Otra semana más teníamos cita del circuito y descubríamos otro pueblo de la geografía malagueña, en este caso Sayalonga, el pueblo de las túnicas largas, conocido como el paraíso del níspero.
Llegamos puntuales, casi media hora antes de que comenzasen las carreras infantiles y nada más recoger el dorsal fuimos saludando a los compañeros del circuito.
Uno de los primeros en llegar sería Óscar, y paulatinamente fueron llegando Rafa, David... e incluso Silvia y José, compañeros del Club Atletismo Fuengirola a los que no esperaba encontrarme.
Al que se echaba de menos era a Carmona y me extrañaba que no hubiese llegado ya, pero un corredor me paró para saludarme cuando iba al baño y me dijo que no vendría, ya que ayer estuvo de comunión y seguramente se liaría.
Algo nos comentó la semana pasada, ya que no podría ir a Gaucín por el mismo motivo (yo me la perdí porque trabajaba).
Sería raro no correr con él, pero era lo que había, así que hicimos un grupito con David, Rafa y Óscar y ascendimos por la calle del Calvario unos diez minutos, hasta que decidimos dar la vuelta.
El nombre le iba que ni pintado a la calle, ya que la pendiente te exigía desde el mismo giro a la salida de la plaza y hasta el punto donde llegamos, que comenzaba un carril de tierra, todo era subida hasta donde alcanzaba la vista.
Habría que empezar con calma, ya que los tres primeros kilómetros serían de subida constante y aun quedaría alguna tachuela antes de comenzar a descender.
Volvimos a la plaza con ganas de comenzar la carrera pero al final nos dio tiempo de sobra a enfriar y volver a calentar, yo ya en estático, ya que repartieron a los chavales del pueblo por los cruces con una camioneta y hubo que esperar un buen rato a que terminasen.
Finalmente nos colocamos bajo el arco de salida y tras un disparo fallido, se dio el pistoletazo de verdad y salimos a todo correr.
No estaba Carmona, pero contaba con una inesperada liebre encarnada por Raúl Sudri, que en el giro hacia Calle Calvario me sacaba ya varios cuerpos de distancia y seguía poniendo tierra de por medio.
Yo le seguía sin prisa pero sin pausa, controlando la zancada porque sabía la que se nos venía encima y al ritmo que iba Raúl, si no reventaba, ganaría la prueba sobradamente.
No fue así y tras unos seiscientos metros comencé a recortar distancias con él y llegados al primer kilómetro se había quedado atrás, aunque no demasiado.
De repente me sorprendieron pasos por la derecha y me adelantó un corredor del Vélez, así que hice un cambio de ritmo para cogerle la delantera y nos fuimos relevando tras el coche de la organización, que nos iba marcando el recorrido.
Llegamos al carril donde habíamos dado la vuelta calentando y me sacaba un cuerpo de ventaja, pero no tenía prisa en cambiar de ritmo, iba cómodo y sabía que la prueba se disputaría en la bajada al pueblo.
Ahí dejamos el primer avituallamiento, que pasamos de largo, ambos concentrados en no perder de vista al otro.
El punto de la carrera álgido llegó poco antes del tercer kilómetro, en un cerro desde donde divisábamos Sayalonga, al fondo del valle a mano derecha y el inmenso mar mediterráneo a mano izquierda, que parecía que estaba hasta más cerca que el pueblo.
Tras llegar a ese punto empezó el descenso por el carril, ya cementado y poco a poco la pendiente empezó a ponerse a favor, con tramos bastante empinados en algunas zonas
El corredor del Vélez y yo seguíamos mano a mano pero conforme más picaba la bajada más me comenzaba a distanciar y aunque en los repechos me recortaba distancia, me encontraba realmente cómodo y con la sensación de poder meter una marcha más en cuanto fuese necesario.
Tras un cuarto kilómetro rápido metí un puntito más y alargué la zancada, lo justo para ir poco a poco metiéndole metros al corredor del Vélez, cuyos pasos empezaban a sonar más amortiguados.
Pasé de nuevo de largo en el segundo avituallamiento y con un giro a mano derecha se empezaba a entrever que estábamos descendiendo hacia el pueblo, aunque quedaba un buen tramo de bajada.
Al completar el kilómetro ya había momentos en los que ni escuchaba los pasos de mi perseguidor y me sorprendió ver en el GPS que el ritmo en ese parcial había sido de 3:13, ya que bajaba muy cómodo y disfrutando.
Debían quedar poco más de dos kilómetros para meta, así que me concentré en la técnica y buscaba abrirme y cerrarme convenientemente en las curvas siguiendo la estela del coche de la organización, para no hacer ni un metro de más y bajar lo más rápido que la pendiente me permitiese.
Por momentos el desnivel me entorpecía más que ayudarme, ya que debía retener con fuerza con los cuadriceps para que no se me fuese el cuerpo antes de volver a lanzar la zancada con energía.
En cuanto distinguí que llegábamos de vuelta a la Calle del Calvario me dejé de medias tintas y ya me lancé con todo hacia meta, entrando con un potente sprint y recorriendo los últimos 350 metros por debajo de 2:55 minutos el kilómetro, incluyendo el giro de 180º hacia la plaza.
28:36 había tardado en recorrer los casi siete kilómetros y medio del circuito, por debajo de los treinta minutos que le había dado a Mayte como pronóstico.
Me alegró mucho ver a Rafa, que había corrido de menos a más, entrar en segunda posición, apenas unos doce segundos después de haberlo hecho yo y poco a poco fueron llegando más corredores.
Tras beber un poco de agua y dejarle a Mayte los nísperos, el plátano y el agua que nos había entregado la organización, nos fuimos Óscar, Rafa, David y un servidor a dar una vuelta por el pueblo para soltar la musculatura.
Ya solo quedaba la entrega de premios para poner el punto y final a esta nueva aventura en la que he disfrutado muchísimo y además he vuelto a alzarme a lo alto del cajón tras dos carreras en las que he estado abonado al segundo puesto.
Una cita queda para acabar la primera vuelta del circuito de Diputación de Málaga, nos vemos el 4 de junio en La Mayora ;)
Felicidades Errante👏
ResponderEliminar