Fuente de la Teja, 08:08. Km 31,7.
Había decidido que lo primero sería recuperar sales, así que, tras saludar a Matt, que tras una fugaz parada volvía a la marcha, llené uno de los botellines, disolví en él las sales y fui bebiendo poco a poco.
Notaba los músculos comenzando a montarse en mis piernas, así que me tomé con calma la parada, tomando bastante fruta, agua e isotónico, y reponiendo a tope las reservas antes de dejar el avituallamiento, ya que con la salida del sol necesitaría un aporte extra de líquidos.
Dejé el avituallamiento helado, y como animado con la perspectiva de la subida que mi chuleta del perfil mostraba a continuación, pero al menos me consolaba pensando que no podía ser peor que la subida que me había llevado hasta allí.
La llegada del día me estaba dejando flojito de fuerzas, pero decidí que una vez que coronase el Alto del Calar volvería a trotar primero y luego a correr; Tras cerca de 8 horas y cuarto de carrera, eso de pensar en trotar (de correr ni digamos) cuesta arriba no era factible, al menos, para mí.
Salí andando del punto de avituallamiento y andando llegué de nuevo a la zona de tierra donde comenzaba la subida, kilómetro 32, habiendo tardado, según el GPS, algo más de 20 minutos en recorrer el último tramo de 500 metros (parada incluida, eso sí).
Comienzo a caminar a pasos largos, apoyándome en los bastones con fuerza, pero me veo obligado inicialmente a recortar la zancada ya que me duele aún el pinchazo de la púa en el pie y comienza a cogérseme el gemelo izquierdo al cambiar la forma de apoyar para evitar el dolor al pisar.
Doy pasos más cortitos, comienzan a pasarme corredores, pero voy entrando en calor.
Kilómetro 33; he tardado 13:37 en recorrer el primer tramo de subida, con 134 metros de ascenso según el Strava.
Me voy animando, al ir tranquilo y a mi ritmo puedo ir ojeando el móvil kilómetro a kilómetro, aprovechando para tomar unos segundos de descanso (la batería comienza a agonizar, así que al menos espero motivarme restando kilómetros mientras pueda contabilizarlos).
El camino serpentea, ascendemos en zigzag, y comienzo a entrar en calor (ya no tengo frío), pero sigo sin poder ampliar la zancada, lo que me frustra, ya que veo que pierdo ritmo en una zona en la que podría ir más rápido.
He bebido y comido bastante (en un ultra "demasiado" es un nivel raramente alcanzable), así que tengo que parar para orinar, y decido afrontar con fuerza el siguiente tramo, intentando adelantar a un corredor con una camiseta de una prueba de fondo del circuito de Granada que llevo cerca.
Kilómetro 34; 16:39 en 175 metros de ascenso en este kilómetro.
Ya me he abierto de nuevo el cortavientos, aunque me lo dejo remangado (todavía no he vuelto a sudar), noto que la molestia en el gemelo va remitiendo y alcanzo y dejo atrás al corredor que me había fijado como objetivo.
No sé cuanto quedará de ascenso, pero no soy capaz de discernir dónde acaba la subida, ya que mire a donde mire me parece ver corredores ascendiendo en hilera.
De hecho, parece que tras la montaña hay más luz... veremos quien gana en el ascenso, el sol... o yo...
Kilómetro 35; 17:03 en 123 metros de ascenso, algo más técnico y con un par de tropiezos con los bastones, que tengo que ajustar para continuar con seguridad.
Ya estoy remangado también, sudando profusamente, y con el botellín de agua a media capacidad y el de isotónico con un triste cuarto únicamente.
También noto un poco de hambre, mi reloj biológico me reclama desayunar, así que me tomo una golosina con maltodextrina antes de lo previsto, en espera de aguantar hasta Güejar Sierra para desayunar.
Ya no me pasan corredores, aunque los que me anteceden van cada vez más lejos... me encuentro en un punto de inflexión dentro del pelotón, y parece que voy a acabar aislado...
Kilómetro 36; 12:16, he tardado más de una hora, pero por fin corono el Alto del Calar, y con bastante ventaja ante el astro rey, que ya ilumina toda la falda de la montaña hasta donde la vista alcanza y continúa elevándose en el cielo, que por fin comienza a ser azul (durante el amanecer lucía un baile de tonos claros y oscuros, con puntos anaranjados, otros azules claros, otros oscuros...).
Aprovecho en la cima para comunicar a Mayte y mis familiares como voy, y decido aprovechar la parada y el 23% de batería para echar una foto con el móvil, ya que la cámara continúa en rigor mortis y el objetivo no reacciona.
Llegué en muchísimo mejor humor y ánimo al Alto del Calar que a la subida previa al mismo, y comencé a bajar trotando con cuidado de no tropezarme, ya que tenía las piernas muy pesadas y me costaba levantar los pies del suelo, impactando con pequeñas piedras cada dos por tres.
Los bastones me ayudaron más de lo que pensaba en la bajada, ya que podía alternar un apoyo extra cada 3-4 zancadas, dándome seguridad.
Mientras bajaba, con la vista fija en el suelo y totalmente concentrado (ya lo de mirar el móvil y descansar cada vez que recorriese un kilómetro quedaba totalmente descartado), comencé a escuchar un ruido lejano, agudo, que no conseguía identificar.
Avanzaba mirando el terreno a una decena de metros por delante mía y bajo mis pies, pero sin levantar la vista del sendero, hasta que, cuando la pendiente se equilibraba brevemente en un giro a la derecha, me topé de golpe con una muchacha y dos niñas.
Ellas eran las "culpables" del ruido, animando a todos los corredores que bajaban, probablemente proferían mensajes de ánimo de los que si quiera me percaté mientras bajaba, pero ahora, mientras pasaba la Sport Ident Card continuaban animándome, así como a una pareja de corredores que bajaba a buen ritmo.
Me puse de objetivo no ser adelantado hasta llegar a Güejar Sierra, bebí agua y me puse en marcha de nuevo.
La pendiente era implacable, descendiente, pero bastante dura, y mis pesadas piernas me provocaban resbalar cada pocas decenas de metros.
Comenzaba a oír pisadas cercanas, así que apreté un poco el paso y me giré fugazmente para ver si era la pareja de corredores.
Al girarme, antes de nada, vi una amplia zona de monte reducida a cenizas, donde un triste tronco alzaba sus chamuscadas ramas al cielo, como pidiendo clemencia; es una pena que ni una zona tan protegida y valiosa como Sierra Nevada se libre de los incendios...
El protagonista de los pasos no era la pareja, sino un corredor con camiseta roja de manga corta que bajaba como una exhalación, por lo que me aparté del camino para dejarle paso, lo que me agradeció con una inclinación de cabeza al ponerse a mi altura (bajaba asfixiado).
Me puse tras él, bajando mientras lo observaba perderse en la distancia.
Según mi GPS rondaba un ritmo de entre 7:00 y 8:00 minutos por kilómetro (3:30-4:00 en cada tramo de 500 metros), lento, y más para ser bajada, pero iba reteniéndome para no tropezar.
Llegué a una zona embarrada, y calculé cuidadosamente mi próximo paso, tanteando con los bastones la profundidad y compacidad del terreno, pero aun así se me hundió el pie derecho más de lo esperado, resbalé y salieron volando bastones y frontal.
Me quedé un poco aturdido, no sabía como había caído, pero tenía barro en el buff que me cubría la cabeza y los codos, aunque no me había hecho daño, ya que el barro había amortiguado el golpe.
Uno de los bastones se quedó a punto de caer colina abajo, pero aguantó milagrosamente, el otro estaba a mi derecha, y el frontal a mis pies, lleno de barro.
Paré para limpiarlo, así como las empuñaduras de los bastones, le quité las pilas al frontal y, más ligero, me lo coloqué en la cabeza.
Justo en ese momento escuché una voz que me preguntaba que si estaba bien, y le dije que sí, pero que había dado de cabeza contra el suelo, que tuviese cuidado con el barro.
Las primeras zancadas tras la caída fueron un poco inestable, me notaba un poco mareado, quizás por levantarme de golpe, y el corredor rápidamente se puso a mi lado.
Tras insistir en si me encontraba bien un par de veces, le dejé paso y siguió hacia adelante, aunque tras unos 500-600 metros le volví a dar alcance.
Llegando a Güejar Sierra le deje atrás, lo que me dio ánimos para acelerar el paso (ya me iba encontrando mejor), y al ver a un fotógrafo apostado en el margen derecho del camino, ya bastante más llano y casi sin obstáculos, me vino arriba.
Pasé corriendo, ya con los bastones en mano, y saludándolo con un efusivo "¡¡Buenos días!!" al pasar a su lado.
A lo lejos comencé a divisar un corredor al que no me sonaba que me hubiese adelantado, y apreté el paso "a ver si lo pillo antes de llegar al avituallamiento..."
Llegamos de nuevo a terreno asfaltado, marcando la entrada a Güejar Sierra, pero como no sabía cuando callejearíamos hasta llegar al polideportivo no quise confiarme, aunque dejé atrás a ese corredor y a otro de los que me había adelantado en la bajada tras el Alto del Calar.
Escuchaba pasos cercanos, posiblemente de alguno de los corredores a los que acababa de alcanzar, pero no quería que me recuperasen la posición, así que seguí a paso firme, rondando 5 minutos por kilómetro por primera vez desde que dejé atrás Quéntar y la primera media maratón.
Había poco público, pero animaba con ganas, y al pasar por una zona con varias cafeterías me llevé aplausos de los lugareños que se encontraban desayunando en ese momento.
De repente toda la pesadez en mis piernas desapareció, me sentía fuerte, rápido, lleno de motivación.
Divisé a lo lejos a un montón de corredores con dorsal paseando, y a lo lejos, el Polideportivo.
Se me hizo raro que hubiese tantos corredores "parados", pero no le di más importancia, y tras preguntar por donde se entraba al polideportivo, accedí a él, a sprint; Acababa de completar la primera mitad de la prueba, ¡A desayunarse la segunda!
Leer El ferrocarril de la Sierra
Había decidido que lo primero sería recuperar sales, así que, tras saludar a Matt, que tras una fugaz parada volvía a la marcha, llené uno de los botellines, disolví en él las sales y fui bebiendo poco a poco.
Notaba los músculos comenzando a montarse en mis piernas, así que me tomé con calma la parada, tomando bastante fruta, agua e isotónico, y reponiendo a tope las reservas antes de dejar el avituallamiento, ya que con la salida del sol necesitaría un aporte extra de líquidos.
Dejé el avituallamiento helado, y como animado con la perspectiva de la subida que mi chuleta del perfil mostraba a continuación, pero al menos me consolaba pensando que no podía ser peor que la subida que me había llevado hasta allí.
La llegada del día me estaba dejando flojito de fuerzas, pero decidí que una vez que coronase el Alto del Calar volvería a trotar primero y luego a correr; Tras cerca de 8 horas y cuarto de carrera, eso de pensar en trotar (de correr ni digamos) cuesta arriba no era factible, al menos, para mí.
Salí andando del punto de avituallamiento y andando llegué de nuevo a la zona de tierra donde comenzaba la subida, kilómetro 32, habiendo tardado, según el GPS, algo más de 20 minutos en recorrer el último tramo de 500 metros (parada incluida, eso sí).
Comienzo a caminar a pasos largos, apoyándome en los bastones con fuerza, pero me veo obligado inicialmente a recortar la zancada ya que me duele aún el pinchazo de la púa en el pie y comienza a cogérseme el gemelo izquierdo al cambiar la forma de apoyar para evitar el dolor al pisar.
Doy pasos más cortitos, comienzan a pasarme corredores, pero voy entrando en calor.
Kilómetro 33; he tardado 13:37 en recorrer el primer tramo de subida, con 134 metros de ascenso según el Strava.
Me voy animando, al ir tranquilo y a mi ritmo puedo ir ojeando el móvil kilómetro a kilómetro, aprovechando para tomar unos segundos de descanso (la batería comienza a agonizar, así que al menos espero motivarme restando kilómetros mientras pueda contabilizarlos).
El camino serpentea, ascendemos en zigzag, y comienzo a entrar en calor (ya no tengo frío), pero sigo sin poder ampliar la zancada, lo que me frustra, ya que veo que pierdo ritmo en una zona en la que podría ir más rápido.
He bebido y comido bastante (en un ultra "demasiado" es un nivel raramente alcanzable), así que tengo que parar para orinar, y decido afrontar con fuerza el siguiente tramo, intentando adelantar a un corredor con una camiseta de una prueba de fondo del circuito de Granada que llevo cerca.
Kilómetro 34; 16:39 en 175 metros de ascenso en este kilómetro.
Ya me he abierto de nuevo el cortavientos, aunque me lo dejo remangado (todavía no he vuelto a sudar), noto que la molestia en el gemelo va remitiendo y alcanzo y dejo atrás al corredor que me había fijado como objetivo.
No sé cuanto quedará de ascenso, pero no soy capaz de discernir dónde acaba la subida, ya que mire a donde mire me parece ver corredores ascendiendo en hilera.
De hecho, parece que tras la montaña hay más luz... veremos quien gana en el ascenso, el sol... o yo...
Kilómetro 35; 17:03 en 123 metros de ascenso, algo más técnico y con un par de tropiezos con los bastones, que tengo que ajustar para continuar con seguridad.
Ya estoy remangado también, sudando profusamente, y con el botellín de agua a media capacidad y el de isotónico con un triste cuarto únicamente.
También noto un poco de hambre, mi reloj biológico me reclama desayunar, así que me tomo una golosina con maltodextrina antes de lo previsto, en espera de aguantar hasta Güejar Sierra para desayunar.
Ya no me pasan corredores, aunque los que me anteceden van cada vez más lejos... me encuentro en un punto de inflexión dentro del pelotón, y parece que voy a acabar aislado...
Kilómetro 36; 12:16, he tardado más de una hora, pero por fin corono el Alto del Calar, y con bastante ventaja ante el astro rey, que ya ilumina toda la falda de la montaña hasta donde la vista alcanza y continúa elevándose en el cielo, que por fin comienza a ser azul (durante el amanecer lucía un baile de tonos claros y oscuros, con puntos anaranjados, otros azules claros, otros oscuros...).
Aprovecho en la cima para comunicar a Mayte y mis familiares como voy, y decido aprovechar la parada y el 23% de batería para echar una foto con el móvil, ya que la cámara continúa en rigor mortis y el objetivo no reacciona.
Llegué en muchísimo mejor humor y ánimo al Alto del Calar que a la subida previa al mismo, y comencé a bajar trotando con cuidado de no tropezarme, ya que tenía las piernas muy pesadas y me costaba levantar los pies del suelo, impactando con pequeñas piedras cada dos por tres.
Los bastones me ayudaron más de lo que pensaba en la bajada, ya que podía alternar un apoyo extra cada 3-4 zancadas, dándome seguridad.
Mientras bajaba, con la vista fija en el suelo y totalmente concentrado (ya lo de mirar el móvil y descansar cada vez que recorriese un kilómetro quedaba totalmente descartado), comencé a escuchar un ruido lejano, agudo, que no conseguía identificar.
Avanzaba mirando el terreno a una decena de metros por delante mía y bajo mis pies, pero sin levantar la vista del sendero, hasta que, cuando la pendiente se equilibraba brevemente en un giro a la derecha, me topé de golpe con una muchacha y dos niñas.
Ellas eran las "culpables" del ruido, animando a todos los corredores que bajaban, probablemente proferían mensajes de ánimo de los que si quiera me percaté mientras bajaba, pero ahora, mientras pasaba la Sport Ident Card continuaban animándome, así como a una pareja de corredores que bajaba a buen ritmo.
Me puse de objetivo no ser adelantado hasta llegar a Güejar Sierra, bebí agua y me puse en marcha de nuevo.
La pendiente era implacable, descendiente, pero bastante dura, y mis pesadas piernas me provocaban resbalar cada pocas decenas de metros.
Comenzaba a oír pisadas cercanas, así que apreté un poco el paso y me giré fugazmente para ver si era la pareja de corredores.
Al girarme, antes de nada, vi una amplia zona de monte reducida a cenizas, donde un triste tronco alzaba sus chamuscadas ramas al cielo, como pidiendo clemencia; es una pena que ni una zona tan protegida y valiosa como Sierra Nevada se libre de los incendios...
El protagonista de los pasos no era la pareja, sino un corredor con camiseta roja de manga corta que bajaba como una exhalación, por lo que me aparté del camino para dejarle paso, lo que me agradeció con una inclinación de cabeza al ponerse a mi altura (bajaba asfixiado).
Me puse tras él, bajando mientras lo observaba perderse en la distancia.
Según mi GPS rondaba un ritmo de entre 7:00 y 8:00 minutos por kilómetro (3:30-4:00 en cada tramo de 500 metros), lento, y más para ser bajada, pero iba reteniéndome para no tropezar.
Llegué a una zona embarrada, y calculé cuidadosamente mi próximo paso, tanteando con los bastones la profundidad y compacidad del terreno, pero aun así se me hundió el pie derecho más de lo esperado, resbalé y salieron volando bastones y frontal.
Me quedé un poco aturdido, no sabía como había caído, pero tenía barro en el buff que me cubría la cabeza y los codos, aunque no me había hecho daño, ya que el barro había amortiguado el golpe.
Uno de los bastones se quedó a punto de caer colina abajo, pero aguantó milagrosamente, el otro estaba a mi derecha, y el frontal a mis pies, lleno de barro.
Paré para limpiarlo, así como las empuñaduras de los bastones, le quité las pilas al frontal y, más ligero, me lo coloqué en la cabeza.
Justo en ese momento escuché una voz que me preguntaba que si estaba bien, y le dije que sí, pero que había dado de cabeza contra el suelo, que tuviese cuidado con el barro.
Las primeras zancadas tras la caída fueron un poco inestable, me notaba un poco mareado, quizás por levantarme de golpe, y el corredor rápidamente se puso a mi lado.
Tras insistir en si me encontraba bien un par de veces, le dejé paso y siguió hacia adelante, aunque tras unos 500-600 metros le volví a dar alcance.
Llegando a Güejar Sierra le deje atrás, lo que me dio ánimos para acelerar el paso (ya me iba encontrando mejor), y al ver a un fotógrafo apostado en el margen derecho del camino, ya bastante más llano y casi sin obstáculos, me vino arriba.
Pasé corriendo, ya con los bastones en mano, y saludándolo con un efusivo "¡¡Buenos días!!" al pasar a su lado.
A lo lejos comencé a divisar un corredor al que no me sonaba que me hubiese adelantado, y apreté el paso "a ver si lo pillo antes de llegar al avituallamiento..."
Llegamos de nuevo a terreno asfaltado, marcando la entrada a Güejar Sierra, pero como no sabía cuando callejearíamos hasta llegar al polideportivo no quise confiarme, aunque dejé atrás a ese corredor y a otro de los que me había adelantado en la bajada tras el Alto del Calar.
Escuchaba pasos cercanos, posiblemente de alguno de los corredores a los que acababa de alcanzar, pero no quería que me recuperasen la posición, así que seguí a paso firme, rondando 5 minutos por kilómetro por primera vez desde que dejé atrás Quéntar y la primera media maratón.
Había poco público, pero animaba con ganas, y al pasar por una zona con varias cafeterías me llevé aplausos de los lugareños que se encontraban desayunando en ese momento.
De repente toda la pesadez en mis piernas desapareció, me sentía fuerte, rápido, lleno de motivación.
Divisé a lo lejos a un montón de corredores con dorsal paseando, y a lo lejos, el Polideportivo.
Se me hizo raro que hubiese tantos corredores "parados", pero no le di más importancia, y tras preguntar por donde se entraba al polideportivo, accedí a él, a sprint; Acababa de completar la primera mitad de la prueba, ¡A desayunarse la segunda!
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