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Ultraentrenamiento Almería-Mezquitilla


Para entender mejor este ultraentrenamiento hay que situarlo en contexto y como es probable que llegue a personas que no me conozcan previamente quiero poneros en situación.

Llevo desde febrero entrenando para el Spartathlon y ese mismo mes, antes de saber que tendría dorsal, ya había realizado el circuito en la X Carretera de la Muerte.

La motivación para afrontar el circuito y las circunstancias eran muy diferentes, sería un test de calidad con todo lo que planeaba llevar al Spartathlon (salvo la camiseta, que aun no está lista), en circunstancias climáticas similares al ser recorrido mediterráneo en ambos casos y con prácticamente mismo desnivel positivo (más repartido en este caso) y kilometraje.

De la estación de autobuses de Almería a mi piso en Fuengirola iban a salir aproximadamente 250 kilómetros con 2.100 metros de desnivel positivo, por lo que, si lograba acabarlos en +-40 horas en solitario y autosuficiencia, no tendría problemas en Grecia y si surgían imprevistos durante el entrenamiento, tendría 2 meses para entrenarlos o pulirlos.

Soy una persona muy metódica y no me lanzaría así como así a afrontar semejante reto; de hecho, no hay nadie que haya cubierto el recorrido íntegro de La Carretera de la Muerte en solitario.

Paco Contreras "Eltziar" estuvo a punto en 2015, pero Mark Wolley, Francisco Berbén, Nicolás Kierdelewic, Francisco Viegas y otros le acompañamos en el tramo de El Morche-Málaga (tampoco era su objetivo hacerlo en solitario, si no, no hubiésemos interferido).

Había que cuidar cada gramo de peso que llevase en la mochila, os dejo el resumen de qué llevé, por qué y cuanto pesaba y a continuación os pondré en situación del momento de salida.

La mochila fue la SAD Extend de Quechua, que tengo ya muy al límite (tuve que cambiarle las correas laterales por elásticos y las frontales por cordones, así como sustituir los elásticos de la zona del portabidores), pero no encuentro un repuesto de esa comodidad y disposición (acepto sugerencias); llevaba dentro:

-Batería externa Ravpower de 20.100 mah y carga rápida, 386 gramos; la llevo para cargar tanto el GPS como el móvil si es necesario, aunque con mi terminal actual la batería me aguanta 2 días, por lo que de cara a futuros ultras buscaré una más ligera, sacrificando autonomía.

-Cortavientos Raidlight Top Extreme Piment+manguitos, 280 gramos; regalo de aniversario de Mayte de hace varios años, lo llevo siempre encima, uno nunca sabe cuando puede necesitar una capa extra e impermeable, me ha salvado de docenas de apuros.

-Funda de gafas+gafas polarizadas, 71 gramos; otro regalo de Mayte, cuando me operé los ojos, una vez te acostumbras a ellas cuesta adaptarse a correr con sol sin llevarlas.

-MP3, 40 gramos; otro regalo de Mayte, en el Spartathlon no podría llevar música pero no se me ocurría mejor arma para afrontar tantas horas de soledad.

-Physiorelax Forte en tubo, 70 gramos; en la Carretera de la Muerte me eché uno poco de mis compañeros en la parada en Castell de Ferro, que me vino bastante bien, aunque en esta ocasión no lo llegué a emplear, es cuestión de cada uno ver si se lleva o no, más que por peso, por volumen.

-Frontal Petzl Tikka+Pilas de repuesto, 130 gramos; un clásico, ligero, aguanta alumbrando bien hasta 5h y apurando con la luz de baja potencia puedes echar una noche sin problema, aunque para eso están las pilas de repuesto, por si hace falta más potencia o autonomía.

-2 tacos, envueltos en papel de cocina y una bolsa de plástico; desconozco el peso, pero no creo que fuese más de 200 gramos cada uno, los pedí de sobra en el almuerzo porque intuía que de noche lo iba a tener complicado para obtener comida "de verdad" en la ruta.

-2 bolsas de zumo exprimido de Mercadona, una de "Potente Mascletá" y otra de "Apasionante Chupinazo", 250 gramos cada uno.

-Mini botiquín, con tiritas de varios modelos, ibudol (no me fiaba de la muela del juicio) y pañuelos de papel, 60 gramos.

En el bolsillo lateral izquierdo llevaba, además, 6 barritas energéticas diferentes, 170 gramos en total; la variedad es importante en la alimentación de cara a los ultras, tanto por el valor nutricional como por el sabor... puedes aborrecer tus barritas favoritas en cuestión de horas, por lo que llevaba 2 de frutos secos, 2 de yogur y 2 de chocolate.

En el bolsillo lateral derecho llevaba las llaves de casa, un cargador de carga rápida y los cables de carga del GPS y del móvil, 140 gramos en total; hay gente que prefiere llevar 2 terminales o 2 GPS porque en ocasiones pueden pesar menos que la batería y el cable, pero yo creo que es más cómodo centralizarlo todo en uno.

En el exterior de la mochila, parte trasera llevaba una luz de posición trasera roja, una tira de luz reflectante roja, un elástico reflectante y anudadas, correas de recambio para los huaraches (no sería la primera vez que me hacen falta sobre la marcha).

En la parte frontal, 2 botellines de Powerade de 500 ml que posteriormente iría rellenando, 500 gramos cada uno.

Además, llevaba un cinturón Kalenji con el móvil, dinero en efectivo, tarjeta de crédito, DNI y tarjeta sanitaria (nunca sabe cuando le puede hacer falta a uno), 300 gramos en total.

Así, con algo más de 3,5 kilos entre mochila y cintura y las Nunche 3 me planté en autobús de Málaga a Almería a las 16:00, con unas 8 horas de sueño previas en el cuerpo, habiendo trabajado hasta las 2 de la tarde y habiendo almorzado a las 3 de la tarde.

Llegué a Almería un par de minutos pasadas las 18:30, salí de la estación de autobuses mientras el GPS cargaba el track y cogía señal y antes de las 18:35 estaba ya trotando.

Temperatura de bienvenida, por desgracia, he pillado terral
La temperatura marcaba 37 grados en la estación y esa era la que marcaba el termómetro junto al Parque Nicolás Salmerón.

Hacía mucho calor y no había brisa, pero no me sentía agobiado; de hecho, recordaba que en la salida de 104 kilómetros con Rafa y Paco antes de irme a Londres la sensación de calor fue mucho mayor pese a hacer "solo" una máxima de 38 esa jornada.

Iba trotando a paso firme pero tranquilo, sin prisa alguna; llevaba los tiempos de paso en tramos de 10 km en 10 km impresos en la parte trasera del terminal, junto a los puntos de abastecimiento de agua, gasolineras, bares y tiendas 24h de las localidades que atravesaría.

El recorrido y el perfil estaban bien estudiados y los tiempos de paso eran una orientación, ya que en febrero, de los 53 km que hay de Nerja al ayuntamiento de Málaga, apenas fui capaz de correr 15 y el resto los realicé todos andando.

El objetivo era trotar suave y subir las cuestas a paso firme durante todo el trazado para ser capaz de correr cuando empezasen los llaneos largos, en ese tramo final del recorrido donde tanto tiempo "perdí" en mi debut en la carretera.

Conozco poco la costa almeriense pero con vistas como esta le entran a uno ganas de volver

Saliendo de Almería un hombre paró el coche y cruzó la carretera para pasar a saludarme, ya que me conoce de la web; su nombre es Matías y me dio mucha alegría que se tomase tantas molestias, como le dije, cuelgo aquí la foto que nos echamos.

Poco después de dejar Almería capital.
Seguí trotando consistentemente hasta llegar a Aguadulce, donde la temperatura seguía marcando 37 grados; bebía con insistencia y ya casi tenía un botellín vacío, pese a que llevaba poco más de una hora corriendo.

Aguadulce
El paso por aguadulce en febrero fue en 1:05:03; hoy había pasado en 1:08:35, buena señal, ya que los primeros 40 kilómetros tuve la sensación de ir muy rápido en su momento y hoy no estaba teniendo sensación de esfuerzo, simplemente "fluía".

Poco después llegué a Vícar, en una orientación que no tiene problema alguno, es simplemente seguir la recta de la 340 con bastante llaneo y algo de cuestas de mínima pendiente.

Entrada a Vícar
Ya había agotado del todo el primer botellín, así que aproveché una de las numerosas fuentes del bulevar para enjuagarlo bien y quitarle el sabor, rellenarlo de agua y beber ad libitum antes de continuar.

El paso por Vícar en febrero fue en 2:29:59, hoy en 2:24:24; no, no es que fuese más rápido, es que en febrero paramos a tomar un café en Aguadulce y desayunar en Vícar y hoy, como iba ya almorzado, no necesité parar, salvo en la fuente.

Atardecer en poniente
Con la caída de la tarde la temperatura comenzaba a dar algo de cuartelillo en la larga bajada hacia El Ejido; aquí habría que tener cuidado con la orientación, tanto a la ida como a la vuelta, ya que es fácil despistarse y coger el camino equivocado, pero para eso llevaba el track.

Llegando a Santa María del Águila comencé a notar hambre (era ya casi de noche), así que me tomé uno de los tacos con el zumo de mascletá.

Entró todo solo, pero tras pocos minutos comencé a tener mucho reflujo y acidez... y lo peor de todo es que sabía por qué era... había desayunado un pepito de pollo con mucho alioli y almorzado comida mejicana, yo solo me lo había buscado por no pensar antes de comer.

El paso por Santa María en febrero fue en 3:41:53 y hoy en 3:36:38; se notaba que al haber comido después el tiempo neto se igualaba (y no se igualaba del todo ya que había comido con bastante rapidez).

Con un cuarto de luna roja iluminando el cielo y bajo ella, en la distancia, "la puta torre" (bautizada así por mis compañeros, no tengo nada que ver) de El Ejido, simplemente tenía que ir avanzando con cuidado de no despistarme, ya que en un punto había que cruzar bajo la autovía y llegar hasta ella.

Llegaba con ambos bidones vacíos (estaba pidiendo líquidos el taco a más no poder), así que me acerqué a un locutorio que tenía agua fría (40 céntimos, el precio de 10) y me bebí medio litro de dos buches antes de rellenar lo 2 bidones justo hasta el tapón.

Entre que parecía que estaba rumiando el taco y el exceso de agua comencé a notarme muy pesado al correr, así que aprovechando las calles empinadas de El Ejido me puse a caminar.

La última vez pasamos de madrugada y apenas había gente, pero recuerdo que la mayoría "parecía de aquí"; esta vez, supongo que por la hora, el 80% era de color y más de un 15% árabe, imagino que por el trabajo en los invernaderos era la hora que tenían de cenar y darse una vuelta.

Lo comento como curiosidad, respeto a todo el mundo de todas las razas, credos, formas de pensar... pero fue una sensación como de estar de vuelta en el mercado de Assilah o Tánger de repente.

A la salida de El Ejido decidí parar en una gasolinera a comprarme una lata de isotónica, ya que tocaba un tramo de unos 20 kilómetros hasta Adra, tenía mucha sed y puede que fuese la última ocasión de reponer líquidos en cerca de 2 horas y media.

Aquí todavía iba la cosa bien...
Estaba tan fresquita que no pude evitar dar un buche y de repente me encontré con un problema muy básico... abierta no la podía meter en la mochila y tampoco podía correr con ella en la mano porque en pocos metros me quedaría sin lata.

Así que opté por la opción menos inteligente si tenemos en cuenta el estado de mi estómago y que me había bebido medio litro de agua del tirón hacía poco menos de 20 minutos.

En febrero dejamos atrás El Ejido en 5:03:03, hoy lo dejaba en 4:57:27.

Eché un rato largo andando rápido, ya que iba más rápido que al trote y tenía menos reflujo, pero aun así me subía la bilis por la garganta de vez en cuando.

Me odiaba por no haber tenido en cuenta las comidas previas a la salida y por haberme hartado de beber como si no hubiese un mañana, yo solo me había provocado la situación.

Lo gracioso es que las piernas las tenía fenomenal y pese a querer morirme por el malestar de la barriga los tiempos eran similares a los de febrero, teniendo en cuenta que ahora el número de paradas era ya equitativo.

Ahora tocaba un tramo de bajada-llaneo-bajada por la zona entre Balanegra, la albufera y Puente del Río, donde me vino muy bien esa disposición del perfil porque en llano andaba rápido y en bajada trotaba suave; poco a poco parecía que me desinflaba y aunque la acidez y los reflujos eran constantes, al menos la sensación de malestar era menor.

Pasamos en febrero por Puente del Río en 6:07:09, hoy en 6:14:49; al principio me esperaba haber echado "tan poco" tiempo en comparación, pero recuerdo que parte del grupo que se había quedado desayunando se despistó en al salida del colegio Artero Pérez y bajaron por el Camino de Adra, por lo que les esperamos primero y después caminamos un rato para ver si llegaban o no.

Entre Puente del Río y Adra por fin comenzó a mejorar la cosa; llevaba sin beber ya casi 2 horas, a fin de no echar más leña al fuego, pero en la bajada larga a la salida de Puente del río comencé a notar sed.

Esa era la señal, hay quien dice que en un ultra es mejor comer antes de tener hambre y beber antes de tener sed, pero en mi experiencia debes escuchar a tu cuerpo, ya que cuando él necesite algo te lo va a pedir.

Bebí un par de sorbos con cautela y ni se incrementó la sensación de estar inflado, que ya no era nada en comparación a como había estado horas antes ni la acidez, que había bajado bastante.

Estuve tan mal que durante 2 horas tuve que quitarme la banda del pulsómetro, quitarme los cierres pectorales de la mochila y desaflojarme el cinturón ya que la más mínima presión me molestaba.

Llegada a Adra; no estaba en mi mejor momento, pero ya estaba mucho mejor
En febrero pasamos por Adra en 7:55:58 y en esta ocasión en 7:32:53, aunque hay que tener en cuenta que almorzamos bien en la salida del pueblo y esta vez la pausa fue mucho menor.

Estaba "mosqueado" porque pese a estar bebiendo de nuevo tras varias horas, la sensación de sed era cada vez mayor y me acordé de un artículo de un veterano de la Spartathlon que indicaba que no hay que confundir sensaciones, ya que a veces parece que tenemos sed pero lo que el cuerpo necesita es refrescarse.

Beber te hidrata, pero no te refresca, para refrescarte tienes que mojarte por fuera.

Estaba al pie de la playa en la salida de Adra, así que decidí buscar una ducha que por suerte, tenía agua.

Me di un buen remojón, junto a un sorbo pequeño (y menos mal, porque estaba el agua muy clorada y a saber como me hubiese sentado en mayor cantidad) y salí de Adra sintiéndome infinitamente mejor a como había entrado.

Tocaban cuestas, así que sabía que debía andar, pero en cada pequeño tramo corrible trotaba con buena zancada ¡por fin podía correr sin molestias!

Estaba pletórico, pero por fin todos los problemas se solucionaban... la temperatura era de unos 26-27 grados, pero al no haber sol y estar mojado mi cuerpo estaba fenomenal, el reflujo había remitido bastante y las piernas estaban como si no hubiesen empezado a correr aun.

La noche era preciosa, totalmente estrellada y me sentía muy afortunado por poder vivir una experiencia como esa.

Correr en grupo la Carretera de la Muerte fue una de las mejores experiencias deportivas que he tenido, pero apenas llevaba 9 horas de carrera en solitario y pese a las adversidades de las primeras horas ya sabía que la experiencia iba a ser increíble.

Me salieron algunos perros de las fincas situadas a uno y otro lado de la carretera cada pocos kilómetros, lo cual veo una temeridad por parte de los dueños porque aunque de noche no pasase ni un solo coche en horas, algunos perros estaban directamente en mitad del carril ya antes de que yo pasase... 

Alguno se acercó más de la cuenta, pero como me ponía a un lado del camino, aceleraba y los ignoraba, si me habían empezado a seguir se cansaban pronto y la mayoría se quedaba ladrando de lejos.

Le di la vuelta a una situación estresante para hacerla divertida, porque me la tomaba como pequeños sprints.

Pese a ir bebiendo poco a poco, al aumentar el ritmo promedio con respecto a las primeras horas estaba sudando mucho y llegué a Pozuelo casi sin agua; me refresqué bien en la fuente mojándome mucho la cabeza, bebí, a pequeños sorbos y con moderación, durante unos minutos y rellené ambos bidones.

En febrero pasé el km 70 en 9:34:14, en esta ocasión en 8:48:08... ¡y era ahora cuando estaba empezando a correr de verdad!

Tenía las ideas claras y la cabeza fría, sabía que el recorrido era muy largo y en febrero, parando mucho y reponiendo bien, llegué muerto a Nerja y de no ser por Eduardo habría echado lo meno 3 o 4 horas más en acabar.

Así que tenía 2 reglas muy claras, la primera, hacer todas las subidas andando y la segunda, no alargar la zancada más de lo necesario salvo que estuviese en bajada.

Saliendo de la Rábita decidí tomarme una barrita de frutos secos, ya que sabía que en las afueras habría contenedor, donde podía depositar el envoltorio... pero había un coche con la música a todo volumen y las ventanas subidas pese al calor, así que vi prudente no acercarme y guardar el envoltorio en la mochila.

La calidad de la foto nocturna no hace justifica a la belleza de la localidad...
Tocaba ahora atravesar una zona con algo de desnivel hasta La Mamola que luego se endurecería con la subida a Castell de Ferro, pero el paso por los pequeños pueblecitos (Melicena, Los Yesos, Castillo de Baños, Casarones, El Lance...) se me hizo rapidísimo.

En ese tramo en febrero nuestro grupo se había separado en varias partes, Antonio y Edu iban tirando en cabeza, después íbamos Salva, Sergio y yo y más atrás Paco y Tenllado.

En un momento determinado después de reagruparnos en la fuente de El Pozuelo tomé la delantera con Eduardo y pusimos un ritmo implacable hasta Castell de Ferro, que creo que fue uno de los errores de ese momento, ya que no nos dábamos cuenta porque íbamos charlando cómodamente, pero al revisar los parciales a posteriori hicimos un gran esfuerzo muscular.

Como tenía muy presente aquello iba pendiente al pulso y ritmos, pero estaban controlados a pesar de la sensación de velocidad que tenía.

En febrero pasamos el km 80 en 10:54:39 y en esta ocasión en 10:05:28.

Ya desde hacía rato notaba que había más tráfico pese a ser tan temprano y que había mucha luz en Castell de Ferro... y desde la cima de la loma que llevaba a su entrada podía escuchar música a toda voz... ¡estaban de feria!

Pese a ir reponiendo en cada punto de agua, llegué justito a Castell de Ferro.

Me había tomado uno de los tacos saliendo de La Mamola porque el cuerpo me pedía más combusible (por suerte llevaba ya horas sin reflujo, salvo alguno ocasional y siguió así tras el taco) y para ir comiéndomelo me agoté uno de los bidones a sorbitos, así que pensé en comprar algo en la gasolinera.

En el paseo marítimo vi una fuente y de todas formas me eché bastante agua por encima y rellené los bidones y menos mal, porque eran ya casi las 6 y cuarto de la mañana y la gasolinera estaba desierta, pese al cartel de "abrimos de 06:00 a 23:00" que tenían colgado en la cristalera.

No el di más importancia, ya que supuse que el muchacho estaría en la feria (a lo mejor era festivo local) así que continué mi avance a ritmo de fiesta pagana, cuesta arriba.

Estaba increíblemente despierto y motivado, en poco más de una hora se cumplirían las 24 en privación de sueño y recordaba que en ese punto en febrero coincidió la caída de la noche y empecé a notarme somnoliento.

De hecho, tuve que pedirle a Eduardo caramelos de café en varias ocasiones, pero ahora nada de nada, ni pizca de sueño ni de cansancio; como si hubiese empezado a correr hacía una hora o así vamos.

En febrero llegamos a la gasolinera en 11:59:07 y en esta ocasión la abandonaba en 11:26:44 y sin parar; en su momento fue una parada larga para merendar, comprar provisiones, reagruparnos y prepararnos para la noche, algo que hoy no era necesario.

Tocaría ahora bastante desnivel hasta Calahonda, con el frontal agonizante pero alumbrando lo suficiente todavía.

No se apreciaba por la calima, pero el sol comenzaba ascender...

Mi única compañía en este montañoso tramo eran las cabrillas
De hecho, llegué a Calahonda con el amanecer y como vi una churrería justo abriendo decidí parar para tomarme un café con churros, rellenar los bidones y beber un poco.

Marqué el km 100 justo en la entrada a la churrería, donde tuve que esperar un poco para que me atendiesen ya que tenía que calentarse el aceite.

Más de uno me dirá en comentarios "¡¿churros después de esa noche de acidez?!" y mi respuesta es que si, porque era lo que me pedía el cuerpo en ese momento.

Demasiado aceitosos quizá, pero entraron de lujo.
Como ya comenté previamente, es muy importante hacer caso a lo que te pide el cuerpo; en febrero, me pidió churros en El Morche y creo que es fue lo que me dio las fuerzas necesarias para continuar hasta Málaga.

Ahora me los pedía, ¿quien era yo para negárselos? a lo mejor volvía la acidez, si, pero si el cuerpo me los pedía era por algo y el taco me había sentado bien...

Por cierto, el km 100 lo pasamos en febrero en 14:30:54 y en esta ocasión, previo a la parada, llegaba en 13:28:31.

Aproveché también para raspar la suciedad que se había metido en el footbed de los huaraches, entre ellos varios guijarros pequeños semi enterrados en la porquería; en febrero me hicieron heridas con el roce y no quería acabar igual.

Salí de la churrería contento y motivado; de momento no había ni rastro de acidez tras un muy buen desayuno, había repuesto líquidos y sentía las piernas como estuviese empezando a correr en ese mismo momento, algo que nunca antes había podido decir tras correr 100 kilómetros.

Seguía fiel a mi estrategia de andar en todas las cuestas y solo alargar zancada en las bajadas, pero como pillé algunas con buena pendiente, marqué algunos parciales por debajo de 6 por primera vez en horas, tanto consecutivos como en cuestas posteriores.

Pasé el km 110 en febrero en 16:02:49 y en esta ocasión en 14:37:56 (mi parada de este entrenamiento de desayuno coincidió con la de la cena de febrero).

Dejando atrás Carchuna y Torrenueva tocaría afrontar la larga recta de casi 10 kilómetros hasta Salobreña, donde nos recibiría una señora cuesta.

Seguía yendo fenomenal pero tengo que admitir que parte del mérito lo tienen también mis padres, Mayte y los compañeros del grupo de Ultrafondo Nacional, ya que con sus mensajes hubo muchos tramos que se me hicieron realmente amenos.

Además, me ayudaron buscando información sobre combatir la acidez y me dieron buenos consejos que no están pagados con nada, son experiencia que compartimos unos con otros por otras experiencias.

El sol comenzaba a subir pero aun no picaba, aun así la temperatura ya había subido varios grados; por lo demás, casi todo el camino era en recta, picando suavemente hacia arriba, así que pasaba tramos de varios minutos corriendo sin parar, en los pequeños tramos de subida consultaba el móvil y volví al trote.

Aproveché una zona de pendiente previa al Guadalfeo para desayunar el último taco con el zumo de chupinazo antes de seguir, ya que el cuerpo me pedía algo sólido nuevamente.

En febrero pasamos el km 120 en 17:53:02 y en esta ocasión 16:00:40, aunque decidí parar en la gasolinera de la entrada de Salobreña, que están reformando, primero para reponer agua (solo había gastado un bidón, pero el otro estaba ya tibio) y segundo porque vi que tenían té con menta frío, así que no pude resistirme y me cogí uno.

Fue todo un acierto, ya que sabía que la cuesta era muy larga y el sol me iba a empezar a dar de pleno en media subida; recordando la mala experiencia de la noche anterior con el aquarius, fui bebiendo muy poco a poco, disfrutando cada sorbo.

Así llegué a ponerme a la altura del castillo, aunque tendría que ascender bastante más...

Subiendo...
Subiendo...
Y subiendo...
Sabía lo que me esperaba, estaba preparado y motivado... pero eso no quita que de hacer el tramo de noche y en grupo a hacerlo a pleno sol, con 36º y solo haya diferencia...

Una vez más jugó un papel muy importante el whatsapp, ya que estuve charlando con mis padres y amigos y el peso de la soledad se hizo mucho más ligero.

Me encontraba realmente bien, de hecho, bromeaba con Paco de que podía batir el récord de la Carretera de la Muerte, que creo que rondaba las 29 horas.

Inicialmente lo decía de cachondeo (de hecho mi mente se había saltado Almuñécar y pensaba que ya mismo subiría a Maro), pero con el paso de las horas y los kilómetros llegué a verlo posible siempre y cuando llegase bien a Nerja.

Pasé en febrero el km 130 en 19:29:20 y acabé en 33:33:10 (teniendo en cuenta que de Nerja a Málaga estuve casi 40 km andando); en esta ocasión por el 130 pasé en 17:18:10.

Desde que recordé la presencia de Almuñécar en el mapa no hacía más que pensar en el bombón helado de almendras que me comí esa madrugada... hoy iba a caer otro helado pero seguro.

En la bajada tuve un par de reflujos aislados, por lo que me acordé del consejo de mis compañeros ultrafondistas y acompañé mi medio bocata de atún de una coca-cola, un bombón de chocolate blanco (no había almendrados) y litro y medio de agua gélida de la que bebí un par de buches, rellené bidones y me eché el resto por la cabeza, brazos y nuca.

¡Que aproveche!
En principio me iba a comer el bocata entero, pero me noté saciado con la primera mitad y preferí no llenarme del todo y tener medio bocata en la mochila que uno entero en la barriga y volver al infierno estomacal de las primeras horas del entrenamiento.

Salí con muchas ganas pese a las pendientes que tocaban y el devastador sol que parecía derramarse sobre mí.

Estoy acostumbrado al calor, corro bastante a menudo en las horas centrales del día, pero ver como se irradiaba el calor del asfalto sin tener ni una sola sombra a la vista hasta donde la vista alcanza no deja de ser duro mentalmente.

Para el año que viene pensaba echar la inscripción de las 135 millas de Badwater, en el Valle de la Muerte (yo ya doy por hecho que voy a acabar el Spartathlon, uno de los requisitos de inscripción, soy así de optimista), pero tras la experiencia vivida en esas horas de ascenso entre Almuñécar y Maro me lo he replanteado.

No es por nada, sigo queriendo hacerlo, pero si con un terral "suave" (no llegaba tampoco a 40 grados la temperatura en esas zonas, expuestas al mar) me estaba costando tanto avanzar en pendiente (no digo correr, en esos tramos era impensable), hasta que no pueda hacer la Carretera de la Muerte en verano con un terral de verdad, no creo que esté preparado para disfrutar la prueba.

Si, podría ir, pero para hacerla justo de fuerzas, sufriendo o solo andando tengo en Andalucía muchos kilómetros de carretera por pueblos del interior, con temperaturas similares por los que si me dirijo al Veleta o Mulhacén me sale hasta más desnivel o dureza, si voy es para disfrutar la experiencia que hace únicas esas 135 millas.

A todo esto, pasé el kilómetro 140 en 21:26:27 en febrero y en ese momento lo atravesaba en 18:46:24.

Al fin, ¡provincia de Málaga!
Me encontraba muy bien, pero tenía bastante sed y pese a ir bebiendo a tragos pequeños para no inflarme de agua (y dosificar mis limitadas reservas, todo sea dicho), no tardé en quedarme con medio bidón...

Playa del Cañuelo, Maro
Tenía ante mi una buena disyuntiva... me quedaban como poco unos 13 kilómetros para llegar a Nerja, que con el desnivel que estaba afrontando podían ser perfectamente 3 horas y apenas tenía 250 mililitros de agua, sin posibilidad alguna de rellenar por el camino.

Mientras pensaba en ello, a poco más de 1 km de Maro, me saltó el paso por el km 150.

En febrero fue en 23:02:17, en esta ocasión llevaba 20:07:56 de carrera.

Como estaba empezando a sentir hambre, decidí comerme el medio bocata de atún con lo que me quedaba de agua, aprovechar los escasos tramos de sombra trotando para llegar a ellos y cruzarlos andando hasta volver al sol y apretar en las bajada, aunque pudiese pasar factura a posteriori.

Una de las cuestas con más sombra entre Maro y Nerja

Al mal tiempo buena cara, hasta chistes hacía con la situación
No se cuanto tiempo estuve corriendo sin agua, ya estaba empezando a preocuparme porque aunque mi cuerpo no había aumentado mi sensación de sed, me notaba más acortado muscularmente a la hora de avanzar y me podía coger casi toda la piel de una mano con la otra, cuando estando bien hidratado apenas puedo coger un pellizco.

Recordé que había un Mercadona en la entrada a Nerja y decidí no esperar a la parada del autobús para beber en la cafetería.

El problema... necesitaba que estuviese fría porque tenía el cuerpo asqueado de beber agua tibia y lo único que había en la nevera de refrigerados que no llevase leche (no me fiaba después de la noche anterior de meterle leche al cuerpo) eran zumos exprimidos.

Fue el error que sentenció la jornada, por 2 motivos... el primero, que desesperado, cuando uno no puede nunca perder la calma en un ultra, me bebí casi medio litro de golpe.

De zumo además, no de agua, de una cosa fuerte para el estómago que ya tenía delicado... además no se por qué, se me ocurrió coger unos arándanos y una manzana para el camino...

Rellené los bidones del zumo y al salir del supermercado me di cuenta de que no había cogido agua para refrescarme.

Estaba agobiado de verdad con el calor en esos momentos y ya que no podía refrescarme por fuera y pese a que sabía que no serviría de nada, salvo por el efecto placebo quizás, me puse a beber y me eché unos cuantos puñados de arándanos frescos a la boca.

Pasé en febrero el km 160 en 24:42:09 y en esta ocasión en 21:30:52.

Pensaba que al llegar muscularmente tan entero (en febrero estaba destrozado) y no hacer más paradas (en su momento desayunamos bien frente a la parada de bus), ahora iba a ser cuando de verdad iba a empezar a mejorar los tiempos.

Llegué a plantearme que si llegaba bien a Torre del Mar, haría un cambio de ritmo hasta Málaga del tirón y dejar ahí la tirada, ya que prefería meter calidad al final de una tirada de 215 kilómetros a alargarla hasta los 250 pero llegar trotiandando.

Y entonces... llegó el mazazo.

Me fijé en cuanto quedaba de batería en el GPS y estaba al 3% (sin avisar, el cabrito...), me quité la mochila, preparé el cable y el cargador, lo coloqué todo para que no molestase al correr, me puse la mochila de nuevo y al volver a ponérmela noté esa sensación de fatiga de la noche anterior...

Ya me había dado cuenta al momento de salir del Mercadona de que me había sentado regular el zumo, pero lo de ahora era peor aun, ya que estaba realmente hinchado de repente, bajo un sol abrasador y con una sensación de fatiga que ríete de la noche anterior.

Como pude fui alternando andar y trotar hasta llegar a la zona de chiringuitos previa a Torrox, no sin antes quitarme la mochila, el cinturón y las sandalias y meterme entero en el mar.

Si no iba a poder beber apenas por la fatiga que tenía (cada sorbo aumentaba la presión del estómago, era horrible) al menos tendría que refrescarme bien.

Compré una botella de agua helada en un chiringuito (1,80 frente a los 0,40 del locutorio de El Ejido, entiendo la diferencia de precios pero no deja de sorprenderme), limpié los bidones y los rellené y bebí un par de sorbos de agua antes de echármela por encima.

Hacía tanto calor que antes de llegar al Chiringuito estaba ya seco del baño, que hice con ropa y todo, impresionante.

Duré poco mojado nuevamente, así que decidí darme una ducha con cuidado de no mojar la batería externa ni el móvil y me puse en marcha de nuevo.

Paco me escribió y me dijo que saldría en breve a buscarme para trotar un poco conmigo, lo que me dio ánimos.

No era mi intención hacer la Carretera de la Muerte en Solitario y en el estado actual no iba a ser ni capaz de completarla.

Empezaron de nuevo los reflujos, que venían cargaditos de zumo y bilis y me acordé de que en Torrox hay una farmacia en la misma acera de la 340, solo tenía que andar hasta ella, comprar un Almax Forte y con suerte se solucionaría todo.

Me quedé un rato largo sentado en la farmacia con el aire acondicionado esperando a que actuase el Almax, nunca me había tomado uno pero tenía entendido que actuaba en minutos.

Más de 10 estuve dentro y nada, así que decidí irme (ya me miraban raro) y el golpe de calor al salir me dejó KO.

Tenía el estómago fatal y un malestar increíble, así que me acerqué a una zona ajardinada y dejé salir lo que me estaba matando por dentro.

Una... dos... y tres veces. Y aún quedaba más, pero como le comenté anoche a mis compañeros del grupo de ultrafondo, lo que más fobia me da en el mundo son las agujas y los vómitos, así que os podeís imaginar como estaba.

Había pasado de estar disfrutando de la que estaba siendo la carrera de mi vida a estar pasando por la peor de mis pesadillas.

Al menos, al quitarme de golpe gran parte de la presión me sorprendí siendo capaz de trotar de nuevo... ¡muscularmente estaba fenomenal!

Llegué a plantearme hacer los 45 kilómetros que me separaban de Málaga tal cual, pero solo durante una fracción de segundo... seguía deshidratado, orinando muy muy oscuro y encima lo poco que había bebido lo había vomitado.

Probé a beber pero el agua, hace uno minutos gélida, estaba ya a temperatura ambiente y me vino una arcada.

Me compré una nueva botella helada, cambié el agua de los botellines y bebí; dos sorbos.

A los 200 metros volví a vomitar en una jardinera (ya salían hasta arándanos).

Probé suerte en una cafetería más adelante con un Aquarius, pero más de lo mismo, ya sin trotar si quiera, andaba, bebía y me volvía a salir.

Hice la última prueba en la panadería del final de lagos, con una coca-cola; si la vomitaba, finalizaría ahí mi entrenamiento, antes de provocarme daño de verdad.

Muscularmente estaba bien pero eso no significa que no pudiesen producirse lesiones, especialmente en estado de deshidratación y con ese calor.

Por cierto, pasé el km 170 en febrero en 26:45:16 y en ese momento, pese a todo el tiempo perdido en la farmacia, comprando líquidos y vomitándolos, pasé en 23:33:44.

Decidí no trotar hasta eructar sin reflujo la coca cola, que dejé a la sombra mientras bajaba las rocas hasta el mar y me metía entre las piedras, entero (sin mochila ni cinturón), pero fue tomar otro trago al volver al carril y venirme de nuevo la coca-cola fuera.

Con todo el dolor de mi corazón, porque sabía que incluso andando podía bajar de 30 horas en la Carretera de la Muerte y que si quizás seguía más tarde me encontrase mejor, tomé la mejor decisión, pulsar el GPS

En un ultra yo solo pulso 2 veces el botón de inicio, para comenzar la actividad y para finalizarla; no era la meta que esperaba pero era la que debía ser.

Km 171,64, con 1.630 metros de desnivel positivo, tras 24 horas, 9 minutos y 23 segundos desde el inicio y habiendo pasado en privación de sueño desde la mañana de la salida.

En ese aspecto me he encontrado fenomenal, ya que el segundo día del Reto 202 Kms Solidarios lo pasé mal hasta que me eché esos 50 minutos en el coche, pero esta vez estaba alerta, centrado y con una velocidad de procesamiento no excelente pero si muy buena.

Al parar se me vino el mundo encima y de hecho me entró el sueño y hasta un poco de ansiedad por el "¿y ahora qué?". 

Sabía que Paco estaba en camino, pero no lograba contactar con él; le dije a Mayte que fuese a Plaza Mayor, que hablaría con él para que me llevase allí y así no tener que ir hasta Fuengirola.

Tras un par de malentendidos y llamadas cruzadas, mientras esperaba, con la moral por los suelos, intentando beber a buches pequeños, noté la mano de Paco en el hombro.

Le debo una carrera, porque no me dejó ni pagarle la gasolina encima de que en vez de correr, me hizo de chófer.

Me dio mucha alegría verle y estuvimos charlando sobre diferentes ultras, nuestras vidas en general y planificando el reto que tenemos entre manos para ayudar a Petales España a finales del mes que viene, por lo que al menos, el rato que pasamos juntos fue muy productivo.

A lo largo de esta crónica no me he querido centrar en los paisajes, en la historia de La Desbandá y otros aspectos en los que ya centré la crónica en febrero (os la recomiendo a todos los que no la hayáis leído, está en la introducción de esta), pero creo que aun así la esencia de este recorrido sigue presente.

En esta ocasión he querido darle un toque más práctico, casi de guía; aun nadie ha acabado en solitario el recorrido Almería-Málaga en ninguna de sus dos variantes, pero puede que, animado por este relato, en la mente de alguno de mis lectores comience a germinar la idea, se lo prepare, y acabe consiguiéndolo.

Para aquellos interesados, como primera experiencia, les recomiendo acudir a la quedada anual que se hace con motivo de la fecha histórica de La Desbandá, la información se cuelga en Facebook (podéis preguntarme los que no tengáis), es abierta, gratuita y como experiencia vais a aprender más que en cualquier ultra.

No tanto por el recorrido en sí, que no se puede menospreciar en absoluto porque te pone en su sitio a poco que te confíes, como por la compañía de los corredores que suelen darse cita en la quedada, curtidos en mil batallas y con cientos de historias que contar.

Consejos que doy si no podéis contar con equipo de apoyo o sois masocas y queréis ir en solitario:

1-Haceos con un track del recorrido (si no encontráis, pedídmelo), ya que por lo general es sencillo, recorrer la nacional 340 de un lado a otro, pero en especial en la zona previa y posterior a El Ejido podéis despistaros.

Más de un corredor ha tenido que abandonar en ese punto, tan cerca de Almería y durante la quedada, por quedarse descolgado, perderse y empezar a correr en sentido opuesto, tras tantas horas de privación de sueño y esfuerzo físico intenso la toma de decisiones se ve mermada a niveles que no esperas hasta que los vives.

2-Mi consejo es no hacerla en verano por las obvias razones que habéis visto a lo largo de la crónica; hay zonas con varios kilómetros sin puntos de abastecimiento de agua ni sombra que pueden ser cruciales.

Aconsejaría otoño en cuanto bajen las temperaturas, invierno si hay previsión de buen tiempo, porque con lluvia, sin ir más lejos, Paco tuvo que quedarse en Salobreña el primer año (sentido Málaga-Almería), o primavera antes de que suban las temperaturas.

3-Si sois de Málaga aconsejo salir de Almería y viceversa; no es lo mismo "sentir" que te acercas a casa cuando avanzas hacia tu objetivo que dejarla atrás, aunque tengas alojamiento esperando, psicológicamente es una ventaja invisible.

4-Según comáis más de forma habitual en el desayuno, almuerzo o cena, recomiendo salir unas 3 horas después de esa comida; no suelo comer mucho por la mañana (para entrenar salgo en ayunas y como a la vuelta), no me fue mal en febrero pero creo que la hora de salida me ha venido mejor esta vez, he tardado más en sentir hambre.

Del mismo modo lo ideal sería salir después de una buena siesta para no tener problemas durante la segunda jornada, aunque en este caso como he hecho el entrenamiento tras salir de trabajar no he tenido esa opción.

5-Plantead pequeños objetivos, pero no os obsesionéis con ellos; en mi caso, llevaba en la parte posterior del móvil (y no lo voy a quitar hasta el próximo intento, para recordármelo) los tiempos de paso de febrero de 10 en 10 kilómetros, con el número de paradas intermedias anotadas.

Inicialmente tenía más intervalos, con ritmo medio por kilómetro y en el global, pero ponerte a calcular en un ultra, con privación de sueño y trabajando con un sistema sexadecimal es fatigar la mente para hacer una tarea que no te va a aportar nada y que seguramente, hagas mal, así que quitarlo antes de imprimirlo fue de lo mejor que pude hacer.

Mi motivación era hacer Almería-Fuengirola y sabía en qué puntos había fallado en febrero y que la clave era el tramo Nerja-Málaga, así que simplemente, cada 10 kilómetros, comparaba los dígitos del reloj con los de los tiempos de paso para ver como iba de cara al objetivo mayor (y tenía controlado donde podía parar a abastecerme).

6-Controla muy bien las provisiones; en mi caso con 1 litro de líquido encima dividido en los 2 botellines fui bien hasta llegar al tramo de Almuñécar, teniendo en cuenta que es verano, posiblemente con temperaturas más bajas 1 litro sea más que suficiente, pero no recomendaría menos por lo que pudiese pasar.

En cuanto a comida, aunque la idea de los tacos en sí no fue un acierto, si lo fue el llevar "comida de verdad" encima, porque de madrugada si no hubiese tenido que alimentarme a base de barritas.

Tengo ganas de probar la comida en polvo que algunos ultrafondistas echan al agua, recuerdo que Eduardo no comió nada sólido en febrero, a ver si contacto con él y le pido marcas y precios para que me oriente...

En definitiva, hay puntos de abastecimiento, pero han habido ocasiones en que alguna gasolinera ha estado cerrado o algún tramo en obras y los compañeros de pasadas ediciones las han pasado canutas sin comer y beber hasta llegar al siguiente punto... lleva siempre agua y comida suficiente como para llegar al tramo posterior al que te diriges sería mi consejo.

En definitiva, he aprendido muchísimo de esta experiencia de sabor agridulce de la que me llevo lecciones valiosísimas.

Lo curioso es que apenas estoy en la punta del Iceberg pese a haber hecho 2 intentos completos el mismo año, ya que comienzo a dominar el trazado Almería-Málaga, pero el de Málaga-Almería no puedo ni imaginármelo...

Y es más, un año Mark Woolley y Paco Contreras lo hicieron completo non-stop, Málaga-Almería-Málaga, más de 420 kilómetros saliendo el sábado 8 de febrero a las 6 de la mañana de las escaleras del ayuntamiento de Málaga y regresando el 10 de febrero, subiendo esos mismos escalones a las 10 de la noche.

Cuando a mediados-finales de octubre me recupere del Spartathlon voy a volver, en sentido Almería-Málaga y voy a correr con cabeza y corazón para disfrutar íntegramente el recorrido.

No sé si mejoraré el tiempo, intuyo que si sale todo bien, le pegaré un bocado de unas cuantas horas, pero no será esa la motivación, sino poder disfrutar de ese sentido de la Carretera de la Muerte para, la siguiente vez que me adentre en ella, hacerlo con un nuevo objetivo en mente bien sentido Málaga-Almería bien completa, recuperando esa ilusión de la primera vez que viví en febrero.

Datos del recorrido Almería-Málaga (3 de febrero de 2018) y Almería-Mezquitilla (18 de julio de 2018), para aquellos que disfruten con los números.

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