A veces las mejores experiencias son improvisadas, y este es un ejemplo de ello... A principios de semana Pablo Gálvez me comentó que estaba preparando un reconocimiento al track del UTGVVG, que este año sale desde Gaucín, y tras pelearnos un poco con el track y preparar las cosas para ir con lo justo, el jueves a las 7 de la mañana estaba en el coche camino del Valle del Genal.
Llegué justito a la Estación de Gaucín (El Colmenar) a las 10:05 am; a los 5 minutos, llegó Pablo.
Llegué justito a la Estación de Gaucín (El Colmenar) a las 10:05 am; a los 5 minutos, llegó Pablo.
Ambos estábamos en ayunas, así que tras desayunar, el un mollete con tomate y aceite y un café, y yo un plátano y una botella de Powerade; minutos después, estábamos en marcha.
La idea era cubrir los 15 pueblos y 135 kilómetros del valle en dos etapas, haciendo noche en Parauta, Cartajima o Júzcar, según llevásemos el cuerpo y el ritmo, que sería tranquilo.
Me extrañaba por ello salir de El Colmenar, y tras dar una vuelta en las afueras del mismo y acordarlo con Pablo, decidimos salir del mismo Gaucín, ya que había un buen trecho.
Así, cerca de las 11 y media, nos pusimos en marcha, bajando por Calle Alta y dejando a mano izquierda el Castillo del Águila; la salida este año será realmente rápida.
Mientras nos peleábamos con nuestros respectivos gps (finalmente acordamos que Pablo usaría la navegación en su Suunto y yo la grabación de track en mi Garmin) dejamos atrás el pueblo y nos fuimos abriendo paso por una empinada y pedregosa bajada, por la que Pablo, caminando, me dejaba a mí atrás corriendo.
Las Bare Access 4 iban muy bien, pero entre la fatiga que aun acumulo en los cuadriceps en bajada tras la tirada de 100 km de la semana pasada y mi escasa técnica en bajadas escarpadas decidí tomármelo con calma, ya que teníamos dos largas jornadas por delante.
Descendimos buscando en la distancia el cortafuegos del Molino del Capitán, que encaramos tras despistarnos algunos metros por bajar charlando y sin echarle cuentas al track.
La parte positiva era que este cortafuegos, la subida más dura de todas según me comentaba Pablo, lo dejaríamos atrás estando frescos; la negativa, que el sol caía a plomo sobre nosotros, que sudábamos a chorros por cada poro de nuestra piel.
Tras una eternidad de paradas para beber agua y recomponernos conseguimos coronarlo, vislumbrando Benarrabá a nuestra izquierda (sería la última parada previa a Gaucín, en la segunda etapa), y Genalguacil, nuestro actual destino, en la distancia.
Después de haber pasado casi 50 minutos ascendiendo por el cortafuegos, en la bajada, por pista ancha, nos pusimos varios kilómetros a 5 y por debajo (hasta a 4:15 en algunos segmentos), disfrutando del trayecto y de la conversación... ¡hasta que nos dimos cuenta de que habíamos dejado atrás el track!
Empezamos a sospechar cuando cogimos una bifurcación hacia la izquierda que nos llevaba sobre nuestros pasos en un sendero más bajo, pero trochando campo a través volvimos al camino que hacía pocos minutos acabábamos de descender.
Aun nos lo tomábamos a guasa, pero sabíamos que teníamos que espabilar con la navegación, porque si no en unas horas las íbamos a pasar canutas.
Pese al traspiés llegamos a buen paso al fondo del valle, enganchando con el GR-249 en sentido inverso, buscando Genalguacil, retomando las huellas que dejamos el pasado noviembre en la etapa 9 del Reto 360º Solidarios.
No obstante el ascenso esta vez no tuvo nada que ver, completamente cubierto de vegetación, con ortiguillas, zarzas... un sotobosque nada agradable para pasar a piernas descubiertas, que junto con el calor y la humedad de la jornada hicieron del ascenso un tramo bastante duro.
Ya antes de vislumbrar el pueblo decidimos parar a almorzar en él, así que nada más pisar la carretera nos dirigimos a la primera taberna.
Mi almuerzo fue frugal, algo carete para mi gusto pero muy rico (mollete con pan y tomate y coca-cola 4,5€), y tras rellenar los bidones pusimos rumbo a Jubrique, el siguiente pueblo en nuestra ruta.
Llevábamos ya 4 horas encima, pero los ánimos frescos pese a soportar un infernal ascenso al PR-A241, que supuestamente en 2 horas nos dejaría en Jubrique.
Claro está que la indicación era para ir andando, así que, tras 45 minutos y varios litros de sudor que intentábamos reponer vaciando un bidón tras otro (no había fuente de la que no rellenásemos), y cruzar varios arroyuelos donde parábamos a refrescarnos, alcanzamos el pueblo.
Tras rellenar los bidones en la fuente del pueblo continuamos del tirón, rumbo a Pujerra, que nos aguardaba en la distancia, aun oculta a la vista.
Por suerte comenzó a correr algo de aire, aunque ya, con 5 horas y casi 30 kilómetros a cuestas, comenzaban a salir algunas grietas... por mi parte, cuadriceps doloridos en bajada, por parte de Pablo, ampolla sobre ampolla y una rozadura en una zona bastante íntima, que de momento, tenía bajo control.
El valle estaba precioso con los castaños de un verde "radiactivo", un sotobosque muy frondoso y bichos por doquier... hasta que llegamos al cortafuegos previo al Jardón, cuya loma había estado recientemente trabajada por desbrozadoras y estaba totalmente pelada.
Las vista en el Jardón eran impresionantes... Faraján, Júzcar y Cartajima frente a nosotros, y a lo lejos, de frente siguiendo el camino, otro pueblo que no acertábamos a nombrar; igualmente impresionante era la gruesa capa de nubarrones y niebla que se cernía sobre el valle, barriendo el camino que teníamos por delante.
El camino hacia Pujerra estuvo bastante movidito, comenzando por una trocha grande que Pablo había dibujado sobre el track y que, a priori, se veía factible...
Aprovechando una curva del terreno tiramos campo a través siguiendo la valla de una finca (que ríete tu del Área 51... ¡qué de pinchos), pisando sobre una gruesa capa de hojas que indicaba que nadie había pasado por allí en una buena temporada.
A media bajada ¡zas! en una de las zancadas (en las que se me hundían los pies a medio tobillo), había pisado sobre y alrededor de castañas, que penetraron con facilidad el fino upper de las Merrell y me dejaron varias espinas clavadas en el empeine.
Me entretuve en quitarme la mayoría, pero como la pendiente era considerable y me estaba enfriando decidí continuar pese a notar una aun en el pie, y en un momento llegamos al final de la trocha... un cortado que no sabíamos como salvar.
Aprovechando unas rendijas nos colamos en la finca, desde donde nos invadió un hedor a bicho muerto horrendo, y tras rodear todo lo que pudimos el cortado, decidimos destrepar la valla que contenía los desprendimientos de la ladera.
Primero bajó Pablo, y a media bajada me puse yo también manos a la obra, pero como la valla se doblaba mucho le esperé para continuar; aun así algunas piedras cayeron por la zona interior de la valla, provocando un meneo considerable.
No aprendimos este primer contratiempo (al final hubiese sido mejor el camino, aunque lo pasamos de miedo), y trazamos otra trocha, que psicológicamente, fue nuestra perdición...
Todos los caminos eran iguales y cada pocos giros parecía que volvíamos sobre nuestros pasos... ¡y cuando enganchamos con el track no sabíamos si íbamos al derecho o al revés!
El track nos colocaba a Parauta a apenas 10 kilómetros en línea recta, pero conforme más avanzábamos más nos alejábamos... todo esto con una gruesa niebla invadiendo todo nuestro campo visual.
La rozadura de Pablo estaba en su punto álgido, y como él mismo dice, "a problemas extremos... soluciones extremos...", y tras envolver la zona con el buff pudimos recuperar el ritmillo, caminando en subida y trotando en bajada, hasta que cogimos carretera y apretamos un poco el paso.
El camino comenzaba a sonar, y de repente identifiqué la zona del primer avituallamiento de la Carrera Pedestre de Pujerra... ¡con razón nos alejábamos de Parauta!
Tras rellenar los bidones y recuperar el aliento nos pusimos en marcha siguiendo el carril de bajada final de la carrera pedestre del pueblo, camino al nacimiento del Genal, en Igualeja.
Tan solo nos despistamos en un pequeño tramo, y siendo este tramo bastante corrible (desde Jubrique, salvando los cortafuegos, había mucha pista y tramo donde podíamos rodar con comodidad), por lo que en menos de 2 horas nos plantamos en Igualeja.
Chispeaba a ratos y la temperatura había bajado bastante, pero salvo en los tramos en los que bajábamos al valle seguíamos bastante acalorados.
Desde que pisamos el pueblo me puse ojo avizor para encontrar una papelera, ya que llevaba un bolsillo de la mochila cargado con los envoltorios de las barritas y el gel (un Biofrutal de limón al que me había convidado Pablo) que había ido consumiendo durante el trayecto (qué menos) y lo tenía ya completamente pringado.
Cuando por fin pude vaciar el bolsillo divisamos una tienda de comestibles, donde decidimos comprar más "barritas energéticas".
Yo opté por las de bizcochito con crema y cobertura de chocolate, y Pablo por las de bizcocho con chocolate, y por 2 euros contábamos con 8 "barritas energéticas".
Mientras rellenábamos a partes iguales estómago y bolsillo de desperdicios (de nuevo), seguimos hacia Parauta (ahora sí), ya con la noche pisándonos los talones y un amenazador nubarrón de varios kilómetros arremolinándose en el interior del valle.
Seguimos el PR-A226, bastante suave en este tramo, y llegamos frontal en mano a Parauta, donde pensábamos echar la noche, ya que llevábamos 10 horas y 60 kilómetros encima y entre las intermitentes lluvias y la niebla el panorama pintaba poco apetecible.
Buscamos algún bar abierto, y tras varias vueltas dimos con uno, El Anafe, donde pedimos referencias para pasar la noche.
Nos recomendaron "Las Casas de Parauta", que tras una nueva vuelta al pueblo encontramos, en la entrada opuesta.
Llamamos y nos atendió Ana, que cuando le comentamos que pasaríamos solo una noche perdió el interés en nosotros, excusándose en que estaba todo completo (no sabía que teníamos las casas enfrente y estaban todas en silencio y con las luces apagadas... alguna habría ocupada, pero sin duda no todas...).
Le contamos que veníamos corriendo desde Gaucín y que se nos había hecho de noche antes de lo previsto, con lo que pareció apiadarse de nosotros, pero cuando le dijimos (pensábamos que para bien) que pensábamos salir temprano, se quedó en silencio y tras unos segundos, sin mediar palabra, nos colgó.
Nos dejó a dos velas; estábamos cansados, hambrientos, y progresivamente mojados, así que tocaba atender a las prioridades.
Volvimos a El Anafe, donde cenamos viendo la que se nos venía encima en la previsión del tiempo, y en vista de que no había nada que hacer en Parauta, nos lanzamos a por Cartajima.
Parecía estar al lado (las luces se veían a tiro de piedra), pero resultó que, como de costumbre, había que bajar al valle y seguir los serpenteantes senderos del Genal.
Una manada de jabatetes nos hicieron dar un respingo en uno de los tramos de bajada, no por ellos, sino por la madre, y abriendo paso a través de la oscuridad con nuestros frontales, nos internamos en las entrañas del valle una vez más, para reaparecer casi una hora después para afrontar el que prometía ser el último ascenso de la jornada.
Llegamos a Cartajima poco antes de cuadrar las 12 horas de trayecto, y nos estuvimos pateando todo en busca de alojamiento... hubo uno que tenía luz encendida dentro y todo, y al llamar al timbre se oían voces... pero pasaban de nosotros totalmente.
Incluso llamamos varias veces por teléfono, y al par de tonos, nos colgaban... ¡increíble! ni que pretendiésemos pasar la noche de gorra, que éramos dos viajeros cansados y dispuestos a pagar aunque fuese por un techo, ya no pedíamos ni cama...
Desesperados ya, sobre todo Pablo, ante la perspectiva de volver a trasnochar después de marcarse el Maroma-Mulhacén en 52 horas non-stop la semana pasada, decidimos continuar.
Saliendo del pueblo Pablo reconoció el nombre de un hostal que habíamos estado bicheando antes de venir, y por probar, aunque con poca fe, llamamos a la puerta.
Parecían escucharse voces, que se silenciaron al pegar, por lo que nos temíamos otro descarado rechazo en nuestras narices, pero tras unos eternos segundos, un hombre de acento extranjero nos abrió la puerta.
Le explicamos que veníamos buscando alojamiento desde hacía varias horas y nos habían dado largas en todos lados, y viniendo cansados desde Gaucín, con lo que hubiese nos conformábamos... ¡y nos ofrecieron ducha, cama y wifi por 12,5 € por cabeza!
¡Por fin habíamos encontrado refugio (se llamaba El Refugio, para más inri)!
Era un hostal pequeñito pero sumamente acogedor, donde de inmediato nos presentaron al resto de huéspedes y nos hicieron sentir como uno más.
Tras pegarnos un duchazo y preparar la logística para la segunda etapa esperé a que volviese Pablo de la ducha para confirmar el toque de corneta, así que estuve charlando con una muchacha americana que por casualidades de la vida trabaja en un hostal en Sevilla y pasaba la semana en el Valle del Genal.
Recordé que tenía un montón de envoltorios pendientes, así que ya con la ropa de la segunda etapa enfundada bajé a la sala común, la deposité en el cubo del reciclaje y me despedí de Potts, el dueño, y el resto de huéspedes.
Tras poner a cargar nuestros artilugios y colocar los frontales a mano, para no molestar a nuestros compañeros de habitación (la chica americana y un chico checo) establecimos las 7 como hora de inicio de etapa, y nos tumbamos a esperar a Morfeo.
Personalmente dormí muy muy poco; la cama era muy cómoda, pero suelo dormir con una almohada más dura, por lo que, entre que era poco consistente y que tenía la espalda algo cargada de la mochila, no hacía más que dar vueltas...
¡Y las piernas no ayudaban! tan pronto me daba un tirón en la cadera como en el tibial o en un cuadriceps, estaba hecho un puzzle...
Aun así, la alarma me sorprendió soñando que estaba en Marruecos, en la segunda etapa de la Euráfrica Trail...
Me desperté de golpe, con una molestísima hinchazón en un pie, y descubrí la espina que me había clavado en la famosa trocha del destrepe... ¡ni me había acordado luego de ella!
Desayuné la última "barrita energética" que me quedaba (un Phoskitos) mientras preparaba la mochila, y tras ir al baño y despedirme de Potts, que nos deseaba lo mejor en nuestra segunda etapa, salimos afuera, donde el vaho se condensaba bajo nuestras respiración.
Estaba todo empapado y la luz del amanecer se intuía levemente bajo las gruesas nubes que cubrían todo el mundo alrededor de Cartajima; con un poco de suerte llegaríamos secos a Júzcar, pensábamos, pero fue echar a trotar y romper a llover, por suerte, en breves intervalos.
La jornada comenzaba con una ancha y larga bajada que me fue recordando cada zancada de la jornada anterior y que fui bajando como un Playmovil... por suerte en el ascenso al llegar a la nave, tras cruzar la carretera, comprobé que las piernas en subida seguían bien.
Decidimos saltarnos los riscos a la torera y bajar directamente hacia Júzcar, por un serpenteante senderillo que se perdía entre la hierba, que mojaba más que la llovizna que nos acompañaba.
Con pies y manos empapados (hubo varios destrepes donde nos tuvimos que ayudar con cuerdas) llegamos a la carretera de Júzcar, donde entramos buscando un lugar donde desayunar, ya que rondaban las 9 de la mañana.
Dimos dos vueltas al pueblo, sin éxito; el pueblo pitufo era un pueblo fantasma... así que tiramos de barritas energéticas y comenzamos a bajar, de nuevo, hacia el valle.
El tramo de Júzcar a Faraján fue eterno, abriéndonos paso por senderos que nadie había pisado en semanas (como poco), perdiéndonos en los recovecos del terreno en varias ocasiones, vadeando varias corrientes de agua, una de ellas dando el mayor salto de mi vida...
Aun así llegó un momento en el que ya tenía el cuerpo tan empapado que me daba igual seguir mojándome o no... total, en el fondo del valle no corría viento, así por lo menos me refrescaba...
En uno de los tramos en los que nos perdimos descubrimos que el camino pasaba por una finca privada, que nos daba la bienvenida con un inmenso cartel de "Cuidado con el Perro".
Con gran cautela y tras rellenar los bidones en un cañillo de agua que caía antes de bajar a la finca en sí, descubrimos una hez reciente, por lo que decidimos armarnos con una piedra por si acaso... ¡tendríamos que cruzar por mitad de la finca!
Por suerte vimos a un hombre trabajando entre vides, por lo que nos desarmamos y nos acercamos andando tranquilamente y saludando desde lejos.
El hombre se extrañó de que estuviésemos allí y nos anunció que estábamos en propiedad privada, pero de muy buena manera, y tras pedirle disculpas y pedirle referencias para llegar a Faraján le deseamos un buen día y nos dirigimos hacia el exterior de la finca.
Al salir, cruzamos un río y ascendimos dejando atrás un camping, buscando, loma tras loma, divisar Faraján.
El siguiente obstáculo de la jornada, tras perdernos algunos metros en un par de tramos, fue un caballo que, tras pasar una yegua, se quedó salvaguardando el camino por el que debíamos pasar, de pocos metros de ancho y guardado por vallas con pinchos a ambos lados (ahhh... el Genal y sus puertas...).
Tras dudas, retroceder y hasta hacerle "ofrendas", Pablo dio una palmada y yo decidí saludarlo a lo Berbén; ¡al segundo ¡Yeeeeeeeeeeeeeeepaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! se le achicaron los ojos y salió por patas!
A los pocos metros se les unió un tercer caballo, y pese a que un par de veces se dieron la vuelta y nos encararon, respirando con violencia y con cara de muy pocos amigos, al final, viendo que no retrocedíamos, se fueron dispersando.
Volvió a apretar con fuerza la lluvia en el largo ascenso a Faraján, donde, al menos, corría ya el aire, y llegamos a un bar situado a la entrada del pueblo justo a tiempo para salvarnos de un buen chapetón de agua.
Desayuné un mollete con aceite y tomate y un Colacao (lo mismo que en Genalguacil, pero con Colacao en vez de Coca-cola) por 2€, disfrutando de una agradabilísima conversación con el dueño del negocio sobre la Carrera de Montaña de Faraján.
Tras rellenar los bidones y despedirnos decidimos correr hasta Alpandeire por carretera, ya que Pablo tenía que coger el tren a las 5 de la tarde e íbamos muy mal de tiempo, y tuvimos la "suerte" de que justamente fue salir de Faraján y nos empezó a caer la mundial.
Por fin podía testar, bajo las peores circunstancias posibles, la Raidlight Top Extreme Piment que Mayte, mi prometida, me regaló por mi segundo aniversario, y pese a que el rendimiento fue excepcional (con el tiempo lo iré analizando), el panorama era desalentador...
El viento soplaba suave, de cara, pero la carretera era un río y el cielo no dejaba entrever ni un solo claro, por lo que lo mismo duraba una hora que todo el día esa tormenta.
Decidimos tirar de dedo para ver si había suerte, y tras ser ignorados (y salpicados, aunque era difícil evitar eso) por varios coches, oímos un motor pararse al situarse a nuestra altura, justo cuando el temporal alcanzaba su cenit.
No pensábamos que nadie parase, ya que estábamos hechos una sopa, pero un ángel se cruzó en nuestro camino... Gabriel, para más seña, cruce multicultural con raíces suizas y húngaras afincado en Faraján.
Nos acercó hasta el cruce de Ronda, y a los 500 metros y tras tirar de nuevo de dedo, por si acaso, otro conductor de alma caritativa, Julián, británico afincado en Marbella, nos recogió; iba hasta Gaucín, así que nos acercó en un trayecto que corriendo, desde el cruce de Ronda, era de 29 kilómetros.
Posiblemente hubiésemos llegado a tiempo, pero por carretera, con la niebla que había no íbamos a ver nada (apenas se veía el precipicio desde la ventanilla del coche), y disfrutar con la que acababa de caer y prometía volver a caer, íbamos a disfrutar poco...
Tras 90 kilómetros, pensábamos que nuestra Gran Trocha al Valle del Genal acababa en el coche, donde Julián nos dejó (se portó de 10, como Gabriel y Potts), pero el destino nos tenía otra sorpresita en la manga: El coche no arrancaba.
Pero no solo no arrancaba, el motor ni giraba si quiera... hacía poco tuvimos un problema similar por el cierre centralizado de la Scenic, así que llamé a mi suegro para ver que podía hacer, y tras mucho empujar y maniobrar bajo el vendaval, que de nuevo arreciaba, ahora en Gaucín, aprovechamos un claro para arrancarlo con una racha, ayudado por dos corredores, uno de los cuales llevaba la camiseta finisher de los 101 kilómetros de Ronda del año pasado.
Funcionó, y apreté todo lo posible para evitar que Pablo perdiese el siguiente tren, que salía a las 11:40, pero llegamos 5 minutos tarde...
Tras despedirnos puse rumbo a Fuengirola, y como en la ida me pareció tardar una eternidad subiendo por Casares, decidí coger el desvío Algeciras-Manilva.
No sé qué me salté, pero acabé en Palmones, a 2 horas de casa, donde finalmente y tras una experiencia realmente increíble, pude por fin darme una ducha larga y sin preocupaciones y prepararme una mega-pizza.
Hoy no, porque en cuanto acabe la crónica y la mueva por las redes sociales cerraré el ordenador hasta pasado mañana, pero el domingo comprobaré si hay plaza en el Ultra Trail Valle del Genal en individual o por equipos; la experiencia ha sido de 10, pero me quedo a medias, y es un ultra que me apetece muchísimo descubrir.
Os dejo con un listado del material empleado en esta aventura en autosuficiencia a través del Valle del Genal y me despido hasta la semana que viene; ¡nos vemos en Ronda!
-Buff
-Mochila Helium Quechua 2.0 (con portabidones, bolsillo adicional y reflectantes)
-2 Bidones Kalenji de 600 ml, cargados con Powerade Ion 4 de partida
-Camiseta Finisher del XII HOLE
-Calzonas de la XXX Maratón de Sevilla
-Merrell Bare Access 4
-2 pares de calcetines de Trail Kalenji
-2 Powerbar Natural Energy Cereal Bar
-3 Powerbar Natural Energy Fruit&Nut
-2 Powerbar Natural Protein
-2 Powerbar Energize Cherry&Cranberry Twister
-1 Gel High5 Energy Gel
-Camiseta del Reto 360º Solidarios
-Calzonas Kalenji
-Batería externa y cargadores
-Garmin Forerunner 310 XT
-Cortavientos Raidlight Top Extreme Piment
-Manguitos Kalenji
-Frontal Petzl Tikka y pilas de repuesto
-Documentación y 36€ en efectivo
La idea era cubrir los 15 pueblos y 135 kilómetros del valle en dos etapas, haciendo noche en Parauta, Cartajima o Júzcar, según llevásemos el cuerpo y el ritmo, que sería tranquilo.
Me extrañaba por ello salir de El Colmenar, y tras dar una vuelta en las afueras del mismo y acordarlo con Pablo, decidimos salir del mismo Gaucín, ya que había un buen trecho.
Así, cerca de las 11 y media, nos pusimos en marcha, bajando por Calle Alta y dejando a mano izquierda el Castillo del Águila; la salida este año será realmente rápida.
Mientras nos peleábamos con nuestros respectivos gps (finalmente acordamos que Pablo usaría la navegación en su Suunto y yo la grabación de track en mi Garmin) dejamos atrás el pueblo y nos fuimos abriendo paso por una empinada y pedregosa bajada, por la que Pablo, caminando, me dejaba a mí atrás corriendo.
Las Bare Access 4 iban muy bien, pero entre la fatiga que aun acumulo en los cuadriceps en bajada tras la tirada de 100 km de la semana pasada y mi escasa técnica en bajadas escarpadas decidí tomármelo con calma, ya que teníamos dos largas jornadas por delante.
Descendimos buscando en la distancia el cortafuegos del Molino del Capitán, que encaramos tras despistarnos algunos metros por bajar charlando y sin echarle cuentas al track.
La parte positiva era que este cortafuegos, la subida más dura de todas según me comentaba Pablo, lo dejaríamos atrás estando frescos; la negativa, que el sol caía a plomo sobre nosotros, que sudábamos a chorros por cada poro de nuestra piel.
Tras una eternidad de paradas para beber agua y recomponernos conseguimos coronarlo, vislumbrando Benarrabá a nuestra izquierda (sería la última parada previa a Gaucín, en la segunda etapa), y Genalguacil, nuestro actual destino, en la distancia.
Después de haber pasado casi 50 minutos ascendiendo por el cortafuegos, en la bajada, por pista ancha, nos pusimos varios kilómetros a 5 y por debajo (hasta a 4:15 en algunos segmentos), disfrutando del trayecto y de la conversación... ¡hasta que nos dimos cuenta de que habíamos dejado atrás el track!
Empezamos a sospechar cuando cogimos una bifurcación hacia la izquierda que nos llevaba sobre nuestros pasos en un sendero más bajo, pero trochando campo a través volvimos al camino que hacía pocos minutos acabábamos de descender.
Aun nos lo tomábamos a guasa, pero sabíamos que teníamos que espabilar con la navegación, porque si no en unas horas las íbamos a pasar canutas.
Pese al traspiés llegamos a buen paso al fondo del valle, enganchando con el GR-249 en sentido inverso, buscando Genalguacil, retomando las huellas que dejamos el pasado noviembre en la etapa 9 del Reto 360º Solidarios.
No obstante el ascenso esta vez no tuvo nada que ver, completamente cubierto de vegetación, con ortiguillas, zarzas... un sotobosque nada agradable para pasar a piernas descubiertas, que junto con el calor y la humedad de la jornada hicieron del ascenso un tramo bastante duro.
Ya antes de vislumbrar el pueblo decidimos parar a almorzar en él, así que nada más pisar la carretera nos dirigimos a la primera taberna.
No se si se aprecia, pero llevaba las patas como si me hubiese peleado con una pantera... |
Mi almuerzo fue frugal, algo carete para mi gusto pero muy rico (mollete con pan y tomate y coca-cola 4,5€), y tras rellenar los bidones pusimos rumbo a Jubrique, el siguiente pueblo en nuestra ruta.
Llevábamos ya 4 horas encima, pero los ánimos frescos pese a soportar un infernal ascenso al PR-A241, que supuestamente en 2 horas nos dejaría en Jubrique.
Claro está que la indicación era para ir andando, así que, tras 45 minutos y varios litros de sudor que intentábamos reponer vaciando un bidón tras otro (no había fuente de la que no rellenásemos), y cruzar varios arroyuelos donde parábamos a refrescarnos, alcanzamos el pueblo.
Tras rellenar los bidones en la fuente del pueblo continuamos del tirón, rumbo a Pujerra, que nos aguardaba en la distancia, aun oculta a la vista.
Por suerte comenzó a correr algo de aire, aunque ya, con 5 horas y casi 30 kilómetros a cuestas, comenzaban a salir algunas grietas... por mi parte, cuadriceps doloridos en bajada, por parte de Pablo, ampolla sobre ampolla y una rozadura en una zona bastante íntima, que de momento, tenía bajo control.
El valle estaba precioso con los castaños de un verde "radiactivo", un sotobosque muy frondoso y bichos por doquier... hasta que llegamos al cortafuegos previo al Jardón, cuya loma había estado recientemente trabajada por desbrozadoras y estaba totalmente pelada.
Selfie tratando de inmortalizar a Pablo en el Jardón; el cielo comenzaba a cerrarse |
Aunque la temperatura no era mala comenzaba a caer en picado... |
El camino hacia Pujerra estuvo bastante movidito, comenzando por una trocha grande que Pablo había dibujado sobre el track y que, a priori, se veía factible...
Aprovechando una curva del terreno tiramos campo a través siguiendo la valla de una finca (que ríete tu del Área 51... ¡qué de pinchos), pisando sobre una gruesa capa de hojas que indicaba que nadie había pasado por allí en una buena temporada.
A media bajada ¡zas! en una de las zancadas (en las que se me hundían los pies a medio tobillo), había pisado sobre y alrededor de castañas, que penetraron con facilidad el fino upper de las Merrell y me dejaron varias espinas clavadas en el empeine.
Me entretuve en quitarme la mayoría, pero como la pendiente era considerable y me estaba enfriando decidí continuar pese a notar una aun en el pie, y en un momento llegamos al final de la trocha... un cortado que no sabíamos como salvar.
Aprovechando unas rendijas nos colamos en la finca, desde donde nos invadió un hedor a bicho muerto horrendo, y tras rodear todo lo que pudimos el cortado, decidimos destrepar la valla que contenía los desprendimientos de la ladera.
Primero bajó Pablo, y a media bajada me puse yo también manos a la obra, pero como la valla se doblaba mucho le esperé para continuar; aun así algunas piedras cayeron por la zona interior de la valla, provocando un meneo considerable.
Spider-runner, Spider-runner... |
Nada que no se haya entrenado antes, en una u otra situación... |
Todos los caminos eran iguales y cada pocos giros parecía que volvíamos sobre nuestros pasos... ¡y cuando enganchamos con el track no sabíamos si íbamos al derecho o al revés!
El track nos colocaba a Parauta a apenas 10 kilómetros en línea recta, pero conforme más avanzábamos más nos alejábamos... todo esto con una gruesa niebla invadiendo todo nuestro campo visual.
Cuando por fin abría un poco la niebla y parecía que enganchábamos bien el track... |
El camino comenzaba a sonar, y de repente identifiqué la zona del primer avituallamiento de la Carrera Pedestre de Pujerra... ¡con razón nos alejábamos de Parauta!
Mi retorno al Paraíso del Castaño |
Tan solo nos despistamos en un pequeño tramo, y siendo este tramo bastante corrible (desde Jubrique, salvando los cortafuegos, había mucha pista y tramo donde podíamos rodar con comodidad), por lo que en menos de 2 horas nos plantamos en Igualeja.
Chispeaba a ratos y la temperatura había bajado bastante, pero salvo en los tramos en los que bajábamos al valle seguíamos bastante acalorados.
Desde que pisamos el pueblo me puse ojo avizor para encontrar una papelera, ya que llevaba un bolsillo de la mochila cargado con los envoltorios de las barritas y el gel (un Biofrutal de limón al que me había convidado Pablo) que había ido consumiendo durante el trayecto (qué menos) y lo tenía ya completamente pringado.
Cuando por fin pude vaciar el bolsillo divisamos una tienda de comestibles, donde decidimos comprar más "barritas energéticas".
Yo opté por las de bizcochito con crema y cobertura de chocolate, y Pablo por las de bizcocho con chocolate, y por 2 euros contábamos con 8 "barritas energéticas".
Mientras rellenábamos a partes iguales estómago y bolsillo de desperdicios (de nuevo), seguimos hacia Parauta (ahora sí), ya con la noche pisándonos los talones y un amenazador nubarrón de varios kilómetros arremolinándose en el interior del valle.
Seguimos el PR-A226, bastante suave en este tramo, y llegamos frontal en mano a Parauta, donde pensábamos echar la noche, ya que llevábamos 10 horas y 60 kilómetros encima y entre las intermitentes lluvias y la niebla el panorama pintaba poco apetecible.
Buscamos algún bar abierto, y tras varias vueltas dimos con uno, El Anafe, donde pedimos referencias para pasar la noche.
Nos recomendaron "Las Casas de Parauta", que tras una nueva vuelta al pueblo encontramos, en la entrada opuesta.
Llamamos y nos atendió Ana, que cuando le comentamos que pasaríamos solo una noche perdió el interés en nosotros, excusándose en que estaba todo completo (no sabía que teníamos las casas enfrente y estaban todas en silencio y con las luces apagadas... alguna habría ocupada, pero sin duda no todas...).
Le contamos que veníamos corriendo desde Gaucín y que se nos había hecho de noche antes de lo previsto, con lo que pareció apiadarse de nosotros, pero cuando le dijimos (pensábamos que para bien) que pensábamos salir temprano, se quedó en silencio y tras unos segundos, sin mediar palabra, nos colgó.
Nos dejó a dos velas; estábamos cansados, hambrientos, y progresivamente mojados, así que tocaba atender a las prioridades.
Volvimos a El Anafe, donde cenamos viendo la que se nos venía encima en la previsión del tiempo, y en vista de que no había nada que hacer en Parauta, nos lanzamos a por Cartajima.
Parecía estar al lado (las luces se veían a tiro de piedra), pero resultó que, como de costumbre, había que bajar al valle y seguir los serpenteantes senderos del Genal.
Una manada de jabatetes nos hicieron dar un respingo en uno de los tramos de bajada, no por ellos, sino por la madre, y abriendo paso a través de la oscuridad con nuestros frontales, nos internamos en las entrañas del valle una vez más, para reaparecer casi una hora después para afrontar el que prometía ser el último ascenso de la jornada.
Llegamos a Cartajima poco antes de cuadrar las 12 horas de trayecto, y nos estuvimos pateando todo en busca de alojamiento... hubo uno que tenía luz encendida dentro y todo, y al llamar al timbre se oían voces... pero pasaban de nosotros totalmente.
Incluso llamamos varias veces por teléfono, y al par de tonos, nos colgaban... ¡increíble! ni que pretendiésemos pasar la noche de gorra, que éramos dos viajeros cansados y dispuestos a pagar aunque fuese por un techo, ya no pedíamos ni cama...
Desesperados ya, sobre todo Pablo, ante la perspectiva de volver a trasnochar después de marcarse el Maroma-Mulhacén en 52 horas non-stop la semana pasada, decidimos continuar.
Saliendo del pueblo Pablo reconoció el nombre de un hostal que habíamos estado bicheando antes de venir, y por probar, aunque con poca fe, llamamos a la puerta.
Parecían escucharse voces, que se silenciaron al pegar, por lo que nos temíamos otro descarado rechazo en nuestras narices, pero tras unos eternos segundos, un hombre de acento extranjero nos abrió la puerta.
Le explicamos que veníamos buscando alojamiento desde hacía varias horas y nos habían dado largas en todos lados, y viniendo cansados desde Gaucín, con lo que hubiese nos conformábamos... ¡y nos ofrecieron ducha, cama y wifi por 12,5 € por cabeza!
¡Por fin habíamos encontrado refugio (se llamaba El Refugio, para más inri)!
Era un hostal pequeñito pero sumamente acogedor, donde de inmediato nos presentaron al resto de huéspedes y nos hicieron sentir como uno más.
Tras pegarnos un duchazo y preparar la logística para la segunda etapa esperé a que volviese Pablo de la ducha para confirmar el toque de corneta, así que estuve charlando con una muchacha americana que por casualidades de la vida trabaja en un hostal en Sevilla y pasaba la semana en el Valle del Genal.
Recordé que tenía un montón de envoltorios pendientes, así que ya con la ropa de la segunda etapa enfundada bajé a la sala común, la deposité en el cubo del reciclaje y me despedí de Potts, el dueño, y el resto de huéspedes.
Pablo, deseando partir la cama |
Un servidor, animado pero con los cuadriceps hechos fosfatina |
Personalmente dormí muy muy poco; la cama era muy cómoda, pero suelo dormir con una almohada más dura, por lo que, entre que era poco consistente y que tenía la espalda algo cargada de la mochila, no hacía más que dar vueltas...
¡Y las piernas no ayudaban! tan pronto me daba un tirón en la cadera como en el tibial o en un cuadriceps, estaba hecho un puzzle...
Aun así, la alarma me sorprendió soñando que estaba en Marruecos, en la segunda etapa de la Euráfrica Trail...
Me desperté de golpe, con una molestísima hinchazón en un pie, y descubrí la espina que me había clavado en la famosa trocha del destrepe... ¡ni me había acordado luego de ella!
Desayuné la última "barrita energética" que me quedaba (un Phoskitos) mientras preparaba la mochila, y tras ir al baño y despedirme de Potts, que nos deseaba lo mejor en nuestra segunda etapa, salimos afuera, donde el vaho se condensaba bajo nuestras respiración.
Estaba todo empapado y la luz del amanecer se intuía levemente bajo las gruesas nubes que cubrían todo el mundo alrededor de Cartajima; con un poco de suerte llegaríamos secos a Júzcar, pensábamos, pero fue echar a trotar y romper a llover, por suerte, en breves intervalos.
La jornada comenzaba con una ancha y larga bajada que me fue recordando cada zancada de la jornada anterior y que fui bajando como un Playmovil... por suerte en el ascenso al llegar a la nave, tras cruzar la carretera, comprobé que las piernas en subida seguían bien.
Decidimos saltarnos los riscos a la torera y bajar directamente hacia Júzcar, por un serpenteante senderillo que se perdía entre la hierba, que mojaba más que la llovizna que nos acompañaba.
Con pies y manos empapados (hubo varios destrepes donde nos tuvimos que ayudar con cuerdas) llegamos a la carretera de Júzcar, donde entramos buscando un lugar donde desayunar, ya que rondaban las 9 de la mañana.
Dimos dos vueltas al pueblo, sin éxito; el pueblo pitufo era un pueblo fantasma... así que tiramos de barritas energéticas y comenzamos a bajar, de nuevo, hacia el valle.
El tramo de Júzcar a Faraján fue eterno, abriéndonos paso por senderos que nadie había pisado en semanas (como poco), perdiéndonos en los recovecos del terreno en varias ocasiones, vadeando varias corrientes de agua, una de ellas dando el mayor salto de mi vida...
Aun así llegó un momento en el que ya tenía el cuerpo tan empapado que me daba igual seguir mojándome o no... total, en el fondo del valle no corría viento, así por lo menos me refrescaba...
En uno de los tramos en los que nos perdimos descubrimos que el camino pasaba por una finca privada, que nos daba la bienvenida con un inmenso cartel de "Cuidado con el Perro".
Con gran cautela y tras rellenar los bidones en un cañillo de agua que caía antes de bajar a la finca en sí, descubrimos una hez reciente, por lo que decidimos armarnos con una piedra por si acaso... ¡tendríamos que cruzar por mitad de la finca!
Por suerte vimos a un hombre trabajando entre vides, por lo que nos desarmamos y nos acercamos andando tranquilamente y saludando desde lejos.
El hombre se extrañó de que estuviésemos allí y nos anunció que estábamos en propiedad privada, pero de muy buena manera, y tras pedirle disculpas y pedirle referencias para llegar a Faraján le deseamos un buen día y nos dirigimos hacia el exterior de la finca.
Al salir, cruzamos un río y ascendimos dejando atrás un camping, buscando, loma tras loma, divisar Faraján.
El siguiente obstáculo de la jornada, tras perdernos algunos metros en un par de tramos, fue un caballo que, tras pasar una yegua, se quedó salvaguardando el camino por el que debíamos pasar, de pocos metros de ancho y guardado por vallas con pinchos a ambos lados (ahhh... el Genal y sus puertas...).
Tras dudas, retroceder y hasta hacerle "ofrendas", Pablo dio una palmada y yo decidí saludarlo a lo Berbén; ¡al segundo ¡Yeeeeeeeeeeeeeeepaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! se le achicaron los ojos y salió por patas!
A los pocos metros se les unió un tercer caballo, y pese a que un par de veces se dieron la vuelta y nos encararon, respirando con violencia y con cara de muy pocos amigos, al final, viendo que no retrocedíamos, se fueron dispersando.
Volvió a apretar con fuerza la lluvia en el largo ascenso a Faraján, donde, al menos, corría ya el aire, y llegamos a un bar situado a la entrada del pueblo justo a tiempo para salvarnos de un buen chapetón de agua.
Desayuné un mollete con aceite y tomate y un Colacao (lo mismo que en Genalguacil, pero con Colacao en vez de Coca-cola) por 2€, disfrutando de una agradabilísima conversación con el dueño del negocio sobre la Carrera de Montaña de Faraján.
Tras rellenar los bidones y despedirnos decidimos correr hasta Alpandeire por carretera, ya que Pablo tenía que coger el tren a las 5 de la tarde e íbamos muy mal de tiempo, y tuvimos la "suerte" de que justamente fue salir de Faraján y nos empezó a caer la mundial.
Por fin podía testar, bajo las peores circunstancias posibles, la Raidlight Top Extreme Piment que Mayte, mi prometida, me regaló por mi segundo aniversario, y pese a que el rendimiento fue excepcional (con el tiempo lo iré analizando), el panorama era desalentador...
El viento soplaba suave, de cara, pero la carretera era un río y el cielo no dejaba entrever ni un solo claro, por lo que lo mismo duraba una hora que todo el día esa tormenta.
Decidimos tirar de dedo para ver si había suerte, y tras ser ignorados (y salpicados, aunque era difícil evitar eso) por varios coches, oímos un motor pararse al situarse a nuestra altura, justo cuando el temporal alcanzaba su cenit.
No pensábamos que nadie parase, ya que estábamos hechos una sopa, pero un ángel se cruzó en nuestro camino... Gabriel, para más seña, cruce multicultural con raíces suizas y húngaras afincado en Faraján.
Nos acercó hasta el cruce de Ronda, y a los 500 metros y tras tirar de nuevo de dedo, por si acaso, otro conductor de alma caritativa, Julián, británico afincado en Marbella, nos recogió; iba hasta Gaucín, así que nos acercó en un trayecto que corriendo, desde el cruce de Ronda, era de 29 kilómetros.
Posiblemente hubiésemos llegado a tiempo, pero por carretera, con la niebla que había no íbamos a ver nada (apenas se veía el precipicio desde la ventanilla del coche), y disfrutar con la que acababa de caer y prometía volver a caer, íbamos a disfrutar poco...
Tras 90 kilómetros, pensábamos que nuestra Gran Trocha al Valle del Genal acababa en el coche, donde Julián nos dejó (se portó de 10, como Gabriel y Potts), pero el destino nos tenía otra sorpresita en la manga: El coche no arrancaba.
Telita... |
Pero no solo no arrancaba, el motor ni giraba si quiera... hacía poco tuvimos un problema similar por el cierre centralizado de la Scenic, así que llamé a mi suegro para ver que podía hacer, y tras mucho empujar y maniobrar bajo el vendaval, que de nuevo arreciaba, ahora en Gaucín, aprovechamos un claro para arrancarlo con una racha, ayudado por dos corredores, uno de los cuales llevaba la camiseta finisher de los 101 kilómetros de Ronda del año pasado.
Funcionó, y apreté todo lo posible para evitar que Pablo perdiese el siguiente tren, que salía a las 11:40, pero llegamos 5 minutos tarde...
Tras despedirnos puse rumbo a Fuengirola, y como en la ida me pareció tardar una eternidad subiendo por Casares, decidí coger el desvío Algeciras-Manilva.
No sé qué me salté, pero acabé en Palmones, a 2 horas de casa, donde finalmente y tras una experiencia realmente increíble, pude por fin darme una ducha larga y sin preocupaciones y prepararme una mega-pizza.
Hoy no, porque en cuanto acabe la crónica y la mueva por las redes sociales cerraré el ordenador hasta pasado mañana, pero el domingo comprobaré si hay plaza en el Ultra Trail Valle del Genal en individual o por equipos; la experiencia ha sido de 10, pero me quedo a medias, y es un ultra que me apetece muchísimo descubrir.
Os dejo con un listado del material empleado en esta aventura en autosuficiencia a través del Valle del Genal y me despido hasta la semana que viene; ¡nos vemos en Ronda!
-Buff
-Mochila Helium Quechua 2.0 (con portabidones, bolsillo adicional y reflectantes)
-2 Bidones Kalenji de 600 ml, cargados con Powerade Ion 4 de partida
-Camiseta Finisher del XII HOLE
-Calzonas de la XXX Maratón de Sevilla
-Merrell Bare Access 4
-2 pares de calcetines de Trail Kalenji
-2 Powerbar Natural Energy Cereal Bar
-3 Powerbar Natural Energy Fruit&Nut
-2 Powerbar Natural Protein
-2 Powerbar Energize Cherry&Cranberry Twister
-1 Gel High5 Energy Gel
-Camiseta del Reto 360º Solidarios
-Calzonas Kalenji
-Batería externa y cargadores
-Garmin Forerunner 310 XT
-Cortavientos Raidlight Top Extreme Piment
-Manguitos Kalenji
-Frontal Petzl Tikka y pilas de repuesto
-Documentación y 36€ en efectivo
Un diez para "El refugio" y un cero patatero para todos los que os dieron con la puerta en las narices,espero que los cientos de corredores que habitualmente participamos en las carreras de la zona lo tengamos en cuenta a la hora de reservar casa por allí.Que fácil es inflar los precios cuando se acerca el aluvión de corredores y tenemos el cartel de "todo completo" asegurado...
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo, ¡si es que además eso es vida para el pueblo!
EliminarSi se mantuviesen mínimamente los senderos (hubo zonas donde parecía que estábamos en la jungla... intransitables vamos) y se fomentase el recorrido de los pueblos con un pasaporte o algo para ir sellando pueblo a pueblo, seguro que docenas y docenas de personas se apuntaban cada semana para hacerlo de tirón, o por etapas poco a poco...
Pero claro, eso exige tener una persona por pueblo encargada, un sitio donde poder dormir y un bar donde poder comer, y a ciertas horas salvo en los pueblos más grandes no había ni lo uno ni lo otro (y lo segundo llegó a ser muy preocupante, la verdad).
Yo desde luego no dudaría en montar una iniciativa de ese tipo, y seguro que desde los pueblos había disposición, si ya se hace para la carrera, y está el alojamiento y la hostelería a tope en el valle ese fin de semana, si pudiesen mantener un tráfico constante todo el año el impacto económico sería increíble...
Espero de verdad que alguien con mano en la zona lea la crónica y pueda maquinar esta u otra iniciativa (también, según la época, se pueden hacer jornadas micológicas, rutas senderistas...) para recuperar los pueblos, porque había muy muy pocos jóvenes y es una pena que se vayan perdiendo.
Un saludo compañeros, ¡y gracias por vuestro comentario!
Lo que comentas me parece una iniciativa bastante interesante,sería algo así como un mini-camino de Santiago rural,donde poder hacer reconocimientos in situ de la carrera en cuestión no? Pues no suena nada mal la verdad.Como tu dices esto no traería más que dinero a esos pueblos ya que muchas veces los corredores solemos ir acompañados de nuestras familias (en mi caso siempre) con lo que los negocios de hostelería saldrían beneficiados no sólo los días de la competición si no durante todo el año.Como bien dices una amplitud de miras y no limitarse al fin de semana de la carrera supondría una inyección económica a esos pueblos bastante interesante,a ver si alguien recoge el testigo,con el boom del running que hay ahora mismo se puede crear algo bastante atractivo.
ResponderEliminarSi, no he hecho todavía el camino de Santiago, pero algo así, un sellito con algo típico de cada pueblo (los tótems en Genalguacil, las máscaras en Júzcar, la castaña en Pujerra, el Genal en Igualeja, los pitufos en Júzcar, Fray Leopoldo en Alpandeire...) y que te sellen día y hora de paso.
EliminarAsí se incita a rellenar el pasaporte tanto al que va con la familia cada 15 días como a los "burros" como mis amigos y yo que no descansaríamos hasta ver quien se recorre el valle entero más rápidamente jajaja
La inversión inicial sería grande, pero una vez se ponga en marcha no creo que se tarde en obtener beneficios... ¡es que si quieren yo mismo les organizo todo! (bueno, casi, que limpiar los casi 135 km de senderos solo tiene miga jajaja)
¡Un saludo compañeros!
Somos muchos los corredores que leemos los blogs de otros corredores para saber sus experiencias en tal o cual carrera, o como en este caso como te tratan a la hora de buscar alojamiento. El Ultra Trail Valle del Genal es una de mis ultras "objetivo" a largo plazo y yo, como muchos corredores, vamos tomando nota de donde te tratan bien y donde no, de donde es mejor no llamar para reservar casa si es solo para una noche y de donde si.
ResponderEliminarUn saludo Juan, en Ronda nos vemos(bueno realmente no porque tú estarás de los primeros en la salida y yo de los últimos jaja)
Bueno la espera mientras salen los ciclistas y demás es larga, seguro que coincidimos ;)
EliminarTengo un amigo de Jubrique con contactos (es de allí de toda la vida), si para el Genal necesitas alojamiento puedo echarle el teléfono.
La mala suerte que tuvimos es que de Gaucín a Benalauría más o menos es la zona por la que conoce gente, ya Pujerra, Parauta, Cartajima, Júzcar, Faraján, Alpandeire etc se sale de su zona de influencias, que justo fue por donde casi nos quedamos tirados... ¡menos mal que Potts tuvo buen corazón!
Un saludo Jose, nos vemos en Ronda
Hola mi nombre es mariano y soy de benalauria. Gestiono un alojamiento y si os moveis por la zona podéis darme un toque. Siento un poco de vergüenza ajena por ese comportamiento de mis vecinos del Valle alto del genal...en fin hay gente pa to
Eliminar¡Buenas tardes Mariano!
EliminarFue una cosa puntual, pero si volvemos por la zona te puedo avisar por aquí si quieres (o si me dejas un teléfono o correo de forma más directa, el mío está a la derecha, en "sobre mi").
Pasamos por allí durante el Reto 360º Solidarios, de forma muy rápida, pero si puedo participar este año en la Gran Vuelta por allí estaré de nuevo.
¡Un saludo!
Hola mi nombre es mariano y soy de benalauria. Gestiono un alojamiento y si os moveis por la zona podéis darme un toque. Siento un poco de vergüenza ajena por ese comportamiento de mis vecinos del Valle alto del genal...en fin hay gente pa to
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