Otro año más volvía a Santander, este año con mi mínima reglamentaria para participar en el Campeonato de España de 50 km y con el claro objetivo de mejorar mi marca personal.
Con los ritmos que había estado manejando desde principios de año parecía que le podía pegar un buen bocado a mi marca del año pasado, de 3:25:04 (por algún motivo pensaba que había sido de 3:25:42, pero tras consultarlo vi que no era así), pero no quería confiarme.
Las semanas previas a los 50 km del año pasado iba sobrado en las tiradas largas y la carrera me salió fenomenal, como un reloj, incluso cuando arriesgué apretando el ritmo a pocas vueltas de meta para correr con José Antonio Castilla o Cristóbal Ortigosa entre otros.
Este año sabía que los ritmos los tenía, pero en las tiradas largas no había terminado de ir cómodo (la más larga de 32 kilómetros), así que intentaría ir a asegurar, con un ritmo de salida de 3:49 minutos el kilómetro, que aguantaría hasta donde pudiese.
Kiko, de Murcia, me animaba a salir a ritmo de maratón, a 3:35 o así, ya que me veía muy bien, pero creo que me tiene en demasiada estima, ya que el 3:49 me vino largo en Burjassot, donde acabé incluso retirándome y el circuito era más corrible.
Aquí la retirada no era una opción, así que tras lo que me pareció una eternidad desde las 4:15 de la mañana cuando sonó el despertador, poco después de las 6:30 y tras la foto de grupo con mis compañeros de Els Sitges de Burjassot, me dirigí a la salida.
Además del nutrido grupo de mi club, correrían muchísimas caras conocidas, como la selección Murciana de Ultrafondo (Manolo Rico, Sarah Watkins, Kiko...), Nico de las Heras, Antonio Jesús, del Álora, el incombustible Urbaneja, el canario Marcos y muchos más.
Tras pasar el control de salida (con el DNI en uno de los bolsillos del pantalón, ya no me fio) y colocarme bajo el arco de salida, junto a Edu, estuve charlando con varios compañeros, ansioso empezar la carrera.
Después del corte de la cinta y del minuto de silencio en memoria de los corredores que ya no podrán correr de nuevo en Santander (el que conocía personalmente y cuya marcha me apenó muchísimo fue Alberto Costilla, que en paz descanse), nos preparamos para la salida.
Tras un amago de comienzo al acabar la cuenta atrás me quedé un segundo rezagado con el disparo de salida (hubo una pausa de medio segundo entre acabar la cuenta atrás y este) y me lancé a todo correr para coger bien la primera de las cuestas.
Al llegar arriba llevaba ya un grupo de 4-5 corredores por delante y miré el GPS y el ritmo parcial era de 3:10, así que eché el freno y fui dejando pasar corredores.
Se formó un grupo de unos 8 ya a la altura del puente y por detrás otro de unos 4, a cuya cola estuve las dos primeras vueltas.
Como soy muy apretado, si mi ritmo objetivo era 3:49, a ese intentaba rodar cada kilómetro, sin importar giros o cuestas, bien a favor o bien en contra, así que en relación al grupo, que corría de forma más fluida, iba dando tirones.
Me iba quedando poco a poco detrás, pero en la rampa de meta por ejemplo me colocaba justo tras ellos y en las bajadas se me iban escapando.
Ya al término de la tercera vuelta iban al alcance de la vista pero no de las piernas, tenía un ritmo y el objetivo era rodar al mismo.
Iba bebiendo con las alertas programadas del GPS, una mezcla de agua, sales y maltodextrina, con los buches contados según la práctica de las tiradas largas (más me provoca reflujo y me embota el estómago y menos se me queda corto).
Curiosamente, pese a estar acostumbrado a rodar en Fuengirola por encima de 30 grados, aquí, con 10 menos pero una humedad mucho mayor, notaba que me vendría bien beber más, pero para no jugármela, lo que hice fue empezar a mojarme por encima para refrescarme.
Las vueltas con el cielo nublado y brisa eran una bendición, pero en las que asomaba el sol la sensación térmica era para mi peor incluso que la del año pasado.
Iba muy pendiente al ritmo y ya en la cuarta vuelta se me escapaba, por pocos segundos.
Muscularmente me encontraba bien, pero llevaba el pulso alto y me suponía un esfuerzo importante el puntito extra para seguir rodando a 3:49, así que, en vista de que aún no había llegado al ecuador de la prueba, decidí levantar un poco el pie.
Del grupo que llevaba por delante no tenía ni rastro ya y por detrás iba controlando en los giros (tras el puente o en la rampa de bajada al interior del parque/ascenso a meta) y tampoco llevaba a nadie con el dorsal de 50 kilómetros por detrás.Necesitaba alguna referencia para olvidarme de mirar el GPS (cuando uno no va al ritmo que ha trabajado y lo sabe es un suplicio ir pendiente, al menos para mí) y decidí tomar como referencia a Kiko, que cuando yo giraba tras el puente y cogía la rampa hacia el parque, él venía cogiendo la bajada hacia el giro de 180º.
Igualmente ayudaba mucho tener pequeños objetivos, que en mi caso era apretar un poco cada vez que veía una camiseta de mi club para darles ánimo y seguir hacia adelante.
Llegué al kilómetro 30 en 1:55:29, a un ritmo medio de 3:52 y con una ventaja de casi 4 minutos con respecto al tiempo del año pasado (pasé el 30 en 1:59:58, a un ritmo medio de 4:00).
En ese paso por meta me tocaba coger bidón nuevo (llevaba ya secos los dos del chaleco), pero había varios corredores justo delante de la mesa del club y decidí pasar de largo y coger en la siguiente.
Llevaba la boca y los labios secos y además de no parar para coger el bidón, que me iba a suponer segundos, volví a enfrascarme con el crono y me enfadé conmigo mismo porque me costaba rodar por debajo de 4:10 el kilómetro.
Si conseguía rodar aunque fuesen 5 segundos más rápido por kilómetro tenía margen para acabar algunos minutos por debajo de mi tiempo del año anterior, pero estaba a punto de petar del todo.
Tenía controlados los bidones que se iban dejando en diferentes puntos del recorrido y en la rampa de subida al puente, sobre el rectángulo de hormigón, había una botella de agua de las de la organización que llevaba dos vueltas con el agua por la mitad.
Si en este paso seguía ahí serían 3 vueltas, por lo que podría echármela por encima sin fastidiar a nadie (tras 15 kilómetros imaginaba que quien la dejase ahí ya no la necesitaría).
No iba a beber de ella porque como comentaba anteriormente, llevo a rajatabla el tema de la ingesta de líquidos, pero al menos me ayudaría a refrescarme, que ahora que salía el sol, falta me hacía.
Al subir por la rampa, en efecto, estaba ahí el botellín y sin pensármelo dos veces, alargué la mano y me lo eché por encima.
No solo estaba tibio de haber pasado tanto rato al sol, sino que su propietario le había echado algo al interior, ya que me quedé pegajoso y me escocía en los ojos.
Llevaba un stick de Leotrón deporte a modo de emergencia, así que lo abrí como pude con los dedos pegajosos y me lo eché para adentro, sin agua ni nada; necesitaba llegar cuando antes a meta.
Por el interior del parque, camino de completar el tercer kilómetro, vi a Julio desde arriba, que me dijo que me quitase ya la mochila.
Estaba empapado en sudor, sobre todo en la espalda y de todos modos llevaba los bidones vacíos, así que decidí hacerle caso.
Llegando al Policotes me encontré con Javi Lozano, que me animó bastante a continuar y tras lo que debió ser una eternidad, ascendí la rampa hacia la meta.
Me eché por encima un bidón de agua, cogí uno de los míos (el otro no estaba, directamente, sería el karma por haber tocado el botellín de otro corredor) y le dejé la mochila a la compañeras del club.
El kilómetro 41 fue con diferencia el más lento que completé, en 4:37, pero ya sabiendo que me quedaban dos vueltas para acabar tenía que apretar.
Recordaba que las dos última vueltas del año pasado habían sido muy duras muscularmente, me dolían las piernas y me costaba correr, pero esta vez muscularmente no sentía dolor alguno, simplemente parecía que no tenía fuerzas.
Entre los efectos del agua fresca en cabeza y espalda, del agua con sales e hidratos que fui bebiendo con fruición y la cafeína del Leotrón empecé a encontrarme mejor.
No quería ni mirar el GPS y no tenía ya referencia alguna, ya que tanto Kiko como los otros corredores que llevaba de referencia (Antonio Jesús, Urbaneja y Dani, que avanzaban en formación) me habían adelantado a mi en la vuelta anterior.
Aun así me iba encontrando mejor y al ver el paso por el maratón en 2:48:05 (el año anterior había sido en 2:49:50) pensaba que aún podía hasta mejorar la marca.
Empecinado en no mirar el GPS, cogí un botellín de agua en la penúltima llegada a meta (como no tenía el mío con sales y maltodextrina habría que improvisar) y eché un vistazo al crono de la organización.
No recuerdo el tiempo exacto que marcaba, pero con las cábalas que hice, rodando a 4:25 aproximadamente, bajaba justito de las 3 horas 25 minutos.
Hasta la bajada hacia el interior del parque, ya a sabiendas de que quedaban poco más de 2 kilómetros para acabar, no miré el crono; iba a 4:22.
Lo volví a mirar llegando al Policotes, un kilómetro más tarde; iba a 4:21.
Apreté con todo lo que tenía en la última subida a meta, llegando en 3:25:12, contento porque pensaba que había mejorado la marca del año pasado (al final era 8 segundos más lento que la del año anterior), pero algo frustrado porque para el estado de forma que he mantenido todo el año, esperaba hacerlo mejor.
Lo curioso es que muscularmente me encontraba fenomenal con respecto a lo que recuerdo del año anterior y no creo que el ritmo fuese excesivo, pero por alguna razón la humedad me ha afectado mucho.
La mujer de Ismael Zárate (sé que me va a matar, pero su nombre se ha esfumado de mi mente) me dejó unas crocs, una toalla y jabón, así que tras una ducha estaba casi como nuevo, con las piernas y espalda cargadas, pero no mucho más que tras una tirada larga de domingo.
Me despedí de mis compañeros, ya que tenía que estar sobre las dos de la tarde en el aeropuerto y me fui dando un paseo.
Las siguientes grandes citas del año son Palma y Valencia (ambos maratones), así que ahora toca bajar el ritmo este mes y recuperar bien.
Al igual que tras el maratón de Sevilla me haré también una analítica para comprobar que todos los niveles están en su sitio y en julio cogeré de nuevo ritmo para intentar repetir en Palma la marca de Sevilla, cosa que será harto difícil.
No lo he comentado hasta ahora porque tampoco le doy mucha importancia al puesto, me quedo más con la marca y las sensaciones, pero finalicé en undécima posición absoluta y cuarta senior.
Por el momento esto es todo, muchas gracias por estar pendientes, por vuestros ánimos y vuestras felicitaciones, así correr no cuesta trabajo ;)
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