos.

Psicológicamente no podía más, me sentía como el típico asesino de serie americana que se vuelve loco porque no para de oír la voz de su víctima, y me giré, quedándome atónito.

Ni vehículo de La Legión ni porras, era un tractor John Deere enorme, que avanzaba con parsimonia por el margen izquierdo de la calzada, dejando el derecho para que los corredores avanzasen sin problema.

Me acordé de mi amigo Contadordekm y su tractorismo, notando un empujoncito anímico que me vino genial.

A cada paso que daba repetía una secuencia mental, una especia de mantra... "lento...duro...fiable...lento...duro...fiable..." mientras el tractor realizada un espectacular adelantamiento (probablemente el más largo de la historia) al resignarme yo a pararme hasta que no me rebasase por completo.

Finalmente lo hizo y pude descansar un rato en el lateral de la carretera, nunca pensé que mantenerle el ritmo a un tractor pudiese llegar a ser tan extenuante...

Anduve durante incontables minutos sin nada especial que contar, hasta que, durante parada para orinar (orina amarilla pero no demasiado, buen nivel de hidratación) me dio por mirar al cielo.

Estaba comenzando a oscurecer, se veía ahora tan oscuro como varios minutos (quizá horas) atrás, cuando llevaba puestas las gafas de sol, y la luna comenzaba a brillar con intensidad.

Había que ponerse en marcha, en nada caería la noche por completo.

Comencé a andar con más brío, me dolía todo tanto que ya me daba igual todo, solo importaba llegar al cuartel... y después ya veríamos.

Tenía serias dudas sobre si sería capaz de acabar una carrera, algo que nunca me había planteado seriamente, pero prefería no pensar en ello y hacer oídos sordos a esa vocecita que me decía que sería lo más sensato.

Pese a la creciente oscuridad el paisaje me resultaba vagamente familiar...

Se comenzó a oír a una multitud animando a lo lejos, y contagiado de su energía, apreté el paso, dolorido.

¡Claro que me sonaba la zona, pasé por ahí en el HOLE! sabía que estaba cerca del cuartel, así que apreté todo lo que pude el paso (no llegué a trotar, pero avanzaba mucho más rápido de lo que lo llevaba haciendo andando durante varias horas) y avancé con decisión.

Al cruzar la vía del tren me encontré multitud de coches aparcados, y una clamorosa muchedumbre jaleando a los corredores que pasábamos por allí, con gritos de "hérores", "ole vuestros huevos", "esto está hecho" y demás.

Algunos corredores pasaban ya con su frontal encendido, aunque todavía se veía bien sin él.

Me fui alejando de la multitud y me fui adentrando en el cuartel, quedándome envuelto en el silencio por momentos.

Un corredor se pegó a mi ritmo justo cuando llegábamos al control de carrera; "pip"..."pip"...

Se vuelve y me dice "¿ha sonado dos veces? sólo lo he oído una..."

Le digo que sí y tras darme las gracias, muy animado, echa a trotar (iba andando tranquilamente, y aun así me había adelantado) y se funde a lo lejos con las sombras.

Escucho pasos sincronizados a mi espalda, pero no me vuelvo, estoy desesperado buscando algún edificio que se parezca a un cuartel con la mirada, infructuosamente.

Como era de esperar, los propietarios de los pasos me alcanzan antes de que encontrase el cuartel.

Es un grupo que avanza en formación, me engulle y me deja atrás; Son el primer grupo femenino que veo, de mujeres uniformadas, militares, aunque no recuerdo de que unidad.

Varios soldados que merodean por el cuartel se cuadran a su paso o les animan, aunque en tono muy cauto y neutral.

A lo lejos oigo que una de ellas da una orden y levanta un brazo, y todas se detienen al unísono y se ponen a andar pausadamente, sin romper la formación.

Me acerco a ellas y oigo que charlan animadamente, diciendo una de ellas "¡al fin, el cuartel!"

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Comentarios

  1. Menudo paseo amigo...se me hace impensable la distancia...

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  2. Totalmente, es el "paseo" más largo que he realizado nunca... yo soy de los que piensan que "andar demasiado cansa", prefiero hacer senderismo, marchar o, sobre todo, correr, nunca pensé que andaría durante tantas horas seguidas... y lo que me quedaba todavía por delante...

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