"...Y ahora viene la barbarie final. No contentos con bombardear y ametrallar a esta procesión de campesinos indefensos, a lo largo de esta larga carretera, en la tarde del día 12 cuando el pequeño puerto de Almería estaba repleto de refugiados, habiendo aumentado en población el doble, cuando unas cuarenta mil personas exhaustas alcanzaron un puerto de lo que ellos pensaban que era seguridad, fuimos masivamente bombardeados por aviones fascistas alemanes e italianos.
La sirena dio la alarma 30 segundos antes de que cayera la primera bomba. Estos aviones no hacían esfuerzo alguno por alcanzar los barcos de guerra del Gobierno que estaban en el puerto, ni por bombardear las barricadas. Estos lanzaron deliberadamente diez grandes bombas en el centro mismo de la ciudad, donde en la calle principal, dormían apiñados sobre la calzada, de tal forma que apenas si podía pasar algún coche, los exhaustos refugiados..."
La sirena dio la alarma 30 segundos antes de que cayera la primera bomba. Estos aviones no hacían esfuerzo alguno por alcanzar los barcos de guerra del Gobierno que estaban en el puerto, ni por bombardear las barricadas. Estos lanzaron deliberadamente diez grandes bombas en el centro mismo de la ciudad, donde en la calle principal, dormían apiñados sobre la calzada, de tal forma que apenas si podía pasar algún coche, los exhaustos refugiados..."
El Crimen del Camino Málaga-Almería.
Dr. Norman Bethune.
Pasaban unos minutos de las 5 y media de la mañana del sábado 3 de febrero cuando el muchacho encargado de la recepción de la pensión "Americano" inmortalizó nuestros somnolientos rostros.
De izquierda a derecha y de detrás a adelante estábamos un servidor, Tenllado, Manuel, Paco, Edu, Salva, Sergio, Javi y Antonio; otro Antonio, Narbona, compañero de Antequera, había salido al amanecer en solitario, camino de Málaga.
Mientras avanzábamos caminando hacia la esquina de la Avenida Federico García Lorca nuestros GPS iban cogiendo cobertura uno tras otro; ya tan solo faltaban segundos para que comenzase la X edición de la "Carretera de la Muerte".
Como cada año, en el primer fin de semana de febrero y coincidiendo con el fin de semana más próximo a la fecha histórica de "La Desbandá", un grupo de corredores abierto a toda ideología, religión o índole, entre los que por primera vez me incluía, nos dispusimos a recorrer la distancia que separa Málaga y Almería, este año en dirección opuesta por motivos logísticos.
Para los que queráis un poco más de información sobre esta "carrera" no competitiva por la memoria histórica, os dejo esta entrada de 2015.
Quiero recalcar antes de nada que este evento es deportivo y apolítico, ya que puede que estas líneas lleguen a muchas personas y no quiero que haya malentendidos.
Lo que pretendemos es mantener viva la memoria histórica por sus víctimas, sean del lado que sean; aprendamos de los errores del pasado para que cosas así no vuelvan a suceder, ni en España ni en ningún sitio.
Para acabar la interrupción, las experiencias vividas este fin de semana darían para escribir un libro (sin exagerar), por lo que intentaré condensarlas al máximo sin perder la esencia; prosigo con el relato...
Tras coger señal y comenzar a trotar poco más de 500 metros pisamos por vez primera la N-340, en la esquina del Parque Nicolás Salmerón, agrupándonos por parejas o en fila india según nos permitiesen carretera y acera.
Un par de kilómetros tardamos en dejar atrás el frío y los nervios y ya corríamos con alegría, conversando sobre el tiempo que nos podíamos encontrar en las horas venideras.
Poco después dejamos atrás el puerto, mientras pensaba en cuantas veces habría atravesado ese punto la Ambulancia de Norman Bethune, Thomas Worsley y Hazen Sise, quienes habían venido desde Barcelona con sangre almacenada para atender a los heridos, practicando técnicas pioneras en el peor escenario posible.
Tras atravesar el primero de los muchos túneles que nos encontraríamos a lo largo del camino nos encontramos en la distancia la que sería nuestra primera parada, Aguadulce.
Poco antes de entrar nos dimos cuenta de que con el reflejo de una luz lejana se intuían nuestras siluetas en el corte del terreno frente a nosotros, pero la cámara del móvil no daba para más, así que tuvimos que continuar; la foto hubiese sido épica.
Los primeros 10 kilómetros se sucedieron con agilidad, uno tras otro, en poco más de un ahora, pero ya hacía falta tomarse algo; yo había "desayunado" un par de bolsas de fruta prensada, una líquida, estilo zumo y otra sólida estilo puré, pero como ya tenía hambre me pedí también una tostada.
Tras una rápida revisión al grupo de Whatsapp nos enteramos de que Francisco Berbén, Mark Woolley ya habían salido para realizar su particular homenaje en esta décima edición.
Ellos realizarían el recorrido desde Alhaurín de la Torre, en Málaga se les uniría Roberto García, llegarían a Almería y volverían de nuevo, todo de corrido; hubiesen querido hacerlo corriendo pero tienen lesiones recientes y por eso optaron por un reto "light" (si es que puede llamarse así...).
La parada fue exprés ya que la mayoría tan solo tomó un café, por lo que salí de los últimos de la cafetería y tras un trote alegre me coloqué de nuevo en el grupo.
Por lo visto es costumbre parar en una churrería que hay en la misma calle, más adelante, pero según Paco acertamos al elegir esta ya que nos atendieron bastante rápido.
En un principio nos iba acompañar desde este tramo Rubén Delgado García, reciente campeón de las 24 horas de Barcelona en pista, gran atleta de nivel internacional y mejor persona, pero como habíamos adelantado la salida 30 minutos vimos prudente no llamarle... e hicimos bien, ya que más tarde hablamos y nos comunicó que estaba malillo.
Continuamos dirección El Ejido mientras nos fuimos separando del mar y el sol comenzaba a despuntar en el horizonte; no tardamos mucho en quitarnos los frontales.
Pese al fresco y la dureza del reto que afrontábamos el ambiente era de buen rollo y cachondeo.
Atravesando la Puebla de Vícar hay pruebas gráficas de ello, ya que tras ver una rotonda con llamativos colores, Tenllado propuso hacernos un selfie grupal.
Continuamos corriendo hacia el mar de plástico, ya formando grupetes según el ritmo, pero corriendo todos bastante cerca unos de otros.
Sergio era primerizo, como yo, e íbamos en cabeza con Paco y Tenllado, dos experimentados que iban tirando del grupo.
Antonio y Edu repetían por segunda vez y llevaban ritmos propios, el primero más reservón y el primero subiendo a trote las cuestas aunque luego parase a esperarnos y Javi tenía como objetivo terminarla con tranquilidad, por lo que iba cerrando la comitiva con Manuel y Salva.
Hubo un momento, tras unos 27 kilómetros de camino, en el que Edu se había alejado bastante y avanzábamos en grupo Paco, Edu, Sergio, Salva, Antonio y yo; Tenllado se había quedado más atrás con Javi y Manuel, pero de repente apareció como una centella y no paró hasta alcanzar a Edu en una larga pendiente a favor, de casi 3 kilómetros.
No sé a qué ritmo iba, pero yo me dispuse a alcanzarlos también para aprovechar y parar para quitarme un poco de ropa y comer algo de la mochila; el gps me marcó 2 kilómetros a 5:36 clavados consecutivos...
Estábamos llegando al cruce de El Ejido, un punto complicado, ya que hay que pasar de un lado a otro de la Autovía.
Javier nos contó la tarde anterior durante la cena que un año ese fue su punto de abandono, en sentido Málaga-Almería, ya que iba tan KO que no se dio cuenta y en lugar de bajar continuó subiendo.
Ascendió varios kilómetros y cuando, tras preguntar y darse cuenta de que iba mal, volvió al punto donde se había despistado, no recordaba si tenía que ir a la izquierda o a la derecha, por lo que decidió retirarse pese a estar a menos de un maratón de la meta desde ese punto.
La cabeza es más importante que las piernas en una prueba así, aunque muchos piensen que es al revés y esta es buena prueba de ello.
Tras reagruparnos por completo volvimos a la marcha, cada uno a su ritmo y en fila india, ya que aunque la mayoría de los vehículos se apartaban al vernos, muchos pasaban tan pegados como si no existiéramos y algunos a velocidades muy superiores a la permitida por la vía.
Tan solo éramos 10 y nuestra vista seguro que para los que nos vieron pasar era curiosa, por lo que no puedo ni imaginarme como sería para el Norman Bethune encontrarse al río humano procedente de Málaga en esos mismos lugares hace 81 años...
"...Ahora lo que quiero contarles es lo que yo mismo vi de esta penosa marcha, la más grande y terrible evacuación de una ciudad en los tiempos actuales. Llegamos a Almería a las cinco del día 10 con un camión refrigerado, cargado de sangre almacenada desde Barcelona. Nuestra intención era continuar hacia Málaga para poner transfusiones de sangre a los heridos. En Almería, oímos por vez primera que Málaga había caído y fuimos advertidos de no ir más lejos ya que nadie sabía ahora donde estaba la línea del frente enemigo, pero todos estaban seguros de que la ciudad de Motril había caído también.
Con Edu en cabeza fuimos avanzando, aunque ahora me quedé a medio pelotón para aprovechar la música que llevaba Tenllado puesta en un altavoz de su mochila.
A lo lejos, se destacaba un edificio y Paco gritó desde atrás "¡la puta torre!".
También se nos había alertado a los novatos del peligro de esa inmensa recta, ya que vas viendo a lo lejos El Ejido pero parece que no llega nunca... y ya os digo yo que es cierto, ya que seguro que hay más de 5 kilómetros, sin exagerar, hasta llegar a la torre.
A lo largo de ese trayecto fuimos haciendo la goma, estirando el grupo y recogiéndonos, pero ya en El Ejido decidimos apretar un poco hacia uno de los bares.
Fuimos pidiendo justo cuando Paco pasaba por fuera y le avisamos para que entrase, pendientes de Tenllado, Manuel y Javi, que venían en la cola.
Acabamos el desayuno (esta vez, el de verdad) con calma pero no había ni rastro de nuestros compañeros; decidimos llamarles, sin suerte, pero como aun andando debían haber pasado ya, decidimos salir y caminar pendientes por si venían a lo lejos o estaban en otro bar.
No tardamos mucho en llegar a las afueras de El Ejido, así que decidimos continuar, ya que era posible que fuesen por delante nuestra pensando que estábamos más adelante aun.
La mitad del grupo nos adelantamos más, por si era el caso, pero no los llegábamos a divisar; el camino era recto, no tenía pérdida en ese tramo, por lo que o estaban muy por delante o estaban muy por detrás.
Llegamos a un punto en el que teníamos la opción de continuar por donde veníamos o bajar al otro lado de la autovía, por lo que decidimos reagruparnos.
Paco nos dijo que había que bajar y nos comentó que Tenllado, Javi y Manuel estaban desayunando en una gasolinera a las afueras de El Ejido, por lo que bajamos bastante el ritmo y continuamos más tranquilos.
Les mandamos ubicación a nuestros compañeros indicándoles donde estaba la bifurcación y que tenían que continuar dejando a la izquierda el colegio "Artero Pérez".
Casi tenemos un despiste al completar el primer maratón, ya que nos falto poco para desviarnos por el Camino de Adra, pero Paco nos guió hacia el camino correcto y continuamos avanzando entre la autovía y los invernaderos durante varios kilómetros más, visualizando nieve en la sierra tras las montañas que teníamos delante en varios puntos.
La zona de la Albufera supuso motivación doble, por un lado interrumpía la monotonía de los invernaderos y por otro anunciaba que Adra se iba acercando...
Con 54 kilómetros en las piernas paramos en la fuente de Puente del Río, aunque el agua estaba un poco rara, por lo que decidimos volver a parar en un supermercado para abastecernos bien de agua y comer también fruta mientras esperábamos a nuestros compañeros, que no cogían el teléfono.
Poco después de dejar atrás la localidad nos llamó Tenllado; por lo visto se habían despistado y venían por el camino de Adra, así que acordamos reagruparnos en la misma Adra, unos kilómetros más adelante.
Casi nos pasamos de largo buscando algún lugar para comer, ya que no encontrábamos nada que no exigiese dar un rodeo, pero ya casi al final del pueblo encontramos un bar, donde mis compañeros se pidieron unos bocatas y yo una ración de calamares, que tenía antojo.
Tardaron bastante en servirnos, por lo que mientras tanto fuimos poniendo al corriente a familiares y amigos, animados por el canto de dos canarios que había en el local.
Tras revisar su teléfono, Paco nos transmitió una triste noticia, Antonio Narbona, el compañero que salió solo nada más llegar tuvo problemas en un tobillo y había tenido que retirarse; era la primera baja de los 10 corredores que habíamos llegado juntos a Almería.
Mientras terminábamos de comer llegaron Tenllado y Javier; no sabían si Manuel seguía en carrera, ya que estuvo pensando en dejarlo y se había quedado muy atrás... ni aparecía ni cogía el teléfono.
En ese mismo momento, Mark, Berbén y Roberto venían por Castillo de Baños, ya bien metidos en Granada.
Antonio decidió continuar andando un poco antes que los demás (llevaba sus comidas, paradas y ritmos muy bien planteados), poco después continuó Javier y después nos unimos el resto.
Afrontaríamos a continuación un páramos de kilómetros y kilómetros sin descanso, por lo que hicimos bien en almorzar con contundencia.
En este punto, en febrero del 37, los bombardeos ya habían cesado en intensidad, pero los refugiados arrastraban multitud de kilómetros sin apenas descanso ni comida y se produjeron muertes por agotamiento e inanición...
Los primeros camiones comienzan a recoger a aquellos que se encuentran en peores condiciones y hace sus primeras actuaciones la ambulancia de Norman Bethune, que cuenta...
“Nuestro coche se abría paso a duras penas... Los refugiados pasaban al lado del camino, como si no lo vieran. Seguían caminando cansinamente, con los ojos entornados hacia el suelo como síntoma inconsciente de la extenuación... La mujeres avanzaban lentas con sus vestidos oscuros... Tenían la cara y los ojos congestionados por el polvo y el sol de días y levantaban hacia nosotros, en sus brazos cansados, los cuerpecitos de sus hijos. ‘Llévese a éste’; ‘¡Mire este niño!; ‘¡Este está herido!’ ¿A quién íbamos a subir al coche? ¿Al niño que se moría de disentería o a la madre que nos miraba silenciosa apretando contra su pecho desnudo al bebé que había nacido en el camino”.
Tras un par de kilómetros pillamos a Javier, que decidió continuar a su ritmo, pero a Antonio no lo veíamos por ningún lado y tardamos cerca de una hora en verlo a lo lejos.
En una de las cuestas Paco se quedó con Tenllado, que tenía que tomarse medicación, por lo que el grupo se terminó de estirar del todo.
Edu, que subía las cuestas como si fuesen llanos, alcanzó a Javi en seguida, pero como iban a un ritmo fuerte decidí ser más reservón y quedarme con Salva y Sergio; por detrás venía Javi y de Manuel no sabíamos nada todavía.
Salva y Sergio debieron de pensar que mi ritmo también era fuerte, ya que aminoraron, tan solo un poco, aunque tras pocos kilómetros me di la vuelta y estaban ya bastante alejados.
Cuando vi el cartel de "Provincia de Granada" no me contuve y con precaución crucé para echarme un selfie y parar un momento para revisar los mensajes de Whatsapp y Facebook.
Aun no asomaban por la cuesta Sergio y Salva, así que decidí continuar; ni un minuto tardé en escucharles a lo lejos, un poco más y hubiésemos coincidido, pero tenía una cuesta tremenda por delante y preferí ir subiéndola con tranquilidad, mientras ellos se echaban su foto de rigor.
La cuesta se me estaba haciendo eterna, pero para dejarla atrás del todo comencé a trotar a la altura de una venta que la coronaba y entonces...
Tras un par de minutos de charla nos despedimos; no tardarían en encontrarse con Sergio y Salva.
Por delante tenía una enorme bajada que giraba y continuaba por el lado contrario al mío, desde donde pude ver a lo lejos a Antonio y Eduardo, trotando.
No me sacaban más de un kilómetro, así que me dejé llevar, estiré la zancada y pese a llevar 72 kilómetros encima me puse a 5.
Como no los llegué a alcanzar en ese tramo, puse un ritmo trotón pensando que ya habrían cambiado de nuevo.
No quería quedarme en tierra de nadie y pensé en esperar a que Sergio y Salva me recogiesen, pero encontré con Antonio y Edu sentados en una parada de bus en El Pozuelo, donde repuse agua en la fuente y esperamos a nuestros compañeros.
No tardaron en llegar Sergio y Salva, que nos comunicaron que Paco y Tenllado estaban justo detrás, ya que venían casi pegados cuando se encontraron con los compañeros ciclistas.
Estuvimos esperando unos minuto y no llegaban, hasta que nos llegó la foto del delito...
Como nos imaginábamos (y estábamos comentando de hecho cuando nos pasaron la foto por whatsapp), iban a echar un rato descansando y charlando, así que decidimos continuar poco a poco.
Tras un par de kilómetros muy suaves cruzamos la rambla y nos plantamos en La Rábita, donde nos dividimos de nuevo.
Antonio, Salva y Sergio entraron a una tiendecilla a comprar algo, mientras Edu y yo continuamos caminando.
Me tomé el penúltimo blíster con zumo de fruta y verduras prensadas y uno de puré y bebí bastante agua, aprovechando la inmensa pendiente que teníamos por delante.
Del mismo modo había coincidido con Salva en la Subida al Veleta o el Maratón de Málaga y con Sergio en Bandoleros... el más "cojo" se metía varios ultras de 3 cifras al año en el grupete...
Coronando la cuesta vimos una casa de campo con un perrete al que Edu silbó... y de repente aparecieron 3 más y se pusieron como locos a correr en dirección a nosotros.
Terminamos de coronar la cuesta con un poco de trote y comprobamos aliviados que había rejas, pero en la posterior bajada mantuvimos la vista puesta en la casa y en un momento dado, no sabemos ni como ni por donde pero uno de los perros apareció en mitad de la carretera, justo antes de que llegasen nuestros compañeros.
En ese momento no había tráfico y lo sortearon sin problemas, pero podríamos haber tenido un susto...
Continuamos subiendo y bajando sin mucho problema y nos encontramos con otro regalo de la naturaleza.
Continuamos corriendo mientras Edu y yo charlábamos sobre varias pruebas deportivas como los 101 o el Spartathlon y nuestos entrenamientos, girándonos cada pocos minutos para ver si divisábamos a nuestros compañeros, ya que en la última curva de la carretera los perdimos y no los habíamos vuelto a ver.
En una recta previa a un pequeño túnel echamos a andar y revisé de nuevo los mensajes de familiares y amigos, encontrándome con varios de Rubén, con quien charlamos un rato; nos comunicó que estaba enfermo y por eso no pudo acercarse, como comenté al comienzo de la crónica.
Ascendimos otra pendiente y a mediación vimos que, al principio del todo de la curva, llegaban Salva, Sergio y Antonio.
Estábamos ya llegando a La Mamola, donde frenamos un poco el rimo mientras Edu me contaba que el año anterior en el que había participado llegaron al bar que teníamos justo enfrente (Los Amigos) al atardecer, por lo que tomaron café allí.
Este año influía que habíamos salido 30 minutos más temprano, por supuesto, pero creía también que estábamos yendo mucho más rápido que de costumbre; doble motivo por el que echar el freno.
La siguiente parada sería Castell de Ferro, pero antes tocaba afrontar un tramo de toboganes, de los más duros hasta el momento, en particular el último...
Ascendíamos caminando a paso suave y descendíamos al trote, pendiente de si aparecían nuestros compañeros, pero como no terminaban de aparecer decidimos bajar el ritmo y ya esperarles en Castell de Ferro.
Antes de bajar recibimos un mensaje de Javier, que estaba con Tenllado en La Mamola; Paco iba delante, nos comunicaba, por lo que estaríamos aproximadamente a una hora de ellos (nos separaban algo menos de 9 km, pero con bastante desnivel).
Ya en Castell de Ferro paramos primero en una tiendecilla para comprar bebida, un snack y algo de fruta, donde nos agrupamos con Salva, Sergio y Antonio y ya luego al final del pueblo paramos de nuevo en la gasolinera, donde nos tomamos un café/colacao mientras los compañeros merendaban.
En principio íbamos a parar unos 15-20 minutos, pero después decidimos alargar la parada un poco más para que Paco, que acababa de llegar, tuviese su tiempo de comida y descanso
Me extrañó que llegase tan rápido, pero es que hasta en la Carretera de la Muerte conoce trochas... no es para menos, van 10 ediciones y él la ha hecho 13 veces.
La trocha en cuestión fue cuando bajamos después de encontrarnos con los ciclistas; ellos después siguieron por la autovía, que se une de nuevo con la 340 más adelante.
Al final, tras hora y 20 de parada decidimos prepararnos para continuar.
Pienso que nos vino bien la parada, ya que por mi parte tenía los gemelos cargados y con un poco de Radio Salil de Edu se aliviaron bastante, a Sergio le pinchamos una ampolla que tenía en el pie y Salva tenía un pie con un hematoma considerable y se lo estuvo tratando.
Paco nos comentó que por fin habían encontrado a Manuel, que se había desorientado pero seguía en carrera, ahora con Tenllado y Javi, venían poco a poco los 3; mientras tanto, en Almería...
Al salir del local, pese a quitarnos muchas capas al entrar y ponernos alguna extra justo antes de irnos, notamos mucho la bajada de la temperatura, sobre todo yo, que ahora que soplaba el poniente me entraban tiritones.
Teníamos delante una cuesta, por lo que no podía trotar, pero andando rápido y con ganas entré en calor y en dos kilómetros, al llegar al 100, ya me estaba quitando los manguitos.
Con algún repecho aislado por fin tocaron tramos de pendiente favorable, donde nos pusimos por debajo de 6:30 en algunos segmentos; era un lujo poder estirar las piernas tras tanto rato subiendo después de haberme quedado frío.
El grupo llevaba un ritmo variable, pero en cosa de 200 metros estábamos todos; cogimos un poco la delantera Sergio y yo (y puntualmente Salva, que bromeba con que era la primera vez en todo el día que iba el primero), pero al llegar a Calahonda nos reagrupamos todos en cuestión de un par de minutos.
Teníamos por delante lo más duro, la noche de verdad, ya que en la salida apenas tuvimos un par de horas de oscuridad y estábamos frescos.
Ahora llevábamos 106 kilómetros en las piernas, ni la mitad de lo que teníamos por delante y se avecinaba una noche fría y con bastante viento, que ya comenzaba a soplar desde el poniente y nos pillaba de cara.
Cada vez que parábamos, aunque fuese un par de minutos, me quedaba helado, pero no por las piernas (mis compañeros llevaba ya un rato regañándome por ir con mallas cortas), sino por el cuello y el pecho, que llevaba bien guarecidos.
En el momento en el que corro con abrigo de más me acaloro mucho, por eso me gusta ir con mallas cortas y sin calcetines hasta en invierno (si, hay calcetines para correr con sandalias).
Si sudo mucho, me empapo y me quedo más frío aun al parar, mientras que si voy con el abrigo justo apenas sudo y no noto grandes contrastes al descansar.
Apenas había caído la noche y ya estábamos hasta las narices por culpa del viento y del frío y para colmo todas las predicciones coincidían en que sobre las 6 de la mañana nos mojaríamos, independientemente de donde estuviéramos... ¡vaya lata!
Hicimos la parada para cenar en Torrenueva, en el bar Almoravid, mientras escuchábamos el partido del Madrid y recargábamos nuestros dispositivos, GPS, frontales, móviles... ¡se quedaban sin batería antes que sus propietarios!
Indicamos a nuestros compañeros nuestra posición antes de dejar el bar, nos envolvimos de nuevo con nuestras múltiples capas y dejamos el abrigo del local para exponernos de nuevo al implacable poniente.
Ahora llegaba lo que Paco denomina "la gran recta", 11 kilómetros que se extienden entre Torrenueva y Salobreña, sin apenas desnivel y dejando Motril a la derecha, sin ningún punto de avituallamiento posible.
Nos encontramos una última gasolinera abierta cuando salimos de Torrenueva; pese a haber cenado hacía cosa de media hora, volvimos a tomar un sack y compramos bebidas.
El hombre tenía el candado echado (pensamos que lo echó viendo a semejante trupe con esas pintas cruzar la carretera hacia su gasolinera en mitad de la noche), pero tras varios viajes para traernos cosas y viendo que éramos inofensivos, hasta salió a charlar con nosotros sobre el reto que teníamos entre manos (pies más bien).
Tras despedirnos continuamos, agachando la cabeza y apretando el culo, sabiendo que estábamos en un momento clave, ya que, una vez alcanzado el ecuador, quedaba llegar entero al amanecer, que no iba a ser poca cosa...
Fue un tramo bastante largo y con varias paradas fisiológicas de por medio (tuve la primera parada importante desde que dejamos Málaga la tarde anterior, estaba extrañado ya), se notaban los kilómetros y el desgaste... ya nadie tiraba y las cuestas se subían andando.
Avanzábamos en hilera porque por esa zona los conductores iban a una velocidad endiablada y en lugar de apartarse un poco, más de uno nos echó las largas o nos pitó, por lo que fue un alivio comenzar a notar la pendiente en las piernas...
En este punto les pregunté a mis compañeros si conocían la historia de los refugiados y el Guadalfeo y como negaron con la cabeza, se la comencé a contar...
El puente había sido volado y por motivos que nunca terminaron de esclarecerse el Guadalfeo iba muy crecido, por lo que los refugiados malagueños se encontraron entre la espada y la pared.
De los que quisieron cruzarlo muchos, exhaustos tras días caminando sin descanso y apenas comida, fueron arrastrados por la corriente...
La desesperación de la situación a la que fueron sometidos provocó muchas víctimas en este punto, además de varios suicidios por el camino, no solo las armas se cobraron bajas...
Justo al completar el relato se nos acercó Paco para preguntar si conocíamos la historia, ya que es un punto muy representativo de La Desbandá.
Con el castillo de Salobreña pasa algo parecido a con la torre de El Ejido, se va viendo desde kilómetros de distancia, pero parece que nunca llega, así que cuando por fin comenzamos a rodearla fue un alivio; ¡otro gran paso completado!
Justo mientras paraba un momento a revisar el móvil para dar tiempo a que me alcanzasen los compañeros, un coche llegaba desde atrás pitando, poniendo las luces de emergencia y parando en el carril frente a nosotros... ¿qué le pasa a la gente?
Yo seguí a lo mío y tras cerrar whatsapp eché a andar de nuevo, pero de repente me di cuenta de que mis compañeros me llamaban y una silueta conocida salía del coche... ¡Era Tenllado!
Como me estaba quedando congelado de nuevo continué andando, aunque a paso más suave, hasta que nos volvimos a reagrupar.
Según nos contaba Tenllado, Javier y Manuel habían decidido abandonar, por lo que se le ocurrió llamar a un hotel donde se había alojado hace unos meses por motivos laborales para ver si les podían evacuar; sin dudarlo, acercaron a los compañeros a Motril y avanzaron con el coche hasta que dieron con nosotros.
Llevábamos 125 kilómetros encima y hasta dentro de 11 no podríamos volver a parar, no porque quisiéramos o no, sino porque no habría posibilidad.
Ya habíamos dejado atrás "la gran recta", pero lo que nos esperaba ahora, por momentos era peor.
Afrontábamos una zona donde la carretera serpenteaba, ascendiendo, descendiendo y retorciéndose de pronto hacia la costa y de pronto hacia el interior.
La parte positiva era que psicológicamente no se hacía tan dura como el tramo anterior al ser más variada (y además veíamos el mar, que para mí siempre es un plus), la parte negativa era que las cuestas ya pesaban, tanto hacia arriba como hacia abajo y además en los tramos cercanos al mar el poniente se estaba cebando con nosotros.
En los segmentos en los que íbamos guarecidos llegaba a quitarme los manguitos, remangarme la camiseta de manga larga e incluso quitármela, pero en los tramos más expuestos tenía que volverme a poner todas las capas y hasta trotar un poco, aunque fuese cuesta arriba.
Fue una parte que se me hizo muy dura y en la que sabía que estaba teniendo un desgaste físico intenso e innecesario, pero el nivel de frío tras tantos kilómetros y con semejante paliza en el cuerpo se me hacía muy difícil de soportar.
Tras la segunda vez de quitar y ponerme la camiseta en poco más de 15 minutos (ya os digo, cuando no soplaba el aire rompía a sudar de inmediato y me sobraba todo), decidí no volvérmela a quitar más, lo que haría sería quitarme los manguitos, remangarme y subirme a camiseta aguantándola con las cintas pectorales de la mochila, para refrescar la zona de la cintura y la espalda.
Tuve que hacer otra parada fisiológica importante (es curioso, tras la primera la segunda se sucedió en pocas horas, se ve que el cuerpo ya no tenía tanto aguante) y me di cuenta de que estábamos más separados de lo que imaginaba...
Es cierto que la carretera, serpenteante y con muchos cambios de rasante, no ayudaba a ubicar a los compañeros, ya que se perdía la visión tras cada curva, pero hicimos una larga bajada a trote suave y no vimos la luz de los frontales.
Antes de comenzar a separarnos, Tenllado nos preguntó si queríamos bajar a Almuñécar a tomar un café y aunque inicialmente no hubo mucho entusiasmo (parar habría que parar, pero yo con unos caramelos de café de Edu iba servido y mis compañeros con geles de cafeína), conforme pasaron los kilómetros lo empezamos a ver como más que necesario.
En primer lugar para reagruparnos, ya que tanto Tenllado como Paco se habían ido retrasando bastante; sabíamos que si había que apostar por dos corredores que acabasen la Carretera de la Muerte ellos eran "caballos" ganadores, pero lo suyo era ir todos de a una.
En segundo lugar, porque llevaba la boca pastosa y cuando fui a echar mano de algo dulce (un blíster de puré de fruta, por ejemplo), me di cuenta de que no me quedaban, tan solo uno de zumo de frutas y verduras con guaraná, pero no me apetecía en ese momento.
Así que entre caramelos de café, geles y charla sobre como íbamos cada uno, Edu, Sergio, Salva y yo continuamos avanzando hacia Almuñecar.
Íbamos girando la cabeza tras cada curva para ver si llegaban nuestros compañeros, hasta que Paco nos llamó para darnos su posición y decirnos que les esperásemos en el bar de una pensión que quedaba a la izquierda tras el semáforo de la entrada de la ciudad.
En ese momento, Edu y yo comenzamos a descolgarnos más; Sergio iba dolorido con las ampollas, Salva fastidiado con la hinchazón de una pierna y yo llevaba parte del talón izquierdo en carne viva del roce de la cinta tobillera.
Si me lo colocaba bien no notaba molestia en absoluto, con vaselina que me dejó Paco hacía horas llevaba más de un maratón sin acordarme, pero en una de las bajadas la cinta subió más de la cuenta y tuve que parar de inmediato a ajustarla.
Los únicos que parecían ir enteros eran Edu, que también iba pasando su calvario en forma de rozaduras por varias zonas y Antonio, que iba haciendo la goma y tan pronto parecía que se estaba quedando como se ponía en cabeza e iba tirando del grupo.
Fuimos aprovechando los llanos y repechos para reagruparnos, ya que en las bajadas, si no me molestaba la cinta, Edu y yo bajábamos bastante cómodos y así llegamos juntos al bar.
Nada más entrar comencé a sudar por el cambio de temperatura, por lo que me quedé en manga corta de inmediato, me pedí un colacao y pese al frío y por el gusto de notar algo dulce y fresquito en la boca, me pedí un magnum almendrado.
Piqué de unas patatas de Edu y pensé que me vendría bien tomar algo salado también, por lo que aproveché para pedir dos paquetes, uno para mí y otro para Paco, que llegó con Tenllado antes incluso de que el colacao estuviese listo, no venían tan detrás como pensábamos.
Tenllado se pidió un bocata porque llevaba el hombre ya 13 horas sin comer nada, desde que en la parada de Adra se comiese medio bocata de tortilla con jamón, por lo que aprovechamos para cargar de nuevo nuestros dispositivos, comunicarnos con familiares y amigos y reponer fuerzas.
Quedamos con Paco en reagruparnos de nuevo en Nerja, en un bar situado enfrente de la estación de autobuses y con las pilas ya cargadas fuimos saliendo del local poco a poco.
El primero fui yo porque me temía lo que iba a pasar... que con el contraste térmico después de algo más de 20 minutos de parada, arrancar en frío con el ídem que esperaba fuera iba a ser una tortura...
En efecto, nada más salir comenzó la tiritera, por lo que me puse a andar de inmediato mientras me giraba para comprobar si los compañeros iban viniendo.
Por suerte teníamos una pendiente en contra de casi dos kilómetros al momento ya tenía a Edu al lado y a Sergio y Salva poco más atrás.
Al alcanzarnos nos dijeron que Antonio iba a salir en cosa de un par de minutos y que poco después vendrían Paco y Tenllado.
En este tramo, las familias que fueron más lentas en su huida de la capital fueron interceptadas por las tropas italianas, que ya habían llegado a la costa y les obligaron a volver a sus casas...
Tal y como íbamos, si alguien me hubiese dicho que en ese momento tenía que volver a Almería (por haberme dejado algún documento importante, por ejemplo), me hubiese dado un ataque y aun así no era cuestión de vida o muerte, para alguien que huía de la represión, psicológicamente, se hubiese quedado hundido...
Fuimos subiendo con ganas, tan motivados con la distancia recorrida en el tiempo que llevábamos que, medio en serio medio en broma, nos atrevíamos a hacer cábalas con rondar las 30 horas y batir el mejor tiempo hasta el momento (que tampoco sabíamos exactamente cual era, pero intuíamos alrededor de 32 horas).
Pero las horas, los kilómetros y las subidas comenzaron a hacer mella y cuando nos quisimos dar cuenta nos estábamos quedando hasta dormidos mientras andábamos.
Me puse a sacar temas de conversación con todos para mantener la mente activa y con la ayuda de otro caramelo de café de Edu conseguí alejar a Morfeo, pero se notaba que llevábamos a cuestas camino de 143 kilómetros.
Sergio y yo nos habíamos destacado un poco, en el túnel previo a La Herradura nos reagrupamos con Salva y Edu, pero en los casi 3 kilómetros de bajada posteriores volvimos a separarnos poco a poco.
Esta fue una de las zonas más castigadas por los bombardeos y la artillería en el fatídico éxodo del 37, ya que los refugiados no encontraron cultivos para alimentarse tras casi dos días de camino y fueron un blanco fácil para los cañoneros gemelos Canarias y Baleares y el Almirante Cervera, así como la aviación.
El avanzar por ese mismo punto sabiendo que tantas personas fallecieron en él era una sensación muy extraña...
Pese a las ampollas Sergio aguantaba estoico y charlando sobre retos deportivos, como conseguir apoyo de clubes, empresas o ayuntamientos y proyectos varios llegamos a hacer casi kilómetro y medio a 6 minutos el kilómetro.
Echamos el freno en cuanto llegaron de nuevo las pendientes, donde hubo que apretar el culo y subir con todo casi 3 kilómetros en contra y cuando digo subir con todo me refiero a casi 11 minutos el kilómetro, caminando a duras penas en tramos con fuerte pendiente en contra.
A media subida pensamos por un momento que nos estaban alcanzando los ciclistas, ya que escuchamos el característico "Yeeeeeeeeeeeeeeeeepayyyyyyyyyyyyy" de Berbén, pero la voz me sonaba más a Paco...
Veíamos dos frontales a lo lejos, pero no sabíamos si serían de ciclistas o corredores... Edu y Salva venían al volver la curva seguro, así que o eran Antonio, Paco o Tenllado o los ciclistas... sea como fuere, al ritmo al que íbamos no tardaríamos en descubrirlo...
Íbamos tan absortos en el asfalto bajo nuestros pies que en un momento dado nos alcanzó Edu y nos dijo que ya habíamos pasado el cartel de "Provincia de Málaga" y una chispa de ilusión nos devolvió las fuerzas.
Tras la foto aproveché para comprobar los mensajes y recibimos noticias de los ciclistas...
Por nuestra parte quedaba dejar Maro y dejarnos caer hacia la estación de buses de Nerja, lo que supuso una doble motivación, en primer lugar, porque recordando con Sergio la segunda etapa del Reto 360º Solidarios me animé muchísimo y por otro lado, porque tras el reciente Reto Litoral el tramo Nerja-Málaga lo tenía muy reciente y ya sabía lo que esperaba...
Quedaban los 50 últimos km y para casa, nadie nos iba a regalar nada y habría que sufrirlos, pero lo más duro lo estábamos dejando atrás.
Inicialmente hubo ideas de prolongar la quedaba 150 kilómetros más y llegar hasta La Sauceda, un lugar muy simbólico de la Guerra Civil, ya que por su estratégica situación entre Los Alcornocales, la Campiña de Jerez y la Serranía de Ronda acogió a multitud de refugiados.
Tras meses de resistencia y ser uno de los primeros objetivo de bombardeos de la Luftwaffe alemana, La Sauceda cayó, siendo gran parte de la resistencia (y civiles) ejecutada en el Cortijo del Marrufo, se calcula que unas 600 personas, en una de las mayores fosas comunes de nuestra historia.
Pero tal y como iba la cosa, por mi parte llegar al Ayuntamiento de Málaga iba a ser la meta... con el ritmo que llevábamos y sobre todo las secuelas de la paliza que llevábamos ya encima, no iba a ser poco, más aun si cabe cuando comenzaba a llover de forma suave...
Edu nos alcanzó bajando, antes de entrar por la Avenida Pescia; Salva venía bastante preocupado porque tenía cada vez mayor inflamación, el dolor por lo visto no aumentaba, pero estaba con la cabeza puesta en eso en lugar de en el objetivo y cuando eso pasa, aunque uno vaya bien, el asunto se complica.
Y no es para menos, ya que tenía un hematoma considerable que iba creciendo por kilómetros y aun quedaban muchas horas por delante.
Echamos pie a tierra mientras Edu buscaba una farmacia para comprar Positon para las rozaduras, que pese a tener el cartel luminoso encendido estaba cerrada.
Comenzó a llover de forma más acuciante, por lo que apretamos un poco el paso hasta la estación de autobuses y entramos en el bar, justo a tiempo para quitarnos del chaparrón que comenzaba a caer; estaba lloviendo desde las 6 de la mañana justas ¡que precisión del servicio meteorológico!
Llevábamos ya 25 horas consecutivas corriendo y algo más de 26 sin dormir, por lo que nos pedimos un desayuno contundente, aprovechamos para cargar móvil y GPS e hicimos un balance de daños para ver como se encontraban nuestros ya maltrechos cuerpos.
Salva, Antonio y Paco llegaron casi uno a continuación de otro, antes incluso que las tostadas, estábamos todos a tiro de piedra uno de otro, pero de Tenllado no había ni rastro...
Nos comentó Paco que Tenllado no había llegado a salir del bar de Almuñécar, ya que se encontraba mal y decidió parar a dormir un poco; conociéndolo como lo conocemos sabíamos que en pocas horas estaría en marcha de nuevo.
Salva tuvo que tomar una dura decisión... continuar andando, a saber cuantas horas, hasta Málaga, arriesgándose a una lesión que le impidiese participar en las 100 millas bandoleras en pocas semanas, o retirarse a 50 kilómetros del objetivo, evitándose una casi segura lesión y muchas horas de sufrimiento.
Si decidía continuar, Edu se ofreció a acompañarle andando a Málaga y estaba claro que los demás iríamos a una, ya que no estaban los cuerpos para muchas alegrías; tras una llamada, el hermano de Salva estaba en camino, había tomado la decisión correcta.
Tras unos 20 minutos de parada decidí continuar, por tres motivos, el primero, que se me estaba cortando el cuerpo pese a estar en el interior del bar, el segundo, que tras tomarme una buena tostada con colacao me estaba entrando modorra y el tercero que parecía que la lluvia comenzaba a cesar.
Como el camino ya lo conocía, me puse una capa adicional por primera vez desde Almería, el cortavientos impermeable, que me iba a venir fenomenal para mantener el calor corporal.
Con paso torpe a principio y un intento de trote después, fui poniéndome en marcha; la misma lluvia me escocía en los dedos de los pies, muy sensibles tras tantas horas rozando con el cuero...
Está claro que los tejidos artificiales tienen muchas más ventajas que la piel y esa es una bien clara, tengo modelos de cuero desde hace varios años que siguen siendo funcionales, pero para futuros ultras seleccionaré aquellos con footbed sintético.
Al llegar al hotel de Las Marinas de Nerja comencé a caminar para subir la cuesta con calma, le eché un vistazo al móvil y revisando los mensajes me encontré con una noticia desagradable... Berbén se retiraba en Salobreña, tras 342 kilómetros (casi nada).
Estaba machacado por todos lados, pero lo peor era que la rodilla, que es lo que tiene más tocado, le estaba dando un aviso, por lo que decidió no tentar a la suerte y coger un bus para volver.
De los 3 ciclistas quedaban 2 en ruta y de los 10 corredores quedábamos 6... fue un momento de bajona gordo porque me veía solo ante la inmensidad, con el cuerpo machacado, lluvia, poniente en contra, frío...
Por suerte solo fueron unos minutos de bajón, ya que me sorprendieron los pasos, a cosa de 20 metros, de Edu, Sergio y Paco y al verles cambió la cosa de manera radical.
Parecieron alinearse los astros, porque fue llegar ellos, cesar la lluvia por completo y comenzar a levantar el sol sobre el mediterráneo, alejando los fantasmas de la larga noche.
Antonio había decidido parar un poco más en Nerja, pero tenía las ideas muy claras y sabíamos que antes de darnos cuenta lo tendríamos encima, los que nos preocupaban ahora eran Tenllado, que llevaba varias horas sin dar señales y Berbén.
Mark y Roberto estaban desayunando en Almuñécar y Tenllado no estaba ya allí, así que eso significaba que iba en camino, por lo que no deberían tardar mucho en darle caza.
Berbén tenía que estar pasándolo mal, así que decidí llamarle para levantarle un poco el ánimo.
Estuvimos charlando Paco y yo él mientras se adelantaban Edu y Sergio camino de Torrox costa, haciendo la goma, momento en el que tuve la primera alucinación de todo el trayecto...
A lo lejos había algo, no sabía que era, pero parecía una especia de grúa... sabía que no tenía sentido porque estaba en la parte elevada de la montaña, pero yo estaba viendo una grúa.
Se lo dije a Paco y me dijo que él veía una casa, que grúa no había por ningún lado, pero aun así yo seguía viendo una grúa mirase por donde mirase.
Él había tenido la primera subiendo por la zona de los acantilados de Maro, había visto a un hombre apostado en el camino con un pastor alemán, pero ni había hombre ni perro ni nada.
Hasta que no estuve al lado de la propia casa no la pude ver, es increíble el poder de la mente humana... experimentando cosas así creo totalmente que funcionen los remedios placebo o los tratamientos con hipnosis...
Llevábamos 170 kilómetros encima y se notaba el desgaste muscular, ya que pese a haber desayunado hacía menos de 3 horas, el cuerpo volvía a pedir algo.
Y yo que pensaba hacer el tramo Nerja-Málaga del tirón... iluso de mi, sin gasolina estaba apañado.
Menos mal que no tardamos en divisar una churrería donde apalancarnos y disfrutar de un buen chocolate caliente.
Lo que en un principio iban a ser 2 churros acabaron siendo 3 y medio y no fueron más porque empezaba a notar el estómago pesado...
Acabando el primer churro pasó Antonio a buen ritmo y como Edu ya se había tomado su café y no quería comer nada, salió tras él.
Paco, Sergio y yo nos entretuvimos un poco más pero tampoco demasiado; una parada más larga de la cuenta también pasa factura...
Hicimos varios kilómetros juntos haciendo la goma, tan pronto trotando como andando dependiendo del terreno y la musculatura.
Pensaba, iluso de mi, que al conocer el camino, este tramo final sería más llevadero, pero fue justo al revés...
La cabeza me iba jugando malas pasadas y por momentos no me terminaba de ubicar, recordaba todos los paisajes y zonas por las que tenía que pasar pero no era capaz de colocarlas en el orden correcto; de hecho, estaba pasando sobre el Güi y dejando atrás El Morche y no recordaba haber visto la torre vigía...
Decidí mantener más tiempo de trote que de marcha y no tardé en divisar primero a Antonio y después a Edu, a pocos metros.
Antonio iba andando hablando con el móvil y Edu avanzaba con trote firme; pasé junto al primero, pero estaba hablando y preferí no interrumpir, por lo que continué hacia Edu.
Tras un rápido vistazo al móvil me animó saber que Mark y Roberto estaban ya en la provincia y que acababan de cruzarse con Tenllado; entre eso y el poder de los churros me revitalicé por momentos...
Me puse a la vera de Edu como quien no quiere la cosa y nos hicimos 3 kilómetros a 6:30, los dos primeros como si nada, pero el tercero ya comenzó a pesar, por lo que en la subidita después de Lagos decidí echar a andar y dejar que se adelantase él.
En Mezquitilla vi de lejos que se había parado a andar, por lo que eché yo a trotar hasta ponerme a su par y ya en Algarrobo Costa estabilizamos el ritmo.
Avanzábamos entre trote y marcha, intercalando, pero poco a poco iba ganando tiempo la marcha y el ritmo fue haciéndose más y más lento...
Ya en Torre del mar paramos un momento en una gasolinera, Edu a comprarse una bebida energética y yo una bolsa de patatas, ya que notaba que a las piernas les faltaba brío y mal no me podían sentar.
Igualmente Edu iba compartiendo frutos secos conmigo a cada rato, pero parecía que el cuerpo no se enteraba...
En esta zona fue donde comenzaron los bombardeos el domingo 8 de febrero de 1937 y se cobraron las primeras víctimas...
“La evacuación de Málaga comenzó cuando la población supo de las dificultades de los frentes, pero nadie creyó que el éxodo voluntario iba a asumir el carácter de un cataclismo humano desconocido en la historia de Europa. Pronto se convirtió en una sangrienta realidad. El camino se tornó un infierno bombardeado por los barcos fascistas españoles y los aviones alemanes e italianos. (...) Pronto el camino quedó cubierto de muerte”.
The Manchester Guardian.
Y aun así en este tramo los refugiados contaron con un apoyo en forma de oscuridad que salvó incontables vidas reguardándoles del fuego de artillería, gracias a Anselmo Vila y su decisión de apagar el faro 386 a costa de su vida.
Atravesamos muchas rectas duras a lo largo del trayecto, pero la de Caleta de Vélez hasta la Torre del Jaral se hizo eterna...
Cada pocos minutos pasaba un grupo de ciclistas, por lo que andábamos subiendo y bajando del arcén al camino cada pocos metros, soplaba un persistente viento de cara y las piernas estaban cada vez más flojas...
Edu lo sabía y tirada de mi, animándome a trotar la distancia entre dos señales (y alargándola si veía que respondía), entre dos casas, dos coches... pero aun así parecía que tardábamos una eternidad en alcanzar la torre.
De nuevo me falló la estructuración espacio-temporal, ya que pensaba que estábamos a punto de ver Benajarafe el girar la curva a la derecha; hasta le dije a Edu que cuando llegásemos a Benajarafe (al volver la curva) lo pasaríamos trotando de punta a punta, ya que recordaba que no era mucha su extensión.
Pues bueno, al girar la curva a la derecha lo que estaba era otra larga recta, de algo más de 4 kilómetros, entre la zona de camping y las urbanizaciones.
Aun así aguanté casi 10 minutos al trote antes de volver a andar... cuando llegamos a Benajarafe no solo no podía tirar de las piernas para recorrerlo al trote, sino que paramos en 2 ocasiones, una en las fuentes del paseo para que recargase agua y otra en un supermercado en el que me compré fruta e isotónica.
Casi 194 kilómetros llevábamos encima y tocaba otra larga recta de 3 kilómetros...
En algún momento, no recuerdo exactamente donde, nos alcanzaron Mark y Roberto, que debían llevar ya camino de 415 kilómetros... ¡y a todo esto, en MTB, no en bicicleta de carretera!
Nos dimos un abrazo y nos ánimos mutuos hasta que volvieron a cabalgar sus monturas y se perdieron en la distancia...
Ya no pasó nada reseñable hasta llegar a Torre de Benagalbón, momento en el que me di cuenta de que ya no era capaz de trotar...
Volvimos a encontrarnos a los padres de Antonio (nos lo habíamos encontrado previamente, pero estaba desubicado y no sabría decir por donde), pero rechazamos comida y bebida porque lo único que necesitábamos, al menos yo, era terminar.
Edu me preguntaba quequé sentía y eso era lo que más coraje me daba, que no era nada que no llevase sintiendo horas... dolor, solo que ahora con más intensidad.
Dolor, simple y llano, sobre todo en pies y piernas... pero solo dolor, no tenía nada roto, no tenía ningún esguince ni tendinitis...
Lo único fuera de lo normal para llevar 190 kilómetros encima eran las las rodillas hinchadas, la izquierda sobre todo, del golpe dos días previos a la salida.
Le pregunté a Edu si llevaba ibuprofeno; en efecto, la pregunta debería de haber sido qué no llevaba.
Me lo tomé y me dijo que no me preocupase, que andase hasta que me hiciese efecto.
Edu tenía muchas ganas de llegar a la Cala del Moral, donde le esperaba su familia, pero de allí a meta me dijo que si quería, podríamos ir andando.
Se que si yo hubiese podido, él hubiese sido capaz de llegar a la carrera a la Cala como poco y quizás hasta Málaga... y yo no quería andar, ya que eso implicaba horas de dolor y agonía que corriendo pasarían a ser la mitad o menos, pero en esos momentos las piernas simplemente no respondían...
Iba muerto, el ibuprofeno parecía que no hacía efecto alguno y una nebulosas de negatividad se fue arremolinando en mi mente mientras Edu, tan solo andando, ganaba metros que no era capaz de remontar, hasta que de repente, me hizo señas para que me acercase y nos metimos en un callejón hacia el paseo.
¡No podía ser! ¡Súper Paco!
Tuve que mirarle de arriba a abajo dos veces para creérmelo, ya que había estado en la travesía de resistencia de Jabalcuza-Jarapalos hacía menos de 24 horas y tras una paliza de 50 kilómetros sierra a través no teníamos noticia de que fuese a venir.
Nada más vernos lo primero que hizo fue preguntarnos como estábamos e insistir en invitarnos a un café, así nos vería la carita...
Después nos preguntó por su hijo, como es lógico, pero Paco no nos cogía el teléfono, así que le mandé la ubicación de su padre, junto al hotel Elimar y le dejé varios mensajes.
Le toca la fibra hasta al más sensible ver a Súper Paco, con el mal día que hacía y la de aire que corría por la zona, esperar con infinita paciencia a que llegase su hijo, a cerca de una hora de camino.
No sé por qué no nos echamos fotos con Mark y Roberto ni con Súper Paco, pero llevo arrepintiéndome desde que preparando estas líneas me he dado cuenta de que no hicimos ninguna...
Con renovados ánimos salimos al paseo, preparados para resistir el envite del viento y hasta trotando de nuevo tras más de media hora sin ser capaz de levantar las piernas del suelo.
Fuimos intercalando trote y marcha, como hacía ya varias horas, caminando en las rampas del paseo o el inicio de los túneles y trotando desde ese punto hasta donde nos esperaba la familia de Edu.
Nos recibieron dos muchachos, uno en patinete y otro corriendo, que nos acompañaron hasta el banco donde nos tenían el avituallamiento preparado.
Las primeras en recibirnos fueron las perras de Edu, que se volvieron locas al oírle silbar, después los peques y por último los mayores.
Me tomé media lata de coca-cola y unas cuantas patatas, pero tenía el cuerpo cortado y hasta fatiga, por lo que no quise abusar.
Paco me llamó por fin y le comenté que su padre les estaba esperando; se encontraban en la Repsol previa al Elimar, por lo que en cosa de unos 15 minutps se encontrarían con él.
Desde nuestra posición a la de ellos habría algo más de 6 kilómetros, 7 como mucho, que no es demasiado pero con el viento en contra, la llovizna que volvía a hacer acto de presencia y la fatiga acumulada, podían convertirse en una hora de camino.
Edu se cambió de pantalón por uno más cómodo para aliviar los dolores del roce durante tantos kilómetros, comimos y bebimos un poco y nos decidimos a afrontar el tramo final, apenas 13 kilómetros, pero sin duda de los más duros...
Nos acompañaría el hijo de un amigo y compañero del club, que con su alegría y entusiasmo juvenil nos ayudó a disipar las dudas y dolores de la mente.
En los túneles entre La Araña y el Peñón del Cuervo paré un momento a echar la última fotografía de nuestra aventura, a la placa en memoria del pueblo canadiense y Norman Bethune; había pétalos de flores en el suelo, con toda seguridad habría tenido lugar algún acto en la efeméride de La Desbandá.
Con Málaga ya asomando y apenas 10 kilómetros por delante retomamos la marcha, al principio a ritmo tranquilo y caminando bastante, pero tras pocos minutos azuzando el ritmo, ya que la llovizna inicial se estaba intensificando.
Las calles estaban desiertas y el suelo estaba cada vez más mojado... de nuevo me escocía la lluvia al caer por algunas zonas de los dedos, el roce durante más de 32 horas había dejado varios puntos en carne viva...
La suerte estuvo de nuestro lado durante dos semáforos, que cambiaron a verde justo al llegar al final de la acera y nos permitieron continuar aprovechando el impulso, pero el tercero cambió a rojo justo al ir a cruzar.
Al frenar en seco noté como me fallaba la rodilla derecha y casi me voy a la carretera; le dije a Edu de seguir andando un poco para recuperar, ya que el dolor no era excesivo, pero estando todo mojado no me fiaba de ir al suelo en el siguiente frenazo.
Cuando llegamos a la altura de los Baños del Carmen ya llovía con ganas, pero no era momento de parar...
Edu calculaba que estábamos a poco más de 2 kilómetros del Ayuntamiento de Málaga, así que apretamos el culo, los dientes y todo lo apretable y nos lanzamos a toda la velocidad que permitían nuestras piernas hacia el Paseo de Reding.
Pasamos por delante del piso donde Emma vivía en su segunda etapa en Málaga y Edu señalaba a lo lejos la punta del Ayuntamiento... aprovechamos que no había tráfico y cruzamos a la isleta, y de la isleta a la acera del Paseo del Parque...
Nos estaban esperando para grabar la llegada, continuamos trotando, ya lo teníamos... subimos las escaleras del ayuntamiento, nos dimos un abrazo y paramos el cronómetro tras 33 horas y 33 minutos.
¡Habíamos completado la X edición de la Carretera de la Muerte!
A las 15:13 del domingo 4 de febrero llegábamos a meta; 25 minutos más tarde tuvimos noticia del segundo grupo, que marchaba por La Araña, incansable hacia la meta...
Y por último, a las 18:31 de la tarde, con 36 pedazos de horas en carrera llegaba el segundo grupo de compañeros a Málaga, con un escolta de lujo.
Ha sido un fin de semana increíble en el que he podido cumplir un sueño que llevaba rondando mi mente 4 años... una experiencia increíble desde todas las perspectivas.
Para mi la Carretera de la Muerte es como la vida misma, un viaje en el que creces en multitud de facetas, conoces a personas increíbles, lugares maravillosos...
Una vida condensada en 215 kilómetros, reducida a poco más de 33 horas de las que no quitaba ni un solo segundo, ni si quiera aquellos en los que peor se pasa, porque esos son los que hacen que se disfruten mucho más el resto de momentos...
Y en cierta forma sería egoísta querer eliminar ese sufrimiento y dureza al camino, ya que son su esencia.
Ni aun haciendo el camino ida y vuelta podríamos comparar ese sufrimiento de los momentos duros al que pasaron esos miles de malagueños que el domingo 7 de febrero del 37 se vieron obligados a abandonar sus hogares con lo puesto.
Por las víctimas, por aquellos que se vieron obligados a andar durante 5 días con sus 5 noches, comiendo cañas de azúcar que se encontraba para subsistir, bajo fuego de ametralladora y de artillería, jugándose la vida a cada minuto...
Para todos ellos, ha sido nuestro particular homenaje, el primero por mi parte, pero de seguro, el comienzo de muchos...
"No hay camino para la paz, la paz es el camino"
Mahatma Gandhi
Diverso grupo de corredores, todos con un objetivo en la mente: Málaga |
Mientras avanzábamos caminando hacia la esquina de la Avenida Federico García Lorca nuestros GPS iban cogiendo cobertura uno tras otro; ya tan solo faltaban segundos para que comenzase la X edición de la "Carretera de la Muerte".
Como cada año, en el primer fin de semana de febrero y coincidiendo con el fin de semana más próximo a la fecha histórica de "La Desbandá", un grupo de corredores abierto a toda ideología, religión o índole, entre los que por primera vez me incluía, nos dispusimos a recorrer la distancia que separa Málaga y Almería, este año en dirección opuesta por motivos logísticos.
Para los que queráis un poco más de información sobre esta "carrera" no competitiva por la memoria histórica, os dejo esta entrada de 2015.
Quiero recalcar antes de nada que este evento es deportivo y apolítico, ya que puede que estas líneas lleguen a muchas personas y no quiero que haya malentendidos.
Lo que pretendemos es mantener viva la memoria histórica por sus víctimas, sean del lado que sean; aprendamos de los errores del pasado para que cosas así no vuelvan a suceder, ni en España ni en ningún sitio.
Para acabar la interrupción, las experiencias vividas este fin de semana darían para escribir un libro (sin exagerar), por lo que intentaré condensarlas al máximo sin perder la esencia; prosigo con el relato...
Tras coger señal y comenzar a trotar poco más de 500 metros pisamos por vez primera la N-340, en la esquina del Parque Nicolás Salmerón, agrupándonos por parejas o en fila india según nos permitiesen carretera y acera.
Un par de kilómetros tardamos en dejar atrás el frío y los nervios y ya corríamos con alegría, conversando sobre el tiempo que nos podíamos encontrar en las horas venideras.
Poco después dejamos atrás el puerto, mientras pensaba en cuantas veces habría atravesado ese punto la Ambulancia de Norman Bethune, Thomas Worsley y Hazen Sise, quienes habían venido desde Barcelona con sangre almacenada para atender a los heridos, practicando técnicas pioneras en el peor escenario posible.
Tras atravesar el primero de los muchos túneles que nos encontraríamos a lo largo del camino nos encontramos en la distancia la que sería nuestra primera parada, Aguadulce.
Poco antes de entrar nos dimos cuenta de que con el reflejo de una luz lejana se intuían nuestras siluetas en el corte del terreno frente a nosotros, pero la cámara del móvil no daba para más, así que tuvimos que continuar; la foto hubiese sido épica.
Aguadulce, al fondo |
Primera tostada con colacao del día; nunca pensé que podría comer tantas en un solo fin de semana... |
Dos cracks como la copa de un pino, con muchas Carreteras de la Muerte en las piernas |
La parada fue exprés ya que la mayoría tan solo tomó un café, por lo que salí de los últimos de la cafetería y tras un trote alegre me coloqué de nuevo en el grupo.
Por lo visto es costumbre parar en una churrería que hay en la misma calle, más adelante, pero según Paco acertamos al elegir esta ya que nos atendieron bastante rápido.
En un principio nos iba acompañar desde este tramo Rubén Delgado García, reciente campeón de las 24 horas de Barcelona en pista, gran atleta de nivel internacional y mejor persona, pero como habíamos adelantado la salida 30 minutos vimos prudente no llamarle... e hicimos bien, ya que más tarde hablamos y nos comunicó que estaba malillo.
Continuamos dirección El Ejido mientras nos fuimos separando del mar y el sol comenzaba a despuntar en el horizonte; no tardamos mucho en quitarnos los frontales.
Pese al fresco y la dureza del reto que afrontábamos el ambiente era de buen rollo y cachondeo.
Atravesando la Puebla de Vícar hay pruebas gráficas de ello, ya que tras ver una rotonda con llamativos colores, Tenllado propuso hacernos un selfie grupal.
De izquierda a derecha Sergio, Salva, Antonio, Tenllado, Manuel y Paco; Javi y Edu prefirieron no parar aun. |
Sergio era primerizo, como yo, e íbamos en cabeza con Paco y Tenllado, dos experimentados que iban tirando del grupo.
Antonio y Edu repetían por segunda vez y llevaban ritmos propios, el primero más reservón y el primero subiendo a trote las cuestas aunque luego parase a esperarnos y Javi tenía como objetivo terminarla con tranquilidad, por lo que iba cerrando la comitiva con Manuel y Salva.
Hubo un momento, tras unos 27 kilómetros de camino, en el que Edu se había alejado bastante y avanzábamos en grupo Paco, Edu, Sergio, Salva, Antonio y yo; Tenllado se había quedado más atrás con Javi y Manuel, pero de repente apareció como una centella y no paró hasta alcanzar a Edu en una larga pendiente a favor, de casi 3 kilómetros.
No sé a qué ritmo iba, pero yo me dispuse a alcanzarlos también para aprovechar y parar para quitarme un poco de ropa y comer algo de la mochila; el gps me marcó 2 kilómetros a 5:36 clavados consecutivos...
El último termómetro que vimos marcaba 3 grados, pero corriendo sobraba todo |
Javier nos contó la tarde anterior durante la cena que un año ese fue su punto de abandono, en sentido Málaga-Almería, ya que iba tan KO que no se dio cuenta y en lugar de bajar continuó subiendo.
Ascendió varios kilómetros y cuando, tras preguntar y darse cuenta de que iba mal, volvió al punto donde se había despistado, no recordaba si tenía que ir a la izquierda o a la derecha, por lo que decidió retirarse pese a estar a menos de un maratón de la meta desde ese punto.
La cabeza es más importante que las piernas en una prueba así, aunque muchos piensen que es al revés y esta es buena prueba de ello.
Tras reagruparnos por completo volvimos a la marcha, cada uno a su ritmo y en fila india, ya que aunque la mayoría de los vehículos se apartaban al vernos, muchos pasaban tan pegados como si no existiéramos y algunos a velocidades muy superiores a la permitida por la vía.
Tan solo éramos 10 y nuestra vista seguro que para los que nos vieron pasar era curiosa, por lo que no puedo ni imaginarme como sería para el Norman Bethune encontrarse al río humano procedente de Málaga en esos mismos lugares hace 81 años...
"...Ahora lo que quiero contarles es lo que yo mismo vi de esta penosa marcha, la más grande y terrible evacuación de una ciudad en los tiempos actuales. Llegamos a Almería a las cinco del día 10 con un camión refrigerado, cargado de sangre almacenada desde Barcelona. Nuestra intención era continuar hacia Málaga para poner transfusiones de sangre a los heridos. En Almería, oímos por vez primera que Málaga había caído y fuimos advertidos de no ir más lejos ya que nadie sabía ahora donde estaba la línea del frente enemigo, pero todos estaban seguros de que la ciudad de Motril había caído también.
Pensamos que era importante continuar y descubrir como se desarrollaba la evacuación de los heridos. Salimos por la tarde a las seis por la carretera de Málaga y a unas cuantas millas más allá nos encontramos con la cabeza de la lamentable procesión. Aquí estaban los más fuertes con todas sus pertenencias sobre los burros, las mulas y los caballos. Los pasamos, y cuanto más lejos íbamos, aún más penosa a la vista, se hacían los espectáculos.
Miles de niños, contamos unos cinco mil de menos de diez años, y al menos, mil de ellos iban descalzos y muchos de ellos cubiertos con una sola prenda. Estos iban recolgados de los hombros de sus madres o agarradas a sus manos. Aquí habla un padre que iba tambaleándose con dos niños, uno de un año y otro de dos años, sobre sus espaldas, además de estar cargando cazos y sartenes, junto con alguna valorada pertenencia. El incesante torrente de gente llegó a ser tan denso, que apenas podían os forzar el coche entre medio..."
Con Edu en cabeza fuimos avanzando, aunque ahora me quedé a medio pelotón para aprovechar la música que llevaba Tenllado puesta en un altavoz de su mochila.
A lo lejos, se destacaba un edificio y Paco gritó desde atrás "¡la puta torre!".
También se nos había alertado a los novatos del peligro de esa inmensa recta, ya que vas viendo a lo lejos El Ejido pero parece que no llega nunca... y ya os digo yo que es cierto, ya que seguro que hay más de 5 kilómetros, sin exagerar, hasta llegar a la torre.
A lo largo de ese trayecto fuimos haciendo la goma, estirando el grupo y recogiéndonos, pero ya en El Ejido decidimos apretar un poco hacia uno de los bares.
Fuimos pidiendo justo cuando Paco pasaba por fuera y le avisamos para que entrase, pendientes de Tenllado, Manuel y Javi, que venían en la cola.
Acabamos el desayuno (esta vez, el de verdad) con calma pero no había ni rastro de nuestros compañeros; decidimos llamarles, sin suerte, pero como aun andando debían haber pasado ya, decidimos salir y caminar pendientes por si venían a lo lejos o estaban en otro bar.
No tardamos mucho en llegar a las afueras de El Ejido, así que decidimos continuar, ya que era posible que fuesen por delante nuestra pensando que estábamos más adelante aun.
La mitad del grupo nos adelantamos más, por si era el caso, pero no los llegábamos a divisar; el camino era recto, no tenía pérdida en ese tramo, por lo que o estaban muy por delante o estaban muy por detrás.
Llegamos a un punto en el que teníamos la opción de continuar por donde veníamos o bajar al otro lado de la autovía, por lo que decidimos reagruparnos.
Paco nos dijo que había que bajar y nos comentó que Tenllado, Javi y Manuel estaban desayunando en una gasolinera a las afueras de El Ejido, por lo que bajamos bastante el ritmo y continuamos más tranquilos.
Les mandamos ubicación a nuestros compañeros indicándoles donde estaba la bifurcación y que tenían que continuar dejando a la izquierda el colegio "Artero Pérez".
Por momentos respetaba el poniente, aunque tenía rachillas. |
Avanzando entre invernaderos |
Con razón hacía esa temperatura... |
Cazados por Paco saliendo de Balanegra |
En la fuente, cuya agua estaba bastante clorada |
Buscando sitio para volver a alimentarnos... ¡tuvimos que preguntar varias veces! |
Tardaron bastante en servirnos, por lo que mientras tanto fuimos poniendo al corriente a familiares y amigos, animados por el canto de dos canarios que había en el local.
Tras revisar su teléfono, Paco nos transmitió una triste noticia, Antonio Narbona, el compañero que salió solo nada más llegar tuvo problemas en un tobillo y había tenido que retirarse; era la primera baja de los 10 corredores que habíamos llegado juntos a Almería.
Mientras terminábamos de comer llegaron Tenllado y Javier; no sabían si Manuel seguía en carrera, ya que estuvo pensando en dejarlo y se había quedado muy atrás... ni aparecía ni cogía el teléfono.
En ese mismo momento, Mark, Berbén y Roberto venían por Castillo de Baños, ya bien metidos en Granada.
Km 140 para nuestros amigos ciclistas, de izquierda a derecha, Berbén, Mark y Roberto |
Dejando atrás Adra, de izquierda a derecha, Tenllado, Paco, Edu, Salva y Sergio |
En este punto, en febrero del 37, los bombardeos ya habían cesado en intensidad, pero los refugiados arrastraban multitud de kilómetros sin apenas descanso ni comida y se produjeron muertes por agotamiento e inanición...
Los primeros camiones comienzan a recoger a aquellos que se encuentran en peores condiciones y hace sus primeras actuaciones la ambulancia de Norman Bethune, que cuenta...
“Nuestro coche se abría paso a duras penas... Los refugiados pasaban al lado del camino, como si no lo vieran. Seguían caminando cansinamente, con los ojos entornados hacia el suelo como síntoma inconsciente de la extenuación... La mujeres avanzaban lentas con sus vestidos oscuros... Tenían la cara y los ojos congestionados por el polvo y el sol de días y levantaban hacia nosotros, en sus brazos cansados, los cuerpecitos de sus hijos. ‘Llévese a éste’; ‘¡Mire este niño!; ‘¡Este está herido!’ ¿A quién íbamos a subir al coche? ¿Al niño que se moría de disentería o a la madre que nos miraba silenciosa apretando contra su pecho desnudo al bebé que había nacido en el camino”.
Tras un par de kilómetros pillamos a Javier, que decidió continuar a su ritmo, pero a Antonio no lo veíamos por ningún lado y tardamos cerca de una hora en verlo a lo lejos.
En una de las cuestas Paco se quedó con Tenllado, que tenía que tomarse medicación, por lo que el grupo se terminó de estirar del todo.
Edu, que subía las cuestas como si fuesen llanos, alcanzó a Javi en seguida, pero como iban a un ritmo fuerte decidí ser más reservón y quedarme con Salva y Sergio; por detrás venía Javi y de Manuel no sabíamos nada todavía.
Salva y Sergio debieron de pensar que mi ritmo también era fuerte, ya que aminoraron, tan solo un poco, aunque tras pocos kilómetros me di la vuelta y estaban ya bastante alejados.
Cuando vi el cartel de "Provincia de Granada" no me contuve y con precaución crucé para echarme un selfie y parar un momento para revisar los mensajes de Whatsapp y Facebook.
Aun no llevábamos ni la mitad, pero alcanzar ese cartel era ya un hito importante |
La cuesta se me estaba haciendo eterna, pero para dejarla atrás del todo comencé a trotar a la altura de una venta que la coronaba y entonces...
Selfie con los cracks, a mi derecha Mark, detrás Roberto y a la derecha del todo, Berbén |
Selfie sobre selfie |
Por delante tenía una enorme bajada que giraba y continuaba por el lado contrario al mío, desde donde pude ver a lo lejos a Antonio y Eduardo, trotando.
No me sacaban más de un kilómetro, así que me dejé llevar, estiré la zancada y pese a llevar 72 kilómetros encima me puse a 5.
Como no los llegué a alcanzar en ese tramo, puse un ritmo trotón pensando que ya habrían cambiado de nuevo.
No quería quedarme en tierra de nadie y pensé en esperar a que Sergio y Salva me recogiesen, pero encontré con Antonio y Edu sentados en una parada de bus en El Pozuelo, donde repuse agua en la fuente y esperamos a nuestros compañeros.
No tardaron en llegar Sergio y Salva, que nos comunicaron que Paco y Tenllado estaban justo detrás, ya que venían casi pegados cuando se encontraron con los compañeros ciclistas.
Estuvimos esperando unos minuto y no llegaban, hasta que nos llegó la foto del delito...
Como nos imaginábamos... |
Los viejos lobos se estaban echando una cañas... |
También les alcanzó Javi, que llegaba sin prisa pero sin pausa. |
Tras un par de kilómetros muy suaves cruzamos la rambla y nos plantamos en La Rábita, donde nos dividimos de nuevo.
Antonio, Salva y Sergio entraron a una tiendecilla a comprar algo, mientras Edu y yo continuamos caminando.
Me tomé el penúltimo blíster con zumo de fruta y verduras prensadas y uno de puré y bebí bastante agua, aprovechando la inmensa pendiente que teníamos por delante.
Menos mal que la naturaleza nos obsequiaba con vistas como esta... |
Eduardo y yo comenzamos a charlar y me di cuenta de que habíamos coincidido en el año en el que hice mi mejor marca en los 101, en el que coincidí con él en el equipo de Mark, Emilio y Berbén, entre otros; fue la XIX edición.
Del mismo modo había coincidido con Salva en la Subida al Veleta o el Maratón de Málaga y con Sergio en Bandoleros... el más "cojo" se metía varios ultras de 3 cifras al año en el grupete...
Coronando la cuesta vimos una casa de campo con un perrete al que Edu silbó... y de repente aparecieron 3 más y se pusieron como locos a correr en dirección a nosotros.
Terminamos de coronar la cuesta con un poco de trote y comprobamos aliviados que había rejas, pero en la posterior bajada mantuvimos la vista puesta en la casa y en un momento dado, no sabemos ni como ni por donde pero uno de los perros apareció en mitad de la carretera, justo antes de que llegasen nuestros compañeros.
En ese momento no había tráfico y lo sortearon sin problemas, pero podríamos haber tenido un susto...
Continuamos subiendo y bajando sin mucho problema y nos encontramos con otro regalo de la naturaleza.
Por lo visto no es poco común ver cabras montesas por la zona |
Como la sierra no está lejos bajan de vez en cuando |
...Y a veces son atropelladas, éstas fueron listas y comenzaron a subir al vernos |
En una recta previa a un pequeño túnel echamos a andar y revisé de nuevo los mensajes de familiares y amigos, encontrándome con varios de Rubén, con quien charlamos un rato; nos comunicó que estaba enfermo y por eso no pudo acercarse, como comenté al comienzo de la crónica.
Ascendimos otra pendiente y a mediación vimos que, al principio del todo de la curva, llegaban Salva, Sergio y Antonio.
Estábamos ya llegando a La Mamola, donde frenamos un poco el rimo mientras Edu me contaba que el año anterior en el que había participado llegaron al bar que teníamos justo enfrente (Los Amigos) al atardecer, por lo que tomaron café allí.
Este año influía que habíamos salido 30 minutos más temprano, por supuesto, pero creía también que estábamos yendo mucho más rápido que de costumbre; doble motivo por el que echar el freno.
La siguiente parada sería Castell de Ferro, pero antes tocaba afrontar un tramo de toboganes, de los más duros hasta el momento, en particular el último...
Ascendíamos caminando a paso suave y descendíamos al trote, pendiente de si aparecían nuestros compañeros, pero como no terminaban de aparecer decidimos bajar el ritmo y ya esperarles en Castell de Ferro.
Antes de bajar recibimos un mensaje de Javier, que estaba con Tenllado en La Mamola; Paco iba delante, nos comunicaba, por lo que estaríamos aproximadamente a una hora de ellos (nos separaban algo menos de 9 km, pero con bastante desnivel).
Ya en Castell de Ferro paramos primero en una tiendecilla para comprar bebida, un snack y algo de fruta, donde nos agrupamos con Salva, Sergio y Antonio y ya luego al final del pueblo paramos de nuevo en la gasolinera, donde nos tomamos un café/colacao mientras los compañeros merendaban.
Ya estábamos en el km 96... con la noche acechando, ya que entramos con el atardecer encima |
Me extrañó que llegase tan rápido, pero es que hasta en la Carretera de la Muerte conoce trochas... no es para menos, van 10 ediciones y él la ha hecho 13 veces.
La trocha en cuestión fue cuando bajamos después de encontrarnos con los ciclistas; ellos después siguieron por la autovía, que se une de nuevo con la 340 más adelante.
Al final, tras hora y 20 de parada decidimos prepararnos para continuar.
Pienso que nos vino bien la parada, ya que por mi parte tenía los gemelos cargados y con un poco de Radio Salil de Edu se aliviaron bastante, a Sergio le pinchamos una ampolla que tenía en el pie y Salva tenía un pie con un hematoma considerable y se lo estuvo tratando.
Enfermería montada en pleno bar... tras llegar nosotros solo quedaban las camareras, se fueron todos a la terraza o karaoke |
Tras poco más de 11 horas nuestros compañeros ciclistas alcanzaban el ecuador de su reto |
En las afueras de la gasolinera; de izquierda a derecha Salva, Edu, Antonio, servidor, Sergio y Paco |
Con algún repecho aislado por fin tocaron tramos de pendiente favorable, donde nos pusimos por debajo de 6:30 en algunos segmentos; era un lujo poder estirar las piernas tras tanto rato subiendo después de haberme quedado frío.
El grupo llevaba un ritmo variable, pero en cosa de 200 metros estábamos todos; cogimos un poco la delantera Sergio y yo (y puntualmente Salva, que bromeba con que era la primera vez en todo el día que iba el primero), pero al llegar a Calahonda nos reagrupamos todos en cuestión de un par de minutos.
Inmortalizando el paso por Calahonda; caritas de sueño ya |
Ahora llevábamos 106 kilómetros en las piernas, ni la mitad de lo que teníamos por delante y se avecinaba una noche fría y con bastante viento, que ya comenzaba a soplar desde el poniente y nos pillaba de cara.
Balaclava improvisada con 2 gorros tubulares |
En el momento en el que corro con abrigo de más me acaloro mucho, por eso me gusta ir con mallas cortas y sin calcetines hasta en invierno (si, hay calcetines para correr con sandalias).
Si sudo mucho, me empapo y me quedo más frío aun al parar, mientras que si voy con el abrigo justo apenas sudo y no noto grandes contrastes al descansar.
Apenas había caído la noche y ya estábamos hasta las narices por culpa del viento y del frío y para colmo todas las predicciones coincidían en que sobre las 6 de la mañana nos mojaríamos, independientemente de donde estuviéramos... ¡vaya lata!
Hicimos la parada para cenar en Torrenueva, en el bar Almoravid, mientras escuchábamos el partido del Madrid y recargábamos nuestros dispositivos, GPS, frontales, móviles... ¡se quedaban sin batería antes que sus propietarios!
Indicamos a nuestros compañeros nuestra posición antes de dejar el bar, nos envolvimos de nuevo con nuestras múltiples capas y dejamos el abrigo del local para exponernos de nuevo al implacable poniente.
Ahora llegaba lo que Paco denomina "la gran recta", 11 kilómetros que se extienden entre Torrenueva y Salobreña, sin apenas desnivel y dejando Motril a la derecha, sin ningún punto de avituallamiento posible.
Nos encontramos una última gasolinera abierta cuando salimos de Torrenueva; pese a haber cenado hacía cosa de media hora, volvimos a tomar un sack y compramos bebidas.
El hombre tenía el candado echado (pensamos que lo echó viendo a semejante trupe con esas pintas cruzar la carretera hacia su gasolinera en mitad de la noche), pero tras varios viajes para traernos cosas y viendo que éramos inofensivos, hasta salió a charlar con nosotros sobre el reto que teníamos entre manos (pies más bien).
Tras despedirnos continuamos, agachando la cabeza y apretando el culo, sabiendo que estábamos en un momento clave, ya que, una vez alcanzado el ecuador, quedaba llegar entero al amanecer, que no iba a ser poca cosa...
¡Primer cartel con Málaga a 2 cifras de distancia! |
Alcanzando al grupo tras la parada... al fondo, Salobreña... |
En este punto les pregunté a mis compañeros si conocían la historia de los refugiados y el Guadalfeo y como negaron con la cabeza, se la comencé a contar...
El puente había sido volado y por motivos que nunca terminaron de esclarecerse el Guadalfeo iba muy crecido, por lo que los refugiados malagueños se encontraron entre la espada y la pared.
De los que quisieron cruzarlo muchos, exhaustos tras días caminando sin descanso y apenas comida, fueron arrastrados por la corriente...
La desesperación de la situación a la que fueron sometidos provocó muchas víctimas en este punto, además de varios suicidios por el camino, no solo las armas se cobraron bajas...
Justo al completar el relato se nos acercó Paco para preguntar si conocíamos la historia, ya que es un punto muy representativo de La Desbandá.
Con el castillo de Salobreña pasa algo parecido a con la torre de El Ejido, se va viendo desde kilómetros de distancia, pero parece que nunca llega, así que cuando por fin comenzamos a rodearla fue un alivio; ¡otro gran paso completado!
Justo mientras paraba un momento a revisar el móvil para dar tiempo a que me alcanzasen los compañeros, un coche llegaba desde atrás pitando, poniendo las luces de emergencia y parando en el carril frente a nosotros... ¿qué le pasa a la gente?
Foto que nos mandaban nuestros compañeros ciclistas, llegando a Adra |
Como me estaba quedando congelado de nuevo continué andando, aunque a paso más suave, hasta que nos volvimos a reagrupar.
Según nos contaba Tenllado, Javier y Manuel habían decidido abandonar, por lo que se le ocurrió llamar a un hotel donde se había alojado hace unos meses por motivos laborales para ver si les podían evacuar; sin dudarlo, acercaron a los compañeros a Motril y avanzaron con el coche hasta que dieron con nosotros.
Llevábamos 125 kilómetros encima y hasta dentro de 11 no podríamos volver a parar, no porque quisiéramos o no, sino porque no habría posibilidad.
Ya habíamos dejado atrás "la gran recta", pero lo que nos esperaba ahora, por momentos era peor.
Afrontábamos una zona donde la carretera serpenteaba, ascendiendo, descendiendo y retorciéndose de pronto hacia la costa y de pronto hacia el interior.
La parte positiva era que psicológicamente no se hacía tan dura como el tramo anterior al ser más variada (y además veíamos el mar, que para mí siempre es un plus), la parte negativa era que las cuestas ya pesaban, tanto hacia arriba como hacia abajo y además en los tramos cercanos al mar el poniente se estaba cebando con nosotros.
En los segmentos en los que íbamos guarecidos llegaba a quitarme los manguitos, remangarme la camiseta de manga larga e incluso quitármela, pero en los tramos más expuestos tenía que volverme a poner todas las capas y hasta trotar un poco, aunque fuese cuesta arriba.
Fue una parte que se me hizo muy dura y en la que sabía que estaba teniendo un desgaste físico intenso e innecesario, pero el nivel de frío tras tantos kilómetros y con semejante paliza en el cuerpo se me hacía muy difícil de soportar.
Tras la segunda vez de quitar y ponerme la camiseta en poco más de 15 minutos (ya os digo, cuando no soplaba el aire rompía a sudar de inmediato y me sobraba todo), decidí no volvérmela a quitar más, lo que haría sería quitarme los manguitos, remangarme y subirme a camiseta aguantándola con las cintas pectorales de la mochila, para refrescar la zona de la cintura y la espalda.
Tuve que hacer otra parada fisiológica importante (es curioso, tras la primera la segunda se sucedió en pocas horas, se ve que el cuerpo ya no tenía tanto aguante) y me di cuenta de que estábamos más separados de lo que imaginaba...
Es cierto que la carretera, serpenteante y con muchos cambios de rasante, no ayudaba a ubicar a los compañeros, ya que se perdía la visión tras cada curva, pero hicimos una larga bajada a trote suave y no vimos la luz de los frontales.
Antes de comenzar a separarnos, Tenllado nos preguntó si queríamos bajar a Almuñécar a tomar un café y aunque inicialmente no hubo mucho entusiasmo (parar habría que parar, pero yo con unos caramelos de café de Edu iba servido y mis compañeros con geles de cafeína), conforme pasaron los kilómetros lo empezamos a ver como más que necesario.
En primer lugar para reagruparnos, ya que tanto Tenllado como Paco se habían ido retrasando bastante; sabíamos que si había que apostar por dos corredores que acabasen la Carretera de la Muerte ellos eran "caballos" ganadores, pero lo suyo era ir todos de a una.
En segundo lugar, porque llevaba la boca pastosa y cuando fui a echar mano de algo dulce (un blíster de puré de fruta, por ejemplo), me di cuenta de que no me quedaban, tan solo uno de zumo de frutas y verduras con guaraná, pero no me apetecía en ese momento.
Así que entre caramelos de café, geles y charla sobre como íbamos cada uno, Edu, Sergio, Salva y yo continuamos avanzando hacia Almuñecar.
Íbamos girando la cabeza tras cada curva para ver si llegaban nuestros compañeros, hasta que Paco nos llamó para darnos su posición y decirnos que les esperásemos en el bar de una pensión que quedaba a la izquierda tras el semáforo de la entrada de la ciudad.
En ese momento, Edu y yo comenzamos a descolgarnos más; Sergio iba dolorido con las ampollas, Salva fastidiado con la hinchazón de una pierna y yo llevaba parte del talón izquierdo en carne viva del roce de la cinta tobillera.
Si me lo colocaba bien no notaba molestia en absoluto, con vaselina que me dejó Paco hacía horas llevaba más de un maratón sin acordarme, pero en una de las bajadas la cinta subió más de la cuenta y tuve que parar de inmediato a ajustarla.
Los únicos que parecían ir enteros eran Edu, que también iba pasando su calvario en forma de rozaduras por varias zonas y Antonio, que iba haciendo la goma y tan pronto parecía que se estaba quedando como se ponía en cabeza e iba tirando del grupo.
Fuimos aprovechando los llanos y repechos para reagruparnos, ya que en las bajadas, si no me molestaba la cinta, Edu y yo bajábamos bastante cómodos y así llegamos juntos al bar.
Nada más entrar comencé a sudar por el cambio de temperatura, por lo que me quedé en manga corta de inmediato, me pedí un colacao y pese al frío y por el gusto de notar algo dulce y fresquito en la boca, me pedí un magnum almendrado.
Piqué de unas patatas de Edu y pensé que me vendría bien tomar algo salado también, por lo que aproveché para pedir dos paquetes, uno para mí y otro para Paco, que llegó con Tenllado antes incluso de que el colacao estuviese listo, no venían tan detrás como pensábamos.
Snack de medianoche... no es el más sano posible pero entró sin esfuerzo alguno |
Quedamos con Paco en reagruparnos de nuevo en Nerja, en un bar situado enfrente de la estación de autobuses y con las pilas ya cargadas fuimos saliendo del local poco a poco.
El primero fui yo porque me temía lo que iba a pasar... que con el contraste térmico después de algo más de 20 minutos de parada, arrancar en frío con el ídem que esperaba fuera iba a ser una tortura...
En efecto, nada más salir comenzó la tiritera, por lo que me puse a andar de inmediato mientras me giraba para comprobar si los compañeros iban viniendo.
Por suerte teníamos una pendiente en contra de casi dos kilómetros al momento ya tenía a Edu al lado y a Sergio y Salva poco más atrás.
Al alcanzarnos nos dijeron que Antonio iba a salir en cosa de un par de minutos y que poco después vendrían Paco y Tenllado.
En este tramo, las familias que fueron más lentas en su huida de la capital fueron interceptadas por las tropas italianas, que ya habían llegado a la costa y les obligaron a volver a sus casas...
Tal y como íbamos, si alguien me hubiese dicho que en ese momento tenía que volver a Almería (por haberme dejado algún documento importante, por ejemplo), me hubiese dado un ataque y aun así no era cuestión de vida o muerte, para alguien que huía de la represión, psicológicamente, se hubiese quedado hundido...
Fuimos subiendo con ganas, tan motivados con la distancia recorrida en el tiempo que llevábamos que, medio en serio medio en broma, nos atrevíamos a hacer cábalas con rondar las 30 horas y batir el mejor tiempo hasta el momento (que tampoco sabíamos exactamente cual era, pero intuíamos alrededor de 32 horas).
Pero las horas, los kilómetros y las subidas comenzaron a hacer mella y cuando nos quisimos dar cuenta nos estábamos quedando hasta dormidos mientras andábamos.
Me puse a sacar temas de conversación con todos para mantener la mente activa y con la ayuda de otro caramelo de café de Edu conseguí alejar a Morfeo, pero se notaba que llevábamos a cuestas camino de 143 kilómetros.
Sergio y yo nos habíamos destacado un poco, en el túnel previo a La Herradura nos reagrupamos con Salva y Edu, pero en los casi 3 kilómetros de bajada posteriores volvimos a separarnos poco a poco.
Esta fue una de las zonas más castigadas por los bombardeos y la artillería en el fatídico éxodo del 37, ya que los refugiados no encontraron cultivos para alimentarse tras casi dos días de camino y fueron un blanco fácil para los cañoneros gemelos Canarias y Baleares y el Almirante Cervera, así como la aviación.
El avanzar por ese mismo punto sabiendo que tantas personas fallecieron en él era una sensación muy extraña...
Pese a las ampollas Sergio aguantaba estoico y charlando sobre retos deportivos, como conseguir apoyo de clubes, empresas o ayuntamientos y proyectos varios llegamos a hacer casi kilómetro y medio a 6 minutos el kilómetro.
Echamos el freno en cuanto llegaron de nuevo las pendientes, donde hubo que apretar el culo y subir con todo casi 3 kilómetros en contra y cuando digo subir con todo me refiero a casi 11 minutos el kilómetro, caminando a duras penas en tramos con fuerte pendiente en contra.
A media subida pensamos por un momento que nos estaban alcanzando los ciclistas, ya que escuchamos el característico "Yeeeeeeeeeeeeeeeeepayyyyyyyyyyyyy" de Berbén, pero la voz me sonaba más a Paco...
Veíamos dos frontales a lo lejos, pero no sabíamos si serían de ciclistas o corredores... Edu y Salva venían al volver la curva seguro, así que o eran Antonio, Paco o Tenllado o los ciclistas... sea como fuere, al ritmo al que íbamos no tardaríamos en descubrirlo...
Íbamos tan absortos en el asfalto bajo nuestros pies que en un momento dado nos alcanzó Edu y nos dijo que ya habíamos pasado el cartel de "Provincia de Málaga" y una chispa de ilusión nos devolvió las fuerzas.
Aun no estábamos en casa, pero ya al menos si en la provincia |
En Carchuna estaban ya los irreductibles ciclistas, a escasos 48 kilómetros de nuestra posición |
Quedaban los 50 últimos km y para casa, nadie nos iba a regalar nada y habría que sufrirlos, pero lo más duro lo estábamos dejando atrás.
Inicialmente hubo ideas de prolongar la quedaba 150 kilómetros más y llegar hasta La Sauceda, un lugar muy simbólico de la Guerra Civil, ya que por su estratégica situación entre Los Alcornocales, la Campiña de Jerez y la Serranía de Ronda acogió a multitud de refugiados.
Tras meses de resistencia y ser uno de los primeros objetivo de bombardeos de la Luftwaffe alemana, La Sauceda cayó, siendo gran parte de la resistencia (y civiles) ejecutada en el Cortijo del Marrufo, se calcula que unas 600 personas, en una de las mayores fosas comunes de nuestra historia.
Pero tal y como iba la cosa, por mi parte llegar al Ayuntamiento de Málaga iba a ser la meta... con el ritmo que llevábamos y sobre todo las secuelas de la paliza que llevábamos ya encima, no iba a ser poco, más aun si cabe cuando comenzaba a llover de forma suave...
Sergio, posando con el cartel de la rotonda que baja a Nerja |
Y no es para menos, ya que tenía un hematoma considerable que iba creciendo por kilómetros y aun quedaban muchas horas por delante.
Echamos pie a tierra mientras Edu buscaba una farmacia para comprar Positon para las rozaduras, que pese a tener el cartel luminoso encendido estaba cerrada.
Comenzó a llover de forma más acuciante, por lo que apretamos un poco el paso hasta la estación de autobuses y entramos en el bar, justo a tiempo para quitarnos del chaparrón que comenzaba a caer; estaba lloviendo desde las 6 de la mañana justas ¡que precisión del servicio meteorológico!
Llevábamos ya 25 horas consecutivas corriendo y algo más de 26 sin dormir, por lo que nos pedimos un desayuno contundente, aprovechamos para cargar móvil y GPS e hicimos un balance de daños para ver como se encontraban nuestros ya maltrechos cuerpos.
Salva, Antonio y Paco llegaron casi uno a continuación de otro, antes incluso que las tostadas, estábamos todos a tiro de piedra uno de otro, pero de Tenllado no había ni rastro...
161 km encima y los que quedaban aun... pasados por agua para más inri... |
Salva tuvo que tomar una dura decisión... continuar andando, a saber cuantas horas, hasta Málaga, arriesgándose a una lesión que le impidiese participar en las 100 millas bandoleras en pocas semanas, o retirarse a 50 kilómetros del objetivo, evitándose una casi segura lesión y muchas horas de sufrimiento.
Si decidía continuar, Edu se ofreció a acompañarle andando a Málaga y estaba claro que los demás iríamos a una, ya que no estaban los cuerpos para muchas alegrías; tras una llamada, el hermano de Salva estaba en camino, había tomado la decisión correcta.
Impresionante hematoma... horas después de retirarse, en el momento estaba peor |
Como el camino ya lo conocía, me puse una capa adicional por primera vez desde Almería, el cortavientos impermeable, que me iba a venir fenomenal para mantener el calor corporal.
Con paso torpe a principio y un intento de trote después, fui poniéndome en marcha; la misma lluvia me escocía en los dedos de los pies, muy sensibles tras tantas horas rozando con el cuero...
Está claro que los tejidos artificiales tienen muchas más ventajas que la piel y esa es una bien clara, tengo modelos de cuero desde hace varios años que siguen siendo funcionales, pero para futuros ultras seleccionaré aquellos con footbed sintético.
Al llegar al hotel de Las Marinas de Nerja comencé a caminar para subir la cuesta con calma, le eché un vistazo al móvil y revisando los mensajes me encontré con una noticia desagradable... Berbén se retiraba en Salobreña, tras 342 kilómetros (casi nada).
Estaba machacado por todos lados, pero lo peor era que la rodilla, que es lo que tiene más tocado, le estaba dando un aviso, por lo que decidió no tentar a la suerte y coger un bus para volver.
De los 3 ciclistas quedaban 2 en ruta y de los 10 corredores quedábamos 6... fue un momento de bajona gordo porque me veía solo ante la inmensidad, con el cuerpo machacado, lluvia, poniente en contra, frío...
Por suerte solo fueron unos minutos de bajón, ya que me sorprendieron los pasos, a cosa de 20 metros, de Edu, Sergio y Paco y al verles cambió la cosa de manera radical.
Parecieron alinearse los astros, porque fue llegar ellos, cesar la lluvia por completo y comenzar a levantar el sol sobre el mediterráneo, alejando los fantasmas de la larga noche.
Antonio había decidido parar un poco más en Nerja, pero tenía las ideas muy claras y sabíamos que antes de darnos cuenta lo tendríamos encima, los que nos preocupaban ahora eran Tenllado, que llevaba varias horas sin dar señales y Berbén.
Mark y Roberto estaban desayunando en Almuñécar y Tenllado no estaba ya allí, así que eso significaba que iba en camino, por lo que no deberían tardar mucho en darle caza.
Berbén tenía que estar pasándolo mal, así que decidí llamarle para levantarle un poco el ánimo.
¡Amanece al fin! |
A lo lejos había algo, no sabía que era, pero parecía una especia de grúa... sabía que no tenía sentido porque estaba en la parte elevada de la montaña, pero yo estaba viendo una grúa.
Se lo dije a Paco y me dijo que él veía una casa, que grúa no había por ningún lado, pero aun así yo seguía viendo una grúa mirase por donde mirase.
Él había tenido la primera subiendo por la zona de los acantilados de Maro, había visto a un hombre apostado en el camino con un pastor alemán, pero ni había hombre ni perro ni nada.
Hasta que no estuve al lado de la propia casa no la pude ver, es increíble el poder de la mente humana... experimentando cosas así creo totalmente que funcionen los remedios placebo o los tratamientos con hipnosis...
Llevábamos 170 kilómetros encima y se notaba el desgaste muscular, ya que pese a haber desayunado hacía menos de 3 horas, el cuerpo volvía a pedir algo.
Y yo que pensaba hacer el tramo Nerja-Málaga del tirón... iluso de mi, sin gasolina estaba apañado.
Menos mal que no tardamos en divisar una churrería donde apalancarnos y disfrutar de un buen chocolate caliente.
¡Gloria bendita! |
Acabando el primer churro pasó Antonio a buen ritmo y como Edu ya se había tomado su café y no quería comer nada, salió tras él.
Paco, Sergio y yo nos entretuvimos un poco más pero tampoco demasiado; una parada más larga de la cuenta también pasa factura...
Hicimos varios kilómetros juntos haciendo la goma, tan pronto trotando como andando dependiendo del terreno y la musculatura.
Pensaba, iluso de mi, que al conocer el camino, este tramo final sería más llevadero, pero fue justo al revés...
La cabeza me iba jugando malas pasadas y por momentos no me terminaba de ubicar, recordaba todos los paisajes y zonas por las que tenía que pasar pero no era capaz de colocarlas en el orden correcto; de hecho, estaba pasando sobre el Güi y dejando atrás El Morche y no recordaba haber visto la torre vigía...
Decidí mantener más tiempo de trote que de marcha y no tardé en divisar primero a Antonio y después a Edu, a pocos metros.
Antonio iba andando hablando con el móvil y Edu avanzaba con trote firme; pasé junto al primero, pero estaba hablando y preferí no interrumpir, por lo que continué hacia Edu.
Tras un rápido vistazo al móvil me animó saber que Mark y Roberto estaban ya en la provincia y que acababan de cruzarse con Tenllado; entre eso y el poder de los churros me revitalicé por momentos...
¡Enormes! |
En Mezquitilla vi de lejos que se había parado a andar, por lo que eché yo a trotar hasta ponerme a su par y ya en Algarrobo Costa estabilizamos el ritmo.
Avanzábamos entre trote y marcha, intercalando, pero poco a poco iba ganando tiempo la marcha y el ritmo fue haciéndose más y más lento...
Ya en Torre del mar paramos un momento en una gasolinera, Edu a comprarse una bebida energética y yo una bolsa de patatas, ya que notaba que a las piernas les faltaba brío y mal no me podían sentar.
Igualmente Edu iba compartiendo frutos secos conmigo a cada rato, pero parecía que el cuerpo no se enteraba...
En esta zona fue donde comenzaron los bombardeos el domingo 8 de febrero de 1937 y se cobraron las primeras víctimas...
“La evacuación de Málaga comenzó cuando la población supo de las dificultades de los frentes, pero nadie creyó que el éxodo voluntario iba a asumir el carácter de un cataclismo humano desconocido en la historia de Europa. Pronto se convirtió en una sangrienta realidad. El camino se tornó un infierno bombardeado por los barcos fascistas españoles y los aviones alemanes e italianos. (...) Pronto el camino quedó cubierto de muerte”.
The Manchester Guardian.
Y aun así en este tramo los refugiados contaron con un apoyo en forma de oscuridad que salvó incontables vidas reguardándoles del fuego de artillería, gracias a Anselmo Vila y su decisión de apagar el faro 386 a costa de su vida.
Atravesamos muchas rectas duras a lo largo del trayecto, pero la de Caleta de Vélez hasta la Torre del Jaral se hizo eterna...
Cada pocos minutos pasaba un grupo de ciclistas, por lo que andábamos subiendo y bajando del arcén al camino cada pocos metros, soplaba un persistente viento de cara y las piernas estaban cada vez más flojas...
Edu lo sabía y tirada de mi, animándome a trotar la distancia entre dos señales (y alargándola si veía que respondía), entre dos casas, dos coches... pero aun así parecía que tardábamos una eternidad en alcanzar la torre.
Tocado, pero no hundido... km 188 |
Pues bueno, al girar la curva a la derecha lo que estaba era otra larga recta, de algo más de 4 kilómetros, entre la zona de camping y las urbanizaciones.
Aun así aguanté casi 10 minutos al trote antes de volver a andar... cuando llegamos a Benajarafe no solo no podía tirar de las piernas para recorrerlo al trote, sino que paramos en 2 ocasiones, una en las fuentes del paseo para que recargase agua y otra en un supermercado en el que me compré fruta e isotónica.
Casi 194 kilómetros llevábamos encima y tocaba otra larga recta de 3 kilómetros...
En algún momento, no recuerdo exactamente donde, nos alcanzaron Mark y Roberto, que debían llevar ya camino de 415 kilómetros... ¡y a todo esto, en MTB, no en bicicleta de carretera!
Nos dimos un abrazo y nos ánimos mutuos hasta que volvieron a cabalgar sus monturas y se perdieron en la distancia...
Ya no pasó nada reseñable hasta llegar a Torre de Benagalbón, momento en el que me di cuenta de que ya no era capaz de trotar...
Volvimos a encontrarnos a los padres de Antonio (nos lo habíamos encontrado previamente, pero estaba desubicado y no sabría decir por donde), pero rechazamos comida y bebida porque lo único que necesitábamos, al menos yo, era terminar.
Edu me preguntaba quequé sentía y eso era lo que más coraje me daba, que no era nada que no llevase sintiendo horas... dolor, solo que ahora con más intensidad.
Dolor, simple y llano, sobre todo en pies y piernas... pero solo dolor, no tenía nada roto, no tenía ningún esguince ni tendinitis...
Lo único fuera de lo normal para llevar 190 kilómetros encima eran las las rodillas hinchadas, la izquierda sobre todo, del golpe dos días previos a la salida.
Le pregunté a Edu si llevaba ibuprofeno; en efecto, la pregunta debería de haber sido qué no llevaba.
Me lo tomé y me dijo que no me preocupase, que andase hasta que me hiciese efecto.
Edu tenía muchas ganas de llegar a la Cala del Moral, donde le esperaba su familia, pero de allí a meta me dijo que si quería, podríamos ir andando.
Se que si yo hubiese podido, él hubiese sido capaz de llegar a la carrera a la Cala como poco y quizás hasta Málaga... y yo no quería andar, ya que eso implicaba horas de dolor y agonía que corriendo pasarían a ser la mitad o menos, pero en esos momentos las piernas simplemente no respondían...
200 kilómetros a cuestas... solo quedaba el último achuchón, pero que largo se hacía |
¡No podía ser! ¡Súper Paco!
Tuve que mirarle de arriba a abajo dos veces para creérmelo, ya que había estado en la travesía de resistencia de Jabalcuza-Jarapalos hacía menos de 24 horas y tras una paliza de 50 kilómetros sierra a través no teníamos noticia de que fuese a venir.
Nada más vernos lo primero que hizo fue preguntarnos como estábamos e insistir en invitarnos a un café, así nos vería la carita...
Después nos preguntó por su hijo, como es lógico, pero Paco no nos cogía el teléfono, así que le mandé la ubicación de su padre, junto al hotel Elimar y le dejé varios mensajes.
Le toca la fibra hasta al más sensible ver a Súper Paco, con el mal día que hacía y la de aire que corría por la zona, esperar con infinita paciencia a que llegase su hijo, a cerca de una hora de camino.
No sé por qué no nos echamos fotos con Mark y Roberto ni con Súper Paco, pero llevo arrepintiéndome desde que preparando estas líneas me he dado cuenta de que no hicimos ninguna...
Con renovados ánimos salimos al paseo, preparados para resistir el envite del viento y hasta trotando de nuevo tras más de media hora sin ser capaz de levantar las piernas del suelo.
Fuimos intercalando trote y marcha, como hacía ya varias horas, caminando en las rampas del paseo o el inicio de los túneles y trotando desde ese punto hasta donde nos esperaba la familia de Edu.
Nos recibieron dos muchachos, uno en patinete y otro corriendo, que nos acompañaron hasta el banco donde nos tenían el avituallamiento preparado.
Las primeras en recibirnos fueron las perras de Edu, que se volvieron locas al oírle silbar, después los peques y por último los mayores.
Edu con sus perras |
Repostando... |
Desde nuestra posición a la de ellos habría algo más de 6 kilómetros, 7 como mucho, que no es demasiado pero con el viento en contra, la llovizna que volvía a hacer acto de presencia y la fatiga acumulada, podían convertirse en una hora de camino.
Edu se cambió de pantalón por uno más cómodo para aliviar los dolores del roce durante tantos kilómetros, comimos y bebimos un poco y nos decidimos a afrontar el tramo final, apenas 13 kilómetros, pero sin duda de los más duros...
Nos acompañaría el hijo de un amigo y compañero del club, que con su alegría y entusiasmo juvenil nos ayudó a disipar las dudas y dolores de la mente.
En los túneles entre La Araña y el Peñón del Cuervo paré un momento a echar la última fotografía de nuestra aventura, a la placa en memoria del pueblo canadiense y Norman Bethune; había pétalos de flores en el suelo, con toda seguridad habría tenido lugar algún acto en la efeméride de La Desbandá.
No hay placa lo bastante grande para agradecer a este buen hombre su labor... |
Las calles estaban desiertas y el suelo estaba cada vez más mojado... de nuevo me escocía la lluvia al caer por algunas zonas de los dedos, el roce durante más de 32 horas había dejado varios puntos en carne viva...
La suerte estuvo de nuestro lado durante dos semáforos, que cambiaron a verde justo al llegar al final de la acera y nos permitieron continuar aprovechando el impulso, pero el tercero cambió a rojo justo al ir a cruzar.
Al frenar en seco noté como me fallaba la rodilla derecha y casi me voy a la carretera; le dije a Edu de seguir andando un poco para recuperar, ya que el dolor no era excesivo, pero estando todo mojado no me fiaba de ir al suelo en el siguiente frenazo.
Cuando llegamos a la altura de los Baños del Carmen ya llovía con ganas, pero no era momento de parar...
Edu calculaba que estábamos a poco más de 2 kilómetros del Ayuntamiento de Málaga, así que apretamos el culo, los dientes y todo lo apretable y nos lanzamos a toda la velocidad que permitían nuestras piernas hacia el Paseo de Reding.
Pasamos por delante del piso donde Emma vivía en su segunda etapa en Málaga y Edu señalaba a lo lejos la punta del Ayuntamiento... aprovechamos que no había tráfico y cruzamos a la isleta, y de la isleta a la acera del Paseo del Parque...
Nos estaban esperando para grabar la llegada, continuamos trotando, ya lo teníamos... subimos las escaleras del ayuntamiento, nos dimos un abrazo y paramos el cronómetro tras 33 horas y 33 minutos.
¡Habíamos completado la X edición de la Carretera de la Muerte!
Con Edu y nuestro joven escudero... ¡casi 13 kilómetros se hizo sin pestañear! |
Final del camino |
Los números de la carretera... |
Los pies al acabar, con varias capas de polvo y suciedad y algún roce, pero sin mayores problemas |
Y por último, a las 18:31 de la tarde, con 36 pedazos de horas en carrera llegaba el segundo grupo de compañeros a Málaga, con un escolta de lujo.
De izquierda a derecha Sergio, Paco y Antonio |
Enormes |
De izquierda a derecha Javi, Antonio, Paco, Sergio y Súper Paco |
Para mi la Carretera de la Muerte es como la vida misma, un viaje en el que creces en multitud de facetas, conoces a personas increíbles, lugares maravillosos...
Una vida condensada en 215 kilómetros, reducida a poco más de 33 horas de las que no quitaba ni un solo segundo, ni si quiera aquellos en los que peor se pasa, porque esos son los que hacen que se disfruten mucho más el resto de momentos...
Y en cierta forma sería egoísta querer eliminar ese sufrimiento y dureza al camino, ya que son su esencia.
Ni aun haciendo el camino ida y vuelta podríamos comparar ese sufrimiento de los momentos duros al que pasaron esos miles de malagueños que el domingo 7 de febrero del 37 se vieron obligados a abandonar sus hogares con lo puesto.
Por las víctimas, por aquellos que se vieron obligados a andar durante 5 días con sus 5 noches, comiendo cañas de azúcar que se encontraba para subsistir, bajo fuego de ametralladora y de artillería, jugándose la vida a cada minuto...
Para todos ellos, ha sido nuestro particular homenaje, el primero por mi parte, pero de seguro, el comienzo de muchos...
"No hay camino para la paz, la paz es el camino"
Mahatma Gandhi
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