Todo comenzó el pasado 2 de marzo, cuando recibí un Whatsapp de Iván Penalba y un correo de Jordi Monge, avisándome de que en algo menos de dos semanas se celebraría un ultrafondo en pista en Barcelona. Me surgían muchos interrogantes, pero la perspectiva de volver a la ciudad condal, donde precisamente corrí mi último ultra antes del covid en las 24 horas de Can Dragó 2019 era, cuanto menos, ilusionante.