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VIII Maratón Ciudad de Málaga


Por quinto año consecutivo tomaría la salida del maratón de Málaga, de forma ininterrumpida salvando la cancelación por lluvias en 2016, pero este año no iría a buscar marca, sino como última tirada larga de cara a las 24 Horas de Barcelona.

A las 7 de la mañana me recogió Nacho, compañero del club, que junto con Esther debutarían en la distancia; su tío, que repetía por segundo año, nos acompañaba también.

No tardamos en llegar a Málaga, aparcando a la primera gracias al conocimiento de los callejones de Nacho.

Dejé mi cortavientos del club en el maletero y me enfundé la mochila que llevaría durante la prueba, con algo más de 2 kilos de lastre.

Tras pasar por el baño mientras mis compañeros se tomaban su café y té pre-carrera me despedí de ellos en el Paseo de los Curas, preparado para tomar la salida.

Al no tener aspiraciones de marca decidí no apretarme para coger sitio, colocándome bastante lejos del comienzo del cajón; mi idea iba a ser llevar ritmos de entre 4 y 4:10 minutos el kilómetro y tratar de mantenerlos a partir del kilómetro 33, que fue donde el año pasado más sufrí.

Llegué a hacer algún kilómetro a 4:50 incluso y fue uno de los maratones en los que más sufrí, algo que no estaba dispuesto a repetir este año.

Tras el pistoletazo de salida me coloqué a la izquierda para evitar los codazos y empujones típicos del primer kilómetro, que recorrí en 4:10.

Ya al llegar a la Avenida de Andalucía pude estirar más las patas, así que me coloqué entre dos daneses y me puse a 4.

Me pasaron dos compañeros del TAC, que iban con idea de hacer sobre 2 horas 50; me hubiese encantado acompañarles, pero no era el día, si quería acabar lo que empecé este año en el Spartathlon tenía que hacer al menos 180 km (asegurándome la plaza con 216 km, en caso de que pueda) y si lo daba todo en la maratón no iba a poder recuperar a tiempo.

Ese era el objetivo de la mochila, recordarme que no iba a hacer marca, sino a trabajar a ritmo exigente y lo más constante posible sin desfondarme.

Debido a la pendiente volví a 4:10, aunque no tardé en dejar atrás a los daneses y me centré en un par de corredores con camiseta de Alfarnate, a los que fui dando caza poco a poco.

En el Bulevar Louis Pasteur adelanté al primero y me puse de objetivo al segundo, justo cuando una voz familiar me daba ánimos.

Era un ciclista, que iba a hacerles el seguimiento (no recuerdo el nombre, si lees esta crónica escríbeme por Facebook) y con el que compartí camino durante algo más de un kilómetro.

Entre la charla y la pendiente a favor se me fueron un par de kilómetros por debajo de 4, pero ya habría maratón para compensarlos, no tenía prisa.

No terminaba de cuajar con ningún grupo, ya que salí demasiado lento para los corredores que iban con idea de correr a 4' durante los 42 km y los que llevaba por delante iban poco a poco quedándose atrás.

Yo iba a lo mío, concentrado en el ritmo, consultando el reloj de tanto en cuando para ver que no me pasase de ritmo y disfrutando de la música, que llevaba en unos auriculares inalámbricos que compré hace poco en Suecia por 10 euros; era el primer maratón en años que corría con música y la verdad es que ayudaba.

Ya en el Paseo de Antonio Machado veía bastante más público que otros años, quizás por la inclusión de la media maratón paralela a la prueba reina, aunque eso tenía sus riesgos, ya que al ser un circuito tan alargado era probable que en la segunda parte, que es cuando más hacen falta los ánimos, estuviese todo desierto.

Me engancharon un par de corredores desde atrás llegando a la noria, con Ángel entre ellos; quería bajar de 3 horas y por el ritmo que llevaba de seguro lo lograría, ya que hice cerca de 3 kilómetros con él y íbamos, por poco, por debajo de 4.

El ciclista me volvió a alcanzar y haciendo números me dijo que a ese ritmo estaba para poco más de 2h 52; decidí dejar de ir definitivamente a Ángel y pegarme a uno de los corredores en silla de ruedas para tener una referencia.

En lugar de girar en La Farola este año nos internábamos hasta el fondo en el Muelle de Levante, que no tenía ni idea de que era tan largo.

Al girarnos vi muy fuerte a Óscar, de los Bichos Runners y en cuanto giré yo empecé a cruzarme con multitud de caras conocidas.

Ahora llevábamos el viento en contra, pero con suerte lo pillaríamos a favor en el largo tramo hasta el Martín Carpena, que el año pasado se me hizo eterno.

Entramos en el tramo hacia El Palo a buen ritmo, los grupos que ahora iban por delante se iban alejando poco a poco y los corredores que venían por detrás traían más ritmo y acaban por dejarme, así que tocaba continuar en solitario.

Pasé el kilómetro 15 en 1 hora y 1 minuto, clavando el ritmo objetivo por debajo.

Este año no compartiríamos camino ida y vuelta por la misma carretera, ya que a la altura del Morlaco venía la cabeza de carrera, por la paralela.

Es un cambio que también me gustaba, ya que entre el tramo adicional de puerto y variar la ida y vuelta en la zona de El Palo se hacía mucho más llevadera la primera media.

Giramos por la Calle Escultor Marín Higuero, ascendiendo la Avenida de Juan Sebastián Elcano y comenzamos el camino de vuelta al centro.

El viento comenzaba a hacer mella y ya iba más cerca de 4:10 que de 4, aunque con buenas sensaciones y momentáneamente, con compañero de ritmo, un muchacho que vestía de rojo.

Lo acabé dejando atrás espoleado por los ánimos de los corredores con los que me iba cruzando, como Miguel Ángel Ferrón, Nacho, Morcillo, Almudena y tantos otros.

Coincidí con Isabel, la mujer de Miguel Ángel, en la media maratón, de voluntaria.

Mi cara de "sufrimiento" lo dice todo
Pasé la media en 1:26:07, muy entero y con buenas sensaciones; recordando lo mal que lo pasé el año pasado de ese punto a meta los kilómetros se iban sucediendo con facilidad, aunque comenzaba a notar el peso de la mochila en espalda y cuello.

Al igual que en la ida, Isidro nos animó en la noria y buscando pegarme a los corredores que ahora me adelantaban (el chico de rojo entre otros), intentaba mantener un ritmo lo más estable posible.

El viento venía racheado, por lo que no terminaba de ayudar y la mochila me resultaba cada vez más incómoda.

Como tenía muchos compañeros del club de voluntarios en el tramo de los km 28-32 aproximadamente aprovecharía para dejársela al primero que viese.

Resultaron ser Camila y Silvia, en el mismo km 28; me quité la mochila y le dije que ya volvería a por ella, aunque la solté rápido y se me cayeron los auriculares junto a ella.

No sabría si se darían cuenta, pero bueno, si se perdían tampoco era tanto dinero.

Pasé de correr a ritmos cercanos a 4:20 a 4:10, bajando en algo más de 2 pulsaciones de media el pulso y con muy buenas sensaciones.

Comencé a recuperar posiciones, adelantando a varios corredores que me habían pasado después de la media y habían estado 5 kilómetros largos por delante, volando por el paso por el estadio olímpico y disfrutando de los ánimos de mis compañeros de club.

A la salida del mismo estadio estaban mi hermana y mis padres, que con gritos de ánimo y toques de silbato me llevaron en volandas.

Pasé el km 30 en 2:03:54, muy entero y recuperando puestos, animado por José Miguel, Diana, Olga, Reo, Montse, Ricardo, Chema... ¡los kilómetros tradicionalmente más duros se estaban haciendo muy llevaderos hoy!

Kilómetro 30

Disfrutando como un chiquillo
Camino del 31
Camino del 32, a la caza de la camiseta roja
Decidí olvidarme del reloj y centrarme en alcanzar al muchacho de rojo, con quien compartí varios kilómetros, adelantándome en ocasiones él y en ocasiones yo a él.

De nuevo tenía la sensación de mayor público, ahora en el tramo final e iba muy contento, pero subiendo por El Perchel, a 4 kilómetros de meta me dio un retortijón horrible y a punto estuve de salir del circuito para evacuar.

Bajé un poco el ritmo, pero al ver las liebres de 3 horas cruzar por el otro lado cuando yo bajaba por La Rosaleda apreté el culo (nunca mejor dicho) y decidí seguir hasta la meta.

Por suerte fui enganchando corredores y poco a poco me fui olvidando del malestar intestinal.

Compartía camino con un corredor que corría de forma muy peculiar, girando mucho el tobillo derecho y zapateando con fuerza, mientras adelantábamos a corredores que parecían estar pasándolo realmente mal.

Ya no estaba echando cuentas al reloj, pero me imaginaba que esos corredores eran yo el año pasado, que pasé la media en 1:23:13 y acabé en 2:58:28... sufriendo como hacía mucho tiempo que no recordaba.

Por contraposición, ahora que tenía controlados los gases, este año iba disfrutando y haciendo una carrera muy constante, sin altibajos.

Pensé en pegarme a alguno de los corredores que bajaba como balas por el teatro romano, pero al echar un vistazo al GPS y ver que iba a 4:12 decidí mantenerme por sensaciones en ese nivel de esfuerzo.

El corredor que zapateaba comenzaba a distanciarse también, pero yo no iba a hacer marca, así que me mantuve firme, bajando con una zancada rítmica por Calle Larios mientras se me agotaban los metros.

Agotando el maratón

Concentrado en el ritmo

Instantes finales...
Enfilamos el Paseo de los Curas e instintivamente apreté ligeramente el ritmo; vi a lo lejos que el minutero iba por 35, así que sabía que esta iba a ser mi segunda mejor marca personal.

Lo primero que pensé fue que para el año que viene si acabo bien el Spartathlon y puedo entrenar bien en octubre y noviembre quiero preparar específicamente esta prueba y ver en donde puedo dejar el crono.

Lo segundo, que qué larga se hacía la avenida con 42 kilómetros en las piernas...

¡Meta!
Paré el crono en un tiempo real de 2:56:34, con un tiempo oficial 4 segundos más lento; casi 2 minutos más rápido que el año anterior, habiendo hecho casi dos tercios lastrado y acabando muy entero.

Recuerdo que el año pasado llegué muerto y tuve que arrastrarme hasta la estación de tren para volver a casa mientras que este año me encontraba realmente bien.

Estuve charlando en meta con el ciclista de Alfarnate y saludé a unos compañeros del Crossfit entre el público y acompañantes de corredores conocidos poco más adelante, así que decidí salir al otro lado del Paseo del Parque para poder avanzar a mayor ritmo.

Al dejarle la mochila a Silvia estaba incomunicado y sin dinero, por lo que cuando antes volviese al kilómetro 28, mejor.

Comencé a trotar pero el intestino hizo un amago de ceder, así que decidí ir marchando para no arriesgarme.

Tras un par de kilómetros pregunté a un grupo de policías si alguno me dejaba un terminal para hacer una llamada, pero solo uno respondió y me dijo que con móvil personal no podía, que probase por el Vialia.

Para allá que me dirigí, envuelto en el plástico que entregaban en meta y con mi medalla al cuello.

Conseguí que me dejasen hacer una llamada en una cafetería y tras avisar a mis padres que iba en camino y me volvería con ellos retomé el camino, ahora descalzo, para regocijo de mis pies.

Cuando llevaba poco más de un kilómetro desde que realicé la llamada un autobús me pitó y paró de golpe; ¡Era Maxi!

Se dirigí a Torremolinos, pero se ofreció a acercarme al final de Málaga, adelantando un par de kilómetros de mi ruta.

Estuvimos charlando sobre la CxM Faraján, la ruta de senderismo por Alhama y la Maroma, el Torcal... se me pasó volando el trayecto, tras el cual retomé la marcha a trote ligero, encontrándome de nuevo con Diana y Fernando López Sevilla.

Los últimos corredores se encontraban llegando a ese punto en esos momentos, así que mis padres aun seguirían en su puesto, por lo que me paré un momento a hablar con mis compañeros.

Fernando está lesionado del sacro, por lo que ni se planteaba correr en esos momentos, pero quedamos en correr juntos en cuanto pudiese.

Me despedí de ellos justo cuando la ambulancia de cierre de carrera llegaba a ese punto y atajé por el Martín Carpena para llegar al kilómetro 29, donde me esperaban mis padres junto a Cristina y José Luis.

¡Grande equipo!
Con esto finalizo una edición más de la maratón de Málaga, posiblemente en la que más he disfrutado en los kilómetros finales, gracias a la estrategia de carrera, una mayor presencia de público y como no, el apoyo de mis padres y compañeros de club en los kilómetros cruciales.

Espero poder preparar esta prueba para disputarla en la próxima edición, por ahora, ¡esto es todo!

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