Güejar Sierra, 10:34. Km 43,2.
Tras "picar" la Sport Ident Card, llegar al avituallamiento y devolverle el saludo a un par de voluntarios me sorprendí de la cantidad de corredores que había dentro del polideportivo, ¡casi más que fuera!
Observé que una voluntaria animaba a todo aquel que pasaba con energía tras una de las mesas, y reconocí a Mari Trini, así que me acerqué a saludar.
En el momento no me reconoció del todo, pero tras decirle que fui el primer corredor en llegar a la zona de salida junto con Rubén, y para más seña, el que estuvo hablando con Camille, me reconoció.
Me preguntó como iba y me transmitió mucha energía, no la quise entretener porque llegaban más corredores, pero me alegró verla.
Pedí un café con ginseng (buenísimo), cogí mucha fruta, algunas rodajas de tomate e incluso probé las galletas, pero me costaba procesar la comida y se me formó una masa pastosa en la boca, así que volví a la fruta.
Me comí también una Powerbar de chocolate, bebí hasta la saciedad y un poco más (la última vez que paré a orinar el pis fue algo amarillento tras una noche orinando clarito), recargué los botellines de agua e isotónica y recuperé la marcha, tras avisar de mi paso por el ecuador de la prueba a Mayte y mi familia.
En la salida del polideportivo vi que faltaban tres minutos para las 11 de la mañana... consulté la chuleta; 2 horas y 20 minutos de ventaja con respecto al cierre de la prueba.
¡Me vine arriba! en el primer avituallamiento, Cerro del Sol, saqué una hora de ventaja al tiempo límite de paso, en Quéntar otra hora, y en la Fuente del Sol la ventaja se redujo a 15 minutos en ese tramo (2:15 minutos de ventaja con respecto al cierre del paso en 32 kilómetros).
Había salido de la Fuente del Sol machacado, pero el corredor que llegó a la cima no tenía nada que ver con el corredor que inició ese ascenso, salvo la ropa...
Aun así, fui con precaución en la bajada, especialmente en el tramo siguiente a la caída en la zona embarrada, por lo que pensaba que, por primera vez en un tramo, no solo no sacaría ventaja al tiempo de paso, sino que la perdería.
Sin embargo, pese a los percances y la parada en el polideportivo, salía con una ventaja de 5 minutos con respecto al cierre de los tiempos de paso de la prueba.
En la salida del pueblo, con la pendiente a favor, volví a rodar rápido, pero cuando la pendiente comenzó a picar para arriba no tuve más remedio que echar a andar tras un buen tramo trotando.
La zona era preciosa, pasé un túnel, había un tramo con vías férreas acotadas, el rumor del río resonaba en la montaña, oculto por la vegetación...
Con el astro rey observándome desde las alturas, decidí caminar por los tramos situados a la sombra, y mientras trataba de decidir si la corriente del río seguía el mismo curso que el camino que yo seguía o no, vi un cartel enorme que hablaba sobre el tranvía de la Sierra.
Acto seguido comencé a oír pasos frenéticos, desembocados, y al girarme, ¡vi a un corredor que por poco no me arranca el dorsal del pecho con la ráfaga de aire que levantó!
"Ese si que ha recuperado bien en Güejar", pensé, y al momento escuché de nuevo un montón de pasos apresurados, momento en el que fui pasado por un grupo de unos 4 corredores, que pasaron como alma que lleva el diablo.
"Sí que debo ir atrás, o mal, si me pasan así..."
Vi a lo lejos a un corredor que avanzaba andando y acababa de colgar su teléfono móvil, así que eché a trotar para ponerme a su lado.
-Yo: "Sí que van fuerte éstos, ¿eh? esto es un ferrocarril, y no el tranvía de la Sierra..."
-Corredor del móvil: "Ya te digo, ¡que ritmazo!"
-Yo: "¿Tú también haces la larga?"
-Corredor del móvil: "no, no, dios me libre, la media ¿tu sí?"
-Yo: "sí, ahí vamos, poquito a poco, paso a paso"
-Corredor del móvil: "¡pues mucho ánimo!"
Me dio por pensar que quizá esos corredores habían parado más tiempo en Güejar al tener "sólo" 30 kilómetros más por delante, pero mientras divagaba sobre la idea comenzaron a adelantarme un montón de corredores, casi en manada.
Identifiqué el inconfundible pelo rosa de Silvia Hidalgo, la que fue profesora mía en la diplomatura de Educación Física en la UMA, a la que animé y me respondió "¡no te pierdes una!" antes de continuar a un ritmazo impensable para mi en esos momentos.
Me sorprendió no haberla visto antes, pero entonces, todas las piezas cuadraron: Los corredores en el exterior del polideportivo, este inaudito ritmo, corredores a los que no había visto nunca... ¡eran corredores del USN 30!
Ya decía yo... Aliviado, dejé el trote y continué cuesta arriba andando, hasta que comenzaron a saludarme corredores que me conocían, por el blog u otras pruebas y arranqué a correr para mantenerme un rato charlando con ellos.
Cruzamos sobre el río, y me encontré con un vertiginoso puente colgante.
Me paré en seco para cruzarlo, pero al pisar el propio impulso del rebote me echó hacia adelante y tuve que acabarlo corriendo.
No suelo tener mucho vértigo, pero en ese momento la altura me impactó.
Dejé atrás el grupito con el que iba y poco después me pegué a Husky, corredor el Primeguis con el que había coincidido la semana anterior en la media maratón de Cártama, con el que estuve un par de centenas de metros, hasta que decidí bajar un poco el ritmo.
Un corredor, al verme con el frontal me dijo "¡¡¡tú eres de la larga!!! ¡¡Qué huevos!! ¡Que sepas que te voy a esperar en Pradollano y voy a subir contigo al Veleta, porque eres un crack!
Me dejó sin palabras, solo pude darle las gracias mientras se perdía a lo lejos.
El falso llano comenzó a subir y bajar, y, espoleado por la corriente humana que me animaba verbalmente y ya con su mera presencia, comencé a correr, de nuevo clavando ritmos cercanos a 5 minutos por kilómetro, y adelantando a corredores de las pruebas largas/medias y hasta alguno de la corta.
Sin embargo, llegando al kilómetro 50 la pendiente comenzó a picar más, y caí hasta 8 minutos por kilómetro en la subida por senda del kilómetro 51, y a 11 minutos por kilómetro en el kilómetro 52, ya en asfalto pero con una pendiente significativa.
Iba muy motivado, acompañado por un corredor con la música a todo volumen de la prueba corta y otro que intuía que era de la media o larga (porque llevaba una luz roja de posición encendida en la mochila), cada uno a un lado, y, sin darme cuenta, estaba ya casi en el siguiente punto de control.
Me di cuenta cuando una mujer dijo desde atrás "¡vamos chicas, que ya estamos aquí, venga, un esfuerzo más y ahora recuperamos el aliento!", justo antes de adelantarme sin esfuerzo ninguno.
De acuerdo con mi moribundo GPS, estaba ya al lado del avituallamiento... ¡y ya se veía!
Tras "picar" la Sport Ident Card, llegar al avituallamiento y devolverle el saludo a un par de voluntarios me sorprendí de la cantidad de corredores que había dentro del polideportivo, ¡casi más que fuera!
Observé que una voluntaria animaba a todo aquel que pasaba con energía tras una de las mesas, y reconocí a Mari Trini, así que me acerqué a saludar.
En el momento no me reconoció del todo, pero tras decirle que fui el primer corredor en llegar a la zona de salida junto con Rubén, y para más seña, el que estuvo hablando con Camille, me reconoció.
Me preguntó como iba y me transmitió mucha energía, no la quise entretener porque llegaban más corredores, pero me alegró verla.
Pedí un café con ginseng (buenísimo), cogí mucha fruta, algunas rodajas de tomate e incluso probé las galletas, pero me costaba procesar la comida y se me formó una masa pastosa en la boca, así que volví a la fruta.
Me comí también una Powerbar de chocolate, bebí hasta la saciedad y un poco más (la última vez que paré a orinar el pis fue algo amarillento tras una noche orinando clarito), recargué los botellines de agua e isotónica y recuperé la marcha, tras avisar de mi paso por el ecuador de la prueba a Mayte y mi familia.
En la salida del polideportivo vi que faltaban tres minutos para las 11 de la mañana... consulté la chuleta; 2 horas y 20 minutos de ventaja con respecto al cierre de la prueba.
¡Me vine arriba! en el primer avituallamiento, Cerro del Sol, saqué una hora de ventaja al tiempo límite de paso, en Quéntar otra hora, y en la Fuente del Sol la ventaja se redujo a 15 minutos en ese tramo (2:15 minutos de ventaja con respecto al cierre del paso en 32 kilómetros).
Había salido de la Fuente del Sol machacado, pero el corredor que llegó a la cima no tenía nada que ver con el corredor que inició ese ascenso, salvo la ropa...
Aun así, fui con precaución en la bajada, especialmente en el tramo siguiente a la caída en la zona embarrada, por lo que pensaba que, por primera vez en un tramo, no solo no sacaría ventaja al tiempo de paso, sino que la perdería.
Sin embargo, pese a los percances y la parada en el polideportivo, salía con una ventaja de 5 minutos con respecto al cierre de los tiempos de paso de la prueba.
En la salida del pueblo, con la pendiente a favor, volví a rodar rápido, pero cuando la pendiente comenzó a picar para arriba no tuve más remedio que echar a andar tras un buen tramo trotando.
La zona era preciosa, pasé un túnel, había un tramo con vías férreas acotadas, el rumor del río resonaba en la montaña, oculto por la vegetación...
Con el astro rey observándome desde las alturas, decidí caminar por los tramos situados a la sombra, y mientras trataba de decidir si la corriente del río seguía el mismo curso que el camino que yo seguía o no, vi un cartel enorme que hablaba sobre el tranvía de la Sierra.
Acto seguido comencé a oír pasos frenéticos, desembocados, y al girarme, ¡vi a un corredor que por poco no me arranca el dorsal del pecho con la ráfaga de aire que levantó!
"Ese si que ha recuperado bien en Güejar", pensé, y al momento escuché de nuevo un montón de pasos apresurados, momento en el que fui pasado por un grupo de unos 4 corredores, que pasaron como alma que lleva el diablo.
"Sí que debo ir atrás, o mal, si me pasan así..."
Vi a lo lejos a un corredor que avanzaba andando y acababa de colgar su teléfono móvil, así que eché a trotar para ponerme a su lado.
-Yo: "Sí que van fuerte éstos, ¿eh? esto es un ferrocarril, y no el tranvía de la Sierra..."
-Corredor del móvil: "Ya te digo, ¡que ritmazo!"
-Yo: "¿Tú también haces la larga?"
-Corredor del móvil: "no, no, dios me libre, la media ¿tu sí?"
-Yo: "sí, ahí vamos, poquito a poco, paso a paso"
-Corredor del móvil: "¡pues mucho ánimo!"
Me dio por pensar que quizá esos corredores habían parado más tiempo en Güejar al tener "sólo" 30 kilómetros más por delante, pero mientras divagaba sobre la idea comenzaron a adelantarme un montón de corredores, casi en manada.
Identifiqué el inconfundible pelo rosa de Silvia Hidalgo, la que fue profesora mía en la diplomatura de Educación Física en la UMA, a la que animé y me respondió "¡no te pierdes una!" antes de continuar a un ritmazo impensable para mi en esos momentos.
Me sorprendió no haberla visto antes, pero entonces, todas las piezas cuadraron: Los corredores en el exterior del polideportivo, este inaudito ritmo, corredores a los que no había visto nunca... ¡eran corredores del USN 30!
Ya decía yo... Aliviado, dejé el trote y continué cuesta arriba andando, hasta que comenzaron a saludarme corredores que me conocían, por el blog u otras pruebas y arranqué a correr para mantenerme un rato charlando con ellos.
Cruzamos sobre el río, y me encontré con un vertiginoso puente colgante.
Me paré en seco para cruzarlo, pero al pisar el propio impulso del rebote me echó hacia adelante y tuve que acabarlo corriendo.
No suelo tener mucho vértigo, pero en ese momento la altura me impactó.
Dejé atrás el grupito con el que iba y poco después me pegué a Husky, corredor el Primeguis con el que había coincidido la semana anterior en la media maratón de Cártama, con el que estuve un par de centenas de metros, hasta que decidí bajar un poco el ritmo.
Un corredor, al verme con el frontal me dijo "¡¡¡tú eres de la larga!!! ¡¡Qué huevos!! ¡Que sepas que te voy a esperar en Pradollano y voy a subir contigo al Veleta, porque eres un crack!
Me dejó sin palabras, solo pude darle las gracias mientras se perdía a lo lejos.
El falso llano comenzó a subir y bajar, y, espoleado por la corriente humana que me animaba verbalmente y ya con su mera presencia, comencé a correr, de nuevo clavando ritmos cercanos a 5 minutos por kilómetro, y adelantando a corredores de las pruebas largas/medias y hasta alguno de la corta.
Sin embargo, llegando al kilómetro 50 la pendiente comenzó a picar más, y caí hasta 8 minutos por kilómetro en la subida por senda del kilómetro 51, y a 11 minutos por kilómetro en el kilómetro 52, ya en asfalto pero con una pendiente significativa.
Iba muy motivado, acompañado por un corredor con la música a todo volumen de la prueba corta y otro que intuía que era de la media o larga (porque llevaba una luz roja de posición encendida en la mochila), cada uno a un lado, y, sin darme cuenta, estaba ya casi en el siguiente punto de control.
Me di cuenta cuando una mujer dijo desde atrás "¡vamos chicas, que ya estamos aquí, venga, un esfuerzo más y ahora recuperamos el aliento!", justo antes de adelantarme sin esfuerzo ninguno.
De acuerdo con mi moribundo GPS, estaba ya al lado del avituallamiento... ¡y ya se veía!
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