Tras 4 horitas de sueño y tras plantarnos en Málaga Mayte, Angie y yo para recoger a Cristóbal (@Traveloide), nos encaminamos hacia Rute para participar en la tercera edición de su carrera por montaña.
En Fuengirola había estado lloviendo y lo peor estaba por caer, pero en Rute la previsión era soleada, como iba indicando el paisaje, completamente despejado, desde que entramos en la provincia de Córdoba.
En Fuengirola había estado lloviendo y lo peor estaba por caer, pero en Rute la previsión era soleada, como iba indicando el paisaje, completamente despejado, desde que entramos en la provincia de Córdoba.
Durante el trayecto no me había parado a pensar en cómo de cargadas tenía las piernas, pero tras aparcar en el Paseo del Fresno, a los pies de la zona de salida, y ponerme de pie, en lugar de piernas encontré dos bloques de madera.
Entre el último simulacro de cara al Ultra Trail Tabernas Desert del viernes y la II MLK Trail, en la que había competido hacía algo menos de 12 horas, mis piernas se quejaban solo por mantenerme en pie.
"Apingüinado", me dirigí con mis acompañantes a recoger el dorsal, el 155, en las instalaciones de Machaquito, donde un dulzón olor a anís nos amenizó la espera en la cola de recogida de dorsales.
La bolsa del corredor no estuvo nada mal, polito técnico (muy original, tengo camino de 200 camisetas técnicas, sin exagerar), una botellita de anís, dos botecitos unidosis de aceite de oliva virgen extra, ticket para el almuerzo post carrera, información turística sobre Rute y mi dorsal, el 155.
Mientras recogíamos el dorsal nos entró algo de frío, pero en la calle, con el sol ya alzándose sobre Rute, el ambiente era hasta veraniego, y tras desayunar en un bar cercano a la zona de salida (el mejor mollete con aceite y tomate que me he tomado en meses), me quedé en camiseta de aros, calzonas y medias de compresión.
A la vuelta del desayuno (teóricamente, mi almuerzo, ya que a las 6 y media de la mañana estaba desayunando) el speaker del evento congregó a los senderistas para tomar la salida, y poco después, comenzó la prueba.
Nada más salir había que afrontar un tramo de escaleras, y previendo que nuestra salida sería igual, comencé a mentalizar a mis gemelos de que se dispusiesen a cooperar; iba a ser una jornada dura desde el inicio.
Cristóbal me recordó que en el VII CxM Calamorro hubo un muchacho repartiendo panfletos de este mismo CxM, y le sonaba que fuese precisamente el speaker del evento, así que nos acercamos a saludar.
Efectivamente era él, nos saludamos y estuvimos charlando sobre la prueba, el recorrido y las sorpresas que nos aguardarían durante la jornada.
Justo tras "despedirnos" de él (tenía que estar pendiente del evento), me pareció ver de refilón a Lourdes, del Grupo Alpino Benalmádena Irontriath, a la que conocí en La Sportiva Running Day, evento organizado por la tienda de Trail y Running fuengiroleño La Senda.
Charlamos brevemente mientras el sol se alzaba sobre Rute, indicando el paso del tiempo hacia medio día y por ende, la salida.
Nos fuimos preparando y situando bajo el arco de salida, sin prisas ni agobios (el espíritu en las carreras por montaña en general y en las de pueblo en particular es otro, cada uno ocupa la posición que sabe que más o menos llevará en carrera y se distribuye el espacio perfectamente, hasta sobrando).
A las 10:30, puntual, ¡comenzó la prueba!
No salí demasiado delante, pero aun así ya perdí posiciones en los primeros 10 metros de escalones, donde mis fatigadas piernas se resistían a obedecer; aun así, conforme iba avanzando, notaba como poco a poco entraban en "modo carrera", aunque muy muy fatigadas.
Callejeamos un poco afrontando cuestas bastante empinadas y en cuestión de 500 metros estábamos en el campo.
Cuando pisé tierra por primera vez pude ver a la cabeza de carrera, que había girado a lo lejos y ya se internaba en la falda de la montaña; ¡qué ritmo! y me pareció identificar la camiseta roja del CxM Alpandeire de Cristóbal en el grupete de cabeza, ¡buena salida!
El primer kilómetro por tierra, bastante empinado, discurría por un sendero de tierra endurecida y piedras incrustadas, pero era amplio y avanzábamos sin problema alguno (de hecho, incluso comenzaba a adelantar a algunos corredores que presumiblemente habían apretado de más en la salida).
Estaba corriendo con unas zapatillas de asfalto, mis Reebok Tranz Runner RS, ya que me cargué mis Skechers Go Bionic Trail en el II CxM Sierra Blanca y aun no he encontrado repuesto (como había tenido algo de molestias en el aquiles derecho recientemente, no me atrevía a afrontar un CxM de estas características con las Luna Sandals).
Durante los dos primeros kilómetros, por asfalto al principio y después carril ancho y compacto, ni me di cuenta de que las llevaba, pero en cuanto descendimos unos metros por un senderito más estrecho y con tierra suelta, derrapé un par de veces en apenas 10 metros, y para más inri, comprobé como mis doloridos gemelos me impedían reducir la velocidad con tanta precisión como me gustaría; iba a ser una jornada movidita...
Por "suerte" rápidamente volvimos a ascender, por un carril nuevamente ancho, y pese a que doler, dolía igual subir que bajar, al menos no tenía que preocuparme por frenar.
Alcancé a Lourdes en la subida y le comenté como iba de piernas, y me dijo que ella tampoco iba demasiado fina, pero aun así y por lo que había visto en ese primer par de kilómetros, iba en segunda o tercera posición.
La dejé poco a poco atrás y puse mi ritmo de subida, dejando a la izquierda una alambrada y a la derecha un cartel que indicaba que nos encontrábamos en un Parque Natural.
Pese a estar físicamente tocado antes incluso de comenzar la prueba, llegaba muy motivado; me encanta conocer lugares nuevos y más aun correr por ellos, y las prospectiva de explorar una sierra nueva me parecía muy emocionante.
Además, el clima era totalmente veraniego, íbamos a la sombra y soplaba una fresca brisa, pero la sensación era de que en cuanto se alzase más el sol apretaría el calor, y olía a "verano" en la sierra.
Llevábamos ya unos 3 kilómetros de carrera, mi ritmo rondaba 6 minutos el kilómetro y el grupo comenzaba a estirarse, quedándose a mi alrededor un muchacho que llevaba una cámara con un arnés, estilo GoPro, y tres corredores de camiseta roja y negra, aunque no recuerdo el nombre del club.
Subimos una dura pendiente, a la que llegamos andando, y volvimos a trotar al llegar a una zona de olivar, aun en pendiente, pero más asequible.
Fue un tramo que me encantó, por el color, el olor y las vistas, tanto de la sierra a la derecha como de Rute, ya en la distancia, a la izquierda.
El olivar dio paso a un tramo de senderito entre ortiguillas y matorral abrasivo, en el que en un momento quedé arañado de arriba a abajo, incluso sangrando por algún corte algo más profundo en las rodillas, pero solo eran rasguños superficiales y son gajes de las auténticas carreras de montaña.
Perdí un poco de ritmo en ese tramo, ya que nuevamente la tracción de mis zapatillas era nula, aunque de haber ido "fresco" muscularmente hablando, hubiese podido frenar y acelerar con mucha menor dificultad, la culpa es mía por afrontar estos retos, no tengo remedio.
Aun así cuando llegamos a ese tramo de bajada, algo pedregoso (kilómetro 6 aproximadamente) realicé el mejor de los kilómetros desde el inicio de la prueba, en menos de 5 minutos y medio e incluso adelantando a varios corredores, aunque en el tramo previo a afrontar nuevamente la subida sabía que estaba "haciendo tapón", ya que no paraba de derrapar y no llegaba a equilibrarme del todo, y como el sendero no era lo suficientemente ancho (y no sabía como parar) no podía echarme a un lado para dejar paso al resto de corredores.
En el ascenso, además, amplié la zancada lo máximo posible sin perder cadencia, y volví a ganar alguna posición; los corredores que me seguirían dirían "vaya tío raro, bajando nos hace esperar y subiendo nos deja atrás..."
El tramo que nos aguardaba era de sube y baja, pero sobre todo sube, atravesando el corazón de la arboleda hasta llegar a una alambrada que nos separaba del público, cuyos aplausos y gritos de ánimo se oían desde la lejanía, y un repetidor.
Una muchacha del público nos dijo que ya estábamos en el primer avituallamiento, que apretásemos, y un voluntario nos aconsejó tener cuidado en los metros que teníamos por delante, bordeando la cima.
Nos cruzamos con la cabeza de carrera, pero no vi a Cristóbal; buena señal, estaba manteniendo el ritmo...
Siguiendo al corredor de delante nos pusimos detrás de los senderistas que estaban llegando a las antenas (o curiosos que pasaban por ahí), y un voluntario nos indicó que "nuestro camino" estaba un par de metros a la izquierda, así que volvimos a él y subimos las rocas que nos separaban del salto al avituallamiento.
Hasta ese mismo momento no me había dado cuenta, pero estaba realmente sediento, por lo que me tomé un momento para beberme un vaso de agua y otro de isotónica y comerme un par de naranjas.
Agradecí a los voluntarios su labor y volví a la carrera, afrontando el que para mí fue el "peor" tramo de todos (el peor por mi calzado y estado de fatiga), ya que lo pasé realmente mal al no poder bajar casi ni andando.
Era un senderito estrecho, no demasiado técnico pero cubierto de polvo y pequeñas piedras sueltas, por el que me costaba hasta apartarme para no obstaculizar a los corredores que bajaban a buen ritmo por él.
Varios de los muchachos a los que había adelantado en el primer tercio de la prueba me dejaron atrás y pusieron varios metros de por medio hasta que llegamos a un nuevo ascenso y fui capaz de poner un ritmo decente (bajé a 12:30 minutos de media por el sendero posterior al avituallamiento, y subiendo rondé 9 minutos el kilómetro...).
Llegamos a un punto muy elevado con unas vistas preciosas de toda la sierra, y el pantano de Iznájar a lo lejos, nuevamente con público, y tras descender suavemente por una rampa de cemento, volvimos al campo, descendimos brevemente (estaba alcanzando a varios de los corredores de negro y rojo) y volvimos a subir, si no me equivoco, al techo de la prueba (mi GPS marcaba 1165 metros).
Los voluntarios nos advirtieron de la tecnicidad de la bajada, así como unos carteles colgados en uno de los árboles, pero como en su mayoría en el tramo inicial era sobre roca, no me costaba tanto traccionar, girar y saltar, por lo que dejé brevemente atrás a los corredores de rojo, que en cuanto volvimos al sendero me pasaron.
Un fotógrafo, tras echarme una foto desde lejos, me animó, quizás creyendo que estaba yendo "lento" por estar cansado (que también), pero de ir más rápido el leñazo estaba prácticamente segurado...
El sendero dio paso a pista forestal, y ahí, si que sí, me olvidé de fatiga, de las piernas y de todo, amplié la zancada, y noté con gusto como la brisa me enfriaba el sudor de la cara.
Rondé 6 minutos el kilómetro en esos dos kilómetros de bajada, alcanzando viejas "camisetas conocidas" (no conocía a los atletas ni les había visto la cara, pero las camisetas me sonaban), como por ejemplo, el corredor del arnés y la GoPro.
Tras una subida que me pareció enorme pero según el GPS era solo una pequeña chincheta llegamos a un nuevo avituallamiento donde, dado a que sudaba profusamente, me tomé mi tiempo para beber y comer sin presión.
Al despedirme de los voluntarios me indicaron que en el arroyo habría que coger el camino de la derecha, y que ya quedaba solo una pequeña subida y sería todo cuesta abajo.
El muchacho del arnés me dijo que ese tramo era nuevo de este año, pero que ya no quedaba ningún tramo excesivamente técnico, así que, más confiado.
Iba preocupado porque ya había rondado la docena de resbalones en los breves tramos de bajada con terreno suelto y estadísticamente se aproximaba la caída, pero alejé los malos augurios de mi mente y puse un buen ritmo en la subida, en la que me marqué como objetivo, nuevamente, a algunos de los corredores de rojo y negro, que otra vez iban por delante.
Llegamos a una zona que nos sonaba familiar y uno de los corredores de rojo me preguntó si quería pasar, y aunque inicialmente preferí quedarme a rebufo, al final acabé pasando.
Vi muy por debajo nuestra a una corredora bajar a gran velocidad, por el sendero por el que habíamos subido a la sierra, y me pregunté como habrían quedado Lourdes y Cristóbal.
Estaba a punto de alcanzar las 2 horas de carrera (mi previsión para esta prueba era de como mucho dos horas, aunque si llego a saber como llegaba a Rute, la hubiese ampliado), y eché cuentas para ver si podría llegar antes de 2 horas y 10 a meta, pero estaba difícil...
El GPS marcaba algo menos de 15 kilómetros, pero tras las primeras balizas comenzó a marcar los kilómetros después de encontrarme los cartelitos de la organización, así que, como poco, me quedarían un par de kilómetros, y mi ritmo era cercano a 6:30 minutos el kilómetro...
Bueno, habría que intentarlo, o al menos, no subir de 2 horas y cuarto; con cuidado de no derrapar (iba de nuevo en bajada por sendero, por el camino por el que hacía más de una hora había ascendido) apreté un poco el ritmo.
Ya estaba en terreno conocido, tras un breve tramo de bajada identifiqué la zona vallada y vi a los burros detrás, y tras un tramo en el que se perdía entre los árboles, la voz del speaker volvía a ser audible (acababa de entrar a meta el corredor con dorsal número 36 en ese momento, si mal no recuerdo), y salvando con saltos rápidos el desnivel, volví a pisar asfalto, con un salto desde lo alto del camino.
Ya solo quedaba la bajada final, "dejarse caer", aunque con los gemelos "castigándome" desde dentro no pude acabar a sprint, como me gusta.
Bajé por Calle Majadillas ampliando la zancada y llegué al Paseo del Fresno por el extremo opuesto al que habíamos salido esa mañana, y para mi sorpresa, no veía que hubiese ruta alternativa a la escalera.
Le pregunté de lejos a un policía local y me confirmó que había que bajar las escaleras, que ese era el camino, así que allá que fuimos (gemelos, no falladme...).
Comencé bajando los escalones de 1 en 1 mientras el speaker anunciaba mi llegada, primero por dorsal (155), después por apellido (Camacho) y después por seudónimo (El Corredor Errante), pero en el tramo final con la subida de adrenalina del momento acabé bajando por los escalones grandes, saltando al cruzar bajo meta, saludando al speaker y después (se me había hasta olvidado), parando el cronómetro.
Cogí un vaso de agua y rápidamente Cristóbal, preocupado, Mayte y Angie me rodearon y me peguntaron que como estaba y por qué había tardado "tanto".
Se temían que me hubiese perdido (en absoluto, desde mi punto de vista el balizamiento fue bueno, no sobraron balizas pero todas las necesarias estaban en su sitio) o me hubiese caído (no hubiese sido tan raro), pero les tranquilicé diciéndoles que en las bajadas no era capaz de aguantar mi propio cuerpo.
Recuperamos, nos cambiamos de ropa y estuvimos charlando con otros corredores y voluntarios, disfrutando de la veraniega temperatura de Rute.
Me puse el polito de la prueba, orgulloso de haber acabado entero y sin caídas el segundo trail del fin de semana, y debatimos qué hacer con el almuerzo.
Tanto Cristóbal como yo teníamos ticket para la paella, pero no se contemplaba a los acompañantes, así que tras un breve debate decidimos despedirnos y almorzar en un pueblo cercano donde tenemos la tradición de parar cada vez que pasamos por la provincia de Córdoba.
Como fin de crónica compartiré una serie de indicaciones, totalmente subjetivas y sujetas a mi experiencia como corredor, para ayudar a la organización a mejorar una ya excelente prueba de cara a futuras ediciones, pueden o no servirles de guía, pero al menos tienen el comentario.
Entre el último simulacro de cara al Ultra Trail Tabernas Desert del viernes y la II MLK Trail, en la que había competido hacía algo menos de 12 horas, mis piernas se quejaban solo por mantenerme en pie.
"Apingüinado", me dirigí con mis acompañantes a recoger el dorsal, el 155, en las instalaciones de Machaquito, donde un dulzón olor a anís nos amenizó la espera en la cola de recogida de dorsales.
La bolsa del corredor no estuvo nada mal, polito técnico (muy original, tengo camino de 200 camisetas técnicas, sin exagerar), una botellita de anís, dos botecitos unidosis de aceite de oliva virgen extra, ticket para el almuerzo post carrera, información turística sobre Rute y mi dorsal, el 155.
Mientras recogíamos el dorsal nos entró algo de frío, pero en la calle, con el sol ya alzándose sobre Rute, el ambiente era hasta veraniego, y tras desayunar en un bar cercano a la zona de salida (el mejor mollete con aceite y tomate que me he tomado en meses), me quedé en camiseta de aros, calzonas y medias de compresión.
A la vuelta del desayuno (teóricamente, mi almuerzo, ya que a las 6 y media de la mañana estaba desayunando) el speaker del evento congregó a los senderistas para tomar la salida, y poco después, comenzó la prueba.
Nada más salir había que afrontar un tramo de escaleras, y previendo que nuestra salida sería igual, comencé a mentalizar a mis gemelos de que se dispusiesen a cooperar; iba a ser una jornada dura desde el inicio.
Cristóbal me recordó que en el VII CxM Calamorro hubo un muchacho repartiendo panfletos de este mismo CxM, y le sonaba que fuese precisamente el speaker del evento, así que nos acercamos a saludar.
Efectivamente era él, nos saludamos y estuvimos charlando sobre la prueba, el recorrido y las sorpresas que nos aguardarían durante la jornada.
Justo tras "despedirnos" de él (tenía que estar pendiente del evento), me pareció ver de refilón a Lourdes, del Grupo Alpino Benalmádena Irontriath, a la que conocí en La Sportiva Running Day, evento organizado por la tienda de Trail y Running fuengiroleño La Senda.
Charlamos brevemente mientras el sol se alzaba sobre Rute, indicando el paso del tiempo hacia medio día y por ende, la salida.
Nos fuimos preparando y situando bajo el arco de salida, sin prisas ni agobios (el espíritu en las carreras por montaña en general y en las de pueblo en particular es otro, cada uno ocupa la posición que sabe que más o menos llevará en carrera y se distribuye el espacio perfectamente, hasta sobrando).
A las 10:30, puntual, ¡comenzó la prueba!
No salí demasiado delante, pero aun así ya perdí posiciones en los primeros 10 metros de escalones, donde mis fatigadas piernas se resistían a obedecer; aun así, conforme iba avanzando, notaba como poco a poco entraban en "modo carrera", aunque muy muy fatigadas.
Callejeamos un poco afrontando cuestas bastante empinadas y en cuestión de 500 metros estábamos en el campo.
Cuando pisé tierra por primera vez pude ver a la cabeza de carrera, que había girado a lo lejos y ya se internaba en la falda de la montaña; ¡qué ritmo! y me pareció identificar la camiseta roja del CxM Alpandeire de Cristóbal en el grupete de cabeza, ¡buena salida!
El primer kilómetro por tierra, bastante empinado, discurría por un sendero de tierra endurecida y piedras incrustadas, pero era amplio y avanzábamos sin problema alguno (de hecho, incluso comenzaba a adelantar a algunos corredores que presumiblemente habían apretado de más en la salida).
Estaba corriendo con unas zapatillas de asfalto, mis Reebok Tranz Runner RS, ya que me cargué mis Skechers Go Bionic Trail en el II CxM Sierra Blanca y aun no he encontrado repuesto (como había tenido algo de molestias en el aquiles derecho recientemente, no me atrevía a afrontar un CxM de estas características con las Luna Sandals).
Durante los dos primeros kilómetros, por asfalto al principio y después carril ancho y compacto, ni me di cuenta de que las llevaba, pero en cuanto descendimos unos metros por un senderito más estrecho y con tierra suelta, derrapé un par de veces en apenas 10 metros, y para más inri, comprobé como mis doloridos gemelos me impedían reducir la velocidad con tanta precisión como me gustaría; iba a ser una jornada movidita...
Por "suerte" rápidamente volvimos a ascender, por un carril nuevamente ancho, y pese a que doler, dolía igual subir que bajar, al menos no tenía que preocuparme por frenar.
Alcancé a Lourdes en la subida y le comenté como iba de piernas, y me dijo que ella tampoco iba demasiado fina, pero aun así y por lo que había visto en ese primer par de kilómetros, iba en segunda o tercera posición.
La dejé poco a poco atrás y puse mi ritmo de subida, dejando a la izquierda una alambrada y a la derecha un cartel que indicaba que nos encontrábamos en un Parque Natural.
Pese a estar físicamente tocado antes incluso de comenzar la prueba, llegaba muy motivado; me encanta conocer lugares nuevos y más aun correr por ellos, y las prospectiva de explorar una sierra nueva me parecía muy emocionante.
Además, el clima era totalmente veraniego, íbamos a la sombra y soplaba una fresca brisa, pero la sensación era de que en cuanto se alzase más el sol apretaría el calor, y olía a "verano" en la sierra.
Llevábamos ya unos 3 kilómetros de carrera, mi ritmo rondaba 6 minutos el kilómetro y el grupo comenzaba a estirarse, quedándose a mi alrededor un muchacho que llevaba una cámara con un arnés, estilo GoPro, y tres corredores de camiseta roja y negra, aunque no recuerdo el nombre del club.
Subimos una dura pendiente, a la que llegamos andando, y volvimos a trotar al llegar a una zona de olivar, aun en pendiente, pero más asequible.
Fue un tramo que me encantó, por el color, el olor y las vistas, tanto de la sierra a la derecha como de Rute, ya en la distancia, a la izquierda.
El olivar dio paso a un tramo de senderito entre ortiguillas y matorral abrasivo, en el que en un momento quedé arañado de arriba a abajo, incluso sangrando por algún corte algo más profundo en las rodillas, pero solo eran rasguños superficiales y son gajes de las auténticas carreras de montaña.
Perdí un poco de ritmo en ese tramo, ya que nuevamente la tracción de mis zapatillas era nula, aunque de haber ido "fresco" muscularmente hablando, hubiese podido frenar y acelerar con mucha menor dificultad, la culpa es mía por afrontar estos retos, no tengo remedio.
Aun así cuando llegamos a ese tramo de bajada, algo pedregoso (kilómetro 6 aproximadamente) realicé el mejor de los kilómetros desde el inicio de la prueba, en menos de 5 minutos y medio e incluso adelantando a varios corredores, aunque en el tramo previo a afrontar nuevamente la subida sabía que estaba "haciendo tapón", ya que no paraba de derrapar y no llegaba a equilibrarme del todo, y como el sendero no era lo suficientemente ancho (y no sabía como parar) no podía echarme a un lado para dejar paso al resto de corredores.
En el ascenso, además, amplié la zancada lo máximo posible sin perder cadencia, y volví a ganar alguna posición; los corredores que me seguirían dirían "vaya tío raro, bajando nos hace esperar y subiendo nos deja atrás..."
El tramo que nos aguardaba era de sube y baja, pero sobre todo sube, atravesando el corazón de la arboleda hasta llegar a una alambrada que nos separaba del público, cuyos aplausos y gritos de ánimo se oían desde la lejanía, y un repetidor.
Una muchacha del público nos dijo que ya estábamos en el primer avituallamiento, que apretásemos, y un voluntario nos aconsejó tener cuidado en los metros que teníamos por delante, bordeando la cima.
Nos cruzamos con la cabeza de carrera, pero no vi a Cristóbal; buena señal, estaba manteniendo el ritmo...
Siguiendo al corredor de delante nos pusimos detrás de los senderistas que estaban llegando a las antenas (o curiosos que pasaban por ahí), y un voluntario nos indicó que "nuestro camino" estaba un par de metros a la izquierda, así que volvimos a él y subimos las rocas que nos separaban del salto al avituallamiento.
Hasta ese mismo momento no me había dado cuenta, pero estaba realmente sediento, por lo que me tomé un momento para beberme un vaso de agua y otro de isotónica y comerme un par de naranjas.
Agradecí a los voluntarios su labor y volví a la carrera, afrontando el que para mí fue el "peor" tramo de todos (el peor por mi calzado y estado de fatiga), ya que lo pasé realmente mal al no poder bajar casi ni andando.
Era un senderito estrecho, no demasiado técnico pero cubierto de polvo y pequeñas piedras sueltas, por el que me costaba hasta apartarme para no obstaculizar a los corredores que bajaban a buen ritmo por él.
Varios de los muchachos a los que había adelantado en el primer tercio de la prueba me dejaron atrás y pusieron varios metros de por medio hasta que llegamos a un nuevo ascenso y fui capaz de poner un ritmo decente (bajé a 12:30 minutos de media por el sendero posterior al avituallamiento, y subiendo rondé 9 minutos el kilómetro...).
Llegamos a un punto muy elevado con unas vistas preciosas de toda la sierra, y el pantano de Iznájar a lo lejos, nuevamente con público, y tras descender suavemente por una rampa de cemento, volvimos al campo, descendimos brevemente (estaba alcanzando a varios de los corredores de negro y rojo) y volvimos a subir, si no me equivoco, al techo de la prueba (mi GPS marcaba 1165 metros).
Los voluntarios nos advirtieron de la tecnicidad de la bajada, así como unos carteles colgados en uno de los árboles, pero como en su mayoría en el tramo inicial era sobre roca, no me costaba tanto traccionar, girar y saltar, por lo que dejé brevemente atrás a los corredores de rojo, que en cuanto volvimos al sendero me pasaron.
Un fotógrafo, tras echarme una foto desde lejos, me animó, quizás creyendo que estaba yendo "lento" por estar cansado (que también), pero de ir más rápido el leñazo estaba prácticamente segurado...
El sendero dio paso a pista forestal, y ahí, si que sí, me olvidé de fatiga, de las piernas y de todo, amplié la zancada, y noté con gusto como la brisa me enfriaba el sudor de la cara.
Rondé 6 minutos el kilómetro en esos dos kilómetros de bajada, alcanzando viejas "camisetas conocidas" (no conocía a los atletas ni les había visto la cara, pero las camisetas me sonaban), como por ejemplo, el corredor del arnés y la GoPro.
Tras una subida que me pareció enorme pero según el GPS era solo una pequeña chincheta llegamos a un nuevo avituallamiento donde, dado a que sudaba profusamente, me tomé mi tiempo para beber y comer sin presión.
Al despedirme de los voluntarios me indicaron que en el arroyo habría que coger el camino de la derecha, y que ya quedaba solo una pequeña subida y sería todo cuesta abajo.
El muchacho del arnés me dijo que ese tramo era nuevo de este año, pero que ya no quedaba ningún tramo excesivamente técnico, así que, más confiado.
Iba preocupado porque ya había rondado la docena de resbalones en los breves tramos de bajada con terreno suelto y estadísticamente se aproximaba la caída, pero alejé los malos augurios de mi mente y puse un buen ritmo en la subida, en la que me marqué como objetivo, nuevamente, a algunos de los corredores de rojo y negro, que otra vez iban por delante.
Llegamos a una zona que nos sonaba familiar y uno de los corredores de rojo me preguntó si quería pasar, y aunque inicialmente preferí quedarme a rebufo, al final acabé pasando.
Vi muy por debajo nuestra a una corredora bajar a gran velocidad, por el sendero por el que habíamos subido a la sierra, y me pregunté como habrían quedado Lourdes y Cristóbal.
Estaba a punto de alcanzar las 2 horas de carrera (mi previsión para esta prueba era de como mucho dos horas, aunque si llego a saber como llegaba a Rute, la hubiese ampliado), y eché cuentas para ver si podría llegar antes de 2 horas y 10 a meta, pero estaba difícil...
El GPS marcaba algo menos de 15 kilómetros, pero tras las primeras balizas comenzó a marcar los kilómetros después de encontrarme los cartelitos de la organización, así que, como poco, me quedarían un par de kilómetros, y mi ritmo era cercano a 6:30 minutos el kilómetro...
Bueno, habría que intentarlo, o al menos, no subir de 2 horas y cuarto; con cuidado de no derrapar (iba de nuevo en bajada por sendero, por el camino por el que hacía más de una hora había ascendido) apreté un poco el ritmo.
Ya estaba en terreno conocido, tras un breve tramo de bajada identifiqué la zona vallada y vi a los burros detrás, y tras un tramo en el que se perdía entre los árboles, la voz del speaker volvía a ser audible (acababa de entrar a meta el corredor con dorsal número 36 en ese momento, si mal no recuerdo), y salvando con saltos rápidos el desnivel, volví a pisar asfalto, con un salto desde lo alto del camino.
Ya solo quedaba la bajada final, "dejarse caer", aunque con los gemelos "castigándome" desde dentro no pude acabar a sprint, como me gusta.
Bajé por Calle Majadillas ampliando la zancada y llegué al Paseo del Fresno por el extremo opuesto al que habíamos salido esa mañana, y para mi sorpresa, no veía que hubiese ruta alternativa a la escalera.
Le pregunté de lejos a un policía local y me confirmó que había que bajar las escaleras, que ese era el camino, así que allá que fuimos (gemelos, no falladme...).
Comencé bajando los escalones de 1 en 1 mientras el speaker anunciaba mi llegada, primero por dorsal (155), después por apellido (Camacho) y después por seudónimo (El Corredor Errante), pero en el tramo final con la subida de adrenalina del momento acabé bajando por los escalones grandes, saltando al cruzar bajo meta, saludando al speaker y después (se me había hasta olvidado), parando el cronómetro.
Cogí un vaso de agua y rápidamente Cristóbal, preocupado, Mayte y Angie me rodearon y me peguntaron que como estaba y por qué había tardado "tanto".
Se temían que me hubiese perdido (en absoluto, desde mi punto de vista el balizamiento fue bueno, no sobraron balizas pero todas las necesarias estaban en su sitio) o me hubiese caído (no hubiese sido tan raro), pero les tranquilicé diciéndoles que en las bajadas no era capaz de aguantar mi propio cuerpo.
Recuperamos, nos cambiamos de ropa y estuvimos charlando con otros corredores y voluntarios, disfrutando de la veraniega temperatura de Rute.
Me puse el polito de la prueba, orgulloso de haber acabado entero y sin caídas el segundo trail del fin de semana, y debatimos qué hacer con el almuerzo.
Tanto Cristóbal como yo teníamos ticket para la paella, pero no se contemplaba a los acompañantes, así que tras un breve debate decidimos despedirnos y almorzar en un pueblo cercano donde tenemos la tradición de parar cada vez que pasamos por la provincia de Córdoba.
Como fin de crónica compartiré una serie de indicaciones, totalmente subjetivas y sujetas a mi experiencia como corredor, para ayudar a la organización a mejorar una ya excelente prueba de cara a futuras ediciones, pueden o no servirles de guía, pero al menos tienen el comentario.
Lo mejor
-La zona de salida y meta, con amplia zona de aparcamiento, bares cercanos, la zona de recogida de dorsales a un paso y el avituallamiento de llegada a otro, se condensó todo perfectamente.
-La bolsa del corredor, muy original el polito y la botellita de anís, aunque si en vez de un par de unidosis de aceite se hubiese dado una pequeña botellita de vidrio o plástico la presentación hubiese sido mejor.
-La bolsa del corredor, muy original el polito y la botellita de anís, aunque si en vez de un par de unidosis de aceite se hubiese dado una pequeña botellita de vidrio o plástico la presentación hubiese sido mejor.
A mejorar
-Una vez llegamos al pueblo tardamos varios minutos en ubicarnos y encontrar el Paseo del Fresno, no tardamos demasiado tiempo, pero si alguien llega con el tiempo justo un par de carteles con flechas en los dos cruces que pueden generar dudas indicando la salida al evento serían de gran ayuda.
-El almuerzo entiendo y me parece fenomenal que al acompañante se le cobre la paellada, es una fuente de financiación para futuras ediciones y la organización, pero si se plantease como "corredor y un acompañante gratis" y se pone una barrada con bebidas frías, por poner un ejemplo, se fomentaría que las familias que vienen de fuera pasasen el día en el pueblo.
A lo mejor hasta el final sale "mas caro" al corredor, que seguro que pide varias bebidas, pero la impresión es más cercana, y ayuda a que la familia o los amigos, aunque no corran, acuda de acompañantes y aprovechen la carrera para conocer el pueblo, sin abusar tampoco (si fuese gratuito para todos los acompañantes no habría para todo el mundo).
Pese a que el rendimiento en la prueba fue radicalmente opuesto al de la II MLK Trail acabé con las mismas buenas sensaciones, completé la décima semana de preparación para los 101 km de Ronda, sin duda la más dura hasta la fecha, completamente entero (aunque dolorido) y me siento totalmente preparado para mi "examen" en Tabernas.
Tengo que agradecer a Cristóbal, Mayte y Angie su apoyo durante todo el fin de semana, enfrentarme en solitario a este reto habría sido inimaginable; me despido de la sección de crónicas hasta la semana que viene, tengo cosillas pendientes de publicar, pero la próxima prueba será Tabernas.
¡Un saludo a todos!
A lo mejor hasta el final sale "mas caro" al corredor, que seguro que pide varias bebidas, pero la impresión es más cercana, y ayuda a que la familia o los amigos, aunque no corran, acuda de acompañantes y aprovechen la carrera para conocer el pueblo, sin abusar tampoco (si fuese gratuito para todos los acompañantes no habría para todo el mundo).
Pese a que el rendimiento en la prueba fue radicalmente opuesto al de la II MLK Trail acabé con las mismas buenas sensaciones, completé la décima semana de preparación para los 101 km de Ronda, sin duda la más dura hasta la fecha, completamente entero (aunque dolorido) y me siento totalmente preparado para mi "examen" en Tabernas.
Tengo que agradecer a Cristóbal, Mayte y Angie su apoyo durante todo el fin de semana, enfrentarme en solitario a este reto habría sido inimaginable; me despido de la sección de crónicas hasta la semana que viene, tengo cosillas pendientes de publicar, pero la próxima prueba será Tabernas.
¡Un saludo a todos!
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