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XXV Carrera Popular Nutrias Pantaneras Ubrique


Tras acabarme el acuarius tocaba volver al coche a dejar las cosas antes de ir a la salida... y tras ese rato en el Bar Caribe sí que hacía frío, pese a que teníamos ya 8 grados, el doble de los que había cuando llegamos al pueblo.

Era la tercera vez que visitaba Ubrique, la primera, acompañando a mis padres, hace cerca de 20 años, la segunda a primeros de septiembre, en el transcurso del Reto 1000k por el Apego y ahora, para correr.

Llegamos al coche y nada más quitarme la sudadera me despedí de mis padres, Silvia y Olga para dar un par de sprints por el pueblo y entrar en calor.

Iba a ser mi primera competición desde el Spartathlon, pero estaba tranquilo; tras casi un mes de parón para recuperar bien no venía a disputar la carrera, sino a probarme a una semana de la media maratón de Fuengirola.

Me coloqué entre la cuarta y quinta fila en la zona de salida tras recorrer cerca de un kilómetro por la rivera del río de Ubrique y entre la subida de temperatura propia y la compañía de las 500 almas que nos arremolinábamos en la Avenida España comencé a entrar en calor.

¡Comienzo de la vigésimoquinta edición de la prueba!
Tras el pistoletazo de salida me coloqué en la zona derecha y puse un ritmo que me resultase cómodo; miré el GPS y vi que estaba a cerca de 3:20 y sabía que no era un ritmo que pudiese mantener mucho tiempo, así que busqué una referencia y traté de estabilizarme.

Aun así, en la primera cuesta ya comencé a pasar a más corredores de los que me pasaban, pero me mantuve en torno a 3:40 a sabiendas de que nos esperarían más cuestas.

Lo peor que llevaba no era el desnivel ni el ritmo, sino el frío, ya que me cerraba la garganta y me daba sensación de ahogo, menos mal que el sol no tardó en salir y en seguida me remangué los manguitos y comencé a correr más a gusto.

Aun así notaba que tras varios meses sin correr a esos ritmos, me costaba mucho más de lo que recordaba bajar de 4 minutos el kilómetro, pero tenía buenas sensaciones.


El que tuvo, retuvo...

Aunque cuesta volver a las andadas.
Por los ánimos que daban al corredor que iba por delante, Sebastián, supuse que era local y conocería el terreno, así que me pegué a él y estuvimos corriendo bastante pegados hasta la zona del empedrado, donde aproveché la inercia de la bajada para mantener el ritmo e ir despegándome de él poco a poco.

Llegando al sexto kilómetro dimos la vuelta y comencé a pegarme a otro corredor local, Luis, al que el público animaba con fervor.

Pese al frío hubo mucho público y animaban que daba gusto, los momentos en los que más moral tuve fue al cruzarme con mis padres y Silvia en el kilómetro 7 y al ser aplaudido por una multitud que nos esperaba en el kilómetro 8.

Ahí fue donde di caza a Luis, al que animé a pegarse a mi, pero me insistió para continuar, así que apreté en solitario en dirección a la estación de autobuses, calle por la que pasábamos por segunda vez.

Estaba un poco desorientado y sabía que no podía quedar mucho de carrera, pero no me esperaba la fuerte subida del noveno kilómetro, que nos llevaba a la plaza de toros y el mirador del pueblo.

Las vistas de Ubrique con la sierra al fondo eran preciosas, así que decidí centrarme en ellas y dejar escapar a los dos corredores que me precedían para regular... aunque no duró mucho la idea, ya que comencé a escuchar fuertes pasos desde detrás.

Eran de un muchacho joven, que como un jabato se puso a mi par y en la entrada al Paseo del Prado me ganó la posición.

Aun así me quedaban aun fuerzas, así que me puse a su espalda y apretamos juntos.

Empezó a perder fuelle, así que lo animé a pegarse, pero se ve que había apretado demasiado en la bajada (yo bajé a 3:40 y me pasó como una exhalación) y le faltaron fuerzas en el llano, así que, en vista de que me tocaba acabar en solitario, comencé a acelerar progresivamente.

Curiosamente sin tener tanta pendiente a favor acabé más fuerte que en la bajada, aunque he de reconocer que sufrí en la recta de meta porque pensaba, por los ánimos del público, que tenía un corredor pisándome los talones, por lo que entré a todo correr.


¡Meta!
Al final mi perseguidor no estaba tan cerca como pensaba, pero mejor, si pude apretar era señal de que iba bien; ya echaba de menos este tipo de carreras, que es de donde saco la chispa, el pueblo era precio y el ambiente muy muy bueno.

Recogí la bolsa del corredor, con cortavientos, bolsita de chuches, agua, cerveza, pañuelo tubular, cartera de piel... ¡hasta un trofeo!

Volví a meta y me encontré justo con la llegada de Olga a meta, así que la acompañé a retirar sus cosas y volvimos a meta, encontrándonos justo con mis padres y Silvia.

Como ya me había enfriado y pese a que había salido el sol el viento venía fresco, fui al coche a cambiarme y volví para consultar las clasificaciones.

Había sido cuarto de mi categoría y vigésimo cuarto de la clasificación absoluta, un puesto que no me esperaba en absoluto teniendo en cuenta que estoy comenzando la preparación para las 24 horas de Barcelona, en diciembre.

Olga había sido la campeona de su categoría, mi madre había quedado cuarta y mi padre y Silvia algo más atrás en sus respectivas clasificaciones, pero haciendo buena carrera.

Foto de familia con la nutria
Con la primera de las 3 paelladas de la sierra calmamos nuestros estómagos y poco después Olga recogió su premio, poniendo el broche a una gran jornada de atletismo.

¡Campeona!
Con esto acaba mi primera participación en una carrera en Ubrique, el año que viene, más y mejor, preparándola bien creo que tengo opciones de bajar un par de minutos el tiempo de este año.

¡Hasta la próxima!

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