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VI Carrera Popular Acristalia Villa de Mijas


Tras una semana de parón disfrutando de la cultura y gastronomía italianas llegué el sábado de madrugada a casa y ya esa mañana realicé mi primer trote después de siete días.

Tenía las piernas muy pesadas y doloridas, los casi 160 kilómetros realizados en 5 días habían pasado factura y aunque el ritmo fue bueno, me costó trabajo el entreno.

Esta mañana me levanté aun más cansado, con cuadriceps e isquiotibiales bastante cargados, aunque tras desayunar un cuenco de avena con leche saqué a los perros un rato y ya parecía que iban un poco mejor.

Me puse la equipación del club, me pinché el dorsal y me dirigí a la salida al trote.

Llevaba el pulso elevado y las piernas aun me dolían, no estaban cargadas, como cuando uno tiene agujetas, era un dolor como de inflamación, pero tras trotar quince minutos parecía que estaban algo mejor.

Aun así no me veía a tope para la prueba, como estuve comentando con varios corredores antes de la salida.

Me preocupaba también la respuesta de las piernas, ya que el último entrenamiento de series antes del viaje me costó Dios y ayuda acabarlo.

Así, intenté no pensar en la carrera y pasé los minutos previos a la salida viendo la carrera de 3 kilómetros y charlando con amigos y los compañeros del club, hasta la visita previa al baño de rigor a pocos minutos de comenzar la prueba.


Cogí sitio en la zona delantera izquierda del arco de salida y me preparé para arrancar fuerte y poder coger el giro inicial de 180º con comodidad.

Salí disparado con el pistoletazo de salida, realicé el giro y tras el cambio de sentido volví a apretar para coger una velocidad punta competitiva pero cómoda.


No tardé mucho en comenzar a escuchar pasos y antes de llegar a la rotonda de la hormigonera ya tenía a Aziz corriendo a mi lado, codo con codo.

Completamos el primer kilómetro en 3:12 minuto y ya me sacaba un par de cuerpos de ventaja, así que, en vista de que él iba cómodo, dejé que se escapase.

Me sacaba una docena de metros de ventaja al llegar a la rotonda de la diversidad, así que al llegar a la rotonda del Lidl, completando el segundo kilómetro en 3:14, lo di por imposible y decidí bajar un poco el ritmo, ya que quedaba mucha carrera por delante.

En el giro de 180º del Dunnes me crucé con la cabeza de carrera y llevaba a Pablo mota más o menos a la misma distancia que me sacaba a mi Aziz.

Lo veía fuerte, a pesar de que según me había contado en la salida, había estado malo y tomando antibióticos esta misma semana, de lo contrario seguro que iría a mi par o por delante.

Por un momento pensé que le recordaba distancia a Aziz al llegar al giro de la entrada al Parque Miramar, pero fue una cuestión de perspectiva, ya que al enfilar de nuevo hacia la rotonda del Lidl me sacaba la misma o más distancia.

El ritmo era de 3:21 e iba cómodo, pero comenzaba el retorno hacia la avenida y el calor era ya bastante sofocante, sería complicado mantener el ritmo durante los siguientes siete kilómetros.

Me concentré en la zancada, el ritmo y la respiración y al completar el ecuador de la prueba en 3:25 y 3:24 minutos respectivamente.

Realicé el giro frente a la rotonda Víctimas del Terrorismo por penúltima vez y parecía que tenía la posición controlada, ya que le sacaba más o menos a Pablo la misma distancia que Aziz me sacaba a mi.

Iba como una moto y no me podía plantear si quiera apretar el ritmo, así que intenté no ceder yo y aguantar la posición.

En la avenida ahora llevaba la pendiente ligeramente a favor y la brisa en contra, lo que no ayudaba a mantener el ritmo pero al menos refrescaba un poco el implacable sol que nos castigaba al no haber ni una sombra en todo el circuito.

Bajé de nuevo hasta la rotonda del Lidl realizando los dos kilómetros desde la meta en 3:24 y 3:22, con las piernas realmente doloridas ya.

En el giro del Dunnes me sorprendió no ver a Pablo, sino a José María del Pino.

Por lo visto Pablo se había retirado, y no era el único, ya que en la vuelta anterior José María iba quinto.

A Aziz no lo vi hasta volver a la rotonda del Lidl, que él estaba a punto de enfilar camino de la meta; a mi me quedaba antes el giro en la rotonda de entrada al Parque Miramar.

Estaba cansado, dolorido y sofocado, pero había completado el octavo kilómetro en 3:25 y ya solo quedaba la vuelta a meta.

Pese a la fatiga, la pendiente y la ausencia de brisa, entre los ánimos de otros corredores y que se me pegó una moto de la organización que iba grabando, el noveno kilómetro se me hizo llevadero.

También bajé un poco el ritmo, pero es que las piernas ya no daban para más y me planté en el último kilómetro dejando el octavo en un promedio de 3:29 minutos el kilómetro.

Llegando a la rotonda de la hormigonera escuchaba como Aziz entraba ya por meta y en cuestión de poco más de un minuto lo haría yo.

Revisé el crono por última vez al paso por el arco de Wahoo; iba a 3:19 y solo quedaban 600 metros para acabar la carrera.


Me abrí en el giro para evitar derrapar, ya que había gravilla suelta y aceleré todo lo posible para recuperar los segundos perdidos.

Crucé la meta completando el último kilómetro en 3:21, finalizando en 33:36, a un promedio de 3:22 minutos el kilómetro.

Estaban lejos de los 32:55 que marqué al paso por el kilómetro 10 de la media maratón de Torremolinos del pasado mes de febrero, pero teniendo en cuenta que allí los primeros kilómetros fueron con pendiente a favor, no está nada mal.

Teniendo en cuenta que en la última edición Juan Carlos Cabello ganó a un ritmo medio de 3:20 el resultado era fenomenal, pero es que Aziz Boutil está en otra liga, ya que acabó en 32:05, a un ritmo medio de 3:13 pese a correr un minuto más lento que su mejor marca en la distancia.

Lo felicité en la meta y los organizadores nos pidieron que esperásemos a que llegase el tercer clasificado para echarnos una foto todos juntos y en cosa de un minuto llegó José María, a quien no conocía aún en persona.

Tras la foto estuve charlando con él y otro compañero suyo, Juan Antonio, si no recuerdo mal (la cosa es que me suena de coincidir en las carrera pero tampoco habíamos hablado previamente), tras lo que nos pusimos a trotar juntos para enfriar.

Bajamos hasta la rotonda del Lidl, dando ánimo a los corredores que iban camino de la meta en el trecho final y a la vuelta vi a mis padres empapados de sudor, así que me pegué un sprint hasta la salida para llevarles un botellín de agua y les acompañé al trote hasta la meta.


No tardó en empezar la entrega de premios, que para mi sorpresa comenzó con la premiación absoluta.

Subí con la bandera del club pero la tuve que plegar ante la multitud de obsequios que recibimos, como un vale para una cena o almuerzo valorado en 50 euros, una botella de codorniú y una bolsa llena de productos de nutrición, aparte del trofeo.



Felicité a mis compañeros y tras bajar el podio me despedí también de mis compañeros del club, ya que tenía almuerzo con mi abuela y si me entretenía no iba a llegar a tiempo.

No creo que hubiese cambiado mucho la cosa si no me hubiese ido de vacaciones y realmente las necesitaba, ahora tengo las pilas cargadas para coger con fuerza e ilusión las semanas que me separan del Campeonato de España de 50 kilómetros, el próximo junio.

¡Nos vemos en Santander!

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