Como expliqué la semana pasada anterior, colaborando para difundir esta noble causa lo máximo posible, como funciona el evento, pasaré directamente a la crónica.
Cerca de las 9 y media, con una hora de antelación a nuestra salida (la de 10 kilómetros), llegamos mis padres, mi madrina y mi hermana a la explanada del Sunset Beach Club.
He pasado por esa zona entrenando más de un centenar de veces, pero siempre por la carretera, y me sorprendió encontrarme una zona así oculta en un lugar para mí tan cotidiano, y no sería el primer descubrimiento de la mañana.
Tras retirar nuestras bolsas deportivas (con un protector solar, gorra, camiseta, botellín de agua, un ticket para la rifa benéfica posterior y otro para bebida, súper completa a cambio de 10 euros solidarios), las dejamos en el coche y preparé mi mochila.
Sería el "pacer" de la jornada, llevando mi SAD Extend con un par de Soft Flasks, que hoy estrenaba (cuando les de más uso compartiré mis experiencias con ellos), con isotónica y agua cada uno, ropa de cambio, clínex y el móvil, para abastecernos de agua, y a quien lo necesitase.
En cuanto a calzado, llevaría mis Fivefingers (pese a que la unión del tejido con la membrana está rasgada en un pulgar y ya no las uso apenas para correr, ando mucho con ellas), y en cuanto a vestuario, la equipación del Club Atletismo Fuengirola, aunque cuando llegásemos a "meta" me integraría con la multitud llevando la camiseta del evento.
Aunque todos hemos sido deportistas en uno u otro momento, nunca habíamos coincidido los 4 en un evento |
Tras la foto de familia (nunca mejor dicho), me dispuse a investigar la zona, sobre todo, la zona del rompeolas, que por desgracia estaba llena de rocas, ya que de lo contrario, la calita sería preciosa; seguramente con un espigón que proteja contra el temporal de levante sería suficiente para formar un banco de arena, pero si no lo hay ya, por algo será.
Me encantan el mar y el romper de las olas |
Charlando y paseando se nos pasaron los minutos, hasta que, algo menos de 10 minutos previos a la salida prevista, avisaron del inicio del calentamiento de la prueba, dirigido por una fisioterapeuta, y nos integramos en la multitud.
Cuando acabó nos pusimos a seguir a la multitud, activé el GPS e identificamos al voluntario que marcaría el ritmo de la marcha, al lado del cual nos situamos yo y mi padre.
Llevaba un listón de madera con un banderín de Cudeca, al que le ofrecimos ayudar a llevarlo (aceptó encantado), y nos pidió que encabezásemos la marcha mientras organizaba a otro voluntarios para que se situasen en punto que podían ser dudosos para los marchadores; sería un placer.
Subimos de la explanada a la Carretera de Cádiz, y al llegar a la misma, nos dirigimos hacia la izquierda, siguiendo la señalización preparada a tal efecto.
Comenzamos a buen ritmo, ya que los marchadores que venían por detrás amenazaban con desbordarnos, pero cuando nos alcanzó el voluntario nos pidió que disminuyésemos el ritmo, ya que de lo contrario el grupo se estiraría mucho.
Eso hicimos, aunque algunos grupos se adelantaron, así como varios marchadores que decidieron realizar el circuito corriendo, pero nosotros mantendríamos el grupo unido (que por tamaño y heterogeneidad sería complicado).
Lo primero que hicimos fue bajar al casino de Torrequebrada, donde, a la sombra (el sol parecía derramarse sobre nosotros), y esperar a la sombra hasta que el grupo se consolidase, ya que de los los marchadores que tomamos esa salida (un par de centenares, como poco), la cola estaba aún abandonando la explanada del Sunset.
Ya reagrupados retomamos la marcha, señalando el camino con mi bandera, buscando la sombra y las zonas de acera más anchas, mientras ascendíamos y descendíamos camino al Hotel Playabonita, punto de retorno tras completar la primera mitad del circuito, a un ritmo de alrededor de 11 minutos el kilómetro, bastante uniforme (breves paradas incluidas).
Casualidades de la vida, el voluntario, empleado de la central del 061 de la provincia, se apellidaba Camacho, como nosotros, y comenzamos a hablar de todo un poco mientras marcábamos el ritmo del grupo intentando que nadie se quedase atrás, pero manteniendo tras la bandera al máximo número de personas, por motivos de seguridad y también, visibilidad.
En las pendientes descendientes había varios marchadores que nos sobrepasaban, pero como estábamos para indicar y no marcar, no importaba demasiado; de hecho, algunos se quedaban atrás en las subidas, y cuando llegábamos a alguna zona complicada acelerábamos ligeramente el paso para dejar a alguien marcando el paso.
Así llegamos a la rotonda del Hotel Playabonita, tras aproximadamente media hora desde el inicio del evento.
Descendimos por una empinada cuesta, cuya existencia ignoraba (y si he pasado veces enfrente del Sunset entrenando, la cuenta de las veces que he pasado por el Playabonita puede triplicarlas), y, rodeando un espigón en el que había varios pescadores esperando una captura, avanzamos por el Paseo Marítimo del hotel.
Otro de los rincones descubiertos en la jornada |
Ascendimos por unas escaleras, volviendo a la Carretera de Cádiz, ahora dirección Sunset, y nos fuimos cruzando a lo largo de varias decenas de metros con la cola de la prueba; estábamos más desperdigados de lo que personalmente creía, pero aun así el flujo de marchadores era constante, no había personas aisladas.
A lo lejos me fijé en que una corredora llevaba una camiseta de los 101 kilómetros de Ronda, de esta edición, y comenzamos a charlar sobre esa y otras pruebas.
Anteriormente había conocido a un enfermero del Triatlón Fuengirola (que ya me conocía por el blog), con el que habíamos charlado brevemente, llegando al Playabonita, pero no pudimos detenernos mucho, así que tras la conversación con Vicente Camacho sobre deporte, que retomamos varias veces durante toda la jornada, esta fue la segunda gran charla.
Además, llevaba una mochila de la Maratón de Madrid, por lo que, por lo pronto, habíamos coincidido, sin saberlo, en dos pruebas en el último mes.
Llevábamos ritmos diferentes (no podíamos estirar demasiado el grupo), así que tras un rato retomamos la conversación con Vicente, con quien mi padre y yo íbamos marcando el ritmo según nos comunicaba.
La temperatura era considerable, aunque ocasionalmente soplaba una refrescante brisa, y de mis dos Soft Flask a esas alturas el de 500 ml de isotónica estaba a 1/3 de su capacidad y el de agua casi a la mitad; para los niños, personas mayores y mascotas que participaban esto podía suponer un problema, ya que de los 10 kilómetros previstos tan solo habíamos sobrepasado el ecuador en 500 metros.
No obstante, desde el Casino Internacional de Torrequebrada tuvieron un gran detalle, poniendo a nuestra disposición vasitos con zumo y agua embotellada, que disfrutamos en una parada bajo el mismo, de camino al Sunset.
Mejor hidratados retomamos la marcha, descendiendo por el camino que había comenzado todo, hacía ya más de una hora.
Desde "las alturas" vimos como la marcha de 5 kilómetros, con la que ahora nos uníamos, ya comenzaba, por lo que tras consensuar con Vicente y mi padre un sprint para rodear al grupo, así la bandera con fuerza para, segundos más tarde, dirigir al grupo, ahora en dirección Puerto Marina.
Hicimos bien, ya que varios marchadores abandonaban el recinto del Sunset por la carretera, y los que iban detrás les seguían, quizá ignorando que ni el tráfico estaba controlado ni teníamos ninguna prioridad sobre vehículos a motor.
Ya por la acera continuamos dirigiendo la marcha, a la que los viandantes miraban con curiosidad, e incluso echaban fotos; de hecho, incluso entre los viandantes se encontraban personas con la camiseta del evento, paseando, sentados en los bancos e incluso en las terrazas; la marea azul se propagaba.
Hicimos una breve parada en la explanada del Castillo de Bil Bil, donde varios marchadores aprovecharon las fuentes para refrescarse la cabeza y la cara, y afrontamos el tramo más entretenido de todo el circuito, por el Paseo Marítimo de Puerto Marina, bajo la atenta mirada de comerciantes y turistas.
Hasta las mascotas se paraban a observar el "desfile" de camisetas azules |
Por aquel momento tanto mi padre como yo intuíamos que el circuito tenía más de 10 kilómetros, lo que para nosotros no era un problema, pero quizá para las familias con niños, carritos o personas mayores, al no saberlo, sí; de todas formas conforme comprobábamos como iba el grupo cada vez se iban disgregando más para pedir un refresco, helado o sentarse a descansar las piernas, y todo el mundo estaba acompañado, peligro no había, pese al calor.
Vicente me preguntó nuevamente si necesitaba ayuda con la bandera, pero la verdad es que casi ni me pesaba, y tras haber participado en Ronda (la más reciente) con 2 kilos de peso encima, ahora que no llevaba ni 1 a la espalda e iba andando en lugar de corriendo, me parecía "flotar".
Con la ayuda de Policía Local en el cruce de Malapesquera entramos en la última parte del circuito, en la zona del Sea Life y la Playa de la Coleta.
No visitaba esa zona desde que era alumno de primaria, y me sorprendió gratamente, no recordaba la belleza del lugar.
Girando para volver sobre nuestros pasos hacia el final de la marcha (en el Sunset), tras 10 kilómetros y medio, nos encontramos de frente con un nutrido grupo de marchadores que no había encontrado las señales del evento y se habían disgregado, con los que nos unimos.
Nos fuimos cruzando con un goteo incesante de marchadores (y a ratos, "corriente"), hasta casi el mismo final del Paseo Marítimo de Puerto Marina, yendo varios marchadores incluso por detrás del abanderado de cola, sin prisa pero sin pausa.
Desde luego se nos iba a ver; llegando al Castillo de Bil Bil y estando el GPS a punto de marcar el paso por el kilómetro 11, apostamos para ver cuantos kilómetros quedaban hasta el Sunset.
Así a ojo, me aventuré por 1 kilómetro 200 metros, mi padre por 1 kilómetro 500 metros, y Vicente, para estar en medio, 1 kilómetro 300 metros.
Justo en la bajada hacia la explanada del Sunset clavé la marca prevista, pero aun quedaban varios metros para llegar a la "meta"; de hecho, al final fueron 12.600 metros, ganando aun así mi padre, que mantiene su capacidad de orientación intacta.
Allí Vicente nos presentó a Ángel Ramón, uno de los organizadores, al que le comentamos que la distancia era superior a la estimada (para mejorarla otros años, aunque personalmente me pareció un gran circuito).
Tenía unos rasgos que me resultaban familiares, así como el acento... le pregunté si era holandés, y casi... ¡la familia sí! y para más inri, de Nijmegen, donde estuve viviendo 6 meses en mi época Erasmus... ¡la vida es un pañuelo!
Él y Vicente nos agradecieron nuestra ayuda en la jornada, lo que fue un placer, tras lo que nos dirigimos a por un refresco, y posteriormente, a por el certificado de participación.
Bonito detalle, uno más |
Posteriormente estuvimos paseando por la explanada, fuimos al coche a por las camisetas para cambiarnos, y dejar la mochila, nos encontramos con mi madrina y nos despedimos de ella, ya que teníamos comida familiar en casa de mi abuela y posteriormente le organizaba un cumpleaños sorpresa a mi prometida.
Le dejamos nuestros tickets para la rifa solidaria, buscamos a Vicente, del que nos despedimos, y pusimos rumbo a casa, no os creeréis, pero hasta cansado, diría que más que tras un par de horas corriendo a entre 142 y 153 pulsaciones.
De hecho, gracias a que mi madrina se quedó con los tickets, resulté ganador de una entrada doble para el Museo Thyssen y un libro sobre el mismo, que regalaré a ella y mi hermana para que disfruten (sé que le sacarán más partido que yo).
Con esto concluye mi crónica del evento, en la que, como de costumbre, dejaré algunas sugerencias a modo de mejora.
Lo mejor
-La causa, la labor de Cudeca, gratuita, no tiene precio, para mí como atleta y persona ha sido un honor invertir el dinero que he podido y algunas horas de mi tiempo en echar una mano.
-El recorrido, algo más "soso" en la primera mitad, pero como vas conociendo a la gente y físicamente descansado, los metros pasan sin darte cuenta, mientras que en la segunda mitad es mucho más bonito y hay más fuentes de agua y lugares donde descansar; está bien ideado en cuanto a los sentidos.
-La "bolsa del marchador", mucho mejor que en algunas medias maratones, con la diferencia de que el precio de inscripción no va para los bolsillos de un organizador, sino para una causa solidaria.
A mejorar
-La primera parte del recorrido, que de ir por la costa (en el primer tramo este año no era posible debido a la realización de obras) y la zona de tarimas de madera hubiese sido bastante más bonita.
-Sincronización de las salidas de 5 kilómetros y 10, difícil de hacer sin estirar mucho el grupo, pero quizá con voluntarios intermedios haciendo de "liebres" sería posible, sin requerir demasiados quebraderos de cabeza.
-Establecer la posibilidad de, además de marchar, correr alguna de las distancias, ya que igualmente un número considerable de marchadores realizaron íntegramente el circuito largo corriendo; para no "solaparse", podría repetirse la jornada en otra fecha, quizás octubre, para aprovechar la buena temperatura, e idear un circuito urbano con tráfico controlado para recaudar fondos, en este caso, corriendo una distancia asequible a todos (por ejemplo, 5 kilómetros).
-Establecer la posibilidad de, además de marchar, correr alguna de las distancias, ya que igualmente un número considerable de marchadores realizaron íntegramente el circuito largo corriendo; para no "solaparse", podría repetirse la jornada en otra fecha, quizás octubre, para aprovechar la buena temperatura, e idear un circuito urbano con tráfico controlado para recaudar fondos, en este caso, corriendo una distancia asequible a todos (por ejemplo, 5 kilómetros).
Os dejo el trazado del evento según mi Garmin Forerunner 310 XT.
¡Un abrazo, y hasta el año que viene!
¡Un abrazo, y hasta el año que viene!
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