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Ultra Sierra Nevada 2014, Sábado 14 de Septiembre - La furia de Eolo


Hoya de la Mora, 17:55. Km 74,7.


De mi paso por la Hoya de la Mora solo recuerdo llamar a Mayte, comerme a duras penas un par de rodajas de tomate y trozos de sandía y melón y apresurarme tras el grupito de tres corredores al que casi alcanzo llegando al avituallamiento.


Tenía frío, estaba agotado y cada paso me costaba más esfuerzo que el anterior, y temía que la noche me pudiese pillar de vuelta a Pradollano, así que, aunque faltarían aun unas dos horas y media para ello, prefería ir acompañado.



Comprobé además, que pese a llevar más de dos horas de ventaja con respecto al tiempo de corte de la prueba, cada vez perdía más y más minutos, y no estaba ya como para pensar si quiera en correr, ya trotar era suficiente locura.

Tardé varios minutos en llegar al trío al que llevaba persiguiendo desde el ascenso por las pistas, y cuando llegué a su altura caí en la cuenta de que tenía hambre (comí poco en el avituallamiento, y sin ganas) y ganas de ir al baño.


Paré y me comí la penúltima Powerbar (envoltorio, como siempre, al bolsillo, que se me había olvidado vaciar en la Hoya de la Mora y estaba pegajoso), oriné, muy clarito, y puse de nuevo primera para ascender la cuesta.


El viento rugía con fuerza, me desviaba incluso, pero parecía que a lo lejos se oía música... me extrañaba haber recorrido ya suficiente distancia como para estar cerca el próximo avituallamiento, pero se veía una especie de edificio de madera en la lejanía que bien podía ser el punto de control del Veleta.


Tan atronador era el envite del aire que cuando escuché "¿perdona, me das paso?" no pude evitar dar un brinco.


Tenía un corredor ancho tras de mí, preguntándome si podía pasar.


Entre lo seca que tenía la garganta y la fatiga, murmuré un casi inaudible "...claro...", y el corredor se paró en seco y me ofreció ayuda antes de seguir.


Me preguntó si tenía sales o comida, y le dije que una barrita Powerbar, algunas de golosina y un sobrecito con sales que me tomaría en el Veleta.


Me ofreció comida, geles o sales, aunque tan solo acepté la última opción y tras su insistencia.


Era una capsula de 226ers, que me dijo que tan solo tenía que tragar.


Le di las gracias y, mientras avanzaba con energía, me quité la braga y con manos temblorosas cogí el botellín con agua.


Lo vacié entero y no fui capaz de tragarme la capsula (no estoy acostumbrado a tragar, me da mucha fatiga, siempre que puedo pido medicina efervescente o líquida, aunque sepa a rayos).


Decidí tratar de masticar la capsula, pero al primer bocado se abrió y un intenso y áspero sabor, muy fuerte, me inundó la boca, provocando que todo el agua que acababa de enviar a mi estómago se revolviese.


Tuve que inclinarme sobre mi mismo para no vomitar, pero finalmente conseguí, ayudado de isotónica y agua de la camelbak, tragarme el polvo del interior de la cápsula y media cápsula; la otra mitad la tuve que escupir.


Casi de inmediato, quizás por el efecto placebo, me sentí mejor, aunque avanzaba renqueante y provoqué que otro corredor que me adelantaba se parase para ofrecerme ayuda, así como otro que le seguía de cerca.


La rehusé educadamente, esto ya era entre el Veleta y yo, nadie podía ayudarme salvo yo mismo, y puse rumbo hacia lo desconocido.


La "música" que me había ayudado a avanzar psicológicamente durante varias decenas de minutos resultó, al ir pegado al "quitamiedos" derecho, ruido provocado por el viento al colarse por entre las rendijas de algo que colgaba desde los postes de madera... Me vine abajo, lo que tenía ante mi era algo tal que así, con tres corredores encaramándose al final:




Luego, al final, una imagen similar se repetía, y luego otra, y otra... en una sucesión interminable de repechos con cambios de rasante en los que el viento nos doblegaba y nos zarandeaba a placer.


Llegamos hasta la caseta de madera enorme, y atravesamos los "quitamiedos" para seguir avanzando, zona en la que, sin esperármelo, alcancé al trío, parado totalmente.


Eran una muchacha y dos muchachos, portugueses, y uno de los chicos, súper alto (había hablado de él con David y Rubén en la salida), estaba sentado en el suelo mientras el otro caballero estiraba.


La muchacha me preguntó algo, pero no entendí nada, le pregunté si hablaba español, inglés o francés, pero sin éxito.


Esperé unos segundos por si querían continuar conmigo, pero como vi que no reaccionaban, seguí por mi cuenta.


Pocos metros después, con otra gran caseta a la vista ya en la distancia, empezaron a encaramarse tras mis pasos, y ascendimos juntos.


Del siguiente cambio de rasante aparecía, como flotando, lo que parecía una cabeza humana y medio torso, envuelto en un cortavientos enorme; pensaba que era una alucinación, pero los portugueses la vieron también y comenzaron a señalarla y a hablar entre ellos.


Conforme nos acercábamos, comenzamos a oír los gritos de ánimo de la persona, mientras su cuerpo comenzaba a intuirse al ir revelándose poco a poco.


A una decena de metros, por la voz, me di cuenta de que era una mujer, que nos animaba para subir "el último repecho" de la prueba, cosa que quería creer pero me negaba a aceptar aún...


Dejé que el trío portugués me adelantase y seguí su estela hasta el interior del puesto de avituallamiento, donde me senté en una de las camillas que estaba puesta en la entrada, ligeramente inclinada hacia abajo.


Me quemaban los gemelos del esfuerzo, pero en la camilla contigua uno de los portugueses estaba tumbado llorando, abrazado a la corredora portuguesa.


Las muchachas del avituallamiento, al ver que no se entendían, me preguntaron si les conocía.


Les dije que no, pero el muchacho alto ya empezaba a chapurrear español, pidiendo coca cola o té/café para su amigo.


No tenían, pero le ofrecieron un Redbull que tenían ellas, aunque el muchacho rehusó.


Luego, por cortesía, supongo, me lo ofrecieron a mí, pero rehusé también.


Tardé en hacer nada, me había quedado obnubilado ahí sentado en la camilla, había soltado los bastones y me costaba hasta pensar.


Me acordé del avituallamiento de Claror en el Andorra Ultra Trail y sentí que el pánico me atenazaba; no podía "bloquearme" ni dormirme ahora, estaba tan cerca... Sin embargo, solo salir y quedar de nuevo a merced del viento y sus frías garras me causaba pavor...


Me obligué a comer, cacahuetes sobre todo, pregunté por sales, aunque no tenían, por lo que ingerí mi último sobrecito, y me comí la última barrita de Powerbar...


Vacié los bolsillos... 3 barritas de golosina, y había tardado 1 hora 25 minutos es recorrer los apenas 4 kilómetros que separaban la Hoya de la Mora del Veleta... ahora tenía 7,2 ante mí, esperando afuera, bien podía tardar 3 horas en cubrir esa distancia... aunque esperaba que, al ser cuesta abajo, me costase menos esfuerzo.


El portugués de la camilla ya se había calmado, y tras un abrazo grupal que me emocionó hasta el punto de que se me escapó una lágrima, decidieron esperarme a mi también para continuar.


Con un nudo en la garganta que disimulé lo mejor posible llamé a Mayte, comunicándole que creía que con el ritmo que llevaba cogería el autobús de las 9 en Pradollano.


Me deseo mucha suerte y nos despedimos; la próxima vez que hablásemos, con suerte, sería en persona.


Los muchachos portugueses y el gélido viento aguardaban en la entrada del punto de avituallamiento; cogí los bastones, me puse la braga y me encaminé, con paso seguro, hacia el exterior.


Próxima parada, Pradollano.


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