Leer V Maratón Cabberty Ciudad de Málaga 2014, Domingo 7 de Diciembre - Premilinares.
Al estar tan atrás la salida fue un poco rara, como por fases (acelerón, parada, acelerón, parada), mirando al suelo hasta que vi la barra que activaría el chip de los dorsales, momento en el que activé el GPS.
Me adelantó por la derecha un muchacho con una imponente cresta mohicana, con quien varios curiosos se echaron fotos mientras yo me echaba la mía con el toro, y al volver la vista a la prueba, vi que se alejaba mi grupo.
Al estar tan atrás la salida fue un poco rara, como por fases (acelerón, parada, acelerón, parada), mirando al suelo hasta que vi la barra que activaría el chip de los dorsales, momento en el que activé el GPS.
Me adelantó por la derecha un muchacho con una imponente cresta mohicana, con quien varios curiosos se echaron fotos mientras yo me echaba la mía con el toro, y al volver la vista a la prueba, vi que se alejaba mi grupo.
Estaba aún helado, así que me vino bien el estímulo de acelerar y pegarme a mis compañeros de club para ir entrando en calor, mientras sincronizábamos ritmos.
José Antonio y Cuesta querían bajar de 3 horas y media, por lo que el ritmo óptimo para ello era ligeramente inferior a 5 min/km, pero entre lo que tardamos en arrancar y la dificultad para avanzar en el primer kilómetro hizo que lo completásemos en 5 minutos 20 segundos.
De momento todo genial, bien de sensaciones, bien de ritmo, bien de pulsaciones... me sentía como en los viejos tiempos, adelantando corredores a cada paso mientras me abría hueco entre la multitud.
Los primeros kilómetros, con la salvedad del cambio de emplazamiento de la salida (mucho mejor este año, más amplio), fueron similares a los del año pasado, y tras marcar justos 5 min/km en el segundo kilómetro, por el puerto, nos dirigimos hacia el Paseo Marítimo Pablo Ruiz Picasso.
Mientras avanzábamos contemplando las aguas del puerto de Málaga me encontré con un grupo de viejos amigos, como Francisco Viegas, Dani y varios corredores que conocí el año pasado gracias a la apertura de inscripciones de última hora en el I CxM Sierra Blanca, gracias a la cual pude conseguir dorsal.
Iban muy animados, sé que habían entrenado mucho y que cuajarían una gran actuación, pero el maratón es muy exigente, por lo que aparte de suerte les deseé precaución.
Yo no sabía hasta donde me respetarían las lesiones, pero como mi objetivo era seguir a José Antonio, Cuesta y Rocío (especialmente, al primero), los dejé atrás.
Llegando al tercer kilómetro, que pasamos en 4:53, con la carrera comenzando a estabilizarse, me crucé con María, que corría a paso firme y seguro, y me deseó suerte.
A lo lejos comenzamos a ver la liebre de 3:30:00 y fuimos acelerando paulatinamente para alcanzarlos.
En ese punto llegué a uno de los picos de pulsaciones más altos de toda la prueba, 175, pero como físicamente estaba respondiendo bien y quería acompañar durante el máximo tiempo posible a mis compañeros, seguí el ritmo sin dudarlo.
Antes de llegar al cuarto kilómetro alcanzamos, y posteriormente dejamos atrás, a la liebre de 3:30:00, su grupo, y Rocío, que tuvo la sensata idea de seguir el ritmo marcado por la liebre y su grupo; nosotros avanzábamos ahora a 4:47, adelantando, pero pese a que me encontraba muy bien no quería caer en la euforia, y me limitaba a aconsejar a mis compañeros y a contarles anécdotas de mi debut en maratón.
Así íbamos, corriendo, disfrutando, adelantando y pasándolo bien, con un ritmo estabilizado en torno a 4:50 min/km.
No sentía nada de sed, pero decidí beber un poco en el primer avituallamiento, evitando los primeros charcos para que no se me mojasen las Fivefingers.
Cuando llegamos al kilómetro 6, a la altura de la Dirección General de Policía, nos cruzamos con el primer corredor, en Handbike, posteriormente con el segundo, y al llegar al inicio del séptimo kilómetro, con la cabeza de carrera.
En poco más de media hora nos sacaban ya dos kilómetros, ¡increíble!
Como increíble me parecía también haber rodado yo mismo el año pasado hasta varios kilómetros más adelante a cerca de 3:40 min/km, cuando este año yendo un minuto por kilómetro más despacio (que no lento), estaba comenzando a notar las piernas fatigadas (aunque el estar dos meses parado debido a la condromalacia y al accidente tienen, sin duda, mucho que ver).
Control de carrera tras el kilómetro 8 al girar en la Avenida Salvador Allende, tiempo oficial de 40:14.
Ahora ya comenzaba a tomar otro cariz el asunto, comenzábamos a volver sobre nuestros pasos, nuestros cuerpos, frescos comparados con como estarían más adelante (sobre todo, el mío), pero ya notando algo la fatiga (al menos, en mi caso).
A la altura en la que el año pasado me crucé, volviendo del control, con la liebre de 3:00:00 este año me crucé con la de 3:30:00; y a ver si podía aguantarles el ritmo mucho más...
Desde luego, la labor de liebre es dura, pero tiene que ser muy gratificante ver las caras de alegría de tus compañeros de ritmo cuando llegan a meta alcanzando la marca deseada, algún año me encantaría probar la experiencia en la media maratón de Málaga, o incluso, la maratón.
Este año era "liebre" camuflada, aguantando estoicamente a 4:47 min/km y bajando, mientras José Antonio, más cauto, y Cuesta, más intrépido, se planteaban correr más rápido o no.
Yo no quería interferir, así que me limitaba a correr entre ellos, mientras saludaba a los compañeros y conocidos al otro lado de la avenida.
En el avituallamiento del kilómetro 10 decidí no beber, pero José Antonio me ofreció un poco del agua que él había cogido, así que di un buche, agradecido.
Iba totalmente concentrado en el ritmo, y cuando miraba el GPS no quería ver otra cosa que no fuesen ritmo y pulsaciones, la distancia y el tiempo per se no importaban.
Ya íbamos a 4:40 min/km y las pulsaciones a cerca de 170, pero no notaba molestia alguna ni en la rodilla izquierda ni en la clavícula, y estaba yendo a ritmos que ni si quiera en los entrenamientos de los últimos 10 días (de alrededor de 10-12 kilómetros) había sido capaz de alcanzar (y mucho menos, de mantener).
En el siguiente avituallamiento si paré a beber, por detrás de la plaza de toros, mientras nuestro paso por delante de "El Rancho" me recordó a la época en la que me pasaba los fines de semana compitiendo con Emma Baxter y los Cochinos Runners.
Salvo el paso por ese avituallamiento no pasó nada especialmente destacable hasta llegar a la Plaza de la Marina, kilómetro 15, momento en el que noté que ya no iba a la par, ni marcando el ritmo a mis compañeros, sino un par de pasos por detrás, con las pulsaciones a 175 y una creciente sensación de fatiga.
Sé que va a sonar algo raro y surrealista, pero esta semana viví en directo una sesión de hipnosis en la facultad de Psicología, invitado por uno de los profesores del Máster que curso (y director del mismo), y hasta ese momento no comprendí el verdadero poder de la psicología en el deporte, por mucho que había leído hasta el momento.
La atleta participante en la sesión, corredora de Ultra Trail, entre otras modalidades deportivas, usó la autohipnosis ella misma en una prueba en la que tenía molestias en la cintilla iliotibial, y pudo acabar un ultra en el que ya iba con molestias en el kilómetro 20 sin problema alguno.
No obstante, ello le acarró varios meses de rehabilitación por forzar la máquina, algo que no tenía pensado hacer yo en absoluto, pero al menos, quería llegar con ellos al punto de media maratón.
Comenzaba a quedarme atrás, pero comencé a elaborar mi propio mantra mental, mientras acallaba las voces que, en mi mente, me decían que debía haberme dejado de ideas raras y debería haberlos esperado en el kilómetro 22.
"Estoy corriendo una maratón, me siento seguro, cómodo, descansado, muy seguro, muy cómodo, muy descansado, estoy disfrutando, no siento fatiga alguna..." y puntualmente me repetía a mí mismo lo que sentía acompañado de pensamientos positivos en todo momento, por ejemplo "... noto como avanzo con cada zancada, sin esfuerzo, mientras el sol me calienta y parece ahuyentar la fatiga de mi cuerpo, que se va quedando atrás mientras me acerco a mis compañeros...".
No sé si tuvo algo que ver con ello o no, pero conseguí mantener el ritmo de mis compañeros sin problema, aunque estando mucho más callado, eso sí.
Entramos en la zona de giro del segmento de bicicleta del I Skoda Triatlón Series de Málaga, y me concentré en los recuerdos positivos de mi debut en triatlón, que no fueron pocos, mientras seguimos avanzando.
De repente, Cuesta me sacó de mi mundo, comentándome que estábamos alcanzando "al de la cresta", y le pidió a Leo, compañero del club que nos seguía de cerca en bicicleta por el otro lado de la calzada, que inmortalizase el momento.
La cresta, impecable en la salida, iba ya un poco de lado, posiblemente debido al fuerte viento que soplaba en rachas de vez en cuanto, pero tanto la cresta como su propietario seguían muy enteros.
Tras la foto volví a mi mundo, recordando las brutales sensaciones vividas en mi debut en maratón y viviendo ahora el recorrido a la inversa muy fresco, mientras me prometía mentalmente que esas sensaciones no volverían a acontecerme.
No obstante, con el paso de los kilómetros, pese a notarme bastante bien físicamente, las pulsaciones subían y el ritmo bajaba, y como demuestra el reportaje que Leo nos hizo, por lo general fui quedándome atrás.
El punto en el que pensé que los perdía fue el avituallamiento previo al kilómetro 20, íbamos a 4:40 min/km, yo ya a 178 pulsaciones, y al ir a beberme un vaso de isotónica en el avituallamiento me atraganté y tuve que bajar el ritmo mientras tosía.
Seguí con mi mantra mental, y no sé cómo, pero antes de llegar al paso por la media maratón me puse a la altura de ambos, completando el paso del kilómetro 20 al 21 por debajo de 4:30 min/km.
En esa zona, en la Avenida Imperio Argentina, andaba Sevi, el Runnático, que me inmortalizó pletórico mientras alcanzaba a mis compañeros.
Me iba acordando de la I Transplant Run del año pasado, que por desgracia, o no se ha repetido, o en caso de que si se haya vuelto a realizar no ha llegado a mi conocimiento, y pasamos un nuevo control de carrera, completando la media maratón con un tiempo real de 1:42:20.
De vuelta en la Avenida Manuel Alvar (hicimos un extraño bucle, pero nada que ver con el del año pasado, que psicológicamente me dejó destrozado), José Antonio nos dijo que nos adelantásemos, que tenía que parar un momento para ir al baño, y dejé que Cuesta se destacase mientras aprovechaba para recuperar el aliento perdido en el kilómetro previo y esperaba a José Antonio.
Pasamos por el punto donde el año pasado caminé por primera vez en una prueba (no sé me olvidará jamás), giramos en la MA-22 y volvimos sobre nuestros pasos por el otro lado de la calzada en dirección al Martín Carpena.
Nada más girar vi a José Antonio, al lado de mí, y pocos metros tras él, a Rocío, a buen ritmo.
Antes de llegar al Martín Carpena José Antonio me alcanzó a mi, y ambos a Cuesta, pero llegar al kilómetro 23, que se había caído debido al viento, decidí que ya no podía mantenerles el ritmo, pero al estar tan lejos del centro, me propuse llegar, al menos (y siempre y cuando las molestias de las lesiones no apareciesen), al 30, y ya en el centro plantearme si retirarme o no.
El kilómetro 23 lo realicé a 4:35, ritmo que no volvería a alcanzar en toda la mañana.
Fugazmente recordé que por esa zona el año pasado tuve que parar para ir al baño, llegando en sentido inverso, y no sé por qué me entraron unas ganas enormes de orinar, pero de repente, vi el cielo abierto: el primer retrete portátil que veía en una maratón.
Creo que raro es el maratón que no lo anuncia, pero hasta la fecha nunca había podido usar uno, o no los he visto, o no había, en el IV Maratón Cabberty Ciudad de Málaga tuve que parar a orinar entre árboles en el césped que separaba la calle de la autovía, en el XXX Maratón Internacional de Sevilla entre arbustos ya en el Parque del Alamillo, y en el XXXVII Rock&Roll Maratón de Madrid me tocó hacer aguas mayores entre árboles en la casa de campo.
Esta iba a ser la primera vez que contase con la intimidad de un retrete portátil a tan solo un paso del recorrido, pero antes de entrar en ese habitáculo de la calle Horacio Quiroga recordé que el año pasado, tras parar, menos de un minuto, a orinar, no fui capaz de mantener el ritmo.
La duda tardó en resolverse lo que tardé en llegar al urinario portátil, abrí la puerta y pensé que si no era capaz de dar un paso detrás de otro al salir, al menos había acompañado a José Antonio la misma distancia que el me acompañó a mi el año pasado, y ello me había permitido recuperar la confianza en mí mismo y demostrarme que puedo volver a correr como en los viejos tiempos...
Leer V Maratón Cabberty Ciudad de Málaga 2014, Domingo 7 de Diciembre - Katarsis.
José Antonio y Cuesta querían bajar de 3 horas y media, por lo que el ritmo óptimo para ello era ligeramente inferior a 5 min/km, pero entre lo que tardamos en arrancar y la dificultad para avanzar en el primer kilómetro hizo que lo completásemos en 5 minutos 20 segundos.
De momento todo genial, bien de sensaciones, bien de ritmo, bien de pulsaciones... me sentía como en los viejos tiempos, adelantando corredores a cada paso mientras me abría hueco entre la multitud.
Los primeros kilómetros, con la salvedad del cambio de emplazamiento de la salida (mucho mejor este año, más amplio), fueron similares a los del año pasado, y tras marcar justos 5 min/km en el segundo kilómetro, por el puerto, nos dirigimos hacia el Paseo Marítimo Pablo Ruiz Picasso.
Mientras avanzábamos contemplando las aguas del puerto de Málaga me encontré con un grupo de viejos amigos, como Francisco Viegas, Dani y varios corredores que conocí el año pasado gracias a la apertura de inscripciones de última hora en el I CxM Sierra Blanca, gracias a la cual pude conseguir dorsal.
Iban muy animados, sé que habían entrenado mucho y que cuajarían una gran actuación, pero el maratón es muy exigente, por lo que aparte de suerte les deseé precaución.
Yo no sabía hasta donde me respetarían las lesiones, pero como mi objetivo era seguir a José Antonio, Cuesta y Rocío (especialmente, al primero), los dejé atrás.
Llegando al tercer kilómetro, que pasamos en 4:53, con la carrera comenzando a estabilizarse, me crucé con María, que corría a paso firme y seguro, y me deseó suerte.
A lo lejos comenzamos a ver la liebre de 3:30:00 y fuimos acelerando paulatinamente para alcanzarlos.
En ese punto llegué a uno de los picos de pulsaciones más altos de toda la prueba, 175, pero como físicamente estaba respondiendo bien y quería acompañar durante el máximo tiempo posible a mis compañeros, seguí el ritmo sin dudarlo.
Antes de llegar al cuarto kilómetro alcanzamos, y posteriormente dejamos atrás, a la liebre de 3:30:00, su grupo, y Rocío, que tuvo la sensata idea de seguir el ritmo marcado por la liebre y su grupo; nosotros avanzábamos ahora a 4:47, adelantando, pero pese a que me encontraba muy bien no quería caer en la euforia, y me limitaba a aconsejar a mis compañeros y a contarles anécdotas de mi debut en maratón.
Así íbamos, corriendo, disfrutando, adelantando y pasándolo bien, con un ritmo estabilizado en torno a 4:50 min/km.
No sentía nada de sed, pero decidí beber un poco en el primer avituallamiento, evitando los primeros charcos para que no se me mojasen las Fivefingers.
Cuando llegamos al kilómetro 6, a la altura de la Dirección General de Policía, nos cruzamos con el primer corredor, en Handbike, posteriormente con el segundo, y al llegar al inicio del séptimo kilómetro, con la cabeza de carrera.
En poco más de media hora nos sacaban ya dos kilómetros, ¡increíble!
Como increíble me parecía también haber rodado yo mismo el año pasado hasta varios kilómetros más adelante a cerca de 3:40 min/km, cuando este año yendo un minuto por kilómetro más despacio (que no lento), estaba comenzando a notar las piernas fatigadas (aunque el estar dos meses parado debido a la condromalacia y al accidente tienen, sin duda, mucho que ver).
Control de carrera tras el kilómetro 8 al girar en la Avenida Salvador Allende, tiempo oficial de 40:14.
Ahora ya comenzaba a tomar otro cariz el asunto, comenzábamos a volver sobre nuestros pasos, nuestros cuerpos, frescos comparados con como estarían más adelante (sobre todo, el mío), pero ya notando algo la fatiga (al menos, en mi caso).
A la altura en la que el año pasado me crucé, volviendo del control, con la liebre de 3:00:00 este año me crucé con la de 3:30:00; y a ver si podía aguantarles el ritmo mucho más...
Desde luego, la labor de liebre es dura, pero tiene que ser muy gratificante ver las caras de alegría de tus compañeros de ritmo cuando llegan a meta alcanzando la marca deseada, algún año me encantaría probar la experiencia en la media maratón de Málaga, o incluso, la maratón.
Este año era "liebre" camuflada, aguantando estoicamente a 4:47 min/km y bajando, mientras José Antonio, más cauto, y Cuesta, más intrépido, se planteaban correr más rápido o no.
Yo no quería interferir, así que me limitaba a correr entre ellos, mientras saludaba a los compañeros y conocidos al otro lado de la avenida.
En el avituallamiento del kilómetro 10 decidí no beber, pero José Antonio me ofreció un poco del agua que él había cogido, así que di un buche, agradecido.
Iba totalmente concentrado en el ritmo, y cuando miraba el GPS no quería ver otra cosa que no fuesen ritmo y pulsaciones, la distancia y el tiempo per se no importaban.
Ya íbamos a 4:40 min/km y las pulsaciones a cerca de 170, pero no notaba molestia alguna ni en la rodilla izquierda ni en la clavícula, y estaba yendo a ritmos que ni si quiera en los entrenamientos de los últimos 10 días (de alrededor de 10-12 kilómetros) había sido capaz de alcanzar (y mucho menos, de mantener).
En el siguiente avituallamiento si paré a beber, por detrás de la plaza de toros, mientras nuestro paso por delante de "El Rancho" me recordó a la época en la que me pasaba los fines de semana compitiendo con Emma Baxter y los Cochinos Runners.
Salvo el paso por ese avituallamiento no pasó nada especialmente destacable hasta llegar a la Plaza de la Marina, kilómetro 15, momento en el que noté que ya no iba a la par, ni marcando el ritmo a mis compañeros, sino un par de pasos por detrás, con las pulsaciones a 175 y una creciente sensación de fatiga.
Sé que va a sonar algo raro y surrealista, pero esta semana viví en directo una sesión de hipnosis en la facultad de Psicología, invitado por uno de los profesores del Máster que curso (y director del mismo), y hasta ese momento no comprendí el verdadero poder de la psicología en el deporte, por mucho que había leído hasta el momento.
La atleta participante en la sesión, corredora de Ultra Trail, entre otras modalidades deportivas, usó la autohipnosis ella misma en una prueba en la que tenía molestias en la cintilla iliotibial, y pudo acabar un ultra en el que ya iba con molestias en el kilómetro 20 sin problema alguno.
No obstante, ello le acarró varios meses de rehabilitación por forzar la máquina, algo que no tenía pensado hacer yo en absoluto, pero al menos, quería llegar con ellos al punto de media maratón.
Comenzaba a quedarme atrás, pero comencé a elaborar mi propio mantra mental, mientras acallaba las voces que, en mi mente, me decían que debía haberme dejado de ideas raras y debería haberlos esperado en el kilómetro 22.
"Estoy corriendo una maratón, me siento seguro, cómodo, descansado, muy seguro, muy cómodo, muy descansado, estoy disfrutando, no siento fatiga alguna..." y puntualmente me repetía a mí mismo lo que sentía acompañado de pensamientos positivos en todo momento, por ejemplo "... noto como avanzo con cada zancada, sin esfuerzo, mientras el sol me calienta y parece ahuyentar la fatiga de mi cuerpo, que se va quedando atrás mientras me acerco a mis compañeros...".
No sé si tuvo algo que ver con ello o no, pero conseguí mantener el ritmo de mis compañeros sin problema, aunque estando mucho más callado, eso sí.
Entramos en la zona de giro del segmento de bicicleta del I Skoda Triatlón Series de Málaga, y me concentré en los recuerdos positivos de mi debut en triatlón, que no fueron pocos, mientras seguimos avanzando.
De repente, Cuesta me sacó de mi mundo, comentándome que estábamos alcanzando "al de la cresta", y le pidió a Leo, compañero del club que nos seguía de cerca en bicicleta por el otro lado de la calzada, que inmortalizase el momento.
La cresta, impecable en la salida, iba ya un poco de lado, posiblemente debido al fuerte viento que soplaba en rachas de vez en cuanto, pero tanto la cresta como su propietario seguían muy enteros.
Tras la foto volví a mi mundo, recordando las brutales sensaciones vividas en mi debut en maratón y viviendo ahora el recorrido a la inversa muy fresco, mientras me prometía mentalmente que esas sensaciones no volverían a acontecerme.
No obstante, con el paso de los kilómetros, pese a notarme bastante bien físicamente, las pulsaciones subían y el ritmo bajaba, y como demuestra el reportaje que Leo nos hizo, por lo general fui quedándome atrás.
El punto en el que pensé que los perdía fue el avituallamiento previo al kilómetro 20, íbamos a 4:40 min/km, yo ya a 178 pulsaciones, y al ir a beberme un vaso de isotónica en el avituallamiento me atraganté y tuve que bajar el ritmo mientras tosía.
Seguí con mi mantra mental, y no sé cómo, pero antes de llegar al paso por la media maratón me puse a la altura de ambos, completando el paso del kilómetro 20 al 21 por debajo de 4:30 min/km.
En esa zona, en la Avenida Imperio Argentina, andaba Sevi, el Runnático, que me inmortalizó pletórico mientras alcanzaba a mis compañeros.
Me iba acordando de la I Transplant Run del año pasado, que por desgracia, o no se ha repetido, o en caso de que si se haya vuelto a realizar no ha llegado a mi conocimiento, y pasamos un nuevo control de carrera, completando la media maratón con un tiempo real de 1:42:20.
De vuelta en la Avenida Manuel Alvar (hicimos un extraño bucle, pero nada que ver con el del año pasado, que psicológicamente me dejó destrozado), José Antonio nos dijo que nos adelantásemos, que tenía que parar un momento para ir al baño, y dejé que Cuesta se destacase mientras aprovechaba para recuperar el aliento perdido en el kilómetro previo y esperaba a José Antonio.
Pasamos por el punto donde el año pasado caminé por primera vez en una prueba (no sé me olvidará jamás), giramos en la MA-22 y volvimos sobre nuestros pasos por el otro lado de la calzada en dirección al Martín Carpena.
Nada más girar vi a José Antonio, al lado de mí, y pocos metros tras él, a Rocío, a buen ritmo.
Antes de llegar al Martín Carpena José Antonio me alcanzó a mi, y ambos a Cuesta, pero llegar al kilómetro 23, que se había caído debido al viento, decidí que ya no podía mantenerles el ritmo, pero al estar tan lejos del centro, me propuse llegar, al menos (y siempre y cuando las molestias de las lesiones no apareciesen), al 30, y ya en el centro plantearme si retirarme o no.
El kilómetro 23 lo realicé a 4:35, ritmo que no volvería a alcanzar en toda la mañana.
Fugazmente recordé que por esa zona el año pasado tuve que parar para ir al baño, llegando en sentido inverso, y no sé por qué me entraron unas ganas enormes de orinar, pero de repente, vi el cielo abierto: el primer retrete portátil que veía en una maratón.
Creo que raro es el maratón que no lo anuncia, pero hasta la fecha nunca había podido usar uno, o no los he visto, o no había, en el IV Maratón Cabberty Ciudad de Málaga tuve que parar a orinar entre árboles en el césped que separaba la calle de la autovía, en el XXX Maratón Internacional de Sevilla entre arbustos ya en el Parque del Alamillo, y en el XXXVII Rock&Roll Maratón de Madrid me tocó hacer aguas mayores entre árboles en la casa de campo.
Esta iba a ser la primera vez que contase con la intimidad de un retrete portátil a tan solo un paso del recorrido, pero antes de entrar en ese habitáculo de la calle Horacio Quiroga recordé que el año pasado, tras parar, menos de un minuto, a orinar, no fui capaz de mantener el ritmo.
La duda tardó en resolverse lo que tardé en llegar al urinario portátil, abrí la puerta y pensé que si no era capaz de dar un paso detrás de otro al salir, al menos había acompañado a José Antonio la misma distancia que el me acompañó a mi el año pasado, y ello me había permitido recuperar la confianza en mí mismo y demostrarme que puedo volver a correr como en los viejos tiempos...
Leer V Maratón Cabberty Ciudad de Málaga 2014, Domingo 7 de Diciembre - Katarsis.
Hasta ahora, voy siguiendo el argumento y me deja impresionado la capacidad que tienes y la grandísima carrera que te marcaste el domingo. Si te das cuenta, prácticamente no has mencionado la condromalacia, no te has quejado de casi nada y la mayor parte de estos kilómetros los hiciste impecables.
ResponderEliminarRespecto al tema de la hipnosis y de "disociar" (creo que lo llaman así), ten cuidado. Es muy útil en momentos en los que andas bajo de motivación o de fuerzas, pero no debes forzar la máquina como esta chica, no vale la pena...
Por último, comentarte que me ha encantado esta segunda parte de la crónica, que espero con ansias la tercer y que, por favor...¿en serio prefieres mear en un urinario portátil? Llámame exhibicionista, pero prefiero echar un pis rapidito entre un par de arbustos y seguir adelante jajajaja, no me da verguenza darle el culo a los corredores y sacarme el pito para hacer pis: ¡es una necesidad! xD.
Un abrazo Juan.
¡Hola de nuevo!
ResponderEliminarPues sí, la verdad es que me sorprendí gratamente a mí mismo, me esperaba una recuperación mucho más lenta y tortuosa, y con el referente de estas semanas que tenía, no me veía en absoluto cuajando la actuación que tuve, de hecho, sabes de primera mano lo mucho que dudé en acudir finalmente a la prueba.
Pues sí, a priori o posteriori y controlado por un especialista lo veo genial, pero dirigido por mi inexperiencia y en carrera... demasiado bien salió la cosa, desde luego es un campo fascinante.
Hombre, en ese momento con el ímpetu de la carrera, al aire libre es difícil concentrarse (en asfalto, en montaña lo que quieras jajaja), prefiero la intimidad el retrete, aunque de 4 maratones en asfalto que llevo, es la primera vez que uso uno jajaja
Me pongo con la tercera parte, ¡un abrazo!