Por primera vez en casi 3 meses participaba de nuevo en una carrera popular, con zapatillas tras varios años compitiendo únicamente con sandalias (y realizando un 90% del kilometraje anual con ellas).
Las elegidas, Adidas Ultraboost, fueron un regalo de mis padres para reyes, ya que a raíz de una herida abierta en la unión del primer y segundo meta del pie derecho me recomendaron no correr con sandalias hasta que cerrase por completo.
Las elegidas, Adidas Ultraboost, fueron un regalo de mis padres para reyes, ya que a raíz de una herida abierta en la unión del primer y segundo meta del pie derecho me recomendaron no correr con sandalias hasta que cerrase por completo.
Quedamos en los arcos del Recinto Ferial con los compañeros del Club Atletismo Fuengirola y una vez reunidos pusimos rumbo a Marbella.
Parte de los compañeros que participaríamos en la carrera |
Allí recogimos los dorsales y nos encontramos con el resto de compañeros que participarían en la prueba, con quienes estuve charlando y trotando antes de comenzar la salida.
Aunque llevo varios kilómetros hechos con las zapatillas en lo que va de mes, no termino de acostumbrarme a la sensación de empuje y al rebote al correr, aunque al ser una prueba corta imaginaba que hasta me podía venir bien, así que cogí un buen sitio en la línea de salida.
Tras guardar un emotivo minuto de silencio en honor a Julen comenzó la carrera, cruzando la Plaza de Antonio Banderas para bajar hacia el puerto, donde una fortísima ventolera nos daba la bienvenida zarandeándonos con fuerza.
Habíamos bajado a un ritmo cercano a 3:15 minutos el kilómetro y sabía que no iba a aguantar mucho a esa velocidad y menos aún con el vendaval, así que dejé de ir a la cabeza de carrera y traté de engancharme a los grupos que me iban adelantando, sin mucho éxito.
Al dejar atrás el faro y aprovechando el impulso del viento traté de pegarme a un corredor con camiseta azul que me había adelantando unos segundos antes del giro, animado por los compañeros y amigos que me cruzaba.
Parecía que no había bajado mucho el ritmo, pero me sorprendió ver en el GPS que iba bastante por encima de 4 minutos el kilómetro y aún así me costaba avanzar.
Giré en el segundo faro, volví a la Avenida Julio Iglesias y aproveché que me adelantaba un corredor del Estepona con mono de triatlón para intentar alcanzar al muchacho de azul, que cada vez estaba más lejos.
Al otro lado del puente de madera sobre Río Verde el viento comenzó a ser más racheado, pero como mi corredor de referencia no cedía ni un metro, yo tampoco lo hacía.
Llegué al kilómetro 4 y ya notaba las piernas bastante pesadas; acostumbrado a correr con sandalias de alrededor de 100 gramos, al correr con zapatillas de cerca de 400 parecía que llevaba lastre en los pies.
Tras otro kilómetro por el albero, giramos en el Victor's beach, donde nos esperaba un avituallamiento que pasé de largo y me enfrentaba de nuevo al viento, en contra.
Mi compañero de ritmo debió parar a beber algo, ya que cuando me giré no lo veía, así que me relajé un poco, ya que había sido el único corredor que me había adelantado desde que dejamos el espigón y sabía que nos esperaría una buena cuesta antes de la meta.
Al llegar a la altura del Iberostar me adelantó un buen corredor a muy buen ritmo, con camiseta roja, al que me pegué y tras él siguieron otros, así que volví a apretar los dientes.
Me costaba mantener una cadencia elevada con naturalidad y me sentía torpe con las zapatillas, pero la parte positiva es que no tenía que ir pendiente del suelo y daba igual si pisaba piedrecitas, ya que el impacto quedaba totalmente amortiguado.
Volvimos a cruzar al otro lado del Río Verde y nos acercábamos a la plaza por el carril bici mientras alcazábamos poco a poco al corredor de azul.
Aún así otros corredores llegaban con fuerza desde atrás, como un corredor muy fuerte que llevaba una camiseta de Crossfit y nos quitó las pegatinas al adelantarnos.
Ascendimos de nuevo a la Plaza de Antonio Banderas por la Calle Jesús Puente, donde había estado calentando hacía algo menos de media hora y cruzamos la línea de salida en sentido inverso, dirección a la meta.
Aunque me notaba bastante cansado para ser una distancia tan corta, había guardado una marcha extra para afrontar la subida, lo que me permitió recuperar alguna posición.
Con los ánimos de Almudena, compañera del club, a mitad de cuesta, hice el último cambio de ritmo y finalmente llegué justo detrás de Álvaro, el corredor con camiseta de Crossfit.
El tiempo en meta fue de 34:20 para algo más de 8 kilómetros y medio, 17ª posición absoluta y 5ª senior.
Tuve la sensación de estar bastante cansado desde la mitad de la prueba, es verdad que salí realmente rápido y que el viento se cebó con nosotros, pero creo que el peso de las zapatillas también fue clave.
Pienso que si entrenase con zapatillas y compitiese con huaraches (una vez cierre por completo la herida) podría producirse el efecto contrario y me notaría más descansado a ritmos rápidos, pero por el momento queda pendiente de experimentar.
La familia casi al completo |
La semana que viene afrontaré los 215 kilómetros de la Carretera de la Muerte, no se aun si con sandalias, con zapatillas o alternándolas, pero lo que está claro es que intentaré convertirme en la tercera persona que la finaliza en ambos sentidos, ida y vuelta.
Si alguien quiere acompañarnos en la ida, saldremos a las 8 de la mañana del ayuntamiento de Málaga, el tiempo estimado de llegada a Almería serán 36 horas y si el cuerpo lo permite, la vuelta comenzará la madrugada del lunes.
¡Un abrazo y hasta la próxima!
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