Tras 4 horas de sueño y otras 4 de viaje entre coches y avión, aparcaba sobre las 10 de la mañana frente al Parque de las Llamas, que un año más, se convertiría en el epicentro del ultrafondo nacional. Mientras esperaba para recoger el dorsal desayuné en La Toba, y me propuse ir a dar una vuelta para reconocer el circuito, pero un repentino aguacero (de los que habían estado azotando el norte desde que aterricé) me obligó a guarecerme en el coche.